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9 de abril de 2021

El mundo de las palabras. La comunicación como hecho total

 El mundo de las palabras. La comunicación como hecho total

 Los seres humanos poseemos el lenguaje, que es la facultad que nos permite adquirir una lengua determinada y expresarnos mediante el habla. Gracias a ello podemos, por ejemplo, dar cuenta del mundo que nos rodea, transmitir nues­tros sentimientos y sensaciones o defender nuestros derechos. Sus funciones son infinitas y todas parten de una intencionalidad básica: la comunicación. Los miembros de una comunidad comparten una serie de códigos que les permi­ten comunicarse. Dichos códigos, a diferencia de los sistemas de comunicación animal, mutan constantemente ya que las propias interacciones los modifican y crean nuevas formas de comunicar. Es por eso que hoy en día la comunicación se da en la vida cotidiana como un "hecho total" en el que intervienen muchos tipos y formas simultáneamente.

 El imperio de los signos

La lectura de distintos signos es una constante en nuestras vidas. Codificamos y decodificamos diariamente un sinnúmero de mensajes conformados por signos que, a su vez, no son estables y varían en las distintas épocas y comunidades.

Los usos y costumbres de cada sociedad intervienen en las variaciones que se producen en los códigos. De igual forma, estos sufren el impacto de los desarrollos tecnológicos que introducen nuevos signos en la dinámica discursiva: palabras, imágenes, iconos, etcétera. Así, se va conformando un modelo comunicativo que agota las distintas posibilidades expresivas en un mensaje "total": nos permite escucharnos, leernos y vernos en cualquier momento y lugar.

(In) comunicaciones

 La circulación de esos mensajes totales, en los que es­tán presentes varios elementos a decodificar, nos desafía     en tanto hablantes ya que nos vemos obligados a ampliar    constantemente nuestras competencias comunicativas. En los procesos de producción e interpretación de men­sajes pueden presentarse inconvenientes que obstaculicen la eficacia de la comunicación. El éxito o fracaso de los in­tercambios dependen, en primer lugar, del grado de cono­cimiento que tengamos de los códigos compartidos por nuestra comunidad, pero también de nuestra capacidad para adecuarnos a las distintas situaciones comunicativas.

En los usos sociales del lenguaje la comunicación se ve con­dicionada por factores tales como el nivel sociocultural, la edad o el lugar de origen de los participantes. Existen también deter­minaciones que intervienen en la viabilidad de los intercambios, como el momento y el lugar donde se producen, o las caracte­rísticas psicológicas de los hablantes. Por lo tanto, un fenómeno aparentemente tan simple y natural como el de la comunicación puede traer aparejados obstáculos cuando se pone en práctica y transformarse, por momentos, en incomunicación.

Redes textuales

Cuando nos comunicamos, manifestamos nuestras intenciones centrándonos en alguno de los componentes de la comunicación. Por ejemplo, si queremos infor­mar, destacaremos el referente: y para dar una orden, nuestro interés estará centra­do en el receptor. En función de dicho componente vamos a elegir un tipo textual que nos permitirá comunicarnos y que deberá, ante todo, ser coherente y presentar una cohesión interna entre sus elementos. Parece sencillo pero no siempre logra­mos que nuestras producciones sean comprensibles; en general, no basta el hecho de comunicar un contenido, sino que es clave la forma en que lo transmitimos.

De igual forma, todo texto que se produzca debe ajustarse a una forma de orga­nización o trama, adaptada al contenido y a la intencionalidad del mensaje. Si bien los textos conviven, cada uno va a pertenecer a un género discursivo específico asociado a una esfera de la actividad humana. Los diversos géneros, al vehiculizar los intercambios culturales, intervienen en la constitución de la identidad de las personas. Y es en estos intercambios donde se manifiesta, a la vez, el carácter po­lifónico de todo enunciado, ya que cuando nos comunicamos dialogamos perma­nentemente con otros enunciados, refiriendo o citando las voces de otros.

Entre textos y discursos

Conversen entre todos acerca del carácter poli­fónico de la comunicación humana y piensen en ejemplos que den cuenta de dicho fenómeno.

Los textos conforman una serie complejamente organizada que refleja la esen­cia intersubjetiva y polifónica de la comunicación humana. Al dialogar entre sí, los textos crean distintos vínculos y establecen relaciones con otras producciones o manifesta­ciones culturales.

En definitiva, no existen enunciados aislados, únicos, originales; cada uno de los textos que se producen tiene ecos de otros y todos conforman esa gran cadena infinita cuyos componentes esenciales son los signos, que imitan y se repro­ducen sin cesar.

El lenguaje es la manifestación más importante de la conducta humana; sin él, la vida en sociedad y cualquier forma de cultura serían imposibles. Se trata de una facultad innata compuesta por la lengua y el habla. La lengua, a su vez, está formada por un sistema de signos que posibilitan la expresión. Cada comunidad crea sus signos y los utiliza para comunicarse y organizar su realidad.

•          ¿Qué sucedería si cada integrante de una comunidad inventara un signo diferente para representar un mismo concepto o idea?

•          ¿Qué condición es necesaria para que se conforme una lengua?

 El lenguaje humano

De acuerdo con la perspectiva del padre de la Lingüística moderna, Ferdinand de Saussure (1857- 1913), los componentes esenciales del lenguaje son la lengua y el habla.

La lengua es una institución social que está conformada por un sistema de signos compartidos por una comunidad. Es, además, algo abstracto: solo se puede concebir en su totalidad, imaginando la suma de los conocimientos lingüísticos de los hablan­tes. Al ser de carácter social, la lengua se aprende, es adquirida y es convencional. Como es un sistema de signos, permite comunicar ideas y, si bien presenta aspectos en común con otros sistemas de signos (las señales de tránsito, los signos matemá­ticos, etcétera), es el más importante y abarcador de todos. La lengua acompaña en todo momento a los otros sistemas y permite hablar de ellos.

El habla es el uso que un hablante hace del sistema de la lengua. Cuando un suje­to hace uso del sistema lingüístico ante un interlocutor, en una situación y con una intención determinada, produce un hecho inédito denominado habla. El habla es voluntaria y constituye la realización concreta e individual de la lengua.

El signo lingüístico

Según Saussure, el signo lingüístico es un tipo de signo específico que se define como la unión de una imagen acústica, o significante, con un concepto, o significado.

El significante es la huella mental que los hablantes poseen del sonido del signo. Por ejemplo, el significante del signo "árbol" es el "sonido árbol", que está grabado en la memoria de los hablantes Estos lo conocen sin pronunciarlo El significado tam­bién es psíquico y equivale a la definición del término. El significado del signo "árbol" no es el árbol real, sino la "idea de árbol"

No existe ningún lazo natural entre ambos, su relación es resultado de una con­vención; por lo tanto, el signo lingüístico es arbitrario. De ahí que en las distintas lenguas, varíen los significantes que se refieren a un mismo concepto: árbol, arbre, tree, baum, albero etcétera.

La lengua como sistema de diferencias

Dentro del sistema de la lengua, los elementos no se definen por sí mismos, sino a partir de la relación de oposición que tienen con los demás, denominada valor. Por ejemplo, al nivel del significante, se reconoce que alguien dice roca porque no dice boca ni foca; y lo mismo sucede con los significados: roca no es piedra, ni granito. En este sistema de diferencias, no importan tanto los elementos como las relaciones que se establecen entre ellos.

Los sintagmas y los paradigmas

En la lengua existen dos tipos de relaciones. Por un lado, las de combinación, también llamadas sintagmáticas, se refieren a las que se establecen entre los so­nidos cuando se combinan para formar una palabra, o entre las palabras cuando forman una frase. El resultado de esta combinación es un sintagma, que se forma mediante determinadas reglas. Por ejemplo, si un sintagma tiene un sujeto en pri­mera persona del plural, el verbo va a estar en primera persona del plural porque tiene un valor diferencial surgido de la oposición con las otras personas del siste­ma. Esta relación se da mediante la aplicación de la regla de concordancia.

Por el contrario, existen las relaciones de asociación, o paradigmáticas, que se generan en la memoria de los hablantes. Cada palabra remite a otras a través de evocaciones mentales que no tienen un orden determinado y son potencialmente infinitas. Por ejemplo, el significado de rojo puede asociarse a crimen, amor o en­vidia pero, en el nivel del significante, es posible asociarlo también con ojo: abrojo, flojo o despojo. En ambos casos, se conforma una serie llamada paradigma.

 ACTIVIDADES Y GUÍA DE LECTURA:

1)    Definan con sus palabras los siguientes conceptos:

Lenguaje - lengua - habla - signo lingüístico -valor - sintagma – paradigma.

2)    Expliquen por qué el signo lingüístico es definido como arbitrario y convencional. Compárenlo con signos de otros sistemas.

3)    Determinen por qué no constituye un sin­tagma la expresión: Las casas está ocupado.

4)    A partir del ejemplo de roca, piensen otros que den cuenta de que, en la lengua, los elementos no se definen por sí mismos, sino por oposición al resto.

Fuente:A A.VV: Prácticas del Lenguaje 3, Ed. Estrada, Buenos Aires, 2017.


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