En el lustro comprendido entre 1945 y 1950 ve la luz una serie de novelas destinadas a establecer un antes y un después en el devenir de la narrativa hispanoamericana. Las condiciones que determinaron su producción pueden ser resumidas en los siguientes términos:
* Sus autores pertenecen todos a la llamada ‘Generación del ‘24, es decir, que nacieron entre 1894 y 1924.
* Su experiencia literaria inicial corresponde al auge de las vanguardias en la década de 1920.
* Las influencias principales que sobre ellos pesan son James Joyce, Marcel Proust; Franz Kafka, Sigmund Freud y André Bretón, entre otros.
* Las novelas resultantes tuvieron un larguísimo período de gestación y elaboración.
* El rasgo que las distingue es lanzarse a recrear referentes históricos o sociales más o menos inmediatos, pero de manera conscientemente distorsionada o ‘desrealizada’ mediante recursos tales como la parodia, el grotesco, la elipsis, la alusión indirecta, la recurrencia al valor puramente significante de la lengua y un afán representativo de corte globalizador.
Miguel Ángel Asturias (Guatemala, 1899-1974) publica El Señor Presidente en 1946, aunque venía trabajando en ella desde la década de 1920. La novela presenta sus dos puntos fuertes en los juegos con la pura sonoridad de las palabras y el recurso de la elipsis en lo que atañe a la representación del personaje que le da título. Esta obra, además, inicia en Hispanoamérica una serie literaria de mucha importancia, la denominada ‘novela de los dictadores’. Asturias vuelve a trabajar sobre la base del extrañamiento lingüístico (mediante invenciones de palabras y como técnica para representar la enigmática cultura maya) en Hombres de maíz (1949).
Al filo del agua data de 1947 y sitúa temporalmente su acción en los momentos previos al estallido de la revolución mexicana. Agustín Yáñez (México, 1904-1980), su autor, apuesta a ‘recrear’ en sus páginas los pormenores de un pueblito mexicano: sus costumbres, rituales y creencias. El efecto que el libro consigue es el de un mundo cerrado y autónomo en el que el lector vive, de alguna manera no mediada, los sucesos y sus causas. El objetivo perseguido por Yañez está claramente orientado al logro de un texto que se cuente como por sí mismo. Esta novela, coronación del ciclo narrativo de la revolución, preanuncia la compleja literatura de Juan Rulfo, con la que aquél se clausura.
En Adán Buenosayres (1948) Leopoldo Marechal recrea el mundo de la vanguardia porteña de la década de 1920. Personajes destacados del ámbito de las letras y la cultura aparecen en la novela distorsionados mediante procedimientos de sesgo paródico. Con posterioridad, Marechal volverá a revisar la historia contemporánea argentina en clave simbólica en El banquete de Severo Arcángelo (1965) y Megafón o la guerra (1970, póstuma).
Por último, Alejo Carpentier (Cuba, 1900-1980) acomete a través de El reino de este mundo (1949) un audaz intento de mitificación histórica basado en sus postulados relativos a lo real maravilloso: la acción se sitúa en Haití y se prolonga por décadas; los hechos narrados son en verdad históricos, al igual que los personajes, pero la forma de representar a unos y a otros es lo que cuenta. La impronta maravillosa de raíz africana obra de factor desrealizador por antonomasia. Sin embargo, la gravitación de Carpentier en la literatura hispanoamericana supera ampliamente la influencia de esta novela en particular. Asociada de manera indisoluble al concepto de lo real maravilloso, su dilatada producción narrativa se extenderá por treinta años más.
“Y es que, por la virginidad del paisaje, por la formación, por la ontología, por la presencia fáustica del indio y del negro, por la Revelación que constituyó su reciente descubrimiento, por los fecundos mestizajes que propició, América está muy lejos de haber agotado su caudal de mitologías (...) ¿Pero qué es la historia de América toda sino una crónica de lo real maravilloso?” Alejo Carpentier
Las novelas y relatos de Alejo Carpentier suelen presentar algunas características más o menos estables: los personajes se mueven en un espacio dual, articulado según la dicotomía que contrapone el acá americano al allá europeo o, en otros términos, el ámbito signado por la ilogicidad propia de lo mágico, lo onírico o lo primordial, frente al mundo determinado por criterios racionales y modernos. Éste es el caso de novelas como Los pasos perdidos (1953) y El siglo de las luces (1962). El tratamiento que se hace del tiempo en el relato a su vez dista bastante de los criterios cronológicos propios de los códigos del realismo. Experimentaciones orientadas a narrar según los dictados de la acronología, la anacronología, las series temporales paralelas e, incluso, la temporalidad invertida, no son extrañas a su obra. Los cuentos agrupados en Guerra del tiempo (1958) y novelas como Concierto barroco (1974) y El arpa y la sombra (1979) constituyen evidencias al respecto. En cuanto a los aspectos discursivos, es claro que la narrativa de Carpentier gusta contraponer la versatilidad y el barroquismo propio de la crónica -territorio privilegiado de lo real maravilloso- a la pobreza significativa y el seco autoritarismo típico del decir de la Historia. También escribió El recurso del método (1974), novela adscripta a la serie de los dictadores y La consagración de la primavera (1978)
Guillermo García
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