Discurso del Oso
Julio Cortázar
Creo que me estiman porque mi pelo
mantiene limpios los conductos, incesantemente corro por los tubos y nada me
gusta más que pasar de piso en piso resbalando por los caños.
A veces saco una pata por la canilla
y la muchacha del tercero grita que se ha quemado, o gruño a la altura del
horno del segundo y la cocinera Guillermina se queja de que el aire tira mal.
De noche ando callado y es cuando más
ligero ando, me asomo al techo por la chimenea para ver si la luna baila
arriba, y me dejo resbalar como el viento hasta las calderas del sótano.
Y en verano nado de noche en la
cisterna picoteada de estrellas, me lavo la cara primero con una mano, después
con la otra, después con las dos juntas, y eso me produce una grandísima
alegría.
Entonces resbalo por todos los caños
de la casa, gruñendo contento, y los matrimonios se agitan en sus camas y
deploran la instalación de las tuberías. Algunos encienden la luz y escriben un
papelito para acordarse de protestar cuando vean al portero.
Yo busco la canilla que siempre queda
abierta en algún piso; por allí saco la nariz y miro la oscuridad de las
habitaciones donde viven esos seres que no pueden andar por los caños, y les
tengo algo de lástima al verlos tan torpes y grandes, al oír cómo roncan y
sueñan en voz alta, y están tan solos.
Cuando de mañana se lavan la cara, les
acaricio las mejillas, les lamo la nariz y me voy vagamente seguro de haber
hecho bien."
FIN