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15 de diciembre de 2011

Análisis del cuento Elegía para un bandolero de Gabriel García Márquez

Análisis del cuento Elegía para un bandolero de Gabriel García Márquez

Realizando el análisis del cuento Elegía para un bandolero de Gabriel García Márquez, podemos distinguir  en el texto dos partes diferenciadas por espacios y tiempos distin­tos: una, que se localiza en Toro, un pueblo del Valle del Cauca, y que sucede un día cocreto, el sábado; otra, que corresponde al infierno y a la eternidad.

Ambas partes narran el mismo acontecimiento, en dos registros diferentes: el realista, propio del texto periodístico que refiere los hechos sucedidos; y el imaginario, propio del relato literario que refiere sucesos inventados por el autor.

"Mientras tanto, en Toro, tranquilo pueblecito del Valle de Cauca, el cuerpo de Lamparita reposaba, quieto y glacial...
Un ladrón ha muerto y el escritor narra los sucesos posteriores desde una mirada pe­riodística (no ficcional) y desde una mirada literaria (ficcional). Las miradas se entrelazan, se superponen, se contaminan y el límite que las separa se torna impreciso. Los acontecmientos, narrados en estos dos registros, adquieren una nueva entidad que desdibuja la frontera entre realidad y ficción.

Los modalizadores como "qui", "tal vez", o expresiones como "debió de pasar", "de­be de haber", abundan en el texto. Introducen el concepto de "lo posible" en el relato de la muerte del delincuente y lo alejan de la nota periodística. Todo lo narrado de esta for­ma aparece en la reconstrucción ficcional que, al aparecer modalizada, adquiere el valor de aquello que es posible para la imaginación, pero que no puede contarse como certe­ro, como realmente acaecido.

La articulación entre las dos historias está dada por el "mientras tanto", que organiza los abordajes del hecho como simultáneos y no excluyentes: puede analizarse la realidad des­de una reconstrucción ficcional o desde una no ficcional. Las dos reconstrucciones se com­plementan, toman elementos distintos del suceso evocado y permiten recuperar una mira­da más amplia de la realidad. ¿Cómo podría explicar un texto periodístico, si no fuera a través de la ficción, la naturaleza contradictoria de los objetos que llevaba el delincuente?

PUNTOS DE VISTA
El texto comienza con un narrador en tercera persona que imagina, desde un punto de vista externo a los personajes, lo que "tal vez" haya sucedido en la antesala del infier­no. Cuando la situación está delineada, el narrador se acerca al punto de vista del portero que debió de haber recibido al ladn. Y el texto dice:
Dos relveres, ochenta cartuchos, setecientos pesos en efectivo y dos escapularios fue lo que alcanzó a distinguir el portero, medio asombrado, medio confundido...
El punto de vista del portero permite rescatar, del hecho policial, su rasgo inlito, sor­prendente, que se convierte en el objeto de consideración de la columna de García Már­quez: entre las pertenencias del delincuente se encuentran dos escapularios.
El autor no se conforma con la perspectiva del portero para abordar el asunto. Imagi­na, entonces, el diálogo que podrían tener el guardián de la puerta y el bandido: el narra­dor le da paso al diálogo:
¿El nombre del recién llegado? Marco Tulio Tafur Triana, alias "Lamparilla". ¿Torero? No. Bandolero de profesión y criminal, por más señas. ¿Causas de la muerte? Muerte natural. ¿Natural? (el portero hizo un gesto que era a la vez de duda y de sospecha). ¿Por qué decía el visitante que había fallecido de muerte natural cuando tenía el cuerpo cosido de proyectiles? "Lamparilla", eterno ya, transfigurado por el escabroso viaje metafísico, hizo la aclaración: "Para un hombre como yo, ocho proyectiles después de una reyerta es muerte na­tural, la más natural de todas las muertes. la pulmonía o un ataque de apendicitis habría sido un epílogo artificial, completamente falso para un bandolero con dignidad".

El diálogo integrado a la narración
Predomina, en un primer momento, la alternancia de las voces de los interlocuto­res sin indicación gráfica de cambio de sujeto: no hay rayas de diálogo, ni disposición en la página que diferencie las palabras del portero de las de ladrón; solo encontramos una sucesión de preguntas y respuestas que se les puede adjudicar por la función que cumple cada uno (el que recibe y el recién llegado). Esta reproducción de las voces de los personajes acerca al lector a la situación ficcional y permite recuperar los puntos de vista posibles de ambos.
·        Inmediatamente después, entre paréntesis, intercala la voz del narrador que, con una mirada externa sigue las expresiones del portero.
·        Una vez que ha reingresado la voz del narrador, las palabras del bandido aparecen  a través del discurso directo: "hizo la aclaración: Para un hombre ... "'.
Todo este juego de acercamientos y distanciamientos de los distintos puntos de vista permite poner en primer plano el detalle inexplicable (los escapularios y la palabra de arrepentimiento), observarlo, evidenciar que lo que para algunos es extraño puede ser natural para otros, mostrar que la mirada racionalista sobre los acontecimientos no siem­pre permite explicarlo todo. Los casos de la vida real no son sencillos, muy a pesar de la escasa inteligencia del portero infernal: los buenos y los malos sin matices solo son po­sibles en la ficción.

El tiempo y el espacio de la eternidad
En el mundo imaginado por el autor, en el infierno, no puede correr un tiempo se­mejante al del lector del periódico, sino un tiempo eterno. ¿Cómo se representa este tiem­po en el texto?
A través de localizaciones que abarcan períodos extensísimos del tiempo reloj de los hombres. Por ejemplo, "debió pasar un siglo" entre el llamado del ladrón a la puerta del infierno y la orden de entrada del portero, y solamente ocho siglos después fue capaz el guardián de informarle al bandido que su caso no era sencillo.
El espacio, aunque semejante al del lector en sus normas y costumbres, está habitado por personajes "infernales", que visten "pijama de fuego" y que se parecen a aburridos personajes de la administración pública.
Los personajes y los mundos enfrentados, más allá de sus particularidades reales e imaginarias, no hacen más que evidenciar su imposibilidad de abarcar la realidad.

Fuente: Lengua y Literatura II
AAVV-Ed.Estrada, Bs. As.

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