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4 de junio de 2019

La muerte como tema literario. La elegía. Los tópicos de la muerte


La muerte como tema literario. La elegía. Los tópicos de la muerte.  La danza de la muerte

En cualquier cultura, la muerte es una realidad misteriosa rodeada por supersticiones tabúes y representaciones. En Europa, durante la Edad Media, los hombres y las mujeres convivían con ella sin temor, ya que estaba presente en sus vidas, en su cotidianeidad y en su imaginación. El historiador francés Philipe Aries (1914-1984) en su ensayo La muerte en oc­cidente (1975) afirma que en el siglo XV se produjo un cambio de visión con respecto a la muerte a raíz de dos acontecimientos particulares: la Guerra de los Cien Años y la peste negra. Estas dos circunstancias, que provocaron muertes masivas y repentinas, coexistieron en un mismo periodo histórico. A partir de allí, asegura el historiador, la muerte deja de ser pensada como un momento sereno para convertirse en algo horroroso.
La elegía
Empezó a gestarse, entonces, un género literario mortuorio que se antici­paba a la muerte y buscaba extraer una enseñanza para la vida terrenal con miras a la vida eterna, el único bien que la muerte no podía arrebatar.
Así, por ejemplo, la obra de Jorge Manrique- Coplas a la muerte de mi padre-  pertenece al género literario de la elegía: una compo­sición poética que consiste en lamentar la muerte de alguien reflexionando sobre la vida, la fama y la fortuna. Se escribían para elogiar la figura del falle­cido. En este caso, el homenajeado es su padre, el Maestre de Santiago don Rodrigo Manrique, fallecido el 11 de noviembre de 1476.
Las coplas retoman una extensa tradición funeraria originada en Grecia y Roma. Los romanos le agregaron a la elegía consideraciones más graves, como reflexiones acerca de la muerte o del tiempo. Una versión épica de la elegía grecolatina es el planto, composición en la que se elogia a un guerrero y sus virtudes, al tiem­po que se manifiesta concretamente el dolor por la ausencia del muerto.
Tópicos de la muerte
Dentro de la literatura mortuoria que tuvo un gran esplendor durante la Edad Media, podemos encontrar una serie de tópicos medievales (expre­sados en latín):
Memento mori (recuerda que has de morir). Se interpela al lector para que no olvide su finitud como ser humano.
Pálida mors (la pálida muerte). Se refiere a la condición igualadora de la muerte. El poeta latino Horacio dice en una de sus Odas: «La pálida muerte hiere con pie igual las chozas de los pobres y los palacios de los reyes».
Tempus fugit (el tiempo huye) Habla de la brevedad de la vida y de lo importante que es aprovechar el momento, porque el tiempo pasa muy rápido y no se puede detener.
Contemptus mundi (desprecio del mundo). Habla del menosprecio del mundo y de la vanidad de las cosas terrenales.
Ubi sunt (¿dónde están?). Son interrogaciones retóricas sobre dónde fueron a parar los antiguos personajes de la historia que han muerto, como así también su fama, su gloria, etcétera.
 La retórica nació en la anti­gua Grecia como un conjunto de estrategias del lenguaje para persuadir al destinatario. Se configuró como un sistema de reglas y recursos para la construcción de un discurso eficaz. Esta modalidad discur­siva fue teorizada por Aristó­teles en su obra Retórica (siglo v a.C.). Dentro de los recursos, la pregunta retórica es una interrogación que se formula sin esperar respuesta para involucrar al receptor. Tal es el caso de la pregunta retórica ubi sunt (¿dónde están?). El primer poeta en utilizarla fue el roma­no Virgilio en su poema Geórgi­cas (29 a.C.), en referencia a los elementos del mundo terrenal y sensorial que desaparecen tapidamente. Esta pregunta se convirtió en un tópico literario. Jorge Manrique la utiliza para hacer tomar conciencia al lec­tor de que el poder, la fama y el dinero no protegen a los seres humanos de la enfermedad y de la muerte.
Sic transitgloria mundi (así pasa la gloria mundana). Se refiere al carác­ter pasajero de la fortuna o de la reputación humana, que se acaban inevita­blemente con la muerte.

Las danzas de la muerte

Además de las elegías, hubo otro género medieval mortuorio: las danzas de la muerte. Estas representaciones literarias o pictóricas mostraban a la Muerte generalmente encarnada por una mujer que, mientras realizaba movimientos espasmódicos (que se asociaban a las convulsiones del mori­bundo en la hora final), invitaba a bailar con ella a los representantes de los diversos estamentos sociales, mientras repasaba su vida.
La invitación de la Muerte no se consideraba un favor; por el contrario, las víctimas daban razones para rechazarla, pero estas siempre resultaban insu­ficientes, por lo que terminaban bailando. El género contenía una gran carga moral, alertaba a los hombres acerca de la brevedad de la vida y enseñaba que sin importar su condición, la Muerte se los llevaría a todos por igual.
Representaciones y perso­nificaciones de la muerte en la historia del arte
En Europa, las representacio­nes de la muerte personificada se remontan al siglo XIV. En ese momento, la muerte empieza a ser asociada con la figura del esqueleto. Esta imagen se va a reforzar en el siglo XIV como consecuencia de las vivencias de la peste negra (entre los años 1348 y 1361). A través de pintu­ras y grabados sobre madera y metal, se buscaba concientizar a la población (en su mayoría, analfabeta) acerca de la fuga­cidad de la vida y los placeres terrenales. En ocasiones iban acompañadas por un texto en verso o una leyenda. Se cree que las» danzas de la muerte pueden haber sido practicadas en iglesias y cementerios.
Fuente: Literatura VI, Ed. Mandioca, Buenos Aires, 2012.

VER MÁS: Análisis de Coplas a la muerte de mi padre de Jorge Manrique




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