La historia del piloto cuyo avión sufre una avería que le posibilita el encuentro con el pequeño príncipe comienza con una dedicatoria. Y León Werth –como mencionamos anteriormente- es su destinatario. Detengámonos en algunos detalles de su vida y en la relación que lo unió con el autor de El Principito. León Werth (1878-1955) fue escritor, periodista y crítico de arte francés. En el año 1931 conoció a Antoine y, aunque disentían ideológicamente, pronto se hicieron amigos. El Principito fue escrito en 1943; por entonces Antoine se encontraba lejos de la guerra, en Nueva York, pero en Francia habían quedado muchos de sus amigos, quienes padecían las consecuencias del enfrentamiento bélico y el avance de los nazis sobre Francia.
Entre esos amigos se encontraba
León, instalado en Jura, una aldea montañosa vecina a Suiza. Allí estaba solo
y, como afirma la dedicatoria, pasaba hambre y frío. Su soledad, su frío y su
hambre eran las consecuencias de la guerra. A pesar de esta condición que haría
meritorio el homenaje, Saint-Exupéry pide disculpas por no dedicar su libro a
los niños, por ello reformula luego su dedicatoria y decide con ella rendir homenaje
a su amigo, pero cuando aún no se había convertido en un adulto.
Si pensamos en el desamparo en el que
la guerra sume a un hombre, tal vez podamos concluir que esa situación lo equipara
con una criatura desprotegida; la violencia ejercida del hombre contra el
hombre, el miedo ante la cercanía de la muerte, la falta de sustento y otras circunstancias
que la guerra genera hacen que un adulto pueda asemejarse a un niño de corta
edad.
"Por favor, dibújame un
cordero"
Luego de la dedicatoria a su amigo, se
inicia la novela, y la diferencia entre el mundo de los niños y el mundo de los
adultos continúa manifestándose en las primeras páginas de La obra. El mensaje
que subyace se repite: la ingenuidad que caracteriza la infancia se topa de continuo con la incomprensión que pareciera
dominar entre las personas mayores. Este hecho se evidencia en la anécdota
acerca de los dibujos que el narrador afirma haber realizado a los seis años y las
interpretaciones que de ellos hacían los adultos. Esos dibujos, así como otros
que ilustran la obra, fueron hechos por el mismo Antaine, quien en 1919, y por poco
más de un año, cursó estudios en la Escuela de Bellas Artes de parís. Pero además
las imágenes llevan implícita la añoranza de la niñez, que está siempre presente
en el argumento de la novela y en la vida del autor. El padre de Antoine murió
cuando él tenía cuatro años. Este hecho hizo que su familia se trasladara a la
propiedad de una tía en Saint Maurice- de-Rémens, y luego junto a su abuela
materna a una casa en el Var.
Estos años fueron siempre recordados
como un tiempo feliz por el autor y, en ocasiones, él mismo manifestó-siendo un
adulto- su nostalgia por aquellas vivencias de cuando era un niño.
En la trama de la obra, la aparición
del principito dará sentido a los dibujos
del narrador o, mejor dicho, permitirá arrojar otra mirada sobre aquello
que los trazos muestran. El principito es capaz de ver más allá, puede descubrir
y enriquecer con su mirada particular el entorno que lo rodea. Pero además de descifrar
los trazos de cuando el piloto era un niño, el principito pedirá que le dibuje
un cordero. Este animal está ligado al lugar donde vive: el asteroide B 612. En
ese pequeño planeta solo habitan él, una rosa, algunos volcanes y los peligrosos
baobabs. El cordero debe ser pequeño y, además, debe haber algún modo de
proteger a su rosa de él. De estas dificultades se irán ocupando el aviador y
su nuevo amigo mientras se desarrolla la historia. Pero así como los dibujos
eran interpretados de diverso modo por el niño y por los adultos, también una literaria puede ser objeto de múltiples lecturas.
El Principito no escapa a este hecho. La novela ha sido objeto de diversas
interpretaciones y muchas preguntas intentan aún hoy arrojar luz sobre la
historia: ¿es una obra escrita para un público adulto o infantil? ¿Qué representa
la rosa que el principito cuida en su planeta? ¿Quién es el zorro? ¿Y los habitantes
de los otros asteroides? Intentemos aclarar estas cuestiones.
La estructura de una búsqueda
Desde el inicio de la obra, el
principito emprende la búsqueda de un amigo. Veamos a continuación cómo se
estructura la novela y de qué modo podemos justificar la afirmación anterior
con la historia que se nos cuenta.
La obra se divide en veintisiete capítulos
sin título pero numerados, que pueden agruparse del siguiente modo:
·
Capítulo
I: afición del narrador por el dibujo y
reflexión acerca de su relación con los adultos.
·
Capítulos
II a IX. Encuentro con el principito y narración de su historia.
·
Capítulos
X a XV. Salida del principito de su planeta y encuentro con otros personajes.
·
Capítulos
XVI a XXIII. Vivencias del principito en la Tierra.
·
Capítulos
XXIV a XXVII. Relación del aviador con el principito. Regreso del principito a
su planeta.
En el capítulo II, al encontrarse con el aviador y pedirle
que le dibuje un cordero, el principito inicia la narración de su historia: ha
llegado a la Tierra proveniente de un asteroide pequeño como una casa, pero
antes de llegar a nuestro planeta ha recorrido otros, y en cada uno ha conocido
a un personaje distinto: un rey, un vanidoso, un bebedor, un hombre de
negocios, un farolero y un geógrafo anciano. Cada uno de ellos encama un valor,
ya sea negativo o positivo, y sus historias llevan al principito a reflexionar
sobre la condición humana. Con ninguno de estos personajes -que como se ve en el
esquema precedente aparecen en los capítulos x a xv- el principito logra entablar
una amistad, por ello prosigue su camino; una vez que ha caído en la Tierra, se
interroga: "¿Dónde están los hombres?(
... ) Se está un poco solo en el desierto ...’ Para responder esta pregunta
aparece una serpiente que le advierte· "También
se está solo entre los hombres". Así, otros personajes, tales corno
una flor, le van advirtiendo acerca de la soledad en la Tierra, a pesar de la existencia
de los hombres, hasta que finalmente se encuentra con el zorro.
La sabiduría del zorro
En el capítulo XXI -que se incluye dentro
del apartado en el que se narran las experiencias del principito en la Tierra-
aparece el personaje del zorro. Cuando pensamos en un texto literario que tiene
por personaje a este animal, solemos pensar en el astuto estereotipo de las
fábulas infantiles que actúa siempre premeditadamente y para su propio
beneficio. Pero el zorro de El Principito se aparta de esta imagen. Se trata de
un zorro pequeño, llamado fénec o feneco, que habita en los desiertos y que se
cree pudo haber sido visto por el autor durante su servicio corno piloto de
correo en África, en cercanías de la frontera con el Sahara Occidental.
Este zorro, y en esto sí se asemeja
al protagonista de las fábulas, aparece personificado. Recordemos que una personificación
es el recurso por el cual se le dan atributos de persona a un objeto inanimado
o, como en este caso, a un animal. El zorro creado por Antoine habla , siente y
reflexiona tal como lo haría un ser humano. Lo mismo sucede en la novela de
Saint-Exupéry con otros personajes, como la rosa o la serpiente. Todos ellos se
incorporan a la narración corno si fueran seres humanos. Pero retomando la
figura del zorro, diremos que es el ser en quien el principito sabrá reconocer
a un verdadero amigo y, a su vez, descubrir el auténtico sentido de la amistad.
El zorro le enseñará el valor del otro, y también los riesgos que una relación
de amistad conlleva: la compañía, el reconocimiento del otro, la posible
lejanía y la nostalgia por el recuerdo de aquel que está lejos, tal vez como lo
estaba León Werth mientras el autor escribía la novela que le está dedicada.
Pero, además, a partir del encuentro con el zorro, el principito podrá
resignificar otros episodios de su vida; así, la posesión de la rosa que habita
en el asteroide B 612 y el cuidado que ella requiere transformarán la visión que
el personaje tenía sobre ella: ya no será más una entre otras miles de rosas que
conociera en la Tierra, será su rosa, y ello la hará única aunque existan
otras.
A partir de las enseñanzas del
zorro, la importancia y el valor de su rosa traerá aparejada la
responsabilidad. En esta actitud, el personaje cifra su anhelo por retornar al
pequeño asteroide: debe volver a él, es responsable por lo que allí ha dejado.
La rosa puede estar en peligro, los baobabs pueden destruir el planeta, los
volcanes tal vez vuelvan a entrar en erupción. Una vez más la ficción se cruza con
la vida de Antaine quien se mantuvo exiliado de su país, que, al igual que el asteroide,
también estaba en peligro; en el caso de Francia, por estar bajo el dominio de
la Alemania nazi. El autor sentía el anhelo y la responsabilidad de volver a
cumplir sus servicios como piloto, misión que -como dijimos cumplió y le costó
la vida.
Las voces de la narración
Desde el comienzo y hasta el
capítulo IX, la novela está narrada en primera persona protagonista. Quien
relata los hechos es el personaje que los ha vivenciado: el aviador. Leemos,
por ejemplo:
"Necesité
mucho tiempo para comprender de dónde venía. El principito, quien me hacía muchas
preguntas, nunca parecía escuchar las mías".
A partir del capítulo x y hasta el XXIII,
aparece un narrador omnisciente. Recordemos que este tipo de narrador relata los
hechos empleando una tercera persona y es capaz de dar cuenta de aquello que los
personajes piensan o sienten, incluso de predecir aquello que les sucederá en el
futuro: "Las personas grandes son bien
extrañas', se dijo a sí mismo el principito durante el viaje".
El relato del narrador omnisciente comienza
con la visita del principito a los distintos asteroides y finaliza con la historia
del mercader que vende píldoras para acabar con la sed.
La posibilidad de hallar agua da pie
a que nuevamente sea el piloto accidentado en medio del desierto quien retome la
narración en primera persona (narrador protagonista) a partir del capítulo XXIV.
Debemos recordar aquí que la teoría literaria
sostiene que el autor no es nunca el narrador. El autor es la persona real que
escribió el texto y que crea tanto a sus personajes como al narrador, es decir,
la voz que cuenta los hechos que conforman el relato. En algunas ocasiones, tal
como venimos diciendo respecto de El Principito, el texto creado por el autor,
sus personajes y las vivencias que el narrador cuenta pueden tener alguna
similitud con la vida del escritor.
En esta novela, en aquellos
apartados en los que el narrador emplea la primera persona protagonista, el
autor logra hacerse presente en la novela como si fuera uno de los personajes,
da entidad ficticia a su persona. Se produce así un cruce entre la ficción y la
realidad.
De este modo, los capítulos en los
que se emplea el narrador protagonista son aquellos en los que el aviador está presente
y mantiene un diálogo con el principito; mientras que el empleo del narrador
omnisciente se da en aquellos capítulos en los que se narran las experiencias del principito antes de llegar a la Tierra y
conocer, tras el accidente de su avión, al piloto.
Los caprichos de una rosa
A esta altura, podemos preguntarnos qué
motivó al principito a recorrer otros planetas para llegar, finalmente, a la Tierra.
Como vimos, en el pequeño asteroide en el que el personaje vivía hay volcanes
que deshollinar, semillas de baobabs que pueden transformarse en peligrosos
árboles, y una rosa. Esa rosa fue, precisamente, el motivo por el cual el
principito decidió abandonar su hogar.
La rosa, que al igual que el zorro
aparece personificada, posee entre otras cualidades el ser pretenciosa y
orgullosa; demanda constantemente distintos cuidados por parte del principito
y, en ocasiones, él sabe que le ha mentido. Esto hace que el pequeño hombrecito
decida partir, pero luego de las enseñanzas del zorro recapacita sobre su
decisión de abandonarla y confiesa: "Debería
haber percibido su ternura detrás de sus pobres artimañas. ¡Las flores son tan
contradictorias! Pero era demasiado joven para saber cómo amarla". Por
esta y otras apreciaciones acerca de la flor, muchos han querido ver en su
composición a Consuelo Suncín, la esposa de Antoine, con quien vivió una
relación en ocasiones conflictiva. Al respecto, el mismo Antoine ha confesado
que no podía escribir ni vivir sin Consuelo; pero que también ella era la
culpable de sus huidas tal como le sucede a su personaje.
Unos años después de la desaparición
del escritor, Consuelo describió su vida junto a Antoine en Memorias de la
rosa, aludiendo a sí misma como aquella rosa que habitaba el asteroide B 612 . En
cierta ocasión, Saint-Exupéry le había escrito: "Sabes que la rosa eres tú. Quizá no he sabido cuidarte, pero
siempre te he encontrado bonita".
El hecho de que la rosa tosiera y Consuelo
fuera asmática, o que hubiera nacido en El Salvador, en una región de volcanes,
semejante al planeta habitado por el principito, son otros datos que han
contribuido a asociar al célebre personaje de Antoine con su esposa.
Pero si tenemos en cuenta el análisis
de algunos elementos de la novela a partir del contexto histórico del autor, podríamos
señalar algunas correspondencias entre el personaje de la rosa y Francia.
Antoine decide abandonar su país, tal como el principito lo hace con la rosa.
La decisión del autor se funda en las medidas que el gobierno francés había
tomado respecto de la ocupación alemana -recordemos el armisticio por el cual el
mariscal Pétain permite el avance de los nazis sobre una región de su país-.
Ante este hecho, Antoine decide marchar a Estados Unidos y abandona su país, pero
sabe que Francia está en peligro y decide volver, tal como lo hace el
principito.
Para Antoine, el regreso a su patria
estará relacionado con su misión como piloto, mientras que su personaje deberá buscar
la ayuda de un ser muy particular para poder retomar a su asteroide. Ese ser
particular será la serpiente.
Las alternativas de la serpiente
La serpiente es un símbolo muy importante
en diversas tradiciones culturales y religiones, y en cada una de ellas presenta
características peculiares. En la tradición cristiana, la serpiente es identificada
con el diablo y es quien tienta a Adán y Eva a probar el fruto prohibido e
iniciarse en el conocimiento del bien y del mal, lo cual supone perder la inocencia
con la que vivían en el Paraíso; dejan de ser ingenuos o puros.
En la vida del hombre sucede acaso lo
mismo: abandona la inocencia de la infancia para adentrarse en la vida adulta, comienza
a tener uso de razón, es capaz de discernir, y ello le posibilita elegir.
La serpiente lleva a nuestro
personaje a esta acción: el pequeño príncipe deberá elegir. La serpiente va a
ofrecerle al personaje la posibilidad de volver a su planeta y recuperar su rosa,
pero a cambio deberá realizar un sacrificio que conducirá la novela a su final.
En ese final, el personaje se reencuentra con el aviador para ya despedirse de
él.
Un compromiso con toda la humanidad
Al finalizar la narración han pasado
seis años ya desde la partida del pequeño hombrecito a su asteroide, pero a
pesar del tiempo transcurrido, su imagen y sus palabras continúan presentes en
la vida del narrador. En la suerte corrida por el principito, cifra el aviador
su alegría o su tristeza, tal vez porque el pequeño hombrecito dio un mensaje
de alerta para asumir la responsabilidad de vivir corno se debe con los otros,
y él mismo es un otro por quien velar y a quien cuidar a pesar de la distancia.
Esta responsabilidad implícita en la
relación con otro ser humano se evidencia en el siguiente fragmento escrito también
por Antoine, pasaje en el que algunos críticos han querido ver el germen de la
creación de su personaje. Cuenta el autor que, mientras viajaba en un tren, se
sentó frente a una pareja de campesinos que llevaban un niño dormido; al verle
el rostro, el autor expresa: "¡Qué cara
adorable! Una fruta de oro había nacido de estos dos campesinos. ( ... )
Esta
es la cara de un músico, me dije. ( . .. ) Esta es una vida llena de promesas hermosas.
Los pequeños príncipes de las leyendas no son diferentes a este. Protegido, resguardado,
cultivado, ¿en qué no se podría convertir este niño? Cuando por una mutación
una nueva rosa nace en un jardín, todos los jardineros se regocijan. Aíslan a la
rosa, la cuidan, la acogen. Pero no hay un jardinero para los hombres. Este
pequeño Mozart será formado como el resto por la máquina estampadora. ( ... ) Este
pequeño Mozart está condenado".
Antoine nos advierte acerca de la responsabilidad
que tenemos hacia los otros, nos alerta sobre la importancia que tiene en la
vida de un ser humano que alguien se ocupe de él y lo cuide, más aún si se
trata de un niño, porque en él anida un hombre futuro, lleno de potencialidades
que deberían poder desarrollarse en un medio adecuado.
Hay una correspondencia entre ese
niño de cabellos rubios y la imagen del principito, pero además existe una
relación mucho más profunda entre las palabras del autor y su personaje. Los
cuidados que un jardinero dispensa a una rosa son aquellos que los hombres
necesitan, las preocupaciones del principito por su rosa son aquellas que deberían
desvelarnos en el cuidado de un ser
humano. Tal vez toda la humanidad necesitaba, a los ojos de Antoine, un pequeño
príncipe jardinero que velara día y noche por ella, que prodigara los cuidados
necesarios para salvarla de las agresiones externas y, aun estando muy lejos,
fuera capaz de sonreírle desde una estrella.
FUENTE: AA.VV., Estación Mandioca
Ediciones, Buenos Aires, 2014.
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