La identidad y la formación de subjetividades en
torno al género sexual en
Vidas privadas de Angélica Gorodischer
No se nace mujer: llega uno a serlo. Ningún destino
biológico, físico o económico define la figura que reviste en el seno de la
sociedad la hembra humana; la civilización en conjunto es quien elabora este
producto intermedio entre el macho y el castrado al que se califica como
femenino. Sólo la mediación de un ajeno puede construir a un individuo en otro.
Simone de Beauvouir
Palabras clave: Identidad- Subjetividad- Género
sexual
Introducción
En el presente trabajo
analizaremos el cuento Vidas privadas de Angélica
Gorodischer, tomando como marco la problemática de la identidad y la formación
de subjetividades en torno al género sexual. Referido a esta temática, serán
centrales los aportes teóricos de Judith Butler, autora que reflexiona sobre las formaciones subjetivas y la
identidad de género mostrando cuán
frágiles son como conceptos de clasificación de los sujetos. Por otra parte, analizaremos cómo operan los prejuicios y
estereotipos en relación a lo considerado exclusivamente masculino o
exclusivamente femenino y qué supuestos hacen que se conciban y
transmitan ideas acerca de la sexualidad humana como si se tratara de funciones
biológicas naturales y permanentes a lo largo del tiempo.
Desarrollo
En
el cuento Vidas privadas, un narrador sin nombre y que no se auto-refiere en base a una subjetividad
femenina ni masculina, ve trastocada la tranquilidad de su vida solitaria
a partir del momento en que dos personas alquilan el departamento contiguo al
suyo. Comienza aquí, para él o ella, un proceso de reorganización acerca de las representaciones que tiene acerca de sí y de los otros.
Al igual que la “vieja víbora”- la señora encargada
de la limpieza del edificio- el lector
no conoce nada del narrador/a: ni quién es, ni cómo se llama, de qué se
ocupa, qué edad tiene, en dónde trabaja,
ni cuánto gana, si tiene auto ni
ningún otro dato. Debe imaginarlo,
de la misma manera que él/ella imagina a uno de los habitantes del
departamento recientemente alquilado, dado que solo conoce
físicamente a uno de los dos (por
primera vez traté de imaginármela a ella y no pude y me di cuenta de que nunca la había visto. A él sí, pero a ella
nunca). Él es un tipo canoso (…) que
tenía una voz gruesa,
bien modulada - detalle
que funciona como arquetipo de la
virilidad- pero del otro
habitante, solo conoce su voz, voz representada a través de
estereotipos femeninos (…) voz chirriante, sosa, aguda,
metálica. Una voz de cotorra, de caricatura, de chusma de conventillo.
Como
lo señala Butler en Cuerpos que importan, el narrador – y el
lector- piensan (o imaginan)
a alguien que pertenece al género femenino, pero esta representación mental solo es
producto del discurso, discurso que produce aquello que enuncia y que crea realidades que, en esencia, no
existen. El ejercicio de la subjetividad
está en el ejercicio de la lengua. No hay otro testimonio de la identidad del
sujeto que el que así da él mismo de sí mismo. Dice Butler (1993, p.19):
Las cuestiones que estarán en juego en la reformulación
de la materialidad de los cuerpos serán (…)
la comprensión de la performatividad, no como el acto mediante el cual
un sujeto da vida a lo que nombra, sino, antes bien, como ese poder reiterativo del discurso para producir los fenómenos que
regula e impone (…).
Lo que se escucha a través de la
ventana abierta- (para vos sí que es fácil, total, te vas a la calle y
yo me quedo aquí como una idiota deslomándome por vos// y yo que soy una
tonta te lo creí/)
hace
que el narrador vaya construyendo la relación de esta pareja desde una matriz heterosexual : hombre-mujer (…pobre mina, pensé
mientras todo estaba en silencio// Después me enteré: la mujer había
desaparecido// La mujer
se calló y no hubo nada más por esa noche// ella le reprochaba algo a
él ). De esta manera, la cuestión de la
materialidad corporal se asienta en las “mentes”, más que en “los cuerpos”, a través de una matriz cultural que
asigna identidades en un rango rígido e insuficiente (Equipo
Especialización: 2016- Clase 4, p.5). La identidad asignada al otro habitante
del departamento es femenina, reforzada por elementos que culturalmente
pertenecen a este género: vestidos,
perfumes, chafalonías, zapatos, carteras, bijouterie, cremas, polvos,
sombras, perfumes, esmaltes de uñas y una mariposa tatuada en el cuerpo, diseño
que es utilizado –mayoritariamente-por mujeres.
Es el lenguaje el que da la posibilidad de la
subjetividad ya que encierra las formas lingüísticas apropiadas para su enunciación,
el discurso provoca su emergencia y en
el final del cuento se nos revela: “la pobre
mina”, “ella”, pasa a ser “él” (Había un tipo junto a la puerta del departamento de al
lado (…) Estaba vestido con un pantalón gris y una remera azul desteñida y
mocasines sin medias). El personaje de la voz chillona de cotorra, de caricatura, de chusma de conventillo- es, en su apariencia exterior, un hombre; su
cuerpo es masculino pero su subjetividad sigue siendo femenina pues la vinculación
a un tipo u otro de identidad social no se encuentra sujeta a ninguna esencia
permanente:
no hay una relación necesaria entre el cuerpo y el género
y este es, además, una elección.
En la escena que transcurre en el palier , la identidad del otro es leída a través del cuerpo (…cuando él se movía, la mariposa se movía; cuando estaba quieto, la mariposa se quedaba quieta), cuerpo masculino que había estado atado a
relaciones de poder
y sometido a otro mediante el control y la dependencia
en un orden jerárquico
patriarcal que legitima la autoridad masculina:
Él se puso sarcástico: ¿De
dónde te creés que sale la plata para comprarte vestidos y perfumes y
chafalonías, de dónde? De mi trabajo sale, de ahí. (…) Bien
contenta tenés que estar de haber ido a esa pocilga como vos decís. ¿O no te
acordás de dónde venías cuando te encontré, eh? ¿Te acordás o no, eh? Mucho hacerte la fina pero bien de abajo
que te levanté.
El
género sexual no es algo que se “es”, se va construyendo en actos o, más
precisamente, en una secuencia de actos, es un hacer, más que un “ser” y, en
este caso, ese “sujeto sujetado” en un cuerpo masculino se encuentra atado a su propia identidad por
la conciencia o el conocimiento que posee
de sí mismo y no por el que otros le otorgan: género y sexo son desplazados del campo del conjunto de las
cosas que somos al orden de las cosas que hacemos.
Para el/la narrador/a, la
experiencia vivida con sus vecinos ha dejado una huella, marcando un antes y un
después en su historia, porque toda práctica humana interviene de modo
decisivo en la producción de subjetividad (No podía dejar de pensar
en ellos. Trabajaba en lo mío, mal pero trabajaba, miraba a mi alrededor, veía
lo mismo que veía todos los días, y no podía dejar de pensar en ellos)
La subjetividad
se forma situacionalmente, no se
apoya en una esencia establecida a priori, cada momento genera sus modos
específicos y singulares de producirla en un proceso inmanente a cada situación:
es uno de los efectos de la construcción de subjetividad.
Con esta palabra
—Entrá —dirigida a ese cuerpo masculino con identidad
femenina y aun sabiendo que es un
asesino, no solo no lo delata sino que lo invita a formar parte de su vida.
Esto es posible debido a que la subjetividad remite siempre a un proceso de
composición permanente e inacabada, en un devenir en producción constante, donde
se ponen en cuestión los dispositivos normalizadores interiorizados, “hechos
carne”.
Conclusión
La teoría de Butler
no se aparta de las prácticas de la vida
real y de las posibilidades concretas de la vida corporal, planteando cómo se puede cuestionar las
concepciones actuales sobre las identidades de género y
abriendo la posibilidad de instaurar otras nuevas. El
cuento analizado construye situaciones polarizadas y esencialistas de la
sexualidad y el género y pone de manifiesto que el punto de vista sobre las identidades es una
construcción individual y colectiva, a la vez algo dado, recibido e
interpretado. A partir de ciertas
condiciones indispensables el individuo, sobre su montaje biológico, se
constituye en sujeto capaz de representar, simbolizar, comunicar, pensar,
revisar su biografía personal y social y
construir nuevos sentidos: su subjetividad incorpora los acontecimientos
del exterior y realiza esa incorporación
sobre una superficie subjetiva acumulada, con una historia, con una
experiencia, en la que se ha infiltrado, con mayor o menor potencia, la “normalidad”
social.
BIBLIOGRAFÍA:
· BEAUVOUIR, S. (1970).
El segundo sexo. Buenos Aires: Ediciones Siglo XX.
· BUTLER, J.
(1993). Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del
sexo. Buenos Aires: Paidós.
· GORODISCHER,
Angélica (1998) Vidas privadas en Cómo
triunfar en la vida. Buenos Aires: Emecé.
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