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3 de febrero de 2022

POPOL VUH: historia y ediciones del manuscrito. Contenido y forma de la obra

 

 POPOL VUH: historia y ediciones del manuscrito. Contenido y forma de la obra

Este es el principio de las antiguas historias de este lugar llamado Quiché [tierra poblada de bosques]... la narración de la Abuela y el Abuelo, cuyos nombres son Ixpiyacoc e Ixmucané... cuando contaban todo lo que hicieron en el principio de la vida, el principio de la historia. Esto lo escribiremos ya dentro de la ley de Dios, en el Cristianismo; lo sacaremos a la luz porque ya no se ve el Popol Vuh [Libro de la comunidad], así llamado... Existía el libro original, escrito antiguamente, pero su vista está oculta al investigador y al pensador (Popol Vuh, Recinos, 1980: 10-12).

Según este fragmento del propio libro, la versión del texto sagrado de los quichés, conocido como Popol Vuh, que ha llegado hasta nosotros contiene una reelaboración de un antiguo códice jeroglífico y pictográfico, de contenido no sólo cosmogónico e histórico, sino también calendárico, ya que esos Abuelos semidivinos son prototipos de los antiguos sacerdotes taumaturgos que predecían el futuro con base en el pasado; además, en el propio libro se asegura que los reyes consultaban su Popol Vuh para conocer lo que ocurriría, o sea que el códice contenía el calendario adivinatorio usado por los gobernantes-chamanes.

A los datos copiados de dicho códice prehispánico se aunaron sin duda las tradiciones orales que los complementaban, así como la visión que de su pasado y su tradición tuvo el autor, ya dentro del orden colonial, y todo ello pudo ser escrito en forma narrativa gracias a la nueva escritura alfabética aprendida de los frailes españoles, originándose así el libro más destacado de la literatura indígena meso- americana.

La obra fue escrita por un miembro del linaje Cavec, entre 1550 y 1555. No conocemos su nombre, entre otras cosas porque los libros sagrados son generalmente anónimos; no era importante asentar quién los escribió, ya que surgieron como libros de la comunidad, no de un individuo.

Al igual que muchos otros libros escritos por indígenas en los primeros decenios de la colonia, el Popol Vuh se creó como un medio de salvaguardar la cultura e identidad del grupo ante la imposición española, y se usó para ser leído en reuniones secretas de la comunidad indígena, que tenían como finalidad crear una resistencia a la evangelización. Corroborándonos el origen prehispánico de la obra y ese carácter de texto sagrado de la comunidad, dice el dominico fray Francisco Ximénez, a quien debemos el rescate del libro:

Sus historias... las hallé escritas desde el tiempo de la conquista, que entonces (como allí dicen) las redujeron de su modo de escribir al nuestro; pero como fue con todo sigilo que se conservó entre ellos con tanto secreto, que ni memoria se hacía entre los ministros antiguos de tal cosa, e indagando yo aqueste punto, estando en el curato de Santo Tomás Chichicastenango, hallé que era Doctrina que primero mamaban con la leche y que todos ellos casi lo tienen de memoria, y descubrí que de aquestos libros tenían muchos entre sí... (Ximénez, 1929: I, 5).

Historia y ediciones del manuscrito. Este libro quiché, que tal vez se escribió en la capital quiché, Gumarcah, permaneció en manos de la comunidad hasta principios del siglo XVIII, en que fue conocido por Ximénez, quien había llegado de España en 1688. El religioso era cura en el pueblo de Santo Tomás Chuilá, hoy Chichicastenango, y por su carácter bondadoso consiguió que los indios del lugar le revelaran la existencia de su libro sagrado y que se lo prestaran. Como sabía quiché y conocía la mentalidad de los indios, pudo enterarse del contenido del texto y se abocó a la tarea de transcribirlo y traducirlo casi literalmente al castellano. Esta primera y valiosa traducción del libro sagrado de los quichés se titula Empiezan las historias del origen de los Indios de esta provincia de Guatemala, traducido de la lengua quiché en la castellana para más comodidad de los Ministros del Sto. Evangelio, por el R.P.F. Fr'anzisco Ximénez, Cura doctrinero por el Real Patronato del Pueblo de Sto. Tomás Chuilá.

 Posteriormente, Ximénez hizo una versión menos literal (sobre todo suprimiendo las repeticiones peculiares del quiché), de más fácil lectura, aunque menos fiel, y la incluyó en su obra Historia de la Provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala, terminada hacia 1722. El manuscrito original tal vez fue devuelto a los indios, pues no se supo nunca más de él.

Al lado de los otros trabajos del padre Ximénez, la primera transcripción del Popol Vuh permaneció olvidada en el archivo del convento de Santo Domingo, en Guatemala, de donde pasó en 1830 a la Biblioteca de la Universidad de San Carlos en la ciudad de Guatemala. Ahí la encontró en 1854 el viajero austríaco Cari Scherzer, quien sacó una copia (con múltiples erratas) y la publicó en Viena en 1857, bajo los auspicios de la Academia Imperial de Ciencias, con el título de Historias del origen de los indios de esta provincia de Guatemala.

Más tarde, la obra fue conocida por el gran estudioso francés Charles Etienne Brasseur de Bourbourg, cura de Rabinal, quien llegó a Guatemala en 1855. Brasseur adquirió el manuscrito de la primera traducción de Ximénez y lo tradujo al francés, editándolo después en París, en 1861, con el nombre de Popol Vuh, Le Livre Sacré et les mythes de l’antiquité américaine. Esta versión contiene el texto quiché fonetizado, la traducción y un comentario. Le dio el título del antiguo libro sagrado porque el propio texto dice que fue copiado de aquel Popol Vuh.

A la muerte de Brasseur, su colección de manuscritos y libros se dispersó, comprada por varios coleccionistas. El manuscrito del Popol Vuh fue adquirido por Edward E. Ayer, junto con otros documentos y más tarde pasó a la Biblioteca Newberry de Chicago. El texto, de 112 páginas, está al final de un volumen con varias obras de Ximénez, que contiene el Arte de las tres lenguas, Cacchiquel, Quichéy Tzutuhil, un Confesionario y un Catecismo de Indios, por lo que ni los bibliotecarios de la Newberry conocían la existencia del manuscrito del Popol Vuh, hasta que éste fue hallado por Adrián Recinos.

Basadas en la transcripción de Brasseur se hicieron varias traducciones: una al francés, por Georges Raynaud, que se publicó en París en 1925, bajo el título de Les dieux, les héros et les hommes de Vancien Guatémala d’aprés le Livre du Conseil. Esta traducción fue vertida al español por Miguel Angel Asturias y J.M. González de Mendoza y publicada en 1927. En 1939 se reedita en la Biblioteca del Estudiante Universitario, Universidad Nacional Autónoma de México, con el título de El libro del Consejo y con Prólogo de Francisco Monterde.

Noah Elieser Pohorilles (quien sigue a Brasseur, aunque declara haber traducido el texto quiché), publica su versión en Leipzig en 1913, bajo el nombre de Das Popol Wuh. Die mythische Geschichte des Kice-Volkes von Guatemala nachdem Original-Texte übersetz und bearbeitet.

Una versión en español fue la de J. Antonio Villacorta y Flavio Rodas, quienes traducen el texto indígena copiado por Brasseur y lo publican en Guatemala en 1927 como Manuscrito de Chichicastenango, El Popol Buj. Esta versión adolece de múltiples errores, sobre todo en los nombres propios.

Por otra parte, Juan Gavarrete, en Guatemala, emprendió la labor de transcribir los volúmenes de la Historia... de Ximénez, y publica la versión del Popol Vuh conte nida en esa obra, en la revista guatemalteca El Educacionista (1894-1896).

Leonhard Schultze-Jena, realiza otra traducción basada en una copia fotográfica del manuscrito de Ximénez y acompañada del texto quiché tal como lo transcribió Ximénez; esta versión se editó en Stuttgart en 1944, con el título de Popol Vuh. Das heilige Buch der Quiche Indianer.

Y Adrián Recinos localiza y traduce el manuscrito de Ximénez de la Biblioteca Newberry, logrando la mejor versión al español que existe hasta hoy.

 Fue publicada en México por el Fondo de Cultura Económica en 1947, con el nombre de Popol Vuh. Las antiguas historias del Quiché, y ha sido reeditada muchas veces. Esta versión se tradujo al inglés (Goetz y Mor- ley, 1950, Universidad de Oklahoma), al italiano (Terracino, 1960), al japonés (Haya- shiya, 1961), y fue la base de la versión de Saravia Enríquez, 1965.

 

Contenido y forma de la obra. Los traductores del Popol Vuh han hecho diversas divisiones de la obra. Recinos la estructura en tres partes, pensando que los textos de cada una de ellas no tenían mucha relación entre sí, pero un análisis profundo de la obra nos permite advertir que las que se presentan como dos partes míticas y una histórica constituyen una sola narración de la historia del grupo quiché; por eso, el manuscrito original no tiene divisiones. Esta narración se inicia con el origen del universo, relato al cual sólo desde nuestra perspectiva occidental contemporánea podemos llamar «mito cosmogónico», ya que para los indígenas constituye el inicio de la historia del grupo, tan verdadero como los hechos que contemplaron con sus propios ojos.

El relato del origen en el Popol Vuh es la versión más rica y estructurada que se conserva del mito cosmogónico que compartieron los mayas y los nahuas (y tal vez otros grupos mesoamericanos), en el cual se concibe la creación del universo como un proceso de formaciones y destrucciones, es decir, regido por una ley cíclica de muerte y renacimiento, como las leyes de la naturaleza. En esta concepción cosmogónica, la idea de un inicio absoluto se hace borrosa, y el futuro se presenta como una continuación perpetua de formaciones y catástrofes, de tal modo que el universo es infinito.

El mito está escrito en un lenguaje simbólico, como los mitos de todos los pueblos; algunas partes del relato, sobre todo las que se refieren a la creación de los astros, están plagadas de múltiples y complejas imágenes, lo que llevó a pensar a algunos estudiosos (entre los que está el propio Recinos) que se trataba de mitos ajenos al mito de origen, insertados arbitrariamente en el texto.

Podemos considerar que el mito va desde la decisión de los dioses de crear el cosmos hasta el momento en que las tribus, ante el Sol recién creado, inician su vida histórica o, en su propia concepción, inician la historia de otra etapa cósmica que ha de terminar, como las anteriores, con un cataclismo.

En un «Preámbulo», el autor hace expresa su intención de dar a conocer la historia de El Quiché; de «publicar» las acciones de los dioses creadores, a los cuales enumera. En seguida, narra la Primera Creación: en un espacio estático donde sólo existían el cielo y el mar, los dioses creadores se reúnen y acuerdan la fundación del universo, donde habitará el ser que necesitan para que los venere y los sustente. Lo hacen por medio de la palabra, que aparece así como energía creadora; primero, la tierra emerge del agua y se puebla de bosques; las aguas se dividen y aparecen los lagos y los ríos. En seguida crean a los animales, guardianes de las montañas, y como éstos no pudieron hablar ni reconocer a los dioses, les asignan sus moradas en los bosques y los destinan a ser sacrificados y comidos por otros seres.

Como la finalidad de la creación se resuelve con la aparición del hombre, el Popol Vuh pone el énfasis en la formación de este ser y ya no vuelve a hablar de los otros. De esa forma, las distintas eras cósmicas coinciden en el libro con los sucesivos ensayos que dieron lugar a distintos tipos de hombres. Después del fracaso con los animales, los dioses dijeron: «Probemos ahora hacer unos seres obedientes, respetuosos, que nos sustenten y alimenten» (Popol Vuh, Recinos, 1980: 15). Así forman a unos hombres de barro; pero éstos no tenían entendimiento, no se multiplicaban, no tenían fuerza, por lo que se reblandecieron con el agua y se deshicieron; éste es el final de la primera edad.

Ante este segundo fracaso, los dioses deciden consultar a los adivinos Ixpiyacoc e Ixmucané, el Abuelo y la Abuela, quienes después de echar las suertes con granos de maíz y de colorín (como lo hacen hasta hoy los taumaturgos quichés) aconsejan formar una pareja de seres humanos de madera; esta pareja se multiplicó, pero no tenían entendimiento, andaban a gatas y no tenían sangre. Por eso, los dioses provocaron un diluvio de resina ardiente y los hombres de madera, después de ser atacados por los animales y por sus propios objetos domésticos, se convirtieron en monos. Esa es la causa de que los monos se parezcan al hombre, dice el texto.

En esta segunda época cósmica surge un Sol que, como los hombres falsos, era un falso Sol. Se describe como un ser orgulloso y vanidoso, que fue destruido por dos jóvenes, semidioses, llamados Hunahpú e Ixbalanqué, quienes en la siguiente edad serían el Sol y la Luna verdaderos.

La narración de la Tercera Creación se inicia precisamente con el mito del origen del Sol y la Luna. Es un mito de iniciación, en el que los jóvenes bajan al inframundo a enfrentarse con los dioses de la muerte en el juego de pelota. Después de morir en el inframundo, los héroes Hunapú e Ixbalanqué logran su apoteosis: resucitan y ascienden al cielo transfigurados en el Sol y la Luna.

Mientras se formaban los astros, los dioses creadores intentaron de nuevo hacer al hombre, y cuando ya casi aparecían en el cielo el Sol y la Luna, varios animales proporcionan a los dioses la materia adecuada para hacer un hombre consciente; el maíz. Este es traído de una región terrenal de abundancia, y la abuela Ixmucané prepara una masa de la cual los dioses forman a cuatro hombres, que fueron llamados Balam Quitzé (Jaguar-Bosque), Balam Acab (Jaguar-Noche), Mahucutah (Viajero o Nada) e Iqui Balam (Jaguar negro). Estos hombres, a diferencia de los anteriores, fueron perfectos; tenían inteligencia y una vista tan perfecta que podían contemplar todo lo que existe, lo cual significa que su sabiduría era infinita. Así, comprendieron inmediatamente la finalidad de su vida, reconociendo a los dioses. Pero éstos se dieron cuenta de que otra vez habían fracasado, pues si los hombres eran perfectos se igualarían a los dioses y ya no se propagarían ni los venerarían. Entonces el Corazón del Cielo les echó un vaho sobre los ojos que sólo les permitió ver lo inmediato; así fue destruida su sabiduría. Después de esto, formaron a las mujeres, que llegaron mientras ellos dormían.

Las cuatro parejas engendraron a las tribus quichés. Se multiplicaron en el Oriente y recibieron a sus dioses, emprendiendo después una larga peregrinación desde Tulán, la tierra del origen, hasta Guatemala. Vivieron un tiempo en la oscuridad, en los bosques, hasta que aparecieron el Sol y la Luna, la superficie de la tierra se secó y los hombres iniciaron los ritos de adoración a las deidades, de los cuales los principales fueron la ofrenda de sangre y corazones (humanos y de animales) y de incienso de copal. Esta parte ha sido considerada como el inicio de la historia quiché, pero no por los quichés; para ellos es el inicio de la Tercera Creación.

Relatos fragmentarios del gran mito del Popol Vuh se conservan hasta hoy en varios grupos mayanses, como lacandón, tzotzil, tzeltal y tojolabal, de Chiapas, México; mopanes de Belice, y los propios quichés y otras etnias de Guatemala: mam, kanhobal, jacalteca, k’ekchi y pokomchí. Ello nos corrobora que el mito recogido en el libro sagrado de los quichés fue la creencia cosmogónica de todos los grupos mayanses, ya que incluso la cosmogonía de los mayas de Yucatán, conservada en los Libros de Chilam Balam corresponde a la misma concepción.

Estas páginas del libro que recogen el relato de los orígenes, es la parte que ha sido tradicionalmente denominada del «mito cosmogónico». Le sigue la parte que se ha llamado relato «histórico». Después de narrar la salida del Sol, el libro da una visión de la diversificación de las lenguas y del paso de la vida nómada a la sedentaria; se pone el énfasis en el inicio de los ritos y se presenta a los cuatro patriarcas formados por los dioses como grandes chamanes con poderes sobrenaturales, que dialogaban con las deidades siguiendo sus instrucciones para el culto.

El relato continúa con la fundación de la primera ciudad en el monte Hacavitz, la separación de las distintas ramas del grupo y el sometimiento de otras etnias, como los cakchiqueles. Al desaparecer los patriarcas (quienes no mueren sino que regresan a su lugar de origen), dejan a sus hijos el símbolo del gobierno, el Pizom Gagal o Envoltorio de Grandeza, que contenía los objetos sagrados de poder; estos hijos gobiernan primero en Hacavitz y luego cambian de asentamiento, fundando Chí Izmachí, con edificios «de cal y canto», donde gobiernan los reyes Cotuhá e Iztayul.

A partir de ese momento, el relato histórico destaca las genealogías de los tres principales linajes: Quiché, Tamub e Ilo- cab, y relata cómo el engrandecimiento de las tres casas reales de los Quiché (Cavec, Nihaib y Ahau Quiché) provocó la guerra con los Tamub y los Ilocab; éstos fueron derrotados, sometidos y sacrificados a los dioses. Desde entonces, el grupo Quiché se engrandeció y abandonó Chí Izmachí para fundar Gumarcah. Ahí gobernaron los reyes más importantes, descritos como grandes chamanes con poderes sobrenaturales: Cotuhá y Gucumatz, y los quichés dominaron a todos los demás grupos, creando un poderoso imperio que sólo cayó con la llegada de los españoles.

Desde el punto de vista literario, el Popol Vuh destaca por su estructura armónica que revela la presencia de un solo autor, dotado de una extraordinaria capacidad artística. Distintos mitos e historias del pueblo quiché fueron integrados en la obra, logrando una narración excelente por su congruencia y altura poética. A diferencia de otros libros redactados en los primeros decenios de la época colonial, que son transcripciones de textos aislados, aquí encontramos una secuencia ordenada con gran fluidez. El autor fue más allá de la finalidad que guió la creación de estos libros: rescatar la tradición para oponerse al dominio espiritual español. Logró crear un poema mítico-histórico que revela la gran sensibilidad estética del maya, tanto como lo hacen las mejores obras plásticas prehispánicas.

El lenguaje simbólico de la parte mítica abunda en paralelismos y repeticiones, como todos los libros sagrados antiguos, porque es un texto escrito para ser leído en voz alta, recitado e incluso canturreado, dentro del ambiente de una ceremonia religiosa; es un lenguaje que busca ante todo expresar la significación, despertar la vivencia religiosa:

Esta es la relación de cómo todo estaba en suspenso, todo en calma, en silencio; todo inmóvil, callado, y vacía la extensión del cielo.

Esta es la primera relación, el primer discurso. No había todavía un hombre, ni un animal, pájaros, peces, cangrejos, árboles, piedras, cuevas, barrancas, hierbas ni bosques: sólo el cielo existía. No se manifestaba la faz de la tierra. Sólo estaban el mar en calma y el cielo en toda su extensión (Popol Vuh, Recinos, 1980: 13).

He aquí, pues, el principio de cuando se dispuso hacer al hombre, y cuando se buscó lo que debía entrar en la carne del hombre.

Y dijeron los Progenitores, los Creadores, los Formadores, que se llaman Tepeu y Gucumatz: “Ha llegado el tiempo del amanecer, de que se termine la obra y que aparezcan los que nos han de sustentar y nutrir, los hijos esclarecidos, los vasallos civilizados; que aparezca el hombre, la humanidad, sobre la superficie de la tierra”. Así dijeron (Popol Vuh, Recinos, 1980: 61).

La parte «histórica», es decir, las genealogías y la narración de los principales acontecimientos políticos de los grupos quichés, ya no está escrita en lenguaje simbólico; sin embargo, no es un escueto relato de los hechos, sino una vivida narración de la trayectoria del grupo, donde se intercalan prácticas rituales, diálogos, oraciones que revelan las costumbres morales y narraciones míticas de todo tipo, presentando a los dioses protectores de los grupos como los principales protagonistas de la historia. Hay un marcado interés en asentar las genealogías y exaltar a los fundadores de los linajes y a los gobernantes, siguiendo la tradición historiográfica de los mayas prehispánicos, expresada en sus textos jeroglíficos. Así, esta parte del Popol Vuh tiene un elevado tono poético y épico que armoniza con el lenguaje simbólico del mito cosmogónico, dando unidad a la obra.

 

Fuente: Mercedes de la Garza en  Diccionario Enciclopédico de las Letras de América Latina, Monte Ávila Editores Latinoamericana, Primera edición, 1995.

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