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22 de agosto de 2017

VIDA DE DANTE ALIGHIERI

VIDA DE DANTE ALIGHIERI
Cronología de hechos culturales y políticos ocurridos en vida de Dante. Un rasgo de su personalidad.


Dante Alighieri nació en Florencia en­tre la segunda mitad de mayo y la primera de junio de 1265, en el seno de una familia que pertenecía a la pequeña nobleza ciudadana. Se carece de noticias precisas acerca de su for­mación, que se supone autodidacta. A la edad de nueve años conoció y admiró —según narra él mismo— a una niña de ocho años  llamada Beatriz, a quien volvió a ver nueve años después, y que se convertiría en la figura feme­nina central de su obra poética. La indiscreción de los eruditos ha querido identificar en la lírica imagen de Beatriz a una Bice di Folco di Ricovero Portinari, casada alrededor de 1288 con Simone dei Bardi, y muerta dos años después a los veinticuatro. En 1289 Dante combatió —de a ca­ballo, como todo noble— en la cam­paña emprendida por la Comuna flo­rentina contra los gibelinos de Arezzo.
El 11 de junio de ese año tomó parte en la batalla de Campaldino, que constituyó el triunfo definitivo de los güelfos de Florencia, y dos meses des­pués, en la expugnación del castillo pisano de Caprona. Dante era probablemente aún joven cuando se casó con Gemma di Manetto Donati, de la cual tuvo tres hijos. A partir de 1295 tuvo parte activa en la vida política de Floren­cia. Una "provisión" de julio de ese año establecía, en efecto, que todos los ciudadanos —y por lo tanto tam­bién los nobles, que habían sido ex­cluidos de los Ordenamientos de Jus­ticia, emanados en 1293— podían as­pirar a los cargos públicos, si sus nombres figuraban en la matrícula de una de las Corporaciones o Artes. Estas reunían a todos los ciudada­nos, desde los simples artesanos a los poderosos banqueros, que desarro­llaban una actividad productiva. Dante se inscribió en la sexta de las Artes mayores, la de los médicos y drogue­ros (en esos tiempos había, entre los médicos, muchos cultores de la filo­sofía, a la cual Dante se había dedi­cado tras la muerte de Beatriz), y fue sucesivamente, desde noviembre de 1295 a setiembre de 1296, miem­bro del Consejo especial del Capitán del Pueblo, del Consejo de los Sa­bios para la elección de los Priores, y del Consejo de los Cien.
En mayo de 1300 fue enviado como embajador a San Gimignano, y a su regreso, el 15 de junio, fue elegido Prior. Los nuevos Priores —eran dos en el cargo de gobierno— hubieron de afrontar una situación extremadamente conflictiva, tanto en el interior de la Comuna como en las relaciones con el pontí­fice.
Bonifacio VIII había decidido enviar a Florencia a su legado, el cardenal Mateo d'Acquasparta, para componer las diferencias entre güelfos blancos y güelfos negros, capitaneados por las familias rivales de los Cerchi y de los Donati. En realidad, el papa proyec­taba extender su hegemonía sobre Toscana, como vicario imperial (el trono del Imperio estaba vacante desde la muerte de Federico II de Hohenstaufen —1250— y la fracasada coronación de Alberto I de Austria), y fundándose en el principio de la plenitudo potestatis. La misión del cardenal d'Acquasparta había concluido en la nada, y el le­gado pontificio había vuelto a Roma tras haber sancionado la interdicción de la ciudad.
Dante formó parte de una embajada que la Comuna envió en noviembre de 1300 a Roma, para suplicar al Papa el levantamiento de la interdicción. En octubre de 1301 otro representante de Bonifacio fue enviado a Florencia: Carlos de Valois, nombrado oficialmente "pacifica­dor" de Toscana. Nuevamente la Co­muna despachó una embajada al Papa, para intentar  que desistiera en sus proyectos de expansión, y Dante fue uno de los tres ciudadanos elegidos para esta misión. Carlos de Valois, llegado a Florencia, no tardó en aliarse con el partido de los Negros, confiando a Corso Donati y a otros cabecillas el gobierno de la ciudad. Desde este momento, Dante, que siempre había hostilizado la política de Bonifacio respecto a su ciudad, nunca más pudo volver a Florencia.
Se hallaba en Sie­na cuando se enteró de que había sido condenado en contumacia, el 27 de enero de 1302, a una multa de cinco mil florines pequeños, pagade­ra dentro de los tres días, a dos años de exilio y a la exclusión perpetua de los cargos públicos, bajo la im­putación de fraude, oposición al pon­tífice y a su "pacificador", y de acti­vidades contrarias a la paz. Como no se presentó a pagar la multa, el 10 de marzo del mismo año fue conde­nado a morir en la hoguera. En los primeros años del destierro, Dante se unió a los demás Blancos expatriados en sus tentativas de re­gresar a Florencia por la fuerza de las armas. Pero muy pronto, antes de que sus compañeros fueran derrota­dos en la batalla de Lastra (1304), abandonó su "malvada y torpe com­pañía". Siempre se había mantenido por encima de las facciones, y la po­lítica que había defendido y propug­nado era la de las libertades comu­nales. Sólo la condena al exilio y el deseo de regresar a Florencia lo ha­bían impelido a acercarse a los Cerchi, para con los cuales no había ocultado nunca su escasa simpatía.
Comenzó así el largo período de su vida en que anduvo "por casi todas las partes en que esta lengua (la italiana) se extiende, peregrino, casi mendigan­do... mostrando contra mis deseos la llaga de la fortuna, que muchas veces suele injustamente imputarse al propio llagado", como "una nave sin vela ni gobierno llevada a distintos puertos, ríos y playas por el seco viento que sopla la dolorosa pobre­za".
Entre 1304 y 1308, aproximada­mente, compuso dos tratados: el De vulgari eloquentia y el Convivio. La composición de la Comedia se remon­ta, tal vez, a 1307, pero la obra será llevada a término sólo en 1321, año de la muerte del poeta. En 1310, en ocasión de la campaña del emperador Enrique VII en Italia, lo conmovió la idea de un próximo y justo acuer­do entre Papado e Imperio, y se ilu­sionó con poder regresar a una Flo­rencia pacificada y concorde.
Pero la oposición de los italianos al empe­rador, fomentada doquiera por Flo­rencia y las demás comunas güelfas, así como por el papa, Clemente V, y por el rey de Nápoles, Roberto d'Anjou, impidió que las ideas acariciadas por Dante se hicieran realidad. Son estos los años de la epístola política dirigida por el exiliado a los príncipes y a las gentes de Italia, para que acojan con digno homenaje al "nuevo Moisés", al "Cordero de Dios"; aque­lla a los "muy perversos florentinos" que se oponen a su soberano y se preparan para guerrear con él, y una tercera, dirigida al propio emperador, para incitarlo a vengarse pronto de quienes se le oponen.
En el tratado De Monarchia, escrito probablemente poco después de la muerte de Enri­que VII (1313), se hallan expuestas en forma sistemática las ideas de Dante acerca de la suprema autoridad política del Imperio. En 1315, bajo las amenazas del jefe gibelino Uguccione della Faggiuola, el gobierno de Florencia concedió una amplia amnistía a los exiliados, pero Dante no quiso aprovecharla porque hubiera tenido que reconocer, por lo menos en parte, su culpabilidad. Des­pués de haber sido huésped de varios señores gibelinos de Italia central y septentrional (entre otros, Cangrande della Scala, señor de Verona), halló un tranquilo refugio en Rávena, en el palacio de Guido Novello da Polenta, descendiente de esa Francesca, que constituye una de las figuras más vivas y conmovedoras de la Divina Comedia. Y en Rávena murió, la no­che del 13 al 14 de setiembre de 1321. Un vivo retrato del poeta ha sido en­tregado a la posteridad por Boccacio: "Fue nuestro poeta de mediocre estatura, tenía la cara larga y la nariz aguileña, grande la quijada y el labio inferior bastante pronunciado, tanto que se adelantaba mucho al superior; más bien cargados los hombros y los ojos más grandes que pequeños, la piel morena y el cabello y la barba rizados y negros; casi siempre estaba melancólico y pensativo. Sus vestimen­tas fueron siempre honestísimas, sus modos como los que convienen a la madurez, su andar grave y tranquilo, y tanto en las costumbres domésticas como en las públicas fue admirable­mente compuesto y civil".

Cronología de hechos culturales y políticos ocurridos en vida de Dante

1265: Brunetto Latini, El libro del Te­soro.
1266: Carlos de Anjou, rey de Nápoles. Roger Bacon, Opus maius.
1267: Santo Tomás inicia la Suma teológica.
1270: Octava cruzada dirigida por San Luis; muerte de ést'e. Florece Jacopo-ne da Todi
1271: Marco Polo inicia su viaje a Oriente.
1274: Concilio de Lyon; efímera unión de las Iglesias de Oriente y Occidente. 1275: Segunda parte del Román de la Rose, de Jean de Meung. Adam de la Halle, El juego de la enramada.
1277: Tempier, obispó de París, con­dena las tesis averroísta y tomista.
1278: Construcción de la iglesia de Santa María la Nueva en Florencia.
1282: Andrónico II Paleólogo rompe la unión de las Iglesias cristianas. Vísperas sicilianas: expulsión de los franceses y establecimiento de loi aragoneses en Sicilia.
1284: Los pisanos son derrotados por los genoveses en la batalla de Melolia: comienza la decadencia del po­derío marítimo de Pisa.
1285: Felipe IV el Hermoso, rey de Francia.
1200: Juan Pisano: esculturas de la fachada de la catedral de Siena.
1291: Confederación de las comunida­des de la Suiza central. San Juan de Acre, última posesión de los cruza­dos en Siria, cae en manos de los mamelucos. Primeras misiones fran­ciscanas en la India.
1294: Bonifacio VIII papa.
1896: Separación de los reinos de Nápoles y Sicilia. Comienza el conflic­to de Felipe el Hermoso con la Iglesia. Arnolfo di Cambio inicia la construc­ción de la catedral de Santa María de las Flores en Florencia.
1298: Marco Polo dicta la crónica de sus viajes (II Milione).
1301: Bula Ausculta fili contra Feli­pe IV.
1302: Felipe IV consulta en París a los representantes del reino para es­tablecer su política frente al papado.
1303: Prisión de Bonifacio VIII en Agnani. Muerte de éste.
1304: Giotto: frescos de la Capilla de los Scrovegni (Padua). 1309: Los papas en Aviñón.
1310: Enrique VII de Luxemburgo en Italia. Construcción del palacio de los Dux en Venecia.
1311: Duccio da Buoninsegna: La ma­jestad (Catedral de Siena).
1312: Enrique VII coronado empera­dor en Roma. El Concilio de Vienne suprime la Orden de los Templarios.
1313: Muerte de Enrique VII. –
1314: Muerte de Felipe el Hermoso y de Clemente V.
1315: Hambre y epidemias en toda Europa Simone Martini: Majestad (Sala del Consejo de Siena).
 1316: Se inicia la construcción del palacio de los papas en Aviñón.
1321: Giotto concluye los frescos de Santa Croce (Florencia).

Un rasgo de la personalidad de Dante
A modo de ejemplo de la altivez y dignidad del autor de la Comedia, se ofrece la traducción de una de sus epístolas latinas, en la que el poeta rechaza un ignominioso ofrecimiento de repatriación:
"Por vuestras cartas, acogidas con de­bido respeto y cariño, he compren­dido con ánimo agradecido y diligen­te consideración hasta qué punto os preocupa mi regreso; por ello os quedo muy fuertemente obligado, y más aún porque es raro que los pros­criptos hallen amigos. He aquí, pues, mi respuesta al contenido de aque­llas; y, lejos de lo que quisiera la cobardía de muchos, os ruego afec­tuosamente que, antes de juzgar, que­ráis considerarla con maduro consejo. Según vuestras cartas, las de mi so­brino y de otros muchos amigos, esto se me informa acerca de la delibe­ración recientemente tomada en Flo­rencia sobre la absolución de los desterrados: que si quisiera pagar cierta multa y sufrir la vergüenza de la oblación, podría ser absuelto y re­gresar en seguida. En lo cual, oh padre, dos cosas son bastante dignas de risa y mal ponderadas, digo mal ponderadas por quien manifestó tales condiciones, ya que vuestras cartas, concebidas con mayor discreción y madurez, nada de ello contenían. ¿Es pues ésta la manera gloriosa con que Dante Alighieri es llamado a la patria, después de sufrir un exilio de casi tres lustros? ¿Es que tal vez lo mereció así una inocencia manifiesta a cualquiera? ¿El sudor y los traba­jos de continuos estudios? ¡Lejos de un hombre amigo de la filosofía se­mejante bajeza de corazón, por la cual él, como un Ciólo cualquiera [malhechor indultado en 1295] y otros infames, debería soportar cual delin­cuente la oblación de sí mismo! ¡Lejos de un hombre que predica justicia y ha sufrido injuria el pagar tributo a sus ofensores, como si fueran sus be­nefactores!
No es éste, padre mío, el camino que ha de volverme a la patria; pero sí otro, por vosotros o más adelante por otros, será hallado que no vitupere la fama y el honor de Dante, ese to­maré con paso ligero. Pero, si por nin­guno como ése se entra en Florencia, en Florencia jamás entraré. ¿Y qué? ¿No veré acaso la luz del sol y de los astros desde cualquier parte? ¿No podré acaso, bajo cualquier penali­dad, meditar dulcísima verdades, si antes no me torno ruin, y más aún ignominioso frente al pueblo y a la comuna de Florencia? Y, ciertamente, no habrá de faltarme el pan."
Fuente
El informe para este fascículo de CEAL, Capítulo Universal- La Historia de la Literatura Mundial Nº 8 /101,  ha sido preparado y escrito por el profesor Sergio T. F. Giusti. La redacción final estuvo a cargo del departamento "Capítulo Universal" del Cen­tro Editor de América Latina. El profesor Jaime Rest realizó la supervisión técnica. Buenos Aires, 1970.

BIBLIOGRAFÍA
Estudios críticos Sobre la Vida nueva:
Biondolillo, P., Il problema critico della Vita nuova,- Palermo, 1932; Cossio, A., Sulla Vita nuova, Florencia, 1908, Ma­ngo, A., Mistica e scienza nella Vita nuova, Padua, 1914; Norton, C. E., The "New Life" of Dante, Cambridge, 1859; Schiaffini, A,, Tradizione e poesia nella prosa d'arte italiana, Genova, 1943; Shaw, J. E., Essays on the Vita nuova, Princeton, 1929.
Sobre las Rimas:
Barbi, M., Studi sul Canzoniere di Dan­te, Florencia, 1925; Momigliano, A., "La prima delle canzoni pietrose", en Bu-lletino della Società Dantesca Italiana, XV, 1908; Sapegno, N., "Le rime di Dan­te", en La Cultura, oct. de 1930; Zonta, G., "La lirica di Dante", en Giornale Storico della Letteratura Italiana, su-plem. 19-21, 1922,
Sobre el Convivio:
Flamini, F., en Lectura Dantis, Le ope­re minori di Dante Alighieri, Florencia, 1906; Pellegrini, F., en el volumen mis­celáneo, Dante: la vita e le opere, le grandi città dantesche, Dante e l'Euro­pa, Milán, 1921.
Sobre De vulgari eloquentia:
Casella, M., Il volgare illustre di Dante, Florencia, 1925; Monteleone, G., Disser­tazioni sul De vulgari eloquentia, Ña­póles, 1902.
Sobre De Monarchia:
Battaglia, F., Impero, chiesa e stati particolari nel pensiero di Dante, Bolo­nia, 1944; De Lagarde, G., La naissance de l'esprit laique au declin du moyen age, París, 1948; Ercole, F., Il pensiero politico di Dante, Milán, 1927-29; Nardi, B., Saggi di filosofia dantesca, Milán, 1930; Solmi, A., Il pensiero politico di Dante, Florencia, 1921.
Sobre las Epístolas:
Novati, F., en Lectura Dantis, Le op. min., cit.; Torraca, F., en Studi dantes­chi, Ñapóles, 1912 y en Nuovi studi danteschi, Ñapóles, 1921.

Sobre la Divina Comedia:
Cernili, E., Il "Libro della Scala" e la questione delle fonti arabo-spagnole della Divina Commedia, Ciudad del Va­ticano, 1949; de Sanctis, Francesco, Grandes figuras de la Divina Comedia, Buenos Aires, Emecé; D'Ovidio, F., Studi sulla Divina Commedia, Palermo. 1901; Ferreti, G., / due tempi della composizione della Divina Commedia, Bari, 1935; Nardi, B., Dante e la cultura medievale, Bari, 1942; Parodi, E. G., Storia e poesia nella Divina Commedia, Ñapóles, 1920; Pezard, A., Dante sous la pluie de feu, Paris, 1950; Renucci, P., Dante disiple et juge du monde gre­co-latin, Paris, 1954; Vossler, K., La Divina Commedia nella sua genesi, Bari, 1927.

Estudios sobre la vida, obra y tiempos de Dante en general:
Boccaccio, G., La vida de Dante, Bue­nos Aires, Argos, 1947; de Sanctis, F., Historia de la literatura italiana, Bue­nos Aires, Americalee; Croce, B., La poesia di Dante, Bari, 1921; Gentile, G., "La filosofia di Dante", en Dante e Manzoni, Florencia, 1923; Toynbee, P.s Dante Alighieri, Londres, 1900; Zinga-relli, N., La vita, i tempi e le opere di Dante, Milán, 1931.

Ediciones
Existe una infinidad de ediciones de las obras de Dante en su idioma origi­nal, pero la mejor y más segura es aquella de la "Società Dantesca Italia­na", Le opere di Dante, texto crítico al cuidado de M. Barbi, E. G. Parodi, F. Pellegrini, E. Pistelli, P. Rajna, E. Ros-tagno y G. Vandelli, Florencia, 1921. Entre las ediciones en español pueden consultarse las siguientes: La Divina Comedia, México, Ateneo; id., Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos; id., traducción de B. Mitre revisada por G. Marone, Buenos Aires, Estrada; La Di­vina Comedia y Vida nueva, Madrid, Aguilar; El Convivio, Madrid, Espasa-Calpe; Tratado de la Monarquía, Ma­drid, Instituto de Estudios Políticos.


20 de agosto de 2017

Dante y la Divina Comedia: El drama místico- Significados literal, alegórico, moral y el anagógico o suprasentido

Dante y la Divina Comedia: El drama místico- Significados literal,  alegórico,  moral y el anagógico o suprasentido

Los tres cánticos constituyen tres actos de un místico drama que contiene una gradual revelación, es­pecialmente visible en los tres finales. En el Infierno, los traidores se­pultados en el hielo y los Gigantes encadenados que los rodean ilustran las extremas consecuencias de la gran­deza sólo material. En el Purgatorio, el encuentro de Dante con Beatriz, que lo reprende duramente por sus pecados, señala la culminación de la lucha entre el espíritu y la carne, que se resuelve en las purificadoras lá­grimas del poeta. En el Paraíso, la estática visión del Empírico marca la meta del alma, que comprende la Verdad eterna y se libera definitiva­mente de las falacias terrenas.


Los significados trascendentes
Según la costumbre de la poesía didáctico-alegórica del Medioevo, el via­je dantesco constituye varios planos de significado. En efecto, la Comedia puede leerse según los cuatro senti­dos que Dante enumera en el Convi­vio (II, 1) y en la epístola a Cangrande della Scala: el literal, el alegórico, el moral y el anagógico o suprasentido.
 Literalmente narra el viaje que Dante, por voluntad de Dios, puede realizar vivo a través del triple reino de ultra­tumba, hasta llegar purificado en su presencia, comprenderlo y salvarse. Alegóricamente es la historia de su alma, que, nacida para realizar no­bles ideales, pero desviada por las pasiones mundanas, se redime primero con la ayuda de la Razón Humana (Virgilio) y luego de la Razón Divi­na (Beatriz), por intercesión de la Virgen y bajo el amparo de la Gracia Iluminante (Santa Lucía).
 Moralmente enseña a los hombres qué fácil es entrar en la vida peca­minosa (la selva oscura) sin siquiera darse cuenta, pues las pasiones ador­mecen la conciencia (la somnolencia del poeta), y qué difícil salir de ella y volver a la vida virtuosa (el alto cerro), a causa de la resistencia de las pasiones (impedimento de las tres fieras), y, más aún, imposible, sin la trabajosa meditación acerca de la suer­te reservada a las almas según sus culpas y méritos (viaje por los tres reinos), y sin el largo estudio de las cosas humanas y divinas (guía de Virgilio y de Beatriz).
Anagógicamente, significa las tenebro­sas condiciones de la humanidad (la selva) y la necesidad de salir de ellas bajo la divina protección (las "tres mujeres benditas" Jnf., II, 14), si­guiendo con ordenada disciplina al Imperio, en las cosas temporales (Vir­gilio desde la selva al Paraíso terre­nal), y a la Iglesia en las espirituales (Beatriz del Paraíso terrenal al Em­píreo), unidos ambos por el bien de los hombres (diálogo entre Beatriz y Virgilio por la salvación de Dante, Inf., II, 52).
Dante y la Divina Comedia : La poesía de la Comedia y la grandeza de Dante
El Poema constituye una gran alegoría, en la que el hombre medieval recorre las distintas fases de ese camino moral que ha de condu­cirlo hasta la beatitud eterna, y que su valor, por lo tanto, reside única­mente debajo del ornato retórico de los versos. Pero el contenido concep­tual y el apostolado ético que im­plica no hubieran sido suficientes para elaborar la grandeza de la Divina Comedia. En cambio, todas aquellas elevadas meditaciones han dado for­ma y tangibilidad a una miríada de imágenes y, como sentimiento del mundo, se han convertido en su alma secreta.
 El Poema ha transferido sobre un escenario dramático todas las ex­periencias de Dante, de modo que frente al lector surgen y se imponen a su atención y sensibilidad no con­ceptos, sino figuras. Ciertamente el poeta, concentrado en su misión pro­videncial y ligado a las doctrinas medievales, concibió que el valor de su obra residía esencialmente en el mensaje moral y religioso en él con­tenido, y con esa convicción se la leyó e interpretó en un principio. Sin em­bargo, quien hoy sigue al peregrino a lo largo de su viaje, no busca ya las enseñanzas éticas o las elevadas ver­dades que encierra la Comedia, sino que contempla admirado las soberbias figuraciones nacidas de la fantasía de Dante. Y ello no se debe solamente al hecho de que las concepciones esté­ticas de nuestro tiempo han variado fundamentalmente, sino porque ha sido la poesía la que ha hecho in­mortal al Sagrado Poema.

Frente a Pier della Vigna, por mencionar un ejemplo, no pensamos ya en la vileza y el error que implica el suicidio, sino quedamos atónitos por el poder y el ambiente que lo rodea, y percibimos agudamente la atmósfera de pesadilla y de tristeza que envuelve la tota­lidad del canto. Del mismo modo, a lo largo de los cien cantos de la Di­vina Comedia admiramos el relieve individual de los condenados, la coral y suave melancolía de los penitentes, el regocijo hecho luz y canto de los bienaventurados. Aun los personajes más evidentemente alegóricos, como Virgilio y Beatriz, poseen en el Poe­ma una vida propia ligada en mayor medida a su existencia terrena o le­gendaria —tal como se grabó en el ánimo del poeta— que al acato de su significación trascendente. El Poema, pues, confirma la grande­za espiritual de Dante y testimonio el continuo fundirse en él de cielo y tierra, de humano y divino, de par­ticular y de universal, y revela bajo la forma de eterna poesía una de las más altas cumbres que jamás haya alcanzado la literatura universal.

DANTE Y LA DIVINA COMEDIA:La simetría en la Divina Comedia

El Paraíso y la beatitud
En el Paraíso, el Empíreo es la única y verdadera sede de los bienaventu­rados. Pero, para que el ingenio hu­mano del poeta comprenda en forma sensible los diversos méritos, se le muestra a las almas poblando los primero siete Cielos, luego el Triunfo de Cristo y la Coronación de la Vir­gen, en el octavo (Estrellas Fijas), y, finalmente, en el noveno (Primer Mó­vil), las Jerarquías Angélicas y la Unidad y Trinidad de Dios.
Cada Cielo es movido por un orden angélico, según la jerarquía teológica, e influye sobre las criaturas de la Tierra, de acuerdo con la ciencia as­trológica. A cada uno de los diez Cie­los, incluyendo el Empíreo, corres­ponde una de las diez disciplinas del saber medieval, ordenadas según las particiones del Trivium, del Quadrivium y de la Filosofía.



La simetría en la Divina Comedia
La arquitectura de los tres reinos responde a un ordenamiento simé­trico en el que dominan los números 3 y 9 (simbólicamente conectados con la Trinidad) y el 10, símbolo de la perfección de origen pitagórico (v. Convivio, II, 15): tres son los cán­ticos; el metro es el terceto encade­nado; cada reino es tripartito en su división fundamental; los cantos de cada cántico son treintitrés (el pri­mero del Infierno debe considerarse como una introducción general) y por lo tanto el número total de los cantos propiamente dichos es de noventa y nueve , mientras que el total del Poema consta de cien (cuadrado de diez).
 El Infierno está dividido en diez partes (una oscura campiña y nueve círculos), en diez el Purgatorio (campiña, cuesta, siete terrazas y Pa­raíso Terrenal), y en diez el Paraíso (los nueve cielos y el Empíreo). Sobre el mismo eje se hallan: Dios, en el centro del Empíreo; Lucifer, en el centro de la Tierra; el árbol del Bien y del Mal, en el centro del Pa­raíso terrenal; Jerusalén, en el centro del hemisferio de las tierras, etc.
La simetría llega a tal punto que el canto VI del Infierno expone los acontecimientos políticos de Floren­cia; el VI del Purgatorio los de Italia, y el VI del Paraíso narra la historia del Imperio: paulatina, ampliación de la perspectiva política a medida que crecen —acercándose a Dios— la po­tencia intelectual y el sentimiento de hermandad universal del peregrino. Los tres cánticos terminan con la pa­labra estrellas, y el número de los versos de cada una es casi igual. Esta euritmia, este freno del arte a la fantasía que el poeta se impone a sí mismo y a su obra, constituye la armonía y proporción formales de la Divina Comedia.
Dante y la Divina Comedia: Estado anímico del peregrino a través del viaje
En el Infierno, la encendida pasión del poeta —que se conforma con su en­torno— tiene ocasión de desahogar sus iras y desdenes de hombre em­banderado en las luchas mundanas, como cuando escucha los presagios del florentino Ciacco sobre la derrota de los güelfos blancos (VI, 37) o disputa con el gibelino Farinata degli Uberti acerca de la batalla de Monta-per ti (X, 22) o cuando se encarniza con el traidor Bocea degli Abati (XXXII, 97).
A veces la piedad vibra en el ánimo de Dante, en los episo­dios de Francesca de Rimini (V, 73), Pier della Vigna (XIII, 31) o del con­de Ugolino (XXXIII, 1), pero, en ge­neral lo domina el desprecio por "aquellos que mueren en la ira de Dios". Otras veces el rencor por las injustas ofensas recibidas en el mun­do lo vuelve casi feroz, como cuando se deleita al presenciar y propiciar el tormento de Filippo Argenti (VIII, 31) o condena proféticamente a Bo­nifacio VIII, todavía vivo, a la eter­na pena prevista para los papas simoníacos (XIX, 76).
En el Purgatorio, el poeta-protago­nista participa en mayor medida de la vida espiritual de las almas. El dolor que corrige sin exasperar y en­camina hacia la excelsa meta, lo in­clinan a esas meditaciones filosóficas que se multiplicarán en el Paraíso, hasta prevalecer sobre la acción dra­mática. Además, no es un simple visitante, sino que allí comienza su propia expiación, y así lo demuestran las siete P y su pasaje entre las lla­mas de los lujuriosos.
En el Paraíso, Dante contempla con­movido el confortante espectáculo del premio de los justos, quienes más padecieron la maldad del mundo. Los espíritus de los elegidos de todos los tiempos lo acogen fraternalmente y su ser, volando de cielo en cielo, se libera paulatinamente de las falacias humanas. Así, cuando su antepasado, el mártir Cacciaguida, le confirma la profecía del destierro (XVII, 46), el poeta recibe el duro golpe con noble y calma dignidad y no desea para sus conciudadanos más que el equitativo castigo por su injusticia. Luego con­templa la Tierra, tan lejana y minús­cula —ese "cantero  que nos vuelven tan feroces"— con un infinito sentimiento de piedad.

Sin embargo, aun entre los fulgores de la beatitud, no comparte el morboso desprecio de tantos ascetas y no puede ocultar la profunda nostalgia de la patria. Brota entonces de los versos la ingenua y conmovedora esperanza en un hon­roso regreso a su Florencia natal, donde los agradecidos conciudadanos habrán de ofrecerle la corona poéti­ca en el "hermoso" baptisterio de San Juan, como premio a su talento de artista y a su intachable conducta ci­vil (XXV, 1). Sabemos que ello nunca ocurrió y que Dante hubo de morir en el destierro.

DANTE Y LA DIVINA COMEDIA:Idea general de los tres reinos

Idea general de los tres reinos
La geografía medieval dividía el globo en hemisferio de las tierras y hemis­ferio de las aguas. La astrología —se­gún el sistema tolemaico— situaba a la Tierra inmóvil en el centro del Universo, mientras que alrededor de ella giraba siete planetas —la Luna, Mercurio, Venus, el Sol, Marte, Júpiter y Saturno— en siete Cielos (órbitas) concéntricos de creciente amplitud, además del Cielo de las Estrellas Fijas y el Primer Móvil, fuente del movimiento universal.
 En el centro del hemisferio de las tierras, cerca de Jerusalén, Dante ima­gina la boca del Infierno. Es éste un enorme abismo que alcanza el centro del planeta y que afecta la forma de nueve conos truncos, con la base menor hacia abajo, los cuales dan  lugar a nueve terrazas concéntricas. Es la vorágine que se abrió para re­cibir a Lucifer en su caída, cuando fue arrojado del Cielo. En el centro del hemisferio de las aguas sitúa Dante una isla solitaria, en la que se yergue la montaña del Purgatorio. Esta tiene la misma forma del Infierno, pero emergente. Está dividida en dos secciones preparato­rias y siete terrazas ascendentes, y está formada por la tierra que se aba­lanzó fuera del Infierno por el ho­rror del contacto con Lucifer, que se hundía por el lado opuesto. En su cima boscosa reside el Paraíso Te­rrestre.
Los nueve Cielos concéntricos que giran en torno a la Tierra con diversa velocidad y perfecta armonía, forman el Paraíso, junto con el Empíreo, Cielo inmóvil, donde los bienaventurados dibujan una cándida y luminosa rosa alrededor de la Santísima Trinidad.



El Infierno y la condenación
El reino de los condenados está di­vidido en anteinfierno, bajo y alto (o sea, profundo) infierno. Es éste la "ciudad de Dite", provista de altos muros y torres, y defendida por un ejército de demonios. La división fundamental de los pe­cados se conforma con la doctrina aristotélica aceptada por Santo Tomás. A través de las nueve terrazas del Infierno propiamente dicho, se or­denan tres grandes categorías de culpas, de acuerdo con su motivación: incontinencia, o sea incapacidad de frenar los instintos con la razón; malicia por bestialidad, es decir vio­lencia, y malicia por engaño, que es fraude y traición. La primera cate­goría es menos grave; gravísima, la tercera, porque emplea pecaminosa­mente la razón, don divino para la consecución del Bien. Por eso los incontinentes están fuera de Dite y los maliciosos dentro. Quedan exclui­dos de esta partición aquellos que no gozaron de la gracia de Dios por no estar bautizados (los justos del paganismo y los niños), quienes re­siden en el Limbo; y aquellos que no aceptaron esa gracia (los heréticos), que habitan las cercanías de los mu­ros de Dite.
La violencia es tripartita, según se ejerza contra el prójimo, contra sí mismo o contra Dios. El fraude bi­partito, según falte o esté presente el abuso de confianza, lo cual nos da a los simples fraudulentos (Malebolge) y a los traidores (Cócito).

El Purgatorio y la expiación
Mientras que en el Infierno se casti­ga al pecador jamás arrepentido, en el Purgatorio el perdón, previamente concedido en virtud del arrepenti­miento, se convierte en liberación del hábito y de las huellas del mal me­diante castigos temporáneos y ejer­cicios espirituales, a los que coope­ran las plegarias de los vivientes. Más se asciende, menores son las culpas, que también están repartidas en tres categorías, según hayan sido motiva­das por amor desviado hacia malos fines, amor poco vigoroso hacia el bien celeste o demasiado fuerte hacia los bienes terrenales.
Las almas llegan a la isla de la ex­piación sobre una ágil barca guiada por un ángel, que las recoge en la desembocadura del Tíber, río de Ro­ma, alma universal del Imperio cris­tiano.
En el antepurgatorio deambulan du­rante cierto tiempo las almas que no pueden iniciar de inmediato la esca­la de purificación. Son las de quienes murieron en contumacia de la Igle­sia (descomulgados) y de aquellos que por negligencia tardaron en arre­pentirse.
Así como el poeta pasa del anteinfier­no al infierno durante el sueño (no se entiende claramente cómo), del mismo modo pasa del antepurgatorio al purgatorio llevado en vuelo por Santa Lucía, mientras duerme. En la puerta del reino de la penitencia, un ángel le graba sobre la frente con la punta de su espada siete P, que co­rresponde a las siete llagas espiritua­les de los pecados capitales. Se las cancelará una por una con un toque de su ala cada ángel guardián de las distintas etapas ascendentes, como se­ñal de la purificación obtenida en la anterior. La última P —la de la in­juria— desaparecerá cuando el poe­ta cruza las llamas de la séptima te­rraza.


DANTE Y LA DIVINA COMEDIA: Los "precursores"

Los "precursores"
La literatura cristiana medieval abun­da en fantásticas descripciones del ultratumba, como la Visión de San Pablo, la de Alberico, el Pozo de San Patricio, la Navegación de San Brandano y las rústicas rapsodias popu­lares De Babylonia civitate infernali y De Ierusalem caelesti de fray Giacomino da Verona (s. XIII).
 Dante adopta nuevamente la forma de la "visión" o del "viaje al otro mundo" porque le consiente contra­poner a la existencia terrena, domi­nada por la injusticia, el desorden y la volubilidad, la otra, ordenada según justicia y armonía, y porque le permita —al igual que el empleo del vulgar— llegar a la sensibilidad de la mayoría, en consonancia con el apostolado mo­ral y religioso que se había propuesto.
 Pero, si bien apela a esta forma cara a la fantasía popular, la desarrolla con una profundidad, una variedad y una armonía totalmente nuevas. La mayoría de las rústicas descripciones precedentescasi todas anónimassólo pretendían espantar o aleccionar con un muestrario realista de castigos y premios, mentes ingenuas y primi­tivas. Dante, por el contrario, intro­duce en el triple reino de los muer­tos un profundo sentido espiritual, junto con un fervor combatiente que se fortalece con la directa contem­plación de la eternidad para regresar luego a este mundo y proseguir la lucha contra la injusticia y la maldad. En ello reside la modernidad de Dante y por ello la Comedia no es una obra más de la resignada ascética medieval, sino el poema de la religiosidad he­roica.
En cuanto a las reminiscencias clásicas y en especial el descenso de Eneas a los Infiernos (Eneida, VI), Dante las utiliza sobre todo para poblar el poema de figuras mitológicas conver­tidas en demonios (Minos, Cerbero, las Arpías, Gerión, Medusa) o para ilustrar actitudes humanas fundamen­tales (Capaneo, Ulises) y para formu­lar una vez más y poéticamente el mito político de la Monarquía Uni­versal.




DANTE Y LA DIVINA COMEDIA

DANTE Y LA DIVINA COMEDIA
El informe para este fascículo de CEAL, Capítulo Universal- La Historia de la Literatura Mundial Nº 8 /101,  ha sido preparado y escrito por el profesor Sergio T. F. Giusti. La redacción final estuvo a cargo del departamento "Capítulo Universal" del Cen­tro Editor de América Latina. El profesor Jaime Rest realizó la supervisión técnica. Buenos Aires, 1970.


LA "DIVINA COMEDIA"

Esta titánica demostración del inge­nio, la fe y el arte humanos es un poema en tercetos encadenados com­puesto de tres cánticos: Infierno, Pur­gatorio y Paraíso. Su proyecto se re­monta a los años siguientes a la muerte de Beatriz (1290), y los pri­meros dos cánticos fueron escritos entre 1307 o 1308 y el año de la muerte de Enrique VII de Luxemburgo (1313), aproximadamente. La totalidad de la obra, incluyendo varias correcciones y retoques de lo ya hecho, fue acabada poco antes de la muerte del poeta (1321).
Dos veces designa Dante a su obra con el nombre de Comedia (Inf., XVI, 128 y XXI, 2). En otro pasaje la lla­ma "sagrado poema" (Par., XXIII, 62), y poco más adelante (Par., XXV, 1) "poema sacro". Boccaccio la llamó "divina", pero, recién una edición ve­neciana de 1555, para afirmar a la vez su carácter sacro y su perfección ar­tística, llevaba el título de Divina Co­media, que nunca más fue abandona­do, especialmente después de la edi­ción de la Academia de la Crusca, de 1595.
En la epístola dirigida a Cangrande della Scala, el poeta declara haberla llamado comedia, porque tiene, al igual que la acción dramática homó­nima, un comienzo turbio y agitado (Infierno) y un final sereno y tran­quilo (Paraíso), y porque la lengua empleada en ella es el vulgar y no el latín, más apto para la tragedia.


La  acción imaginaria
En la noche que va del jueves al viernes santo —7-8 de abril de 1300, año del Jubileo convocado por Bonifacio VIII—, Dante imagina hallarse en una selva oscura y horrorosa sin saber cómo ha llegado allí, pues perdió el derecho camino en un estado de inconsciente somnolencia. Hacia el amanecer del viernes, alcanza el pie de un alto cerro, cuya cima iluminan los rayos del sol. Pero, cuando em­prende la marcha ascendente, tres fieras —una pantera, un león y una loba— le cierran el camino. Ya re­trocede desesperanzado, cuando de pronto se le aparece la sombra del poeta latino Virgilio: su autor prefe­rido, el exaltador de Roma y del Imperio (Eneida) y compositor de la Égloga IV, en la que el Medioevo vis­lumbró una inconsciente profecía de la venida de Cristo (v. Purg. XXII, 67).
Virgilio ha sido enviado por Beatriz, quien, en un acto de amor, ha descendido del Paraíso hasta el Lim­bo —morada ultraterrena de los pa­ganos virtuosos— para encomendarle la protección y guía del extraviado Dante. Este, para salvarse, deberá re­correr, observando y meditando, el triple reino de la condenación eterna, de la temporánea expiación y de la eterna bienaventuranza. En efecto, el poeta realiza el místico viaje entre el anochecer del viernes 8 de abril y el del siguiente viernes 14. A través de todo el Infierno y hasta el último trecho del Purgatorio lo guía Virgilio. Más allá no puede seguir el virtuoso, por pagano y can­tor de Eneas, por lo cual le sucede la propia Beatriz.
Aparece ésta de improviso sobre un carro que forma parte de un cortejo alegórico, rodeada por un coro de ángeles que derraman flores alrededor. Severa en el primer encuentro, reprocha al poeta por los pecados en que incurrió después de su muerte, y lo obliga a confesarlos entre lágrimas. Luego, un ángel lo purifica sumergiéndolo en los ríos Leteo, que otorga el olvido del mal, y Eunoé, que dispone hacia el bien.
Ya purificado, Dante vuela con Bea­triz de Cielo en Cielo. Cuando alcan­zan la Corte Celestial, ella vuelve a ocupar su sitio entre los más cerca­nos al Señor, y es el anciano San Ber­nardo quien sigue acompañando al poeta y que, por mediación de la Virgen, obtiene para él la gracia de contemplar y comprender a Dios uno y trino.




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