CUENTO POPULAR: Los cuentos de Pedro de Urdimalas
Fuente: Antología ibérica y americana del folklore, Bs. As. , Kraft, 1953. Versiones de Virginia Rivera de Mendoza sobre el Tlaxcala, México (1951). El pícaro Pedro de Urdimales (o Urdemales, u Ordirnán, o Urimás, etc.) está ampliamente presente en el folklore español y americano, con diversas versiones en los trabajos de recopilación de Chertudi, Ampudia, Espinosa, Laval, Cano, etc. El escritor Julio Aramburu res-laboró varias de sus historietas en su libro las hazañas de Pedro Urdemales (El Ateneo, 1946). Cfr. esta versión con la presentada por Aurelio Espinosa: "Pedro el de Malas" (Cuentos Populares de España).
*************************************************************************************************La ollita mágica. – Pedro de Urdimalas no sabía cómo obtener dinero sin trabajar; entonces pensó poner a la orilla de un camino una ollita. Le puso lumbre y agua y empezó a hervir; luego colocó muchas hojas alrededor, de manera que no se veía el fuego.
Pasaron unos arrieros y preguntaron cómo era que el agua hervía sin lumbre.
–¡Ah! –dijo Pedro–. Es que mi ollita es de virtud.
Los arrieros dijeron:
–Véndenos tu ollita.
–No, si vale mucho.
Así los tuvo bastante tiempo, hasta que, después de mucho discutir, la vendió. Ellos, muy contentos', tan pronto como necesitaron poner a cocer su carne, nada más le echaron agua y esperaron a que hirviera; pero nunca se llegó el milagro.
Entonces se dieron cuenta de que Pedro los había engañado.
El árbol que daba monedas. – Pedro, ideando como siempre la forma de tener dinero, puso unas moneditas de oro colgadas de las ramas de un árbol. Pasaron unos arrieros y él empezó a sacudir el árbol, y las monedas, a caer. Los arrieros vieron esto y quedaron maravillados. –¿Nos vendes tu árbol?
–No; si es mi árbol de la Providencia. Por nada lo vendería yo.
Los arrieros porfiaron mucho, y por fin él se lo vendió. Volvió a pegar las monedas y les hizo la prueba. Sacaron el árbol del lugar en que estaba plantado y se lo llevaron. Al llegar a su rancho lo plantaron y empezaron a sacudirlo; pero nada: no calan monedas. Se enojaron mucho porque comprendieron que Pedro los había engañado. Juraron vengarse.
Regresaron y que lo meten dentro de un costal para echarlo al río; pero mientras los arrieros comían, él se desató y guardó toda la harina que llevaban aquéllos y sus ropas y lo dejó como si él estuviera dentro. Se fue a esconder detrás de un árbol. Los arrieros, muy contentos, cogieron el costal y que lo echan al río, diciendo:
–¡Adiós, Pedro de Urdimalas, ya no volverás a engañar!
El, desde su escondite, gritó:
–¡Adiós, jarcia y cobijas de los arrieros que van en ese costal!
Aquéllos volvieron los ojos y que lo van mirando escondido y que ven que efectivamente toda su jarcia y ropas se habían ido al río dentro del costal.
La muía pintada. – Fue a servir Pedro de Urdemalas con un cura, el cual tenía una mula muy bonita y que le era muy útil para su ministerio, pues en ella iba a muchos lugares. Pedro se robó la muía y fue por los pueblos haciendo oficios de sacerdote, pues tuvo buen cuidado de llevarse también los ornamentos y vestidos del cura.
Una vez lo llamaron para que confesare a un hombre, pero Pedro le dio una garrotiza y se fue.
Por fin se cansó de andar de cura y entonces pintó a la mula de negro y regresó al curato, ofreciéndola en venta. El cura, que necesitaba mucho de aquella bestia, la compró. El sacristán mandó que bañaran a la muía, pues le pareció un poco sucia, y al hacerlo vieron que era gris y que era la antigua muía del cura. Comprendieron que Pedro era el autor de aquello; pero ya iba lejos para recibir el castigo que merecía.
Los cerdos. – En una hacienda llegó Pedro de pisotero (cuidador de cerdos) a ofrecerse para cuidar animales y también los peones.
Le dieron el trabajo, y un día pasó por allí un rico que le compró todos los cerdos. Pedro tuvo cuidado de cortarles las colas y ponerlas en un lodazal que allí había. Cuando vino el dueño de los animales le dijo:
–Patrón: todos han caído al pantano; sólo las colas se le ven.
–Bueno, pues vete a la hacienda y di que vengan muchos hombres y que traigan tablas y mecates para sacar los cerdos.
Así lo hizo, pero al llegar a casa del amo se encontró con la hija de éste, que era muy guapa, y le dijo:
–Que dice su papá que vaya usted a verlo; que yo la lleve.
Montaron un caballo, pero se la llevó para un lugar muy lejano.
El patrón, después de mucho esperar, mandó traer peones que le ayudaron a sacar los cerdos, pero encontraron que sólo eran las colas. Después supo que Pedro, en lugar de ir a traer tablas y hombres, se había llevado a su hija.
Los borregos. – Pedro andaba pastoreando un rebaño de borregos y encontró a otro pastor, que le dijo:
–¿Cómo es que tienes tantos borregos?
–Pues verás; una vez me eché al mar en un cajón, y a cada gorgorito que hacía salía un borrego, hasta que junté todos éstos.
El otro se lo creyó y que se mete en un cajón y que se echa al mar; pero nunca más salió.
Profesor en e/ infierno. – Se fue una vez de maestro al infierno a enseñar a los diablitos chicos. Como daban mucha guerra les puso cola a las sillas y los pegó en el suelo.
–Yo, mientras, voy a dormir –les dijo, y puso sus zapatos parados, de manera que creyeran que eran sus pies. Se los quitó y se levantó; pero uno de los diablitos fue a cerciorarse y vio que no estaba ya el maestro...
Un día, Pedro se fue a la gloria y tocó. Salió San Pedro, preguntándole por qué iba. Pedro le dijo:
–Déjame siquiera ver un poquito de la gloria.
–No, tú no tienes derecho.
–Anda; abre un poquito la puerta para ver.
San Pedro abrió y Pedro de Urdimalas se metió corriendo. San Pedro le dijo entonces:
–Piedra te vuelvas.
–Pero con ojos –dijo Urdimalas. y desde entonces está allí.
5 comentarios:
Muy buenos cuentos, mi abuelita me los contaba (con algunas variaciones), buen blog. Saludos.
Muy bonita historia me trae muchos recuerdos de mi abuelita
Mi papá me contaba todos los días cuentos de Pedro pero le decía Pedro animales y de Juan el bobo.
Mi padre contaba estos cuentos, pero el personaje se llamaba Pedro Ordimán
Mi abuelita también los contaba...y ella decía que se trataba de Pedro de Urdimalas...genial encontrarlos nuevamente. Cuantos recuerdos.
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