La novela La pregunta de sus
ojos, de Eduardo Sacheri,
narra dos historias. En primer lugar, cuenta la escritura de un relato. Benjamín
Chaparro, que acaba de jubilarse, decide emplear su tiempo libre para escribir
una novela sobre hechos ocurridos en el pasado, de los que fue testigo y, en
parte, protagonista. Esa novela aparece dentro de la historia como relato
enmarcado, por lo que podemos leer cada uno de sus capítulos en alternancia con
los del relato marco. El narrador de este relato enmarcado es de primera persona
porque Benjamín Chaparro decide incluirse a sí mismo como personaje y dar su
voz para presentar los hechos.
En segundo lugar, presenta la historia marco que
no constituye un relato policial; esta se cuenta desde un presente en
democracia y posee un narrador en tercera persona omnisciente. Este narrador
transmite las dudas y las decisiones de Chaparro sobre cómo contar el pasado,
pero también se refiere al sufrimiento de este personaje a causa del amor
secreto que siente por Irene.
Una novela, dos
policiales
La novela que escribe Chaparro es un relato policial y puede dividirse
en dos partes. La primera presenta la estructura de un policial clásico: se
inicia con el hallazgo del cadáver de Liliana Colotto, una joven de veintitrés
años que ha sido violada y asesinada en su propia casa. A partir de ese hecho,
se inicia la historia de la investigación: quién la mató y cuáles fueron los
pasos previos del criminal. El rol de detective lo cumple Chaparro, aunque por
momentos es ayudado por el oficial inspector Alfredo Báez, un policía
inteligente y honesto. Esta investigación culmina con el descubrimiento y
encarcelamiento del criminal, Isidoro Gómez.
La segunda parte comienza a adquirir
características de una novela negra. El contexto histórico cambia radicalmente
y empieza a tener una importancia central en relación con los acontecimientos.
En un principio, los hechos se sitúan durante el gobierno de Héctor Cámpora
(1973) y se describe una situación de desorden social y violencia creciente,
que Romano, con la intención de vengarse de Chaparro, aprovecha para liberar a
Isidoro Gómez al incluirlo en una amnistía para presos políticos.
Luego se
produce un salto temporal en la narración y se la retoma meses después de
haberse producido el golpe de Estado de 1976. En ese nuevo contexto, una de
las víctimas es el propio Chaparro, que una madrugada vuelve a su departamento
y lo encuentra destruido. El detective en esta parte es Alfredo Báez, quien
contrasta con el carácter inepto, corrupto y sanguinario de los otros policías.
En el desarrollo de la novela enmarcada, la escrita por Chaparro, el contexto se vuelve cada vez más caótico: pasa de mostrar un crimen individual, solitario y pasional (la violación y asesinato de Liliana
Colotto) a exponer la violencia fuera de control de los sicarios del Estado
sobre los ciudadanos. Por eso, cuando Chaparro encuentra su departamento destruido, la hipótesis es que
han sido las fuerzas de seguridad. En esta
parte, el narrador-investigador se transforma en el blanco de los criminales y deberá huir para no convertirse en víctima. Los criminales, por su parte, no buscan ocultar su accionar, sino
todo lo contrario:
[...] temí que fuera muy difícil
averiguar algo de estos tipos que andan en los servicios de inteligencia, y
toda esa mano. Capaz que en un país serio esas organizaciones son herméticas.
[...] Pero acá tienen más agujeros que un colador de té, fíjese.
El temor comienza a extenderse entre los testigos, porque saben que lo
que han visto puede transformarlos, a su vez, en víctimas de ese Estado-criminal.
Así, tanto la víctima como el asesino se transforman en instancias colectivas.
A su vez, el conocimiento de la sociedad acerca del accionar ilegal de
las fuerzas de seguridad hace que tanto los personajes como el lector, que
conoce el marco histórico, adviertan desde un primer
momento quién puede ser el culpable. De hecho, para permitir que Báez cuente
su hipótesis acerca de lo sucedido en el departamento, siguiendo la estructura
del policial clásico, el narrador muestra una ingenuidad que no parece propia
del personaje y dice no tener idea de lo que puede haber sucedido:
No habían
actuado al voleo, seguro. Eso, sumado a todo lo demás, me permitió
identificarlos con cierta facilidad. [...] hoy en día no hay tantas
alternativas para saber de qué palo son, ¿no le parece?
Un policial desestructurado
El carácter caótico del marco histórico determina la desestructuración
de varios elementos del policial. En primer lugar, no se encuentran las
víctimas debido a que están desaparecidas, como el primo de Sandoval. En esos
casos, los crímenes solo se intuyen y la existencia de un detective que se
inmiscuya queda descartada inmediatamente.
En segundo lugar, las escenas del crimen son múltiples (todas las
calles están tomadas por ese Estado-criminal), pero también inhallables ya que,
como sucedió en los centros clandestinos de detención, se produce un
ocultamiento de los espacios donde ocurren esas escenas del crimen.
En el caso de la novela de Eduardo Sacheri, La
pregunta de sus ojos, el policial quizá sea una respuesta al interrogante
sobre cómo contar el horror del terrorismo de estado desde una perspectiva
literaria. La estructura del género lleva a deliberar a partir de un enigma y,
en el caso de esta novela, esas
reflexiones acerca del pasado, ya que uno de los mayores enigmas de la historia
argentina es el de los desaparecidos durante la última dictadura militar.
Fuente: Literatura V, Ed. Puerto de Palos, Buenos Aires, 2014.
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