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17 de julio de 2018

La identidad y la formación de subjetividades en torno al género sexual en Vidas privadas de Angélica Gorodischer




La identidad y la formación de subjetividades en torno al género sexual en
 Vidas privadas de Angélica Gorodischer

No se nace mujer: llega uno a serlo. Ningún destino biológico, físico o económico define la figura que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; la civilización en conjunto es quien elabora este producto intermedio entre el macho y el castrado al que se califica como femenino. Sólo la mediación de un ajeno puede construir a un individuo en otro.
Simone de Beauvouir


Palabras clave: Identidad- Subjetividad- Género sexual

Introducción


En el presente trabajo analizaremos el cuento Vidas privadas  de  Angélica Gorodischer, tomando como marco la problemática de la identidad y la formación de subjetividades en torno al género sexual. Referido a esta temática, serán centrales los aportes teóricos de  Judith Butler, autora que reflexiona  sobre las formaciones subjetivas y la identidad de género  mostrando cuán frágiles son como conceptos de clasificación de los sujetos.  Por otra parte, analizaremos cómo operan los prejuicios y estereotipos en relación a lo considerado exclusivamente masculino o exclusivamente femenino y  qué supuestos hacen que se conciban y transmitan ideas acerca de la sexualidad humana como si se tratara de funciones biológicas naturales y permanentes a lo largo del tiempo.

Desarrollo

En el cuento Vidas privadas, un  narrador sin nombre  y que no  se auto-refiere en base a una subjetividad femenina  ni masculina, ve trastocada la tranquilidad de su vida solitaria a partir del momento en que dos personas alquilan el departamento contiguo al suyo. Comienza aquí, para él o ella, un proceso de  reorganización acerca de  las representaciones  que tiene acerca de sí y de los otros.
Al igual que la “vieja víbora”- la señora encargada de la limpieza del edificio-  el lector no conoce nada  del narrador/a: ni quién es, ni cómo se llama, de qué se ocupa, qué edad tiene, en dónde trabaja,  ni cuánto gana, si tiene auto ni  ningún otro dato. Debe imaginarlo,  de la misma manera que él/ella  imagina a uno de los habitantes del departamento recientemente alquilado, dado que solo conoce físicamente a uno de los dos (por primera vez traté de imaginármela a ella y no pude y me di cuenta de que nunca la había visto. A él sí, pero a ella nunca).  Él es un tipo canoso (…) que  tenía una voz gruesa, bien modulada - detalle que funciona  como arquetipo de la virilidad-  pero del otro habitante,  solo conoce su voz, voz representada  a través de  estereotipos femeninos  (…) voz chirriante, sosa, aguda, metálica. Una voz de cotorra, de caricatura, de chusma de conventillo.
Como lo señala Butler en Cuerpos que importan, el narrador – y el lector-    piensan (o  imaginan)  a alguien que pertenece al género femenino,  pero esta representación mental solo es producto del discurso, discurso  que produce aquello que enuncia   y que crea realidades que, en esencia, no existen.  El ejercicio de la subjetividad está en el ejercicio de la lengua. No hay otro testimonio de la identidad del sujeto que el que así da él mismo de sí mismo.  Dice Butler (1993, p.19):
 Las cuestiones que estarán en juego en la reformulación de la materialidad de los cuerpos serán (…)  la comprensión de la performatividad, no como el acto mediante el cual un sujeto da vida a lo que nombra, sino, antes bien, como ese poder reiterativo del discurso para producir los fenómenos que regula e impone (…).
 Lo que se escucha a través de la ventana abierta- (para vos sí que es fácil, total, te vas a la calle y yo me quedo aquí como una idiota deslomándome por vos// y yo que soy una tonta te lo creí/) hace que el narrador vaya construyendo la relación de esta pareja  desde una matriz heterosexual :  hombre-mujer (…pobre mina, pensé mientras todo estaba en silencio// Después me enteré: la mujer había desaparecido//  La mujer se calló y no hubo nada más por esa no­che// ella le reprochaba algo a él ). De esta manera, la cuestión de la materialidad corporal se asienta en las “mentes”,  más que en “los cuerpos”, a través de una matriz cultural que asigna identidades en un rango rígido e insuficiente (Equipo Especialización: 2016- Clase 4, p.5). La identidad asignada al otro habitante del departamento es femenina, reforzada por elementos que culturalmente pertenecen a este género: vesti­dos, perfumes,  chafalonías, zapatos, carteras, bijouterie, cremas, polvos, sombras, perfumes, es­maltes de uñas y una mariposa tatuada en el cuerpo, diseño que es utilizado –mayoritariamente-por mujeres.
Es el lenguaje el que da la posibilidad de la subjetividad ya que encierra las formas lingüísticas apropiadas para su enunciación, el discurso provoca su emergencia y en el final del cuento se nos  revela: la pobre mina”, “ella”,  pasa a ser él (Había un tipo junto a la puerta del departamento de al lado (…) Estaba vestido con un pantalón gris y una remera azul desteñida y mocasines sin medias). El personaje de la voz chillona de cotorra, de caricatura, de chusma de conventillo-  es, en su apariencia exterior, un hombre; su cuerpo es masculino pero su subjetividad  sigue siendo femenina pues la vinculación a un tipo u otro de identidad social no se encuentra sujeta a ninguna esencia permanente: no hay  una relación necesaria entre el cuerpo y el género y este es, además, una elección.

 En la escena que transcurre en el palier , la identidad del otro  es leída a través del cuerpo (…cuando él se movía, la mariposa se movía; cuando estaba quieto, la mariposa se quedaba quieta), cuerpo masculino que había estado atado a relaciones de poder y  sometido a otro mediante el control y la dependencia en un orden jerárquico patriarcal  que legitima  la autoridad masculina: Él se puso sarcástico: ¿De dónde te creés que sale la plata para comprarte vesti­dos y perfumes y chafalonías, de dónde? De mi tra­bajo sale, de ahí. (…) Bien contenta tenés que estar de haber ido a esa pocilga como vos decís. ¿O no te acordás de dónde venías cuando te encontré, eh? ¿Te acordás o no, eh? Mucho hacerte la fina pero bien de abajo que te le­vanté.
El género sexual no es algo que se “es”, se va construyendo en actos o, más precisamente, en una secuencia de actos, es un hacer, más que un “ser” y, en este caso, ese “sujeto sujetado” en un cuerpo masculino  se encuentra atado a su propia identidad por la conciencia o el conocimiento que posee  de sí mismo y no por el que otros le otorgan: género y sexo  son desplazados del campo del conjunto de las cosas que somos al orden de las cosas que hacemos.
Para el/la narrador/a, la experiencia vivida con sus vecinos ha dejado una huella, marcando un antes y un después en su historia,  porque  toda práctica humana interviene de modo decisivo en la producción de subjetividad (No podía dejar de pensar en ellos. Trabajaba en lo mío, mal pero trabajaba, miraba a mi alrededor, veía lo mismo que veía todos los días, y no podía dejar de pensar en ellos)
La subjetividad se forma situacionalmente, no se apoya en una esencia establecida a priori, cada momento genera sus modos específicos y singulares de producirla en un proceso inmanente a cada situación: es uno de los efectos de la construcción de subjetividad. Con esta palabra —Entrádirigida a  ese cuerpo masculino con identidad femenina y aun sabiendo  que es un asesino, no solo no lo delata sino que lo invita a formar parte de su vida. Esto es posible debido a que la subjetividad remite siempre a un proceso de composición permanente e inacabada, en un devenir en producción constante, donde se ponen en cuestión los dispositivos normalizadores interiorizados, “hechos carne”.

Conclusión
              La teoría de Butler no  se aparta de las prácticas de la vida real y de las posibilidades concretas de la vida corporal,  planteando cómo se puede cuestionar las concepciones actuales sobre las identidades de género  y   abriendo la posibilidad de instaurar otras nuevas. El cuento analizado construye situaciones polarizadas y esencialistas de la sexualidad y el género y pone de manifiesto que  el punto de vista sobre las identidades es  una construcción individual y colectiva, a la vez algo dado, recibido e interpretado.  A partir de ciertas condiciones indispensables el individuo, sobre su montaje biológico, se constituye en sujeto capaz de representar, simbolizar, comunicar, pensar, revisar su biografía personal y social y  construir nuevos sentidos: su subjetividad incorpora los acontecimientos del exte­rior y realiza esa incorporación  sobre una superficie subjetiva acumulada, con una historia, con una experiencia, en la que se ha infiltrado, con mayor o menor potencia, la “normalidad” social.
  
BIBLIOGRAFÍA:

· BEAUVOUIR, S. (1970). El segundo sexo. Buenos Aires: Ediciones Siglo XX.


· BUTLER, J. (1993). Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del sexo. Buenos Aires: Paidós.


· GORODISCHER, Angélica (1998)  Vidas privadas en Cómo triunfar en la vida. Buenos Aires: Emecé.




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