En el siglo VIII, algunos pueblos
islámicos se expandieron hacia la península ibérica, hecho que significó el
ingreso de la cultura árabe en España. Se inició, a continuación, un extenso
período conocido como Reconquista cristiana, que culminó con la caída de
Granada en 1492. Durante este tiempo, surgieron y se consolidaron los
diferentes reinos cristianos. El más poderoso de ellos fue el de Castilla,
cuya lengua, el castellano, se impuso sobre las demás. En castellano fue
escrito, en el siglo XII, el Poema de Mío Cid, considerado una obra fundamental
de la literatura española. También fue la lengua en la que se originó,
alrededor del año 1300, una nueva forma poética narrativa: el romance.
Los romances son poemas breves
compuestos por un número indefinido de versos octosílabos, con rima asonante
en los pares, y los impares libres. Como es un género que aún hoy persiste, sus
temas han ido variando con el tiempo. En un comienzo, los romances eran
considerados propios de “gentes de baja y servil condición”, sin embargo, ya
en el siglo XVI se habían vuelto muy populares en las cortes. Prueba de ello
son las recopilaciones llamadas Cancioneros o Romanceros, como el Cancionero de
Romances de 1547 o el Romancero General de 1600. A este conjunto de
composiciones anónimas, se lo denomina romancero viejo. Los romances escritos
a partir del siglo XVI por autores como Lope de Vega, Quevedo o Cervantes se
conocen como romances nuevos o artísticos. Poetas románticos y contemporáneos
—José Zorrilla, Antonio Machado, Miguel de Unamuno y Federico García Lorca—
también han cultivado esta forma poética.
Existen, por lo menos, tres teorías que
intentan explicar la génesis de los romances. La teoría tradicionalista sugiere
que su origen radica en unas cantinelas lírico -narrativas de autor anónimo
que la transmisión oral ha ido modificando. La teoría individualista, en
cambio, propone que fueron escritos por los clérigos, poseedores de una amplia cultura.
La teoría neotradicionalista de Ramón Menéndez Pidal, intenta conciliar las
dos anteriores. Sostiene, por un lado, que los romances tendrían su origen en
fragmentos de los cantares de gesta que los juglares cantaban en las cortes y
en las plazas plebeyas y, luego, eran repetidos por el pueblo hasta que se
transformaban en composiciones independientes: los romances
épico-tradicionales. Por otro lado, propone un origen ligado a la actividad de
los juglares, que serían los verdaderos autores de los poemas y que se habrían
diluido en el anonimato.
Poblado de
imágenes de cuchillos y lunas, de hombres valientes y mujeres de cabello negro,
de besos, de toros y de sangre, el Romancero Gitano (1928), de Federico
García Lorca, recrea el mundo de los gitanos de Andalucía mediante un lirismo
acentuado que retoma la forma narrativa del romance. Además de la métrica
propia de este género, Lorca conserva algunos de sus recursos tradicionales,
como el comienzo in media res, los finales abiertos y los diálogos en
estilo directo.
Los temas que
este romancero recorre son el amor; la muerte y la libertad, como sucede en “La
casada infiel", poema en el que se tematiza el amor apasionado y
clandestino. Allí, las referencias al agua y a los caballos funcionan como
metáforas de esa pasión: “Y que yo me la llevé al río / creyendo que era
mozuela / pero tenía marido. / [...] Aquella noche corrí / el mejor de los
caminos, / montado en potra de nácar / sin bridas y sin estribos".
Fuente:
Literatura V- Una perspectiva realista fantástica- Huellas, Ed. Estrada, Buenos Aires, 2015
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