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14 de mayo de 2021

EL MITO DE SÍSIFO. Ensayo sobre el absurdo, Le mythe de Sísiphe. Essaí sur l'absurde, 1942. ALBERT CAMUS, 1913-1960.

 

EL MITO DE SÍSIFO. Ensayo sobre el absurdo, Le mythe de Sísiphe. Essaí sur l'absurde, 1942. ALBERT CAMUS, 1913-1960.


Este texto puede ser considerado como el ensayo filosófico central de la obra de Camus, en la medida en que en él se encuentra expuesta la «filosofía del absurdo», en cuyo derredor se ordenan todos los otros temas del pensamiento y la acción de Camus (por ejemplo, el tema de la rebelión).

La cuestión del suicidio es aquí decisiva. No en sentido moral (Camus no se pregunta, como lo hace Kant, si se tiene derecho a matarse), sino porque da lugar a otra cuestión, la del sentido de la existencia.

¿No es la muerte voluntaria la salida para aquel que ha comprendido el no sentido de la vida?

La experiencia camusiana del absurdo recuerda a la náusea sartriana: una «lasitud teñida de aversión» ante la banal y mecánica repetición de los momentos de la existencia. La perspectiva de la muerte, la necesidad de hacer lugar a lo irracional en el mundo, todo esto contribuye a precisar la noción de lo absurdo. No es el mundo lo que, en sí, es absurdo; tampoco lo es por su parte el hombre. El absurdo nace de la confrontación de este mundo con el deseo humano de claridad y racionalidad. Se puede huir de esta antinomia a través del suicidio, que anula la conciencia, o mediante la religión, que confiere a la existencia un sentido extramundano.

El mismo existencialismo (Kierkegaard, Jaspers) se le aparece a Camus como un «suicidio filosófico», en la medida en que absolutiza lo irracional. No puede uno contentarse con comentar el absurdo.

Por el contrario, El mito de Sísifo invita a afrontar la toma de conciencia de lo absurdo: <<Se trata de vivir.» <<Yo saco así de lo absurdo tres consecuencias, que son mi rebelión, mi libertad, mi pasión.

La rebelión. No rehuir el absurdo una vez que se ha tomado conciencia de él es obligarse a mirarlo a la cara. Constituirlo en objeto de un incesante desafío: «Vivir es hacer vivir al absurdo.» No resignarse jamás. No se trata de consolarse por medio de no se sabe qué esperanza, sino de batirse y de conferir así a la existencia un valor que ella no tiene, y que por tanto es preciso darle.

La libertad. Sería mejor hablar de liberación. Ésta es una consecuencia directa de la toma de conciencia de lo absurdo. Por decirlo mejor, es esta misma toma de conciencia, por la cual se instaura una lucidez victoriosa fundamental en mi relación con el mundo. Esta libertad recientemente adquirida es el negativo de la falsa libertad de aquél cuya vida no está regida más que por el hábito maquinal.

La pasión. En una palabra: vivir. O mejor todavía: «Estar frente al mundo lo más a menudo posible.» Multiplicar las experiencias.

 

Camus diseña figuras posibles de aquellos que «protagonizan lo absurdo»: Don Juan, el comediante, el conquistador. El «más absurdo de los personajes» es el creador, que por su obra busca «vivir dos veces». Crear es para el artista conjurar el absurdo, no licenciarlo -- Lo que sería imposible- sino «respirar con él». La obra de arte «nace de la renuncia de la inteligencia a razonar lo concreto»; «si el mundo fuera transparente, el arte no existiría.» Lo cual es tanto como decir que el sentimiento del absurdo, cualquier conducta que él inspire, están también tan alejados como es posible del modo de existencia espontánea del hombre común.

Sísifo cargando con su roca no es ciertamente un superhombre (en el sentido nietzscheano), pero es sin duda un héroe. Este sentimiento del absurdo no desemboca en una negación de los valores. Cierto, no existe ningún principio unificador del mundo, y es preciso repetir las palabras de lván Karamazov: «Todo está permitido. » Mas esto no libera del absurdo; por el contrario, el absurdo «no autoriza todos los actos». Un humanismo, y no el nihilismo, es lo que se dibuja tras la experiencia del absurdo: «El hombre es su propio fin. Y él es su solo fin». Se sabe que Camus, que parte de la rebelión individual, llevará muy lejos este pensamiento hacia la afirmación de la fraternidad humana contra el mal y el sufrimiento.

Sísifo hace rodar su roca, pero es consciente de ello; «conoce toda la extensión de su miserable condición». Por ello, su destino es superado: «Es preciso imaginar a Sísifo feliz.»

La persona de Camus es tenida en alta estima en la actualidad, mas la filosofía del Mito de Sísifo es considerada con una cierta condescendencia («filosofía para clases terminales», tan poco agradable para la enseñanza de la filosofía como para el propio Camus). No es cierto, por tanto, que en los debates que han seguido a la segunda guerra mundial, el filósofo del absurdo haya sido el menos clarividente.

Edición: EL mito de Sísifo (tr. L. Echávarri), Alianza, 1995.

Estudio: P. Ginestier, Camus, col. «Pour connaltre la pensée de», Bordas, 1981.


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