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8 de octubre de 2018

La novela histórica


La novela histórica



Se considera novela histórica a un tipo de ficción híbrida, en cuya construcción coexisten personajes y acontecimientos ya codificados por la historia o la his­toriografía, con otros inventados, y que sitúa la acción en un pasado histórico concreto y reconocible por los lectores.
La novela histórica, por su naturaleza híbrida, plantea un problema específi­co ya que sale del ámbito de lo estrictamente literario. Como no es historiografía pura, ni tampoco es narrativa o novela pura, se podría decir que conforma una "grieta o hiato entre ficción e historia".
Los límites entre la Historia y la Literatura se relacionan con diversos aspectos: los rasgos discursivos de cada una, los objetivos de cada disciplina, el estatuto ficcional de los textos literarios/los modos de construcción del tiempo y el espacio, las estrategias de escritura, la forma de trabajar con las fuentes históricas, entre otros.
Según la crítica literaria María Cristina Pons, la producción reciente de nove­las históricas en Latinoamérica, y en la Argentina en particular, se caracteriza por cierta relectura crítica y desmitificadora del pasado a partir de la reescritura de la Historia. Esta posición demuestra una evidente desconfianza hacia el discurso historiográfico oficial, generando en algunas novelas una reflexión acerca de la posibilidad de conocer y reconstruir el pasado histórico; en otras, recuperando los silencios o los lados oscuros de la Historia, y en algunas otras, mostrando el pasado histórico desde una perspectiva nueva.

La novela histórica argentina
Durante el Romanticismo (mediados y fines del siglo XIX), tanto europeo como ame­ricano, el historicismo y la subjetividad ficcional tuvieron un fuerte impulso, promo­viendo la idea de que la "verdad" podía ser alcanzada y representada a través de la imaginación. En ese momento la novela histórica, como reflejo de esa tensión entre "verdad" e invención, se caracterizó por expresar las identidades nacionales y las de los actores sociales de ese momento.
En las novelas históricas que se escribieron en la Argentina durante ese período, la Historia no es el mero marco de los hechos o la simple atmósfera de los conflictos representados, sino que conforma el fundamento de la trama. En esos textos, el lector reconoce tanto una serie de sucesos históricos, acontecidos en determinado lugar y tiempo, como la organización y el orden de esos sucesos. El autor se vale de la utili­zación de recursos y procedimientos narrativos ficcionales para producir mediante fuentes históricas un discurso estético.
Como la escritura de las novelas históricas plantea cierta idea de que la ficción pue­de completar o rellenar grietas o fisuras que la historiografía oficial oculta, distorsiona o acalla, es natural que a partir de los años setenta del siglo xx, haya habido un auge en la producción y consumo de este género y se haya extendido durante las décadas del ochenta y noventa en el contexto de la última dictadura cívico-militar y sus postrime­rías, ya que fue una etapa en que la historia oficial se percibió absolutamente sesgada.

Dice María Crist6ina Pons: (...) mientras que la novela histórica tradicional supone que la representación ficcional del pasado entraña una correlación entre la representación, hechos y verdad, la novela histórica reciente rompe con tal correlación y pone un mayor énfasis en la producción de sentido o en la correlación entre hechos e interpretación. Y es por ello por lo que, además, parecen requerir que, como parte del contrato de lectura, se reconozcan de manera diferenciada los dos conceptos de Historia que maneja la novela histórica: el de la Historia como acontecer y el de Historia como construcción narrativa.
La novela latinoamericana plantea así, a fines del siglo xx, que no se puede hablar del concep­to de Historia solamente en términos globalizantes o abstracciones conceptuales teóricas o filosó­ficas. La (re) escritura del pasado desde los márgenes y desde abajo, en relación (y en oposición) con la Historia escrita desde el centro y desde arriba, le da a la novela histórica latinoamericana contemporánea una dimensión reflexiva y un carácter político, y no meramente filosófico. Además evitan una fragmentación y una despolitización de la Historia. Es así como la controversia de la relación entre la Historia y la ficción, que para diferentes posiciones derivadas de las propuestas filosóficas "pos-" aparece como un punto de llegada de las ficciones históricas contemporáneas, para la novela latinoamericana de las últimas décadas es apenas su punto de partida.
En otros términos, no se desconoce que la novela histórica contemporánea se adhiere al cuestionamiento de la escritura de la Historia -léase la construcción discursiva-ficcional del pasado, de la verdad y del conocimiento histórico- propuesta particularmente desde una posición filosófica posestructuralista y posmoderna. (...)
En definitiva, la novela histórica latinoamericana de fines del siglo xx no propone borrar los límites entre ficción e Historia, entre los que silencian y son silenciados, entre los que dominan y son dominados, entre un allá y un aquí. Por el contrario, parece querer acentuarlos con el objeto de poner en marcha un proyecto de lectura crítica de la Historia como acontecer y como narrativa, y para destacar que la realidad de aniquilación, pobreza y marginalidad histórica de América Latina no es una construcción discursiva ni un objeto estético o de consumo, y mucho menos ficción. Pero es una lectura crítica de la Historia que se lleva a cabo desde fuera de los límites, desde los márgenes, desde ese espacio fuera del "hogar" en tanto espacio cultural, civil y político que la hegemonía no puede neutralizar; un espacio en el cual las intenciones y los actos alternativos pueden sobrevivir, y la potencialidad utópica puede perdurar.

María Cristina Pons, Memorias del olvido. La novela histórica de fines del siglo xx,
México, Siglo xxi, 1996.


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