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15 de enero de 2013

Análisis de Salmo pluvial de Leopoldo Lugones



Análisis de Salmo pluvial de Leopoldo Lugones

El poema se estructura en cuatro partes de longitud decreciente, de acuerdo con los motivos que encierra cada una, y con el desarrollo del fenómeno atmosférico que constituye el tema central, en su proceso de gestación, estallido y conclusión.

Él tema es un hecho cotidiano: una tormenta en el campo, desprovista de la grandiosidad que adquiriría ese mismo hecho si ocurriera en el mar, por ejemplo. Sin embar­go, el poeta consigue convertir esa simple realidad en un espectáculo de singular be­lleza, en el que juegan distintas imágenes.

Aparecen dos planos bien diferenciados: el cielo y la tierra y, entre medio, el aire. El agua, a través del aire, pone en contacto el cielo con la tierra.

Primera parte: "Tormenta". El agua se mueve en dos direcciones: del cielo hacia la tierra y de la tierra al cielo. En la dirección descendente, el cielo, al prin­cipio "caverna de agua sombría", se dispone a descargar el contenido de esas nubes plomizas sobre la tierra. Se anuncia por el retumbar del trueno, cuyo sonido se transmite por el aire; por "una remota brisa de conturbado vuelo", y por el rayo, "fulmínea verga" que también se manifiesta en el aire que rompe "al soslayo" al tiempo que se precipita sobre la tierra. En la dirección ascendente, "como caliente polen exhaló el campo seco / un relente de trébol lo que  empezó a llover".

La segunda parte está totalmente dominada por el agua. La dirección es únicamente descendente. La lluvia, al caer, se mimetiza en "mimbreral vibrante" o finge "pajona­les"; salta por taludes y cauces, se descuelga del tejado y perdura en los sauces. Es una lluvia doméstica, familiarizada con el ambiente rural.

En la tercera, ha amainado la lluvia. Todo transcurre en el plano tierra. Queda en el aire una sensación de frescura, una serenidad que el hombre comparte con la naturaleza, expresada por la palabra delicia.
Por fin, en la cuarta todo ha pasado y el campo vuelve a su estado anterior a la tormenta, señalado por el silbo conocido de la perdiz.

El poeta se vale de distintos recursos para lograr el efecto deseado. Acumula imágenes sensoriales por medio de metáforas, como en el primer tramo.
Visuales: "Se vio al cardal con vividos azules florecer".
Auditivas: "El trueno, a la distancia, rodaba su peñón". Un caso especial es el de estos versos: "Y el firmamento entero se «derrumbó en un rayo, / como un inmenso techo de hierro y de cristal". Con una imagen visual, y por medio de una comparación, se está dando una impresión auditiva, la que se pro­duce al caer un rayo, como de hierro y cristales rotos. Imágenes olfativas se entre­cruzan con sinestesias: "Una remota brisa de conturbado vuelo, / se acidulaba en tenue frescura de limón".

Los cuartetos de "Lluvia" presentan una sucesión de imágenes visuales sumamente dinámicas. Como antes personificó a la tierra —"Sobre la tierra atónita cruzó un pavor mortal"—, ahora el poeta personifica a la lluvia: "Y luego, allá a lo lejos, se desnudó en los sauces, / transparente y dorada como un rayo de sol".
El único cuarteto de "Calma" se desenvuelve en paralelismos combinados con anáfora: "Delicia de los árboles que abrevó el aguacero. / Delicia de los gárrulos raudales en desliz".

"Plenitud", en su brevedad, concentra tres imágenes sensoriales: una visual, "El cerro azul"; una olfativa, "fragante de romero"; y una auditiva, "silbaba la perdiz".

No podemos dejar de destacar la importancia de la adjetivación en este poema, la preferencia del autor por los calificativos esdrújulos: vividos, fulmínea, atónita, gárrulos; y la fuerza del epíteto: "remota sombra", "tenue frescura", "lenta sombra", "alegre lluvia", "cristalina delicia". Muy hábilmente mezcla Lugones cultismos, como verga y gárrulos, con términos del habla corriente, de uso en el ambiente rural: mim­breral, pajonales, tejado, aguacero, chubasco.


Versificación:

Las tres primeras partes están compuestas en cuartetos alejandrinos, con rima consonante entre el primero y el tercer verso y el segundo y el cuarto. En el dístico final con que se cierra la composición, también en alejandrinos, rima el primer verso con el primero y el tercero del cuarteto anterior; y el segundo, con el segundo y el cuarto del mismo cuarteto. Se producen casos de aliteración en i en "Lluvia": "mimbreral vibran­te", "líquidas varillas". Y en "Calma": "Cristalina delicia del trino del jilguero., Delicia serenísima de la tarde feliz".


Poema Salmo Pluvial de Leopoldo Lugones



Tormenta

Érase una caverna de agua sombría el cielo;
el trueno, a la distancia, radaba su peñón;
y una remota brisa de conturbado vuelo,
se acidulaba en tenue frescura de limón.

Como caliente polen exhaló el campo seco
un relente de trébol lo que empezó a llover.
Bajo la lenta sombra, colgada en denso fleco,
se vio el caudal con vívidos azules florecer.

Una fulmínea verga rompió el aire al soslayo;
sobre la tierra atónita cruzó un pavor mortal;
y el firmamento entero se derrumbó en un rayo,
como un inmenso techo de hierro y de cristal.

Lluvia

Y un mimbreral vibrante fue el chubasco resuelto
que plantaba sus líquidas varillas al trasluz,
o en pajonales de agua se espesaba revuelto,
descerrajando al paso su pródigo arcabuz.

Saltó la alegre lluvia por taludes y cauces,
descolgó del tejado sonoro caracol;
y luego, allá a lo lejos, se desnudó en los sauces,
transparente y dorada bajo un rayo de sol.

Calma

Delicia de los árboles que abrevó el aguacero.
Delicia de los gárrulos raudales en desliz.
Cristalina delicia del trino del jilguero.
Delicia serenísima de la tarde feliz.

Plenitud

El cerro azul estaba fragante de romero,
y en los profundos campos silbaba la perdiz.

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