CUENTO POPULAR: Un tonto con dos hermanos entendidos
Cfr. con los cuentos del ciclo de Pedro Urdemales y con la versión africana de "El embustero" (en esta antología). En J. Z. Agüero Vera cfr. con "Juan el Tonto" (Cuentos Populares de La Rioja)
Fuente: Susana Chertudi, Cuentos Folklóricos de la Argentina (1a. serie). Instituto Nacional de Filología y Folklore. Bs. As., 1960.
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Dicen que había un tonto que tenía una ovejita a la que se consagraba en cuidar con todo empeño, y la tenía en consecuencia muy gorda. Vivía con la madre y dos hermanos, que no eran tontos como él, sino entendidos.
Un día la madre le indicó a los hermanos entendidos que carnearan una oveja de la majada que ellos atendían; como la del tonto era gorda resolvieron matarla.
Cuando llegó el tonto a la casa, y vio que estaban asando, corrió a comer y ver lo que habían carneado y se encontró con el cuerpo de su ovejita; entonces tomó el cuero y salió llorando desconsoladamente, no pudiendo sus familiares hacerlo volver a la casa.
Había andado por el campo llorando, dos o tres días, hasta que el cuero se le había hecho hediondo; cansado, se había acostado y se había tapado la cabeza con el cuero. Estaba dormido, cuando los caranchos, atraídos por el olor del cuero, revoloteaban para tishpirlo, hasta que por fin uno de ellos se había asentado y lo había comenzado a tlshpir. En eso se despertó el tonto y lo vio al caranchi y con una mano tenía aferrado el cuero y con la otra trataba de agarrarlo al caranchi, hasta que lo pudo pillar; una vez pillado, lo había desplumado completamente para que no se le vuele. Se iba yendo con su cuerito y su caranchi, cuando se encontró con un hombre que le preguntó qué animal era ese que llevaba en la mano, y le responde el tonto: –Es un caranchi adivino. Que le dice el hombre que se lo venda si es que era cierto que era adivino; el tonto le dice que es bueno, pero el hombre que le dice que tenía que llevarlo a su casa para, que haga una prueba, pues a él lo gorriaban y quería saber con quién.
Se fue el tonto con su caranchi a la casa del hombre y aún no había llegado el comprador; mientras, el tonto había observado que la esposa había colocado pan y queso en distintas partes de la casa. Cuando llegó el marido, le dice al tonto: –Bueno, vamos a ver, haga una prueba con su -divino para ver si sirve de algo.
Entonces el tonto le pega un tishpón en la cabeza al caranchi y éste grita: –Tras, tras.
Entonces el comprador le preguntó qué es lo que dice el caranchi, y el tonto le responde que dice que en tal parte había pan. Vuelve a pegarle otro tishpón y grita el caranchi: –Tras, tras.
Ahora dice que en tal parte hay queso. Efectivamente, allí estaba el queso.
–Bueno, se lo voy a comprar al adivino –dijo el hombre.
Le dio seis mil pesos y se fue el tonto. Entonces la señora, al saber esto, le dice al churo:
–Que estamos mal; ese caranchi nos va a descubrir.
El churo la mandó a que lo alcance al tonto y le consulte cómo hay que hacer para matarlo, y que el tonto le dice que hay que mearlo en la cabeza.
Al otro día el churo resuelve matarlo y cuando saca la pinchila para orinarlo, el caranchi lo agarró con el pico y no lo largaba. A los gritos que daba, corre la señora y se levanta la pollera para orinarlo y el pájaro la agarra con una pata.. Al oír los gritos, acude la sirvienta y le gritan que lo orine; al levantarse la pollera la agarra también a ella de la misma parte y así los tenía a los tres. Llega el marido y los sorprende, y ahí no más los mató a los tres, pues había descubierto al churo y a la celestina.
Entonces, viendo que el tonto había tenido éxito al presentarle un pájaro excepcional, salió a seguirle el rastro y darle más plata. Ya lo iba alcanzando y el tonto cuando lo vio empezó a disparar, pensando que había descubierto la superchería y así corrieron los dos, hasta que lo alcanzó al tonto y le dio dos mil pesos más.
Regresó el tonto a la casa, llevando ocho mil pesos y cuando sus hermanos le preguntaron de dónde había sacado tanto dinero, él les dijo:
–Miren cómo pagan bien el cuero de oveja; por la mía no más, me han pagado ocho mil pesos.
Entonces los hermanos resolvieron carnear todas las ovejas de ellos y cargaron los cueros en muías y salieron a ofrecer y nadie les quiso comprar; viéndose engañados resolvieron matarlo al tonto. Para esto el tonto había oído los comentarios que lo matarían; como él dormía con la madre y había oído decir que lo matarían de noche y que lo iban a diferenciar de la madre porque ésta dormía con un pañuelo atado a la cabeza, el tonto se había puesto el pañuelo de la madre. Y cuando a la noche fueron los hermanos a matarlo, lo confundieron con la madre y la mataron a ella.
Al día siguiente el tonto se despertó y se encontró con la madre muerta, y que llorando se iba con la madre en brazos y los hermanos por temor a que los denuncie se dispararon.
EL tonto se había oído a la orilla da la mar llevando a la madre, cuando de repente vio venir a un hombre que traía un arreo muy grande de hacienda y habían acampado también cerca del mar. El tonto la había dejado a la madre, que ya estaba dura, bien sentada a la orilla del mar y se había ido a donde estaban los hombres tomando café, y lo habían convidado al tonto. Al rato que estaba dice:
–Oiga, señor, ¿por qué no me da un poco de café para convidaría a mi madre?
–¡Cómo no! –que le dicen–, tome, llévele.
Entonces el tonto responde:
–¡Ay, señor!, hágame el favor, lléveselo usted, yo estoy tan cansado, hace tres días que la ando llevando a cuestas.
El peón se había ido yendo a llevar el café, cuando el tonto gritó:
–Oiga, joven, hay pechar a mi mama, porque es sorda.
Que va el otro y le dice:
–Oiga, dice su hijo que vaya a tomar café.
Y claro, ¡qué iba a oír, si estaba muerta! Entonces le pega un empujón para que lo oiga y se cae la muerta dentro del mar. El tonto sale llorando, diciéndole que le había muerto la madre; entonces el dueño de la hacienda, por temor que lo vaya a denunciar, le había ofrecido tres mil pesos y que el tonto le dice:
–¡Qué cree, que yo la voy a vender a mi madre por tres mil pesos! Déme doce mil pesos.
Y que le había dado no más esa cantidad.
El tonto se había vuelto a la casa y que les dice a los hermanos
–Miren, con ser que mi madre era chiquita y flaquita, como está en precio la carne humana me han dado doce mil pesos.
Los hermanos, al oír esto, lo creyeron y se dispararon a matar a sus respectivas mujeres y salieron a venderlas. A poco de andar, salió la policía y los metió presos; estuvieron varios días presos y pudieron escaparse.
De regreso a la casa resolvieron vengarse del tonto porque los había engañado. Así hicieron; se apoderaron del tonto, y lo pusieron dentro de un saco que cosieron bien y lo colocaron a orillas da una quebrada muy honda con el objeto de derrumbarlo. Ya estaban a punto de hacerlo, cuando uno de los hermanos dice:
–¡Cómo vamos a hacer esto con nuestro hermanito! Vamos a tomar unas copas en el boliche para ponernos corajudos.
Y que se habían ido.
Mientras los hermanos estaban en el boliche, un hombre llevando otro arreo do hacienda pasaba cerca del saco; al oír el ruido el tonto empezó a dar gritos y se acercó el hombre y le preguntó al tonto porqué estaba allí encerrado y le dice el tonto:
–Porque no me quiero casar con la hija del rey. Y usted, ¿que no se quiere casar con la hija del rey?
–¡Sí, claro! –que le dice el hombre.
–Bueno ábrame el saco y métase usted aquí; cuando vengan unos hombres usted dígales: "Sí, me voy a casar con la hija del rey".
Entonces el tonto se salió del saco y lo metió al otro. Mientras tanto llegaron los hermanos y el de adentro les decía:
–Me voy a casar con la hija del rey.
Y los otros lo derrumbaron.
El tonto se quedó con toda la hacienda y se encaminó a la casa. Al verlo llegar los hermanos ex clamaron:
–¡Velo al tonto y tanta hacienda que trae!
–Han visto –les dice el tonto–, a pesar de haber sido yo solo, miren qué enorme cantidad de hacienda he sacado de la quebrada. ¡Cómo sacarían de mucha ustedes, que son dos!
–Bueno –que dicen los hermanos–, vamos a hacer otro saco grande, para que nos matamos dentro y vos nos pegas un pechón para que vayamos al fondo de la quebrada y saquemos mucha hacienda.
Y así hicieron, el tonto los derrumbó y les grita:
–¡Si diablos van a sacar hacienda!
Y como tenía plata y hacienda, quedó rico y así rico lo he dejado allá y me he venido yo para acá.
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