EN BUSCA DE LA ARGENTINIDAD
La identidad como construcción
La identidad de un país o de un pueblo es una construcción en el tiempo. En su carácter de proceso histórico, cambia con las épocas y aparece en
constante redefinición. Está relacionada con la forma en que nos vemos a nosotros mismos, con el hecho de reconocernos como integrantes de una comunidad y no de otra. En tal sentido, el arte y la literatura tienen un lugar fundamental en la elaboración de las representaciones y los símbolos.
que los integrantes de una comunidad identificarán como propios. Un cuadro, una canción o una novela pueden ser mucho más eficaces que una ley, un discurso o una frontera para generar un sentimiento de pertenencia a un grupo y sentirse parte de una tradición.
Por otro lado, la identidad es
dinámica y cambiante. Una definición muy rigurosa de "lo argentino", por ejemplo, correría el riesgo de segregar a todo aquello que no se ajustara a su normativa.
Mitos argentinos
Los mitos fundadores de una identidad, muchas veces, tienen que ver con episodios cruciales de la vida de un país: la gesta de la independencia, una guerra civil, el diseño de una nación. Otras veces, los hechos que se graban en el sentimiento colectivo tienen un origen recóndito y pueden ser encarnados por un cantor, una música o un gran deportista.
La literatura argentina ha sido un terreno fértil para reflexionar sobre la naturaleza nacional, postular identidades y proponer tradiciones.
En ese sentido, la figura y la obra de Domingo Faustino Sarmiento resultan ineludibles ya que, como se hace evidente en Facundo, no solo se propuso pensar el país, sino también hacerlo. Como intelectual y escritor, fundó una interpretación binaria de la realidad – basada en los conceptos antagónicos de civilización y barbarie-, que guio su vocación política.
Tanto en su actividad periodística como desde la presidencia, Sarmiento intentó influir en la esfera pública de la recién creada nación argentina para modernizar al país e integrarlo a lo que, en la época, se entendía como progreso.
Para alcanzar ese objetivo, Sarmiento aspiraba a reproducir, en la Argentina, las innovaciones tecnológicas, educativas y sociales vigentes en
la Europa industrializada del siglo XIX y, en especial, en los Estados Unidos.
A partir de la dicotomía civilización y barbarie, propuso una lectura de la sociedad argentina que fue aceptada y empleada por muchos y, también, discutida por otros a causa de su maniqueísmo. En cualquier caso, desde mediados del siglo XIX, constituye una idea omnipresente en el pensamiento argentino.
La obra de Sarmiento influyó, a su vez, en la conformación de dos mitos relacionados con la identidad de los argentinos: la pampa y el
gaucho.
Es notable apreciar cómo la visión de los viajeros europeos de la época influyó en la mirada del autor de Facundo sobre el paisaje y los habitantes. Ese hecho lleva a reflexionar, por otra parte, acerca de la importancia que tiene la mirada de los otros en la idea que nos formamos de nosotros mismos.
Nosotros y los otros
Otro mito relacionado con la identidad lo constituye la idea de la Argentina como "crisol de razas": el país concebido como una suerte de espacio mágico en el que las tradiciones de los pueblos originarios y las de los criollos se funden con las de los inmigrantes de todo el mundo para generar una
identidad nueva, homogénea e integradora.
Adán Buenosayres, novela que el escritor argentino Leopoldo Marechal publicó en 1948, suscribe de algún modo esa propuesta amable e idealizadora. Allí se describe una Buenos Aires transfigurada, babélica, en la que se está forjando la futura argentinidad.
Sin embargo, la integración de los
inmigrantes no siempre fue reflejada como un proceso
carente de conflictos. Las novelas de Eugenio Cambaceres, en las últimas décadas del siglo XIX, evidencian la crispación que provocó en las élites porteñas la presencia de los recién llegados. Si en el relato de Marechal se vislumbra un porvenir armónico, en los textos de Cambaceres, en cambio, la idealización se proyecta hacia el pasado. Ese tiempo es considerado como la edad de la pureza y la virtud, en la que ni la ciudad ni la familia se veían amenazadas por presencias indeseables.
En ese sentido, novelas como Sin rumbo o En la sangre proponen una versión restringida de lo nacional al identificarlo con el imaginario de una clase social. Algo similar ocurrió medio siglo más tarde al producirse la irrupción del peronismo en la escena nacional. La migración interna y el cambio demográfico de las ciudades provocó una reacción por parte de las clases media y alta. Sentían que el peronismo había perturbado la vida cotidiana al posibilitar que se generaran prácticas sociales y costumbres en las que los antiguos habitantes ya no se reconocían.
Los cuentos "Casa tomada'', de Julio Cortázar, y "Cabecita negra'', de Germán Rozenmacher, permiten reflexionar sobre ese momento histórico. Ambos relatos ponen de
manifiesto la presencia de identidades de clase -recortadas dentro de una identidad nacional más amplia-, que presentan una versión restrictiva de la noción
que nos ocupa.
En un sentido contrario, tanto el americanismo como la identificación con el universo de la lengua española
demuestran, en otros textos de la literatura de nuestro continente, que el sentimiento de pertenencia no siempre se reduce a los límites y las fronteras de los países.
Fuente: Literatura V, Ed. Estrada, Buenos Aires, 2012
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