Los cantares de gesta
Los cantares de gesta (la palabra
gesta, del latín, significa "hazañas" o "hechos dignos de mención") son poemas extensos, compuestos en lengua
vulgar y destinados al canto o a la recitación
ante un público. Pertenecen al género épico
(epos, del griego, "narración")
o narrativo.
Los dos únicos
pueblos románicos que desarrollaron en la
Edad Media una poesía heroica fueron el francés y el castellano. Sus obras cumbres son,
respectivamente, la Chanson de Roland o Cantar de Roldán (siglo XI) y el Poema
de Mío Cid (siglo XII).
Esta producción poética
de carácter heroico en lengua vulgar,
que nació y floreció en tierras castellanas, está
documentada desde antes del siglo XI y se prolonga hasta comienzos del siglo XV.
Cubre, en consecuencia, un período
extenso de tiempo, lo cual prueba su extraordinaria vitalidad y popularidad.
Sin embargo, por tratarse de obras difundidas exclusivamente por medio de la recitación oral, poquísimos
son los textos que se han conservado. El más
antiguo que conocemos en su forma original, obra maestra en su género y que ha llegado casi completo hasta
nosotros, es el Poema de Mío
Cid, compuesto en Castilla hacia el año
1140.
Los juglares épicos
La palabra juglar es voz de
origen latino (jocularis) que designa a un tipo humano característico de la Edad Media. En un sentido amplio, de
acuerdo con la definición
de Ramón Menéndez
Pidal, "juglares eran todos los que se ganaban la vida actuando ante un público, para recrearle con la música, o con la literatura, o con la charlatanería, o con juegos de manos, de acrobatismo, de mímica etc.". Su oficio consistía en alegrar a la gente, servir de solaz al pueblo,
especialmente con el canto o con la música,
mediante un pago que podía
consistir en dinero, en un vaso de vino o en cualquiera otra forma de retribución. Como los juglares eran a veces autores de las
obras que cantaban o recitaban, y éstas
estaban en lengua vulgar, la palabra juglar tomó,
asimismo, la acepción de "poeta en lengua
vulgar".
Entre los juglares más estimados socialmente, por la dignidad de su
oficio, encontramos a los juglares de gesta, que eran los encargados de
divulgar los cantares o gestas. Su misión
no se limitaba únicamente a entretener, sino
también a informar acerca de hechos
de armas recientes o de hazañas
pasadas que no debían quedar en olvido. Cumplían una tarea didáctica,
noticiosa de sucesos más
o menos coetáneos o evocadores de
acontecimientos históricos memorables.
No todos los juglares épicos fueron autores de las obras que propagaban; a
menudo divulgaban gestas ajenas. También,
con frecuencia, las reelaboraban y las enriquecían
de acuerdo con su personal sentido artístico
o con las exigencias del público.
De modo que si no las creaban, las recreaban, y en cada nueva refundición algo se repetía,
algo se renovaba, algo se suprimía
o se añadía,
y el cantar se perfeccionaba o se empobrecía
según fueran los talentos narrativos o aciertos estilísticos del refundidor. El arte juglaresco es, por
ello, un arte tradicional y colectivo. Este
carácter hasta cierto punto impersonal de la épica medieval española
explica por qué no se ha conservado el nombre
de ningún juglar de gesta.
En cuanto a su modo de vida, si
bien había juglares que estaban al
servicio de nobles señores
y de cortes regias o que permanecían
en las ciudades a sueldo de los municipios, los más erraban de un lugar a otro, de villa en villa y
de pueblo en pueblo, en busca de nuevos y renovados auditorios.
Las gestas como espectáculo público
La recitación de un cantar o poema épico
constituía un verdadero espectáculo público
destinado a gentes de toda condición
social y cultural.
Sin que se llegase a una verdadera
representación, el canto iría acompañado
de gestos y de mímica y el juglar subrayaría con diferentes y oportunos tonos de voz los diálogos o discursos en estilo directo, de acuerdo con
la índole de los personajes. Manejaría, sin duda, como un verdadero autor teatral, todos
los recursos del arte dramático
para crear, con su sola palabra, la ilusión
de la acción.
Este carácter
de poesía concebida para ser propalada
oralmente ante un auditorio más
o menos extenso y heterogéneo,
en palacios y castillos o en plazas y mercados, se advierte en:
- las reiteradas apelaciones que el juglar dirige al público para llamar su atención o despertar su interés: "señores", "escuchad", "sabed";
- las series enumerativas de carácter descriptivo que comienzan con el verbo "veriedes" (veríais) o los diálogos encabezados por "odredes" (oiréis);
- las acotaciones que hace el autor, al abandonar la exposición objetiva de los hechos para expresar su propia subjetividad, la que suena como un eco de los sentimientos colectivos de los oyentes:
- el paso frecuente al estilo directo sin verbo introductorio: es decir, sin el empleo de fórmulas tales como "dijo fulano" o "contestó mengano", propias estas últimas de las obras destinadas a la lectura;
- los llamados de atención para indicar cambio de lugar de la acción épica o para señalar al auditorio la entrada o salida de personajes;
- el manejo del estilo y de las técnicas narrativas empleadas.
En un cantar de gesta todo está concebido en función
de ser obra destinada a la recitación,
a la divulgación oral. El lector moderno
frente al texto impreso siente la necesidad de leerlo en voz alta, de
dramatizar los fragmentos dialogados, de transformarse en un juglar más para recibir, así,
auditivamente, el mensaje poético
de la narración épica.
Forma métrica de los cantares
Los cantares de gesta están compuestos en una forma métrica
fácil de me-morizar y de reconstruir. Dicha forma se
prestaba para introducir, en el momento del espectáculo
juglaresco, variantes y modificaciones dictadas por el gusto del público o por las circunstancias.
Los versos se caracterizan por
- su irregularidad métrica; es decir, no mantener a lo largo de la obra un número fijo de sílabas;
- ser bimembres y tener el primer hemistiquio igual o menor número de sílabas que el segundo,
- Los tipos que más abundan dentro de esta irregularidad métrica, que fluctúa entre las 10 y las 20 sílabas, son los de 7+7, 6+7 y 8+8.
- La rima es asonante y monorrima. El poeta puede cambiar de asonancia en cualquier momento con entera libertad. Cada una de las series asonantadas en que se divide el poema recibe el nombre de tirada. Las tiradas pueden ser extremadamente breves, de tres o cuatro versos, o muy extensas, de más de cien. No tienen un número fijo de versos.
La rima de las gestas ofrece una
particularidad: no emplea asonantes agudos, todos son graves. Ello se debe a
un arcaísmo lingüístico. Antes del siglo XI, la lengua romance no
tenía, como no tiene el latín,
voces agudas; y, así, se decía male (mal), señore
(señor), leone (león).
A partir del siglo XII esas palabras se pronunciaban ya sin la -e final, pero
los cantares conservaron esa vocal final del primitivo romance en las
asonancias, vocal que es casi siempre etimológica
y muy pocas veces añadida o paragógica, es decir, licencia poética
impuesta por la rima.
El uso de la rima asonante a lo
largo de toda la tradición
épica medieval española,
el apego a la irregularidad métrica
y la conservación en las rimas de la -e final
ya perdida en el habla coloquial son tres rasgos arcaizantes característicos del mester de juglaría.
El mester de juglaría
La actividad épica de los juglares cae dentro de lo que desde
antiguo se ha dado en llamar mester de juglaría.
La palabra mester proviene del latín
minis-terium, y significa "oficio", "profesión" o "arte", en este caso, de
juglares, Éstos eran, como hemos visto,
los creadores, recreadores o simples portavoces de las gestas que divulgaban.
Si resumimos lo expuesto, podemos
señalar que la épica
del mester de juglaría
se caracteriza por ser:
- poesía en lengua vulgar, compuesta en el llano romance del habla cotidiana;
- poesía oral, destinada al canto o a la recitación y no a la lectura o propagación de un texto escrito;
- poesía popular, dirigida a todo el pueblo, para deleitar por igual a reyes y señores, a doctos e ignorantes;
- poesía tradicional, porque los cantares de gesta que obtienen los favores del público y que se popularizan se transmiten de boca en boca y de generación en generación, haciéndose tradicionales;
- poesía colectiva, porque cuando un poema se hace tradicional, si bien nace como creación de un autor individual es reelaborado y refundido por otros, y termina por ser una producción colectiva e impersonal;
- poesía anónima, por su carácter colectivo, popular y tradicional;
- poesía de metro irregular, que fluctúa entre las 10 y las 20 sílabas;
- poesía de rima asonante o imperfecta;
- poesía apegada a formas lingüísticas arcaizantes
Verismo épico y verosimilismo realista
Todo poema heroico tiene siempre
algo de historia y algo de novela. Nunca es ni narración
histórica pura, ni absoluta ficción
novelesca.
Si el rasgo distintivo es el gran
apego a lo histórico, la obra se caracterizará por su verismo épico.
Si predomina lo ficticio o la libre invención
de los sucesos, el poema se insertará
dentro de una de estas dos corrientes: la del verosimilismo realista o la del
verosimilismo fantástico.
En el primer caso, la novelización de los hechos se ubica dentro de una ficción imaginativa, que no vulnera la realidad que
existió y que corre dentro de sus
cauces. En el segundo, la invención
novelesca se remonta hasta un mundo fantástico
e irreal que acoge, incluso, lo fabuloso.
La épica
medieval española se distingue por su fuerte
verismo. Su cantar más significativo, el Poema de
Mió Cid, es fiel exponente de ello: el elemento histórico es preponderante, pero en esa misma obra se
dan ficciones novelescas que responden a un verosimilismo realista que no
contradice la historicidad esencial de los hechos narrados.
Muy distinta es la épica francesa, mucho más
imaginativa y cabal representante del verosimilismo fantástico.
El Cantar de Mío Cid y la Chanson de Roland ilustran dos modos épicos diferentes que responden a dos concepciones
literarias antagónicas.
No olvidemos que las gestas españolas nacen como expresión
más o menos coetánea
de sucesos recientes de la historia local o nacional. Los acontecimientos
poetizados están aún
vivos en la memoria colectiva y no pueden ser modificados en lo sustancial. Si
el tema logra éxito y perdura, el cantar
sufrirá con el transcurso del tiempo
sucesivas refundiciones, crecerá
internamente, recibirá
una más acusada elaboración literaria y se enriquecerá
con ficciones más o menos novelescas pero
verosímiles. Se alterarán detalles, se deformarán
hechos, podrá cambiarse el desenlace, pero
se respetará siempre el fondo histórico que le dio origen y que la tradición conserva.
Tan marcada es la historicidad de
la épica medieval de España
que, en el siglo XIII, cuando se empieza a escribir en prosa romance el pasado
hispánico, los viejos cantares y sus reelaboraciones
sirven de fuente a los cronistas, quienes los resumen o prosifican en sus crónicas como testimonios dignos de crédito. Gracias a esas prosificaciones conocemos
indirectamente muchos poemas perdidos, tanto en sus formas más primitivas como en las de posteriores y tardías refundiciones.
Desarrollo histórico de la épica de juglaría
Menéndez
Pidal distingue cuatro períodos
en la historia de los cantares de gesta españoles:
De formación
(desde los orígenes hasta 1140). Los poemas
se caracterizan por ser narraciones breves —500
ó 600 versos— de hechos de armas recientes o de
historias locales o familiares casi contemporáneas.
Predominan los temas que cantan rivalidades
entre reinos y condados, y asuntos domésticos
de infidelidad, venganza, amor y honra.
De florecimiento (1140-1236). La
juglaría española
se enriquece en contacto con la francesa, que penetra por el camino a Santiago
de Compostela, activa vía
de peregrinaje e intercambio cultural. Bajo la influencia de la épica transpirenaica las gestas se alargan —3 000
versos o más— y se dividen en partes o cantares.
La historia reciente sigue nutriendo la temática
y ésta adquiere un carácter
más nacional y menos localista. El Poema de Mío Cid, compuesto a escasos 40 años de la muerte del héroe,
inaugura e ilustra esta etapa de apogeo. Se introducen, también, temas legendarios y de asunto francés. Independientemente de estas novedades de fondo
y de forma, las gestas breves, continuadoras de la tradición primitiva, mantienen vigencia.
De las prosificaciones (1236-1350).
Las gestas hallan amplia acogida en las crónicas
que se convierten en depositarlas de la producción
épica, pasada o reciente. Los acontecimientos
contemporáneos ya no inspiran nuevas
obras y los juglares se dedican a refundir viejos poemas en cantares de largo
aliento que, si bien ganan mayor interés
novelesco, pierden paulatinamente valor histórico.
Por último, el mester de juglaría
entra en competencia y rivalidad con el mester de clerecía.
De la decadencia (1350-1450). Las
crónicas, como en el período
anterior, incorporan activamente resúmenes
y prosificaciones de los cantares conservados en la tradición popular o de los que aún
continúan refundiéndose para deleite del público.
Las repetidas reelaboraciones de temas ya agotados, el desaliño de su composición
y las arbitrariedades históricas
terminan por cansar el gusto de los oyentes, y el género
se extingue. Conservamos de esta época,
en su forma métrica, un cantar de tema
cidiano, el de las Mocedades de Rodrigo. Data de fines del siglo XIV y es
refundición de uno anterior.