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30 de marzo de 2019

Nacimiento y evolución de la escena nacional argentina


Nacimiento y evolución de la escena nacional argentina
En 1783 se construyó en Buenos Aires el Teatro de la Ranchería, que se in­cendió en 1792. Allí se estrenaron Siripo de Manuel José de Lavardén (pri­mera manifestación de la vertiente culta del teatro en la región) y El amor de la estanciera, anónima (saíne
te que recrea el lenguaje y ambiente propios de las zonas rurales y que inaugura la corriente popular de nuestro teatro).

En los primeros veinte años del siglo XIX, el teatro nacional experimentó un florecimiento, con obras que trataban el tema de las luchas por la indepen­dencia. Las persecuciones que se iniciaron con el gobierno de Rosas tuvieron como consecuencia el exilio de muchos escritores y por lo tanto se represen­taron mayormente óperas italianas y espectáculos circenses.
Luego de la caída de Rosas (1852), se construyeron en Buenos Aires mu­chos teatros. Hasta 1885, sin embargo, los dramaturgos locales encontra­ban aún poco espacio. La mayoría de las representaciones a las que asistía generalmente una minoría culta, ya que el resto del público prefería los es­pectáculos circenses, estaba a cargo de compañías extranjeras.

El teatro criollo: del circo al escenario
En 1884, a pedido de los hermanos Podestá, célebre troupe circense, se puso en escena una adaptación del folletín Juan Moreira, de Eduardo Gutiérrez , que significó el origen del teatro nacional. Moreira fue un personaje real que Gutiérrez había convertido en héroe de la literatura gauchesca.
La obra resultante fue un mimodrama: solo en dos momentos los actores abandonaban su mutismo para interpretar piezas cantadas. La represen­tación tuvo un éxito notable y los Podestá le fueron agregando texto hasta transformarla en un drama gauchesco. Moreira se volvió así un prototipo moral y social, representativo de una nacionalidad en formación.
El teatro nacional se consolidó definitivamente durante la primera década del siglo xx. Muchos estudiosos consideran la obra de dos autores como pilares de la escena nacional. Uno de ellos, Florencio Sánchez, compuso dramas que evidencian su preocupación por las problemáticas sociales de su tiempo. El otro, Gregorio de Laferrére, suele ser considerado como el más importante comediante de la época.
Florencio Sánchez nació en Montevideo, pero desarrolló en Buenos Aires toda su carrera como dramaturgo. Los conflictos individuales y sociales que experimentan sus personajes profundamente humanos (acuciados muchas veces por la marginalidad, la pobreza o las enfermedades) evidencian la influencia del realismo y el naturalismo en su escritura. Algunas de sus obras más celebradas son Canillita (estrenada en 1902), M'hijo el dotor (de 1903). La gringa (1904) y Barranca abajo (1905).
Gregorio de Laferrére inauguró en la Argentina la comedia de costum­bres urbana. Sus obras han sido señaladas en numerosas oportunidades como una suerte de reverso del teatro de Florencio Sánchez. En ellas suele presentar, de manera satírica, las costumbres de los sectores urbanos, en especial (aunque no exclusivamente) de la clase media. No pretende, sin embargo, hacer una crítica severa o moralista de lo social; su teatro busca el entretenimiento y los hábitos o creencias ridiculizados suelen observarse con mirada tolerante. Jettatore! (1904), Locos de verano (1905) y Las de Barranco (1908) son ejemplos de este tipo de comedias.
Algunos críticos señalan que también fue fundamental, en esa etapa de con­solidación, la figura de Roberto J. Payró. El importante desarrollo que experi­mentó el teatro durante la primera década del siglo xx en la Argentina llevó a la profesionalización de actores y dramaturgos: en 1910 se fundó la Sociedad de Autores Dramáticos y, en 1919, la Sociedad Argentina de Actores.
Los orígenes del sainete
En su origen, el término sainete estuvo ligado a la comida: en España se lo utilizaba para designar 'un bocadillo delicado y gustoso'. Además, por tras­lación, indicaba aquello que realzaba el valor o significado de algo, como por ejemplo un adorno. Con el correr del tiempo su sentido fue cambiando. En el sigloXVI, designaba ya a los intermedios representados entre los distintos actos de obras más extensas y, tiempo después, se lo comenzó a emplear en relación con toda obra cómica breve que mostrara la vida cotidiana de los sectores populares. Así, entre los actos de obras serias, los sainetes disten­dían al público con sus historias sencillas y sus personajes estereotipados.
En el Río de la Plata, los primeros sainetes de los que se tiene noticia datan del 1800. No son muchos los que llegaron hasta nuestros días, pero eso no quiere decir que no hayan existido, incluso a gran escala. Al igual que otros tipos de formas teatrales breves y generalmente cómicas (como los pasos, las parodias o los disparates), el sainete era considerado un género menor o género chico, y por esa razón no se tuvo cuidado en conservarlos. Al igual que otras formas de literatura masiva, en la actualidad solo contamos con algunas de estas breves obras teatrales.




10 de mayo de 2008

Cyrano de Bergerac

Cyrano, romántico personaje de un escritor romántico: Edmond Rostand, creador de un teatro auténtico, de forma acabada y que suscita grandes emociones
Cyrano de Bergerac es una obra de teatro que presenta a un héroe de capa y espada, poeta y enamorado del amor, basado en un personaje histórico que vivió en París en el siglo XVII. Cu-riosamente, su autor, el dramaturgo francés Edmond Rostand, de fines del siglo XIX, vivió en un mundo moderno, totalmente diferente del de la obra, en el que las capas y las espadas ha¬cía rato que habían "pasado a la historia".
¿Por qué un hombre como Rostand que conoció los vertigi¬nosos cambios que se dieron en Europa en los inicios del siglo XX (teléfonos, automóviles, los comienzos del cine y otras ma¬ravillas tecnológicas) dio vida a seres tan lejanos en el tiempo? ¿Por qué desempolvó un personaje tan antiguo y lo convirtió en un héroe romántico? ¿Por qué Cyrano fue y sigue siendo tan po¬pular, por qué nos divierte y nos emociona aún hoy a nosotros, lectores y espectadores del siglo XXI? Éstos son enigmas que merecen que nos pongamos a pensar y a investi¬gar.



La vida del verdadero Cyrano
El Cyrano histórico, que dio origen al personaje de Rostand, nació en París en 1616 y se llamaba Savinien de Cyrano (agre¬go a su nombre el de la tierra de su familia en Bergerac, en la región de Bordeaux). Tuvo como condiscípulo a Henry Le Bret, cuya amistad conservó hasta sus últimos días.
Cuando termió sus estudios, comenzó a llevar una vida de tabernas, juegos y fiestas. Cuando su padre, preocupado por su irresponsabilidad, le cortó los víveres, se vio obligado a entrar como cadete, junto asu amigo Le Bret, en la Guardia de Carbon de Castel-Jaloux, compañía militar de soldados en su mayoría gascones18. Con este grupo participó en las campañas de Champagne (1639) y de Picardie (1640) durante la Guerra de los Treinta Años. Fue herido durante el sitio a la ciudad de Arrás (cercana a la frontera actual con Bélgica) en manos de los es¬pañoles y su estado de salud lo obligó a dejar el ejército.

Cyrano inició, entonces, sus estudios de filosofía y cobró cierta fama por actos no precisamente filosóficos, como una pe¬lea en la Puerta de Nesle en la que, en defensa de su amigo Lig¬niere, mató a dos hombres, hirió a siete y dispersó a una pandi¬lla de asaltantes. Admirado por su fama de valiente, el mariscal de Gassion le ofreció su protección, pero Cyrano la rechazó. Es¬tos episodios son retornados por Rostand en el Acto I de su obra para destacar el coraje del personaje.
En 1645, su comportamiento alocado puso en riesgo la for¬tuna de su padre y, enfermo de sífilis, decidió llevar una vida más calma, comenzando su vida literaria con El pedante juga¬do y El otro mundo, esta última una novela utópica cuyas au¬dacias hacían peligrosa su publicación, y luego, las Cartas, sa¬tíricas y amorosas, en las que el elemento preciosista que apa¬rece es paródico y burlón. Después de haber publicado, en 1849, dos volúmenes de sus obras y su tragedia La muerte de Agrípina (que cuando fue estrenada en el Teatro de Bourgogne produjo un verdadero escándalo a causa de un verso blasfema¬torio) sus escritos, en general, oscilaron entre el virtuosismo literario y el compromiso político y filosófico.
De su existencia, bastante caótica por cierto, Rostand respe¬tó la línea general y tomó las anécdotas más pintorescas, resca¬tó su extraña figura, su nariz, su gusto por la provocación y su tendencia a la verborragia. Pero dejó de lado al Cyrano filosófico, pensador, ateo y materialista que era para dotarlo de sentimientos profundos, de nobles actitudes y del amor platónico por Roxana, rasgos que no respetan su verdadera personalidad, la de un libertino poco inclinado a las delicadezas del corazón.

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