HISTORIA DEL PUEBLO HEBREO: resumen y desarrollo
Como un estrecho corredor uniendo los dos más grandes imperios de la antigüedad, Egipto y Mesopotamia, se halla un pequeño país —Palestina— habitado por una rama de la vieja raza semita, los hebreos.
Su historia es muy simple:
durante 50 años goza de un relativo brillo, aprovechando un periodo de
decadencia de sus dos potentes vecinos. Luego se convierte en tributaria de
todos los amos de turno del Oriente: Egipto, Asiría, Caldea, Persia, Grecia,
terminando finalmente por transformarse en una de las tantas provincias del
imperio romano.
Y sin embargo, este
pequeño país, tiene una importancia clave en la historia de la humanidad. En él se inicia y se mantiene la
creencia en el monoteísmo y el
culto al Dios único, y su historia se confunde con el Plan de Salvación de Dios para el mundo.
RESUMEN
Palestina ocupa una posición estratégica en el
Cercano Oriente, pero su suelo es pobre y árido, y el único río importante, el
Jordán, está totalmente desaprovechado porque corre en el fondo de una
hondísima depresión.
Los
más antiguos habitantes de este país fueron los cananeos, de origen semita, y
los filisteos, de raza aria. Luego, hacia —1400 fue invadido por los hebreos,
pueblo semita desarrollado a orillas del Nilo y que recorrían el desierto
buscando dónde establecerse. Con ellos, Palestina se convirtió en un reino muy
potente, principalmente por obra de sus dos primeros reyes, David y Salomón.
Luego sobrevino la decadencia y fue dominada por los asirlos, los babilonios y
persas, hasta llegar a formar parte del imperio de Alejandro Magno, y
finalmente convertirse en provincia romana.
El
mayor aporte que la Humanidad debe agradecer a los hebreos es su Religión:
ellos cumplieron la misión de conservar a lo largo de los siglos la idea de un
Dios único y la esperanza en un Redentor. La Biblia, resumen de su historia, es
también el Libro Sagrado de los judíos y cristianos por contener al mismo
tiempo la Revelación Divina.
El
arte de los hebreos fue mediocre. Con todo, entre sus obras arquitectónicas se
destaca el Templo de Jerusalén, considerado como una de las maravillas del
mundo antiguo.
Los
hebreos han sido uno de los pueblos claves de la humanidad: Dios los hizo
depositarios de su Revelación, y entre ellos se encarnó el Mesías.
DESARROLLO
Contiene:
·
EL
PAÍS: Regiones, clima, producciones
·
EL
PUEBLO:
·
Patriarcas
·
Monarquía:
Moisés
·
Decadencia:
David
·
El
Mesianismo: Babilonia
·
Cautividad:
Jesucristo
·
LA
CULTURA:
·
Gobierno:
Teocracia
·
Religión:
Monoteísmo
·
La
Biblia
·
Artes:
Arquitectura: el Templo
EL PAÍS
Palestina es el pequeño territorio comprendido entre
el Mediterráneo y el río Jordán. Confina al norte con Fenicia (el actual
Líbano), y por el sur, sus fronteras se confunden con el desierto del Sinaí. Su
superficie es muy pequeña: con sus 25.000 kilómetros cuadrados podría estar contenida
110 veces en nuestra República Argentina.
Por su aspecto geográfico, pueden distinguirse en Palestina tres regiones bien diferenciadas: al norte se halla Galilea, formada por pequeñas colinas cubiertas
de vegetación, es la zona más rica del país. En el centro se encuentra Samaria, menos fértil que la anterior, y
surcada por numerosos valles perpendiculares al mar. Y al sur, Judea, planicie montañosa y calcárea, de
tierras áridas y poco habitable.
Palestina posee un solo río importante, el Jordán,
uno de los ríos más característicos del mundo. Nace en los montes Antilíbano,
en Fenicia, y recorre sus 220 kilómetros de longitud en el fondo de un
verdadero abismo: la profunda depresión que separa Siria de Palestina, inmensa fosa de arena, carente
totalmente de vegetación. En su recorrido el Jordán forma varios lagos —entre
ellos el de Genesaret—, volcándose finalmente en el Mar Muerto a más de 400
metros bajo el nivel del Mediterráneo. Las aguas de este lago, densas y seis
veces más saladas que el agua del mar, están saturadas de sustancias
alquitranosas y no permiten la vida animal ni vegetal.
Actualmente, el gran problema palestinense es la
falta de agua. En la antigüedad, en cambio, Palestina gozaba de lluvias más
abundantes y regulares que la convertían en una comarca próspera. Sus valles
eran particularmente aptos para la cría del ganado, en sus planicies se
obtenían abundantes cosechas de cereales, mientras que las laderas de sus
montañas estaban cubiertas de espesos bosques de cedros, de viñedos y olivares.
Era en verdad, la "Tierra prometida", la "tierra" que
manaba leche y miel. . .
EL PUEBLO
Esta fértil comarca excitó siempre la codicia de los
pueblos semitas que vivían en los desiertos de Siria y Arabia. Sabido es que allí,
en las remotas épocas del Paleolítico, abundaban las lluvias y la vegetación
convirtiéndolos en zonas muy pobladas; pero luego, al principio del Neolítico,
con los grandes trastornos del clima, toda la Arabia se convirtió en un
desierto, y sus habitantes, los semitas,
se vieron obligados a emigrar en sucesivas oleadas hacia otras comarcas.
Una
de sus tribus, los cananeos, fue la primera en llegar hacia el año — 3000 a las
zonas del Jordán, que se conocieron desde entonces con el nombre de
"Tierras de Canaán".-
Posteriormente, hacia el año — 1500, el país es invadido por uno de
los llamados "pueblos del mar" de raza aria: eran los filisteos. Llegados de la isla de Creta y
dedicados a la navegación, se establecen en la zona costera, y cambian el
nombre al país llamándolo Palestina (de Philistina).
Cien años después, una nueva y más aguerrida tribu semita, los hebreos, se acercará al país y lo conquistarán
derrotando a los primitivos habitantes, cananeos y filisteos, y estableciendo
un sólido reino.
LOS
HEBREOS
Al producirse la dispersión semita desde Arabia, uno de sus clanes, los descendientes
de Heber, llegaron a la Mesopotamia y se establecieron en la ciudad de Ur, al
sur de Caldea. Algún tiempo después, hacia el año — 1800, remontaron el
Eufrates y fijaron sus tiendas en Harán, al norte de Asiria.
Eran pastores nómadas, adoradores de ídolos, y sometidos a un régimen
patriarcal: los jefes —jueces y sacerdotes a la vez— eran los padres de
familia. Entre ellos se hallaba uno llamado Abraham. Con él comienza la
verdadera historia del pueblo hebreo.
ABRAHAM
Dios eligió a Abraham para hacerlo depositario de una promesa: será
padre de un pueblo muy numeroso y por medio de él llegará la salvación al
mundo.
Al mismo tiempo, Dios le impone
un mandato: serle fiel, abandonar el culto de los ídolos y dirigirse con solo
su familia al país que algún día poseerían sus descendientes. Abraham cree a
Dios y obedece: quema sus ídolos, se pone en marcha con su mujer Sara, su
sobrino Lot y sus criados (unas 300 personas) y se establece en Canaán. El
Señor lo va guiando paso a paso y haciéndole conocer sus designios. Poco después,
y a pesar de su vejez, le nace un hijo, Isaac, a quien el Señor renueva la
"Promesa". Igual cosa ocurre con Jacob, su nieto, a quien un ángel
cambia de nombre llamándolo "Israel" (fuerte con Dios). Desde
entonces los hebreos serán también conocidos como los "hijos de
Israel".
Cautividad
de Egipto
El patriarca Jacob tuvo doce hijos, cada uno de los cuales formó una
muy numerosa familia, origen de las tribus en que se ha dividido el pueblo
hebreo.
El penúltimo de esos hijos, José, fue vendido por la envidia de sus
hermanos a unos mercaderes egipcios. Pero Dios lo protegió en su cautiverio;
por sus cualidades proféticas, José logró ocupar un alto cargo en la corte del
Faraón.
En esas circunstancias se produjo una gran carestía en toda la comarca
de Canaán, por lo que conociendo José la necesidad que padecían su padre y sus
hermanos, los hace ir a Egipto, les perdona su crimen y los instala en la
fértil región de Gessen. Esto ocurrió hacia el año — 1700, época en la que
Egipto era gobernado por los faraones "hicsos", de origen semita, los
cuales protegieron mucho a los hebreos. Allí, luego de varios siglos,
constituyeron un pueblo numeroso y muy unido.
Posteriormente, cuando los egipcios sacudieron el yugo de los hicsos,
extendieron también la persecución a sus hermanos de raza, los hebreos; estos
fueron esclavizados y ocupados en las grandiosas construcciones realizadas por
las dinastías del Nuevo Imperio Tebano. Incluso, ante su asombrosa
multiplicación, hacia el año — 1200 se ordena matar en el Nilo a todos los
varones recién nacidos.
Ante tal peligro, Dios escucha el clamor de su pueblo y suscita a Moisés,
su salvador. Librado casualmente de las aguas por una princesa egipcia, es
educado en todas las ciencias y artes de su tiempo, y al llegar a su edad
madura recibe del Señor la misión de librar a su pueblo de la opresión. El
faraón Ramsés II, según se cree, sólo consiente en esa liberación al
producirse, en una noche, la muerte de todos sus primogénitos egipcios. Sólo se
salvan de la matanza las casas de los hebreos en las que se había inmolado un
cordero, y teñido con su sangre el dintel de sus puertas. Esa noche de
liberación fue denominada "Pascua" o Paso del Señor. Con ella comenzó
el "Éxodo", o partida de los Hebreos.
LA ALIANZA
Al salir de Egipto camino hacia Palestina, la tierra prometida, los
israelitas penetran en la península de Sinaí. Allí la antigua Promesa de Dios a
Abraham y a sus hijos se transforma en un solemne Pacto: Jehová tomará a Israel
bajo su protección facilitándole la conquista de su nueva patria. El pueblo por
su parte se compromete a reconocer en Jehová su único Dios, a rechazar el culto
de los ídolos y a cumplir fielmente la Ley sintetizada en el Decálogo. Símbolo
de este pacto, será un cofre —el Arca de la Alianza— que acompañará siempre al
pueblo.
LA
CONQUISTA DE PALESTINA
Los israelitas permanecen 40 años vagando por los oasis del Sinaí en
castigo por su falta de confianza en el Señor. Finalmente Moisés los conduce a
las fronteras de Palestina, les da la orden de conquistarla y muere. Josué, su
sucesor, será el encargado de dirigirlos.
Numerosos combates contra los cananeos y filisteos ponen de manifiesto
la evidente protección de Jehová, y pronto casi todo el país queda en poder de
los israelitas, los que lo dividen en 12 provincias, de acuerdo al número de
sus tribus.
Al establecerse en las ciudades y pueblos conquistados, abandonan sus costumbres
nómadas, se transforman en sedentarios y se dedican al cultivo del suelo.
Políticamente, todavía conservan sus costumbres patriarcales sin
constituir una nación unida. Sus gobernantes son los jefes de familia y el
Consejo de los Ancianos de cada pueblo. En circunstancias extraordinarias, y
ante un grave peligro, el Señor suscita un jefe, al que denominan
"Juez". Entre ellos cabe recordar a Gedeón, Jefté, Sansón y Samuel.
Los primeros descollaron por sus virtudes militares o por su fortaleza física;
el último por su prudencia y sabiduría.
LA
MONARQUÍA
Deseosos de lograr una mayor unidad y al mismo tiempo organizarse al
estilo de los demás pueblos vecinos, los israelitas pidieron a Samuel el
nombramiento de un rey. El elegido fue Saúl, hombre robusto y valiente, y que
consigue varios éxitos militares contra los filisteos. Con todo, disgustado el
Señor por su conducta, le retiró su espíritu. Samuel consagró entonces como
rey, por orden de Dios, al joven pastor David, el cual justificó pronto su
elección al vencer con un tiro de honda al gigantesco filisteo Goliat, que era
el terror de los hebreos.
Poco después Saúl fue derrotado y muerto en el campo de batalla; las
tribus reunidas, en el año — 995, reconocen por rey a David. — DAVID es el
verdadero fundador de la monarquía hebrea. En una de sus primeras campañas
atacó la fortaleza de Sión, último baluarte cananeo que aún permanecía en el
interior del país. Se apoderó de la ciudad
y la denominó "Jerusalén", constituyéndola en la capital del reino.
Igualmente resultó victorioso en una larga campaña contra los filisteos.
Posteriormente emprendió la conquista de los países limítrofes extendiendo
las fronteras de Israel desde el Mar Rojo hasta el Éufrates, convirtiéndose así
en el monarca más poderoso de su época. En Egipto gobernaban las débiles
dinastías saítas, y Asiría se hallaba en una de sus etapas decadentes.
Para coronar todos sus triunfos trasladó solemnemente el Arca de la
Alianza a Jerusalén, organizó el culto religioso y compuso la mayoría de los
himnos llamados "Salmos", de incomparable belleza. — SALOMÓN sucedió
en el trono a su padre David, en el año — 975. Su reinado señala el apogeo de
la época más gloriosa del reino hebreo. Salomón fue un monarca pacífico, y un
excelente administrador, constructor y comerciante.
A él se debe la definitiva organización del gobierno y de la hacienda
pública. Su alianza con Fenicia lo convirtió en dueño de las rutas comerciales
del Oriente, llevando sus caravanas por todo el mundo conocido. Mandó construir
nuevas ciudades, como Palmira, cuyas ruinas aún hoy se admiran; rodeó otras
ciudades de murallas, y edificó numerosos palacios en los que introdujo el esplendor
de las monarquías orientales. Pero sobre todo, su nombre quedará siempre
vinculado a la construcción del Templo de Jerusalén, una de las maravillas de
la antigüedad.
LA
DECADENCIA
No tardó en sobrevenir pocos años
después de la muerte de Salomón. Su hijo y sucesor, Roboam, adoptando
procedimientos despóticos, oprimió al pueblo con nuevos y mayores tributos. Por
otra parte, las fronteras se veían amenazadas, pues los poderosos vecinos,
Asiría y Egipto, habían fortalecido sus imperios y buscaban el desquite de las victorias
de David. Ante estas dificultades, en el año — 932, diez tribus se rebelan y
eligiendo rey a Jeroboam, fundan el Reino de Israel.
Las dos tribus restantes, Judá y
Benjamín, permanecen fieles al hijo de
Salomón-Roboam-y constituyen el Reino de Judá. Este cisma acentuó la decadencia
de la monarquía hebrea.
En el Reino de Israel se suceden 19
reyes pertenecientes a 10 familias distintas y algunos de ellos ocupan el trono
mediante el asesinato. Al mismo tiempo que el cisma político se produce la
desunión religiosa.
Los
israelitas se mezclan con las poblaciones cananeas existentes en sus fronteras
y adoptan su culto idolátrico y sus costumbres depravadas; pronto se levantan
dos templos en los que se adoran a becerros de piedra, similares al Buey Apis
egipcio, o al Baal sirio. En vano los profetas Elías y Eliseo claman por la conversión
del pueblo y la fidelidad a la Alianza. Jezabel, reina de origen fenicio,
Atalia, Jehú, Joram y muchos otros reyes multiplican las iniquidades y
crímenes. Él rey Omri funda la ciudad de Samaria y la establece capital del
reino. Jeroboam II logra alcanzar para Israel algunos años de esplendor, pero
luego sucede lo inevitable: los asirios se constituyen amos del Oriente y
exigen cada vez mayores contribuciones. Finalmente el rey Oseas se une al
faraón de Egipto en una alianza contra Salmanasar V. Su hijo Sargón II, en el
año — 722, sitia a Samaria, y la arrasa deportando a Nínive a las clases
dirigentes. Así concluye el reino de Israel.
En
el Reino de Judá, por el contrario, se suceden 20 monarcas, todos descendientes
de David. Varios de entre ellos, principalmente Ezequías y Josías, permanecen
fieles a la Alianza con Jehová; la mayoría, en cambio, traicionan el
"Pacto", y aceptan los cultos idolátricos. Por ello, en el plan de
Dios, figuraba el total sojuzgamiento de su pueblo.
LA CAUTIVIDAD
Creyendo
muy pesados los tributos exigidos por los caldeos, sucesores de los asirios,
los judíos forman nuevas coaliciones con Egipto en contra de los flamantes amos
del Oriente.
Nabucodonosor,
rey todopoderoso de Babilonia, invade por dos veces el reino de Judá, y en
ambas ocasiones se apodera de Jerusalén; como escarmiento en la segunda vez, en
el año — 587, destruye sus fortificaciones, incendia el Templo, su orgullo
nacional, y deporta cautivos a Babilonia a todos los jefes y a gran número de
sus habitantes.
Los
profetas Isaías y Jeremías son los nuevos hombres suscitados por Dios para
despertar la fe y el arrepentimiento del pueblo. Y con ellos se abre un nuevo
capítulo en el desenvolvimiento de la Alianza. No habiendo cumplido el pueblo
con las obligaciones del Pacto han sido castigados con la derrota y la
cautividad. Pero Dios se compadecerá de ellos y en su infinita bondad los
perdonará gratuitamente, y les enviará un Salvador: el Mesías.
LA RESTAURACIÓN: EL
MESIANISMO
La
esclavitud en Babilonia dura 50 años. Ciro, gran rey de los persas, derrota a
los caldeos, se apodera de su capital, y concede a los hebreos, así como a los
otros pueblos sojuzgados, una cierta libertad, incorporándolos a una satrapía
irania. Además, les autoriza a reconstruir sus murallas y a reedificar su
Templo.
Ya
el pueblo ha reaccionado en el orden religioso y es objeto de una Nueva Alianza
que le predican los grandes profetas Ezequiel y Daniel. El nuevo Reino de Dios
que establecerá el Mesías, no estará fundado sobre el temor, sino sobre la
virtud y la sinceridad de corazón. No se limitará a los hebreos, sino que todas
las tribus y pueblos conocerán a su Dios; Jehová no será más el "Dios de
Israel" sino el Dios universal.
La
Nueva Alianza, extendida a todos los pueblos, imponía una unificación mundial.
Esta unificación estuvo a cargo de los romanos.
En
efecto, a la vuelta de la Cautividad, los hebreos pasaron por las mismas
vicisitudes comunes a todos los pueblos del Oriente: integraron el Imperio
Iranio hasta el año — 330, en que pasaron a formar parte del Imperio macedonio
de Alejandro Magno. A la muerte de este príncipe integraron las monarquías
griegas de los Ptolomeos de Egipto,
o de los Lagidas de Siria. Finalmente, tras la conquista del general Pompeyo,
de Oriente, en el año — 60, se convirtieron en provincia del Imperio Romano.
LA DIÁSPORA
No
todos los hebreos volvieron de la cautividad. Si bien muchos se reintegraron a
los pueblos de sus antepasados, rehicieron sus casas y reanudaron sus
tradicionales ocupaciones, otros en cambio prefirieron permanecer en la
Mesopotamia, al amparo de los persas, sus nuevos amos, y los hubo que tomaron
nuevos rumbos estableciéndose en Egipto, Siria o Asia Menor.
Esta
dispersión del pueblo hebreo se llama "Diáspora" y adquirió mayores
proporciones cuando los romanos conquistaron todo el Oriente; entonces se
fundaron colonias hebreas en Roma, en Grecia, y, en general, en toda la cuenca
del Mediterráneo.
Aunque
separadas, estas colonias conservaron fielmente el idioma, sus usos y
costumbres, y principalmente su religión. De esta manera, el nombre de Jehová y
los Libros Sagrados fueron conocidos en todo el mundo, facilitándose así la
difusión posterior del cristianismo.
LA CULTURA
Los
hebreos se destacaron en un solo aspecto cultural: su grande y única vocación
residió en el campo religioso, convirtiéndolos en el pueblo clave de la
humanidad. En los demás aspectos carecen de originalidad, y sólo asimilaron los
usos y costumbres de los pueblos vecinos.
Gobierno
Los
hebreos pasaron por todas las etapas políticas comunes a todos Los pueblos
semitas. Así, en los comienzos, en Arabia, Mesopotamia y Egipto, constituyeron
tribus nómadas de régimen patriarcal. Una vez establecidos en Palestina se
transformaron en sedentarios, consolidándose el régimen político en una
gerontocracia o gobierno de los ancianos.
Finalmente,
el crecimiento de la nación los llevó a adoptar el régimen monárquico que, con
David, conserva un carácter militarista y conquistador, para convertirse con el
rey Salomón en una monarquía absoluta y despótica, de tipo netamente oriental.
Arte
El
arte hebreo carece de interés. Como la Biblia prohibía la representación de
figuras humanas y de animales, por el peligro de caer en la idolatría, no cultivaron
ni la escultura ni la pintura.
En
arquitectura fueron imitadores de los fenicios, los cuales inclusive les
edificaron su Templo con materiales del Líbano, según planos trazados por
arquitectos de Tiro y de acuerdo al modelo de los templos egipcios.
El
Templo comprendía un gran patio exterior que rodeaba al edificio central. El
Santuario estaba dividido en dos salas: el "Santo", lugar de solo
acceso a los sacerdotes, y el "Santo de los Santos" donde se hallaba
el Arca de la Alianza y sólo accesible al Sumo Pontífice.
Las
dimensiones del Templo, propiamente dicho, no eran extraordinarias: 30 metros
de largo, por 10 de ancho y 15 de alto. Pero lo que causaba la admiración
general y lo convertía en el orgullo nacional de los hebreos, era que se hallaba
totalmente revestido de planchas de madera preciosa, recubiertas de adornos de
oro y plata como en ningún lugar se había visto hasta entonces.
Religión
En
toda la historia de las religiones no se da otro caso semejante al de los
hebreos: forman un pequeño pueblo rodeado de poblaciones adoradoras de ídolos,
y sin embargo mantiene un MONOTEÍSMO tan absoluto que se convierte en su
característica nacional.
El
Dios de los hebreos es un Dios espiritual, al que no se puede representar bajo
ninguna forma o imagen. Es al mismo tiempo un Dios providente: conoce a su
pueblo y cuida de él como un padre, prodigándole promesas, recompensas y aún
castigos. Es también un Dios revelador: manifiesta a los hombres su existencia
y sus planes. Esta Revelación o comunicación la realiza paso a paso y por
etapas:
Un
primer paso consistió en la Promesa hecha por Jehová a Abraham y a sus hijos de
llegar a constituir un pueblo numeroso y privilegiado.
En
segundo lugar, luego de la cautividad de Egipto, cuando la Promesa de la multiplicación
se hubo cumplido, Jehová establece una Alianza con su pueblo sobre la base de
la fidelidad al Monoteísmo.
En
tercer lugar, ante el incumplimiento de la Alianza por parte del pueblo,
sobreviene el Castigo: la destrucción del reino por los asirios y caldeos.
Finalmente,
ante el arrepentimiento general, se establece una Nueva Alianza: por mediación
de su Hijo, el Mesías, Dios perdonará gratuitamente a su pueblo y a todos los
pueblos.
Así,
la religión hebrea tiene su culminación en el CRISTIANISMO.
LA BIBLIA
Toda
esta historia del Plan de Dios sobre la Humanidad se halla relatada en las
páginas de la Biblia: la creación del mundo y del hombre; la primera derrota
moral y sus consecuencias, y la marcha de la humanidad hacia la Redención.
En
otras palabras, la Biblia es la narración de cómo Dios guió al mundo desde su
cuna hasta su salvación, desde Adán hasta Cristo: es la historia de la
pedagogía divina para con la Humanidad.
Formalmente,
la Biblia es un conjunto de 72 Libros -de muy desigual extensión— agrupados en
dos grandes partes: Él Antiguo y el Nuevo
Testamento. La segunda parte, complemento y coronación de la primera, está
constituida por los 27 libros referentes a la Revelación Cristiana, es decir,
los Evangelios, las Epístolas Apostólicas y el Apocalipsis.
El
ANTIGUO TESTAMENTO —único conocido por los hebreos— está formado por 45 Libros
agrupados en tres secciones:
-
LA LEY O "Torah": son los cinco libros escritos por Moisés y denominados
en conjunto "Pentateuco": Génesis, Éxodo, Levítico, Números y
Deuteronomio. Relatan los primeros tiempos de la humanidad y en particular la
historia del pueblo hebreo. El Levítico y el Deuteronomio contienen además
numerosas prescripciones religiosas.
Los
PROFETAS: Comprende los libros escritos por los personajes suscitados por Dios
para mantener a su pueblo en el cumplimiento de la Alianza y en la esperanza
del Redentor. Entre ellos se destacan los libros de los Profetas Mayores: Amos,
Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel.
Los ESCRITOS O "Hagiógrafos":
Contiene el resto de los libros. Entre ellos se señalan:
— Los históricos: Crónicas, los Reyes,
Josué, los Macabeos y otros.
— Los morales: Proverbios y Eclesiastés, y los escritos por
Salomón: la Sabiduría y el Eclesiástico.
—
Los poéticos: El Cantar de los Cantares, escrito también por Salomón, y los
Salmos, compuestos en su mayor parte por el rey David. Los libros de la Biblia
escritos por inspiración divina por diversos autores y en diversas épocas,
constituyen al mismo tiempo el mayor lumento literario-religioso que nos ha
legado la antigüedad. La Biblia, al mismo tiempo que Libro Sagrado, fue para
los hebreos:
CÓDIGO
CIVIL: establece todo lo referente a la familia, a la distribución de las riquezas,
a los contratos y obligaciones.
CÓDIGO PENAL: adaptado a la modalidad del
pueblo al que regía, en esta parte, la Biblia aceptó la Ley del Talión, poniendo así
freno a la venganza personal e indiscriminada. La caridad y el perdón de las
ofensas constituirán la "perfección de la ley" predicada por el
Cristianismo.
FUENTE:
Alfredo Drago; Historia Antigua y Medieval, Ed. Stella, Buenos Aires, 1965.
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