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28 de agosto de 2020

ANÁLISIS DE «CASTILLA» DE MIGUEL DE UNAMUNO

 


El poema «Castilla» (se reproduce al pie del artículo), publicado por el filósofo, prosista y poeta bilbaíno Miguel de Unamuno en su volumen de Poesías en 1907, se nos presenta como un texto embletico de su autor y su tiempo. 

El propio título del poema nos advierte de su íntima relación y diálogo con otras piezas literarias centrales en su generación, llamada del Noventayocho, en torno a la idea de Castilla como símbolo nacional y espiritual. Desde el homónimo poema «Castilla» de Manuel Machado inserto en su poemario Alma (1900) a las obras mayores de nuestra literatura noventayochista, Campos de Castilla de Antonio Machado y el volumen de prosas Castilla de Azorín, ambos de 1912.

Formalmente, el poema que nos encontramos analizando evidencia la pericia y el interés declarado de Unamuno por la métrica castellana. Se trata, de esta manera, de una pieza especialmente medida y cuidada, atendiendo a su ritmo de timbre, cantidad y acentuación. El poema, compuesto por veinte versos, se divide en cinco estrofas, cada una de ellas formada por tres endecasílabos (metro de evidente regusto clásico) y un pentasílabo final. Esta estructura recuerda al pie quebrado manriqueño, que consistía en tres octosílabos rematados con un tetrasílabo. 

Esta elección estrófica unamuniana (recuérdese que la rica modernista española gustó de experimentar libremente con los patrones métricos tradicionales) conformaría casi, sirva la expresión, una estrofa en pie quebrado de arte mayor. Concretamente, el modelo estrófico tomado en este poema por Unamuno se conoce como «Estrofa sáfica» y está formado, como indicamos, por tres versos endecasílabos sáficos o yámbicos (acentos en 4.ª, 8.ª y 10.ª sílabas) y un cuarto pentasílabo adónico (con acento en la primera sílaba). 

El ritmo de timbre, por sparte, se configura con la rima de los versos pares en asonante, manteniendo la misma tirada de rima en todo el poema (- / A / - / a). La rima de los versos pares en asonante remite, a su vez,    a una tirada de los romances castellanos tradicionales. De esta manera, la combinación del eco manriqueño con la rica popular castellana dota a este poema, titulado precisamente «Castilla», de una filiación métrica evidente. 

Por su parte, el tono grandilocuente del poema se remarca con un ritmo de acentuación muy pronunciado. Casi la totalidad de los endecasílabos presentan acentos en la primera, cuarta, sexta y décima sílaba; los pentasílabos en segunda y cuarta. La musicalidad del poema en su conjunto es, por lo tanto, especialmente fuerte. Este tono de oración, casi de plegaria, irá en aumento con la exclamación de la última estrofa. Este sentido ascensional refuerza el contenido de elevación del propio poema.

Ya desde el título, se nos advierte de que «Castilla» será el objeto y el destinatario de la pieza rica. Es decir, genéricamente, nos encontramos ante una oda en la que el sujeto rico se dirige a una tierra, la castellana, personificada y casi divinizada. Se dirige a Castilla siendo Castilla, a un mismo tiempo, el tema central de la composición. La lectura atenta del poema nos revelará qué significa Castilla para su autor.

El texto personifica Castilla, como destinatario poético, ya desde el primer verso: «Tú me levantas tierra de Castilla» (v. 1). Dicha personificación, en un sentido ascensional, derivará a lo largo del poema en divinización, sin perder su perspectiva humana. Mediante la disposición jerárquica de una serie de redes o conjunto de atributos asignados al objeto central del poema: Castilla. 

Podemos establecer cuatro grupos o redes isotópicas en el poema: la tierra, lo humano, lo alto y lo sagrado. Estas cuatro nociones se entremezclan en el poema en un constante diálogo y contraste. En la red de la tierra, del paisaje, encontramos términos como «tierra» (vv. 1, 5, 17), «ciel (vv. 3, 4, 9, 14), «pradera» (v. 9), «campos» (v. 10), «sol» (v. 12), «cumbre» (v. 15) «ramos» (v. 16) o «mund (v. 19). Por su parte, lo humano como categoría se detecta en palabras como «man (v. 2), «nervuda» (v. 5), «enjuta» (v. 5) «madre» (v. 6), «corazones» (v. 6), «brazos» (v. 6), «desnudos» (v. 10), «cuna» (v. 11), «respira» (v. 15) o «cantos» (v. 18). Estas dos primeras categorías, la tierra y lo humano, se relacionan íntimamente entre sí, personificándose el paisaje, humanizándose:«Tierra nervuda, enjuta» (v. 5), «desnudos campos» (v. 10). Dos caras de la misma moneda: la íntima relación entre paisaje y paisanaje tantas veces desarrollada en la literatura unamuniana, azoriniana o machadiana.

A las redes de la tierra y lo humano, del paisaje y el paisanaje, se suman por su parte otras dos nociones íntimamente relacionadas entre sí: lo alto y lo sagrado. El sentido ascensional se halla en vocablos como «levanta (v. 1), «ciel (vv. 3, 4, 9, 14), «cima» (v. 13), «levantad (v. 14), «cumbre» (v. 15), «sol» (v. 12), «air (v. 15) o «alt (v. 20). Con un sentido ascensional no sico, sino espiritual, se relacionan las palabras de la red isotópica referida a lo sagrado:

«amo» (v. 4), «sepulcro» (v. 11), «santuari (v. 12), «ara» (v. 17), «cantos» (v. 18). Se observa, de esta manera, una relación de la Castilla humana (paisaje y paisanaje), con lo sagrado. Esta relación antitética se resuelve en suma: «tiene en ti cuna el sol y en ti sepulcro» (v. 11). Dicho de otro modo, Castilla es lo físico de la tierra y lo humano pero, a un tiempo, su trascendencia espiritual eleva al yo rico hacia lo sagrado. Este es el sentido último de todo el poema, mate- rializado en ese movimiento ascensional marcado por el primer verso, «Tú me levantas tierra de Castilla» (v. 1), y desarrollado por el tono in crescendo del poema hacia la exclamación final de la última estrofa, todo ello conducido por una métrica fuertemente musical y armoniosa.


Así pues, esta es la Castilla unamuniana (y la machadiana, y la azoriniana): la suma de paisaje y paisanaje, la suma también de lo material y lo espiritual, de lo humano y lo divino. Castilla como símbolo de todas estas cosas. Si se advierte bien, nuestras redes isotópicas se pueden plantear como una antítesis (que suma, que nresta: síntesis más que antítesis, por lo tanto) entre lo alto y lo bajo (gracias a la elevación descrita; no en vano, la última palabra del poema es «alt), entre la «tierra» y el «ciel. «Tierra» (vv. 1, 5, 17) y «ciel (vv. 3, 4, 9, 14), no por casualidad, son las palabras más repetidas del poema.


En conclusión, podemos observar cómo el poema «Castilla» publicado por Miguel de Unamuno con el resto de sus Poesías en 1907 supone un testimonio literario ejemplar de uno de los conceptos centrales del regeneracionismo español de principios del siglo XX: la idea de Castilla como símbolo espiritual de un pueblo. Como pieza rica que es, todos los elemen- tos dispuestos de métrica y contenido dirigen al yo poético en su oración laica hacia Castilla como emblema de lo divino y lo humano a un tiempo: «¡Ara gigante, tierra castellana,/ a ese tu aire solta mis cantos,/ si te son dignos bajarán al mundo/ desde lo alto!» (vv. 18-20). 


Fuente: Antonio Rivero Machina -Grado de Filología Hispánica- en METODOLOGÍA PARA EL TRABAJO CON GÉNEROS DISCURSIVOS ACADÉMICOS

FRANCISCO JIMÉNEZ CALDERÓN E ISMAEL LÓPEZ MARTÍN (EDS.)

Universidad de Extremadura, 2017


Castilla de Miguel Unamuno

Tú me levantas, tierra de Castilla,
en la rugosa palma de tu mano,
al cielo que te enciende y te refresca,
al cielo, tu amo,

Tierra nervuda, enjuta, despejada,
madre de corazones y de brazos,
toma el presente en ti viejos colores
del noble antaño.

Con la pradera cóncava del cielo
lindan en torno tus desnudos campos,
tiene en ti cuna el sol y en ti sepulcro
y en ti santuario.

Es todo cima tu extensión redonda
y en ti me siento al cielo levantado,
aire de cumbre es el que se respira
aquí, en tus páramos.

¡Ara gigante, tierra castellana,
a ese tu aire soltaré mis cantos,
si te son dignos bajarán al mundo
desde lo alto!

 



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