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31 de diciembre de 2010

SIMBOLOGÍA: EL ANILLO

SIMBOLOGÍA: EL Anillo : Basta citar, entre numerosos ejemplos,
el anillo nupcial y el anillo pastoral,
así como el anillo del Pescador que sirve de
sello pontifical y que se rompe al morir el
papa, para percatarse de que el anillo sirve
esencialmente para marcar un lazo, para
atar. Aparece así como el signo de una
alianza, de un voto, de una comunidad, de
un destino asociado.
En China el anillo es el símbolo del ciclo
indefinido sin solución de continuidad: es el
círculo cerrado, en oposición a la espiral.
2. El anillo simboliza en el cristianismo la
fiel atadura, libremente aceptada. Está ligado
al tiempo y al cosmos. El texto de Pitágoras
dice: «No pongáis la imagen 'de Dios
sobre vuestro anillo», y muestra así que
Dios no debe ser asociado al tiempo. Se puede aun interpretar de dos maneras: una bíblica, que no se debe invocar el nombre de
Dios en vano; la otra ética, que conviene
asegurarse una existencia libre y sin traba.
Los primeros cristianos, a imitación de los
gentiles, llevaban anillos y Clemente de Alejandría
aconsejaba a los cristianos de su
tiempo llevar sobre el engaste de su anillo la
imagen de una -+ paloma, de un -+ pez o de
un -+ ancla.
Los caballeros estaban autorizados para
llevar una sortija de oro. Entre los religiosos
la sortija simboliza su casamiento místico
con el Señor.
El anillo posee poderes mágicos en el plano
esotérico. Es, por reducción, el cinturón,
protector de los lugares, que conserva
un tesoro o un secreto. Apoderarse de un
anillo es en cierto modo abrir una puerta,
entrar en un castillo, una caverna, el Paraíso,
etc. Ponerse un anillo o imponerlo en el
dedo de otro, es reservarse a sí mismo o
aceptar el don de otro, como un tesoro exclusivo
o recíproco. M.-M.D.
4. A un anillo, dice la leyenda, debía Salomón
su sabiduría. Los árabes cuentan que
un día marcó con el sello de este anillo a todos
los demonios que había reunido para sus
obras de adivinación y éstos se convirtieron
en sus esclavos. Lo perdió una vez en el Jordán
y debió esperar a que un pescador se lo
trajera para hallar de nuevo su inteligencia.
¿No era un genio celoso quien había robado
el anillo de Salomón -se han preguntado au,
tores esotéricos- para usar de su potencia, hasta que Dios lo apremiara a tirar el anillo
al mar, a fin de que fuera devuelto a Salomón?
(GRIA, 89).
Así este anillo sería el símbolo del saber y
de la potencia que Salomón tenía sobre
otros seres. Es como un sello de fuego recibido
del cielo que marca su dominio espiritual
y material. Evoca otros anillos mágicos.
5. Varios anillos de diverso simbolismo
han sido en verdad célebres, particularmente
entre los griegos. Prometeo, liberado por
Heracles, se ve obligado a guardar en el dedo
un anillo de hierro, donde está engastada
una lasca de piedra, en recuerdo de la roca
del Cáucaso y de las armellas donde había
estado encadenado, y sobre todo como marca
de sumisión a Zeus. El anillo es aquí el
símbolo de tal sumisión, a la vez impuesta
y consentida, que liga para siempre a dos
seres.
Existe también el anillo de Polícrates: la
Fortuna no cesa de sonreír a este rey, hasta
el punto de que, convencido de que esta situación
privilegiada no puede durar, decide
sacrificar espontáneamente algún objeto precioso
de su apego y, desde lo alto de una
torre, arroja al mar su anillo amado con una
espléndida ~ esmeralda. Un pez se lo traga,
un pescador lo coge y lo entrega a Polícrates.
Este anillo ha sido destinado a conjurar
la suerte en su circulo mágico; la ofrenda es
sin embargo rechazada por el mar. Darío desencadena
una guerra contra Polícrates y
éste, vencido, muere atado a una cruz. El
anillo simboliza aquí el destino del cual el
hombre no puede deshacerse, y expresa de
nuevo un lazo indisoluble. Polícrates quiere
ofrecerlo en compensación, pero los dioses
sólo aceptan lo que ellos mismos han decidido
tomar y no es un abandono material y
espectacular lo que puede cambiar su fallo.
No hay más sacrificio que el interior, que
consiste en aceptar el destino; he aquí lo que
parece significar el anillo de Polícrates.

6. El anillo de Giges, del que Platón nos
narra el hallazgo, no es menos rico en significación
simbólica: «Giges era un pastor al
servicio del rey que reinaba entonces en Lidia.
A continuación de una gran tormenta y
de un terremoto, el suelo se había hendido y
una anchurosa abertura se había formado en
el lugar donde pacía su rebaño. Asombrado
por esta visión descendió adentro del agujero,
y se cuenta que entre dos maravillas vio
un caballo de bronce, hueco, horadado con
puertecillas. Asomado que hubo la cabeza a
través de ellas vio en el interior a un hombre
que estaba muerto, según toda apariencia y
cuya talla superaba la talla humana. El
muerto estaba desnudo; tenía solamente un
anillo de oro en la mano. Giges lo cogió y
salió)} (República, 359). Llevando en el dedo
este anillo, Giges descubre por azar que tiene
el poder de volverle invisible, y éste es el
origen de su fortuna. El sentido de este anillo
no difiere mucho del de Polícrates. Hallado
sobre un muerto, en circunstancias tan
excepcionales como un temblor de tierra, en
un caballo de bronce, no puede ser más que
un don de las potencias ctónicas y transmite
a los que viven en este mundo los más altos
poderes. Pero su magia solamente actúa
cuando Giges gira el engaste de su sortija hacia
él, para adentro de su mano. Aun ahí
vemos que las verdaderas potencias están en
nosotros mismos y la invisibilidad que da el
anillo es la retracción del mundo exterior
para alcanzar o encontrar de nuevo las lecciones
esenciales; aquellas que vienen del
mundo interior. El anillo de Giges simbolizaria
entonces el punto más alto de la vida
interior y tal vez la mística misma. Pero la
bipolaridad del símbolo se halla de nuevo en
el interior de nosotros mismos: el poder del
anillo puede conducir a las conquistas místicas,
pero también, por su perversión mágica,
a victorias criminales y a una dominación tiránica.
Lo que no deja de producirse en la
historia de Giges.

DICCIONARIO DE LOS SÍMBOLOS
Bajo la dirección de
lEAN CHEVALlER
Doctor en teología. Profesor de filosofía con la colaboración de
ALAIN GHEERBRANT
BARCELONA
EDITORIAL HERDER
1986

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