ESQUEMA DE LA ACROPOLIS
DE PERGAMO- ESQUEMA DEL ALTAR DE ZEUS de Pérgamo- EL COLOSO DE RODAS
- ESQUEMA DE LA ACRÓPOLIS DE PERGAMO.
- En la vertiente occidental de la colina, sobre una alargada terraza, apoyada
en contrafuertes dispuestos en dos plantas, se levanta una doble columnata
superpuesta, tras la cual un grandioso teatro abre el abanico de su cavea. A la
izquierda, el templo romano tetrástilo próstilo de Caracalla. A la izquierda
del teatro, una vasta plataforma artificial, en medio de la cual blanquea la
mole del altar de Zeus sobre él, casi coronándolo, la columnata de la
biblioteca circunda el templo de Atenea Polias. Al fondo y a la izquierda, el
templo romano de Trajano; en primer plano, a la derecha, los edificios de los
almacenes. Según se desprende de esta reconstrucción, los urbanistas
helenísticos no buscaban ya la ideal armonía, lograda con medios extremadamente
simples y perfectos por sí mismos, tal como se aprecia en la acrópolis de
Atenas, sino que trataban de provocar efectos escenográficos adecuados para
imponerse a simple vista.
ESQUEMA DEL ALTAR DE ZEUS
de Pérgamo (el edificio, del -180, ha sido reconstruido en el Pergamonmuseum de
Berlín). - Un estilóbato de cinco gradas, de cuarenta metros de largo por
treinta y siete de ancho, soportaba sobre tres lados un basamento del cual
surgían ochenta y ocho columnas jónicas formando una impresionante y elevada
galería. En el cuarto lado -el central, al oeste-, una amplia escalinata, de
veinte metros de anchura, conducía a un patio al quedaba acceso una doble fila
de columnas jónicas y en medio del cual estaba colocado el verdadero altar. También
los muros que daban al patio aparecían decorados con un friso escultórico -hoy
reducido desgraciadamente a escasos fragmentos— que describía episodios de la
vida de Telefo, mítico fundador de la dinastía que reinaba en Pérgamo. A
diferencia del «gran friso» (ver figs. 29/31), en el que prácticamente todas
las impetuosas figuras cobran idéntico resalte ocupando toda ta altura del
friso, los relieves inferiores brindaban, a la matizada luz del patio, efectos
más difuminados y mayores logros de perspectiva con los personajes de primer
plano, destacando sobre fondos animados, a veces, con figuras más atenuadas o
notas paisajistas.
EL COLOSO DE RODAS (de un grabado del
siglo XVIII).- El gusto dieciochesco nos ha dado una versión extremadamente
fantástica del broncíneo Coloso. En efecto, hoy no se cree que las naves
pudieran pasar por entre las piernas de la estatua, la cual, de creer a Plinio,
no pasaba de 31 metros de altura. Según parece, la obra era considerada por los
antiguos como una de las Maravillas del Mundo, tanto por su tamaño como por la
perfección de sus formas. Se levantaba en la bocana del puerto y representaba a
Apolo, al que los rodios la ofrecieron como exvoto por su victoria sobre los
macedón ios, lograda con la ayuda de Ptolomeo I Soter. La ejecutó Cares de
Lindo, discípulo de Lisipo y valeroso excombatiente, que trabajó en ella desde
el -292 al -280 utilizando el bronce de las máquinas bélicas capturadas al
enemigo. Las piezas, fundidas por separado, se armaron con el apoyo de un armazón
interior de mampostería. Según la tradición, sus ojos despedían la luz de un
fuego que se mantenía encendido noche y día. El Coloso no tuvo fortuna ni
tampoco la proporcionó: Cares, terminada la obra, parece que se dio cuenta de
un error y se suicidó y la propia estatua fue destruida por un terremoto 56
años después. Tras varias tentativas para volverla a levantar, en el 672 d. de
C, los árabes, dueños por entonces de la isla, vendieron sus restos a un judío,
que sacó de ellos trescientas toneladas de metal.
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