A principios de la década del 60, parecía que el cosmopolitismo iba a ser reemplazado por el neorrealismo, tendencia seguida por los jóvenes nacidos hacia 1930. Muchos de ellos estrenaron luciendo los adelantos técnicos de la generación anterior, pero pronto se convencieron de la necesidad de una literatura menos libresca y más comprometida. Formados en la sombra de la Guerra Fría y llenos de angustia por la amenaza de una guerra atómica, estos jóvenes no aceptaron el existencialismo como la respuesta final. El establecimiento de las nuevas naciones de Asia y de África y el ambiente revolucionario de toda Latinoamérica les despertaron el entusiasmo y la conciencia social.
Para su temática, los neorrealistas rehuyeron tanto la fantasía de algunos de los cosmopolitas como el ruralismo de los criollistas. Sus personajes son casi exclusivamente los pobres —a menudo niños o adolescentes— que viven en los barrios inmundos de las grandes ciudades. No hay protesta ni contra la naturaleza ni contra los explotadores humanos. Dándose cuenta de la mayor complejidad de los problemas, no ofrecen soluciones fáciles. Influidos por Hemingway, sus cuentos tienen un solo plano, el presente. Hay un mínimo de antecedentes históricos, geográficos, sociales y personales. El hincapié se hace en un solo episodio por medio del cual el lector puede crearse todo el fondo que quiera. El estilo es escueto, sin las descripciones épicas de los criollistas ni el experimentalismo de los cosmopolitas.
Aunque la tendencia neorrealista fue aplastada por el alud de las novelas del “boom”, no se puede negar el papel importante que desempeñó en el desarrollo del cuento hispanoamericano. En contraste con los movimientos anteriores, el neorrealismo rechaza el tono exaltado del romanticismo; el aspecto caricaturesco del realismo; los estudios clínicos y el detallismo del naturalismo; la temática exótica y el preciosismo del modernismo; el tono épico del criollismo; y el carácter hermético del cosmopolitismo. Los neorrealistas conocían las obras de sus antecesores, las absorbieron y con un concepto profesional de su oficio, dejaron sus huellas en el género.
Para su temática, los neorrealistas rehuyeron tanto la fantasía de algunos de los cosmopolitas como el ruralismo de los criollistas. Sus personajes son casi exclusivamente los pobres —a menudo niños o adolescentes— que viven en los barrios inmundos de las grandes ciudades. No hay protesta ni contra la naturaleza ni contra los explotadores humanos. Dándose cuenta de la mayor complejidad de los problemas, no ofrecen soluciones fáciles. Influidos por Hemingway, sus cuentos tienen un solo plano, el presente. Hay un mínimo de antecedentes históricos, geográficos, sociales y personales. El hincapié se hace en un solo episodio por medio del cual el lector puede crearse todo el fondo que quiera. El estilo es escueto, sin las descripciones épicas de los criollistas ni el experimentalismo de los cosmopolitas.
Aunque la tendencia neorrealista fue aplastada por el alud de las novelas del “boom”, no se puede negar el papel importante que desempeñó en el desarrollo del cuento hispanoamericano. En contraste con los movimientos anteriores, el neorrealismo rechaza el tono exaltado del romanticismo; el aspecto caricaturesco del realismo; los estudios clínicos y el detallismo del naturalismo; la temática exótica y el preciosismo del modernismo; el tono épico del criollismo; y el carácter hermético del cosmopolitismo. Los neorrealistas conocían las obras de sus antecesores, las absorbieron y con un concepto profesional de su oficio, dejaron sus huellas en el género.
FUENTE: MELTON SEYMOUR
EL CUENTO HISPANOAMERICANO
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