LITERATURA Y PERIODISMO
Antes de comenzar a hablar de la relación existente entre literatura y periodismo, es conveniente recordar algunos conceptos. Como ustedes sabrán, los textos literarios, como los periodísticos y los científicos, incluyen una serie de afirmaciones. Las manifestaciones incluidas en los textos no literarios deben ser verdaderas y el emisor debe estar en condiciones de aportar evidencias a favor de la verdad de lo afirmado. En cambio, las afirmaciones literarias tienen una particularidad: son fingidas, es decir, ficcionales.
Quien escribe literatura no produce un texto que pueda someterse a una prueba de verdad; no cree que sus enunciados sean ciertos (como lo cree el que se equivoca), ni intenta hacerlos pasar por verdaderos sabiendo que son falsos (como el que miente). Solo espera que se acepten las convenciones propias de la literatura, que se establezca un pacto con el texto por el cual el mundo ficcional presentado se admita como un mundo posible. Cuantos más elementos realistas se incorporen, más verosímil resultará el texto.
Ahora bien, ¿qué sucede cuando lo que se narra en un texto literario es un hecho efectivamente ocurrido y puede leerse como un cuento o una novela? Lo que sucede es que la realidad y la literatura se funden, dando origen a un nuevo género literario: la literatura de no - ficción.
Este género literario se inicia cuando Rodolfo Walsh con Operación Masacre (1957) en Argentina y Truman Capote con A sangre fría (1966) en Estados Unidos intentan relacionar el periodismo y la literatura. Ambas obras surgen de un trabajo de investigación de tipo periodístico.
Pero vayamos por partes: tradicionalmente, los textos periodísticos y los literarios se habían diferenciado porque partían y apuntaban a dos polos diferentes. En la narración periodística el redactor es un ser real cuya función es observar la realidad y transmitir lo que observa con la mayor objetividad posible, sin adjetivar, sin evaluar positiva o negativamente. Así busca lograra que el lector juzgue por sí mismo los hechos.
En la narración literaria el autor (ser real) elige y crea un narrador (ser ficticio) que es quien narra la historia. Su materia prima son las emociones y los sentimientos, es decir, la subjetividad, porque busca producir en los lectores determinadas sensaciones. Por otra parte, lo narrado no pertenece al mundo de la realidad sino a un mundo alternativo, creado por el autor.
Según lo expuesto, literatura y periodismo se diferencian notablemente. Pero, de pronto, los límites entre literatura y periodismo se volvieron borrosos. En la década de 1960, en los Estados Unidos, se creó una nueva forma de periodismo, un periodismo literario llamado Nuevo Periodismo. Dice Tom Wolfe, periodista y escritor estadounidense, uno de los representantes más influyentes del nuevo periodismo: Lo que me interesó no fue solo el descubrimiento de que era posible escribir artículos muy fieles a la realidad empleando técnicas de la literatura y el cuento, sino descubrir que en un artículo periodístico se podía recurrir a cualquier artificio literario, desde los tradicionales diálogos, hasta el monólogo interior, para provocar al lector de forma a la vez intelectual y emotiva.
La literatura de no-ficción (o Nuevo periodismo) tiene de trabajo periodístico la forma de operar de la llamada investigación: el periodista que investiga no se limita a recibir un cable proveniente de una agencia informativa y reescribirlo. Por el contrario, luego de enterarse de los hechos, abandona el edificio del diario, recorre las calles, llega al lugar de los acontecimientos y permanece en él, observando el ambiente, los detalles mínimos, a los participantes protagonistas o secundarios, persevera hasta dar con la persona de las que va a ocuparse o hasta ser recibido por ellas, se queda semanas enteras a su lado, capta su gestualidad, el entorno de sus voces, su pasado…y solo entonces escribe.
Ahora bien, para apreciar ajustadamente lo que tiene de literario el nuevo periodismo, es necesario tener presentes las características de la narrativa periodística tradicional frente a la cual se levanta ese género inédito. En las crónicas periodísticas tradicionales se observa que:
· En la trama narrativa, el suspenso o el misterio están ausentes, ya que en el titular se sintetiza más o menos completamente qué pasó, dónde, cuándo y por qué se produjo ese hecho, y quienes lo protagonizaron.
· La información que se suministra en el cuerpo del texto constituyen una expansión del resumen dado en el titular, pero nunca un desvío: es decir, se excluyen caracterizaciones de ambientes y personas que no aporten explícitamente al tratamiento de lo sucedido.
· La voz del periodista está excluida del texto; si ha formulado una pregunta a alguno de los participantes, solo se reproduce la respuesta de éste.
· Las evaluaciones que el periodista realiza acerca de los hechos, los lugares o los participantes están veladas, son mínimas o nulas.
· Los hechos se presentan en tercera persona, desde un punto de vista externo al periodista.
· No se hace referencia al proceso de investigación, cuando éste existe y no es un mero producto de la reescritura de un cable de agencia.
· Se emplea el registro formal.
Ahora veamos los procedimientos literarios del nuevo periodismo:
· Se utiliza el narrador testigo. En este recurso el narrador desaparece, dejando hablar al protagonista del texto, presentando al lector cada escena a través de la mirada del personaje, mostrando sus particularidades y sensaciones.
· Se ahonda en la psicología de los personajes o en su biografía.
· Se construye la historia escena por escena y a veces, saltando de una a otra y recurriendo lo menos posible a la narración cronológica. Puede presentarse cada escena a través de los ojos de un personaje particular, para dar la sensación de estar metido en su piel y de experimentar la realidad emotiva tal como él la ha experimentado.
· Diálogo realista: Reproduce textualmente las palabras del personaje, con sus interjecciones, redundancias, entonaciones y modismos de lenguaje, con el fin de retratarlo mejor. Se contemplan aspectos vinculados a su entorno más cercano: miradas, hábitos, gestos, formas de vestir, comer, comportamiento y modos de interacción.
· Metaperiodismo: El nuevo periodismo habla con frecuencia de su propia elaboración, con el fin de disipar las dudas acerca de la veracidad o credibilidad de lo narrado.
· Cambia la forma de recolectar y elaborar la información: se incorporan escenas dramáticas, diálogos, gestos, expresiones, detalles del ambiente. Se incluyen citas, testimonios, informes, canciones, refranes.
· Rompe con la idea de la neutralidad.
· Recreación del “clima” en el que ocurren los hechos.
El nuevo periodismo se convirtió en una actitud, una postura ante el trabajo de informar. Por primera vez, se pretendió mostrar en la prensa algo que hasta entonces sólo se encontraba en las novelas o cuentos: historia más emoción. Un artículo se podía transformar en cuento fácilmente, o un reportaje tener una dimensión estética y novelada. Pero, sobre todo, era un periodismo involucrado, inteligente, emotivo y personal.
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