La hora del almuerzo, óleo de Pío Collivadino |
Los patrones ideológicos que promovieron cambios en la estructura de la sociedad argentina de 1880, están plasmados en los escritos de Juan Bautista Alberdi y de Sarmiento. El primero consideraba que el mayor mal de la Argentina era su territorio escasamente poblado -el desierto- y el segundo, que los nativos sólo representaban la barbarie y que necesitaban tomar contacto con razas más civilizadas -la sajona- para superarse. Extensión, desierto y barbarie eran la expresión del atraso y de la pobreza. Inmigración y colonización, la esperanza del progreso y de la riqueza.
Los antecedentes del proyecto inmigratorio
Los antecedentes del proyecto inmigratorio se remontan a la época de la organización nacional. Los gobiernos intentaron fomentar la inmigración espontánea a través de compañías privadas. Por eso, ya en el primer Censo Nacional (1869) se registró la presencia de extranjeros (12 por ciento).
En 1876, Avellaneda aprobó la Ley de Inmigración y Colonización, que otorgaba seguridad y ventajas a los inmigrantes (estadía, entrega de materiales de labranza, tierras, traslados). En rigor, no se aplicó, pero actuó como disparador de sucesivas oleadas inmigratorias.
El cosmopolitismo
El cosmopolitismo fue característico de la nueva sociedad argentina. Sobre el sustrato criollo se asentaron una mayoría de inmigrantes de Europa meridional y una minoría de los países limítrofes. Los nuevos pobladores eran trabajadores rurales y obreros no calificados que habían abandonado sus países de origen por la falta de trabajo y las pocas posibilidades de ascenso económico. El 90% de los inmigrantes se instaló en la provincia de Buenos Aires, en la de Córdoba y en el Litoral, especialmente en los centros urbanos.
El trasfondo económico
La incorporación de la Argentina al mercado europeo como país agro-exportador fue el trasfondo económico necesario de este proyecto social. La economía rural se diversificó. Se ampliaron las áreas de cultivo y la ganadería se vinculó definitivamente a la producción y exportación, como consecuencia del mejoramiento de la calidad de la carne y gracias a la instalación de frigoríficas.
Los ferrocarriles, construidos mayoritariamente con capital inglés, facilitaron la incorporación a la economía internacional. Su trazado en forma de abanico comunicaba las áreas productivas con el puerto y a éste con Europa.
La contracara del proyecto económico
Sin embargo, este proyecto económico era vulnerable, ya que estaba ligado exclusivamente al comercio internacional y dependiente del capital extranjero: cualquier cambio en Europa repercutía fuertemente en la Argentina.
Por otra parte, el hecho de que pocas familias fueran las propietarias de grandes extensiones -latifundios- provocaba la subutilización de las tierras y el agotamiento prematuro de las más fértiles.
La pirámide social
La sociedad estaba conformada por tres franjas:
1- Una pequeña franja integrada por la oligarquía. Una élite cerrada, descendiente de las familias fundadoras, dueña de tierras, empresas y del mundo financiero. No se discutía su legitimidad para gobernar e implementar el proyecto del país. Sentía desprecio por el inmigrante real, diferente del ideal de Alberdi, quien prefería a la raza anglosajona como impulsora del progreso.
2-Una franja intermedia compuesta por familias antiguas empobrecidas, pequeños propietarios rurales, funcionarios estatales, inmigrantes e hijos de inmigrantes -arrendatarios, comerciantes independientes- que lograron ascender merced a la movilidad social.
Conventillo |
3-La franja inferior era la más amplia -casi el 55% de la población- y estaba integrada por la mayoría de los inmigrantes, trabajadores manuales del sector de servicios, obreros de la incipiente industria, y por los criollos que se desempeñaban como peones rurales y trabajadores no calificados.
La contracara del proyecto social estuvo centrada en la crítica al sistema vigente. El ingreso irrestricto de inmigrantes favoreció la difusión de posiciones combativas, como el anarquismo y el socialismo, con la consiguiente consecuencia de ruidosas protestas, huelgas y atentados.
Para reprimir posibles desórdenes, se aprobó, en 1902, la Ley de Residencia, que permitía al Poder Ejecutivo expulsar del país a todo extranjero que comprometiera la seguridad nacional y perturbase el orden público. Con el mismo fin se sancionó, en 1910, la Ley de Defensa Social, que prohibía la entrada de anarquistas y de personas que promovieran la violencia contra las instituciones.
Cuadro cronológico- Argentina- De 1880 al Centenario |
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