Alejo Carpentier vivió marcado por la historia latinoamericana del siglo
xx:bla dictadura de Gerardo Machado en su país, que a causa de su actividad
política lo llevó a prisión; la Revolución cubana, a la que adhirió y apoyó con sus proyectos culturales; los gobiernos de facto que, durante los años setenta, intentaban perpetuarse en otros territorios del continente. Por esa
razón, las revueltas sociales y las revoluciones políticas están fuertemente presentes en
sus obras.
El
poder creador de la historia
Durante un
viaje a París, en una escala forzosa que lo detuvo en la isla de Guadalupe,
Carpentier oyó hablar por primera vez de Víctor Hugues, un discípulo de
Robespierre que había sembrado el germen de la Revolución francesa en el
Caribe:
Creí
encontrar una gran identidad entre las preocupaciones de aquella época (el
siglo XVIII) y las de los hombres de este siglo. En los últimos años del XVIII se hablaba
de las mismas cosas que hablaban los hombres jóvenes entre las dos guerras
mundiales. Hablaban de la necesidad de una revolución que renovara totalmente
la sociedad. Clamaban por libertades y deberes que serían los mismos que
anhelaban los jóvenes de mi generación.
Las luces del siglo
El siglo de las
luces, novela que Carpentier publicó en 1962, es una ficción inspirada en un hecho
real ocurrido en Guadalupe. Los acontecimientos narrados abarcan aproximadamente
veinticinco años entre el final del siglo XVIII y principios del XIX. En la
novela, el autor expone los sucesos de la Revolución francesa de 1789 desde
aquella isla de las Antillas, ubicada a miles de kilómetros de Europa.
La novela de
Carpentier presenta dos tramas que se cruzan en forma permanente. La primera
sigue los avatares de una familia cubana perteneciente a la burguesía local en
los comienzos de su decadencia. Al morir el padre —un comerciante de La Habana—
Sofía, Carlos y su primo Esteban conocen a Víctor Hugues, personaje de
ficción basado en el real. Este último es el protagonista de la otra trama, la
histórica, la que describe el lapso de tiempo entre los sucesos previos a la
Revolución francesa y los hechos que precedieron a la independencia de las
naciones latinoamericanas. Los jóvenes encuentran en Víctor la protección de
la que carecían, y él los introduce en el conocimiento de un mundo que se va transformando,
abierto a la modernización y preparado para el cambio revolucionario. Junto a
él, ellos también empiezan a cambiar: Carlos deja atrás la adolescencia y
puede hacerse cargo del almacén de la familia; Sofía descubre que ya es una
mujer, y que reniega del futuro que su padre y la sociedad le reservaban;
Esteban se acerca a la filosofía y a la acción revolucionaria.
La novela
termina con una nota del autor en la que reflexiona sobre la existencia histórica
de Víctor Hugues: este ha sido ignorado por la historia de la Revolución francesa, por lo que
Carpentier cree necesario hacer algunas aclaraciones. Una de ellas se
relaciona con la muerte del marsellés, ya que un descendiente directo le cuenta
que su tumba se halla en algún lugar cerca de Cayena. Pero lo que más lo
sorprende es encontrar —luego de haber terminado de escribir la novela— un
documento que incluye “una asombrosa revelación: Víctor Hugues fue amado fielmente,
durante años, por una hermosa cubana que [...] se llamaba Sofía”.
A través de un estilo artísticamente sofisticado, barroco, con abundancia
de signos de puntuación, frases largas e imágenes recargadas de estímulos para
los sentidos, El siglo
de las luces presenta una sucesión de estampas del mar Caribe
como telón de fondo de los hechos históricos narrados. Este procedimiento llevó
a que muchos críticos señalaran la proximidad de la novela con un espectáculo
de ópera, en tanto cada sentido debe captar información simultánea: distintos
escenarios; tonos y modulaciones del lenguaje; sentimientos de los
protagonistas; hechos históricos evocados y referencias pictóricas que
completan el sentido del texto. Tal es el caso de las frases que pertenecen a Goya y encabezan muchos de los apartados de la novela, como “Siempre sucede” o
“Estragos de la guerra”, que aparecen en la serie de dibujos que el pintor
español hizo sobre las luchas de su país contra la invasión napoleónica. De manera
simétrica, el autor ilustra las ideas expuestas en su relato con referencias
pictóricas contemporáneas a la época de la historia narrada.
Carpentier
dejó sus anhelos de ser músico para estudiar arquitectura y los estudios universitarios
para dedicarse a escribir: periodismo primero y, finalmente, literatura. Su
escritura, que sintetiza los discursos de todas las disciplinas que lo
ocuparon y preocuparon, constituye—ha indicado también la crítica— un medio
para percibir y captar la pluralidad de lo americano.
Fuente:
Literatura V- Una perspectiva realista fantástica- Huellas, Ed. Estrada, Buenos Aires, 2015
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