Resumen de El teatro en Grecia: la tragedia, la comedia, los actores, el vestuario, la sala teatral, los mecanismos escenográficos, los principales autores
Los inicios de la dramática europea se
remontan al teatro griego dado que fue en Grecia donde nació. En Atenas las tragedias
se ponían en escena con motivo de las fiestas dionisíacas, celebradas tres
veces al año. Estas representaciones teatrales no tenían como objetivo el
entretenimiento, como ocurre en la actualidad, sino que se realizaban como
parte de las ceremonias religiosas en honor al dios del vino, Dionisos. En
estas festividades un grupo numeroso de hombres (alrededor de cincuenta)
disfrazados con pieles de machos cabríos danzaban y cantaban en una plaza en
torno a un altar. Según los testimonios rescatados, por regla general en cada
una de las tres jornadas se presentaban tres tragedias y un drama de sátiros y por
último se exhibía una comedia.
La tragedia se diferenciaba de la comedia porque
sus personajes eran dioses, semidioses, reyes o héroes; su lenguaje era elevado
acorde con su categoría, y el desenlace, doloroso.
En la comedia los personajes eran seres corrientes,
de la vida diaria y su lengua, coloquial. El final era feliz.
En el siglo V a C., comenzó en Grecia el período
clásico conocido como el siglo de Pericles. Atenas logró un extraordinario desarrollo
político y cultural y esto motivó que se convirtiera en el centro más importante
de la actividad teatral. Su estratégica ubicación geográfica determinó la
concurrencia de personas provenientes de lugares alejados y de la más diversa
extracción social, lo que otorgó a estos espectáculos un carácter popular.
La tragedia
La tragedia puede ser definida como una lucha en
la que la vida humana es siempre derrotada en momentos que provocan horror
(ante la magnitud de la catástrofe) y piedad (ante la nihilidad del
ser humano) en el espectador, pues ve, anticipada, su propia y natural
derrota, a la que está sometido por el simple hecho de existir.
El error humano (hamartía) se produce cuando
el hombre pierde su objetividad y se deja llevar por sus pasiones sin
tener en cuenta la advertencia de los dioses o cuando éstos lo inducen a
cometer el pecado. Como oposición a la hamartía aparece la anagnórisis
en donde el héroe reconoce su error haciéndose responsable de su
falta y aceptando el castigo. Los
hombres se interrogan sobre su destino y sobre el porqué del pecado desconocido
o la culpa por la cual son castigados.
Aristóteles afirmaba que los hechos en una tragedia
debían inspirar el temor y la compasión. Temor, por lo que le sucede al
semejante y, por lo tanto, podría suceder a cada uno de nosotros, y compasión
por el infortunio de quien en principio no lo merece.
Basándose en este filósofo, Arthur Miller nos ha
proporcionado una definición moderna de la tragedia: "Documentación perfectamente
equilibrada de los momentos de la lucha del hombre por conseguir su felicidad;
la tragedia surge y llega a ser inteligible cuando en esa lucha el hombre es
vencido y deshecho". Con respecto al rol del espectador, Arthur Miller
explica por qué éste asiste voluntariamente a la representación de una tragedia
si sabe que va a sufrir. Sin embargo, permanece en su butaca, compenetrado con
la acción trágica. Esto se debe a que los hechos trágicos producen en el
espectador la catarsis, es decir la purificación de las pasiones del
espíritu por medio de las emociones que provoca la obra de arte.
Los actores y el vestuario
Todos los personajes, aun los femeninos, eran
encarnados exclusivamente por hombres. Se los llamaba hipocritai (hipócritas).
Los papeles eran desempeñados por tres actores llamados respectivamente protagonista,
deuteragonista y tritagonista. Debían alternarse
para representar las diversas partes, ya que en escena no podía haber
simultáneamente más de tres personajes. El elenco teatral se completaba con una
variada cantidad de personajes mudos y comparsas que representaban a soldados,
miembros de un séquito, etc., además de diversos animales. Además de la peluca y
el tocado que respondía a las características del personaje, todos .usaban una máscara
que reproducía, aproximadamente, el rostro de la figura encarnada.
Había una serie de modelos que reflejaban diversas
expresiones anímicas, según el sexo, la edad y el temperamento del personaje evocado.
Estas máscaras tenían, además, un dispositivo que ampliaba el volumen de la voz,
lo que permitía que fueran escuchados por todo el público y le daba un tono
profundo y solemne a los parlamentos.
Otro elemento importante del atuendo de los actores
eran los coturnos, un calzado con suela muy gruesa que los hacía más
altos, por lo que debían rellenarse algunas partes del cuerpo para equilibrar
la figura.
El coro estaba formado por doce o quince
coreutas que bailaban y cantaban ordenados en hileras paralelas. Su atuendo era
más sencillo que el de los actores.
La sala teatral
Los teatros, construidos con madera y luego con
piedra, podían albergar entre 15.000 y 30.000 espectadores y estaban ubicados
al aire libre, en un anfiteatro, generalmente al pie de una colina. En la parte
central estaba el altar en el que supuestamente se realizaban las
ceremonias dedicadas a Dionisos antes de comenzar el espectáculo. La orquesta
era el sitio por donde se desplazaba el coro y que rodeaba al altar. En torno
de la orquesta se extendía el auditorio, una serie de gradas construidas
sobre la colina, que ocupaban los espectadores. En la parte inferior de ese
hemiciclo, en plateas de privilegio se ubicaban las personalidades destacadas.
La escena ocupaba el tercio restante de ese círculo. Representaba generalmente
la fachada de un templo o de un palacio y servía como telón de fondo para las
representaciones. En su interior estaban los camarines y demás instalaciones secundarias.
Esta fachada tenía tres o cinco puertas, y según por cuál de ellas hacía su entrada
el intérprete, indicaba de dónde procedía el personaje (si del sitio donde transcurría
la acción, si de algún lugar lejano o bien del interior del palacio o templo
representado en esa fachada).
Estas convenciones eran perfectamente conocidas por
el público. Frente al auditorio estaba ubicado el proscenio, donde se
desarrollaba el espectáculo.
Los mecanismos
escenográficos
Aunque un tanto rudimentarios, se utilizaban
variados mecanismos para satisfacer algunas exigencias del argumento.
Se pueden citar:
• el enquiclema, que se utilizaba para
mostrar a los espectadores algo que había ocurrido fuera de escena {las muertes
u homicidios, aun ficticios, no podían mostrarse en el teatro ya que era un
recinto sagrado). Consistía en una plataforma rodante que se introducía por una
de las puertas y luego se retiraba;
•el teologeion que consistía en una
plataforma elevada sobre la que aparecían los dioses para intervenir en los
conflictos humanos. Los latinos denominaron a este recurso deus ex
machina;
• las tramoyas, que permitían elevar
y bajar a los dioses y héroes sobre el escenario, y otros mecanismos para
producir sonidos como truenos y relámpagos.
Los trágicos más importantes
Los destacados autores que impulsaron un
excepcional desarrollo de la tragedia fueron Esquilo, Sófocles y
Eurípides (siglo V a.C.).
El poeta Esquilo (segunda mitad del siglo VI
a. C.) fue durante un tiempo el maestro indiscutido de la escena ateniense. Introdujo
algunas innovaciones que consolidaron la tragedia. Incorporó un segundo actor y
disminuyó el protagonismo del coro con lo que adquirió mayor importancia
la parte dialogada. Los temas de sus tragedias se centraban en las
relaciones de los seres humanos con los dioses y en las nociones de culpa,
castigo y desmesura (la hybris griega). Entre las que han llegado hasta hoy,
las más conocidas son Prometeo encadenado y la Orestiada.
El segundo de los grandes trágicos griegos fue Sófocles
(siglo V a.C.) Tuvo una excelente formación literaria; fue un hombre de muy
buena presencia, diestro en atletismo y destacado en declamación y canto. Encarna
la mentalidad progresista y el creciente individualismo
que se expande en el siglo V. La admirable construcción de sus tramas y la
manera en que sus temas y personajes (tan parecidos y tan cercanos a
nosotros por su humanidad) despertaban al mismo tiempo piedad y
temor, llevaron a Aristóteles y a otros críticos griegos a considerarlo
como el mejor autor de tragedias.
Entre las innovaciones que señalan la evolución de
la técnica dramática, puede mencionarse: la incorporación de la escenografía y
de un tercer actor lo que permitió ahondar en la psicología de sus personajes;
la reducción de la participación del coro, al que limitó a presenciar los
acontecimientos y a comentarlos con ecuanimidad. Su Edipo rey constituye
el ejemplo más perfecto del género trágico. De las más de cien obras que
escribió Sófocles, sólo se conservan siete tragedias, una obra satírica y más
de mil fragmentos.
Eurípides, coetáneo
de Sófocles, fue el tercer gran autor de teatro. Escribió cerca de 92 obras, de
las que se conservan 17 tragedias y una obra satírica completa, Los
cíclopes. Denunció con singular valentía los múltiples prejuicios que existían
en la sociedad ateniense, lo que le valió el repudio del sector más conservador
pero el aplauso de los jóvenes que lo consideraban un representante de sus
ideales. Sus personajes, conflictivos pero vitalmente humanos,
presentan una sólida estructura psicológica por lo que es
considerado más realista que sus predecesores. Para algunos críticos es el
dramaturgo griego más moderno. Entre sus obras principales sobresale Medea, cuya
protagonista es una mujer de vigoroso temperamento y gran inteligencia que se
convierte en asesina debido al trato injusto que recibe.
La comedia
Al igual que en el caso de la tragedia, el origen
de la comedia no es sencillo de resolver. Según algunas evidencias proporcionadas
por la literatura y la arqueología, en Atenas Y en otras poblaciones menores, se realizaba una
celebración denominada comos (de donde provendría el vocablo comedia),
cuyos antecedentes serían muy antiguos. Estas ceremonias rituales
se celebraban en primavera para festejar el renacimiento de la naturaleza y
estaban destinadas a honrar a diversas deidades de la fertilidad y de la
agricultura y, por supuesto, a Dionisos.
Estos rituales tenían un tono carnavalesco y se
supone que se aprovechaba la ocasión para burlarse y ridiculizar a personajes
conocidos de la comunidad comparándolos con cualidades o defectos de los
animales. En el período de apogeo, las comedias se representaban en los mismos
locales que las tragedias puesto que ambas formaron parte de los cultos
destinados a honrar a Dionisos.
Como en la tragedia, el elenco de la comedia estaba
formado por un coro y actores individuales, pero sus esquemas no eran tan
rígidos como los trágicos. La importancia del coro también fue disminuyendo con
el paso del tiempo hasta desaparecer en las últimas obras. Sin embargo, el coro
cómico subsistió durante más tiempo pues su actuación era muy festejada por sus
bailes y cantos, el atuendo estrafalario (con abundancia de rellenos y
aditamentos ridículos y hasta obscenos) que, obviamente, difería totalmente del
empleado en las obras trágicas: no llevaban coturnos lo que les permitía
desplazarse con agilidad sobre el escenario.
Según algunos investigadores en determinadas
circunstancias se movilizaban con zancos parodiando los recursos de la
tragedia. Las máscaras también eran extravagantes y las usadas por el coro
reproducían los rasgos distintivos de algunos animales.
El máximo exponente cómico de la comedia
"antigua" fue Aristófanes (450-390 a.C.). Los temas eran
tomados de las leyendas y mitos con espíritu poco respetuoso, ya que los dioses
y héroes, que en las tragedias aparecían con solemne dignidad, en las comedias
eran presentados como tontos, delincuentes o estafadores. Esto recordaba a los
hombres
que los vicios y las virtudes humanas también
estaban presentes en los dioses. Además llama la atención el tono burlesco,
mordaz, con que se presentaba a personajes encumbrados, inclusive del gobierno.
Empleando la
sátira dramática Aristófanes
ridiculizó a Eurípides en Las ranas y a Sócrates en Las nubes. Según
parece, Sócrates estaba presente en el estreno y se puso de pie para que el
público pudiera apreciar la semejanza que existía entre su cara y la máscara
que lo representaba.
Fuente: La
aventura de la palabra, Ed. Comunicarte, Buenos Aires, 2005
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