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24 de febrero de 2009

Análisis de La fabulosa tarde de Baltazar de Gabriel García Márquez


Análisis-Resumen de La fabulosa tarde de Baltazar de Gabriel García Márquez

Después de estrenar en 1955 con la novela corta faulkneriana La hojarasca, García Márquez se incorpora al neorrealismo hemingwayano con todos los cuentos de Los funerales de la Mamá Grande (1962), menos el cuento titular.
Es el mismo cambio que ocurre con Carlos Fuentes entre La región más transparente (1958) y Las buenas conciencias (1959) y coincide con los cuentos neorrealistas del Perú y de otros países antes de que la experimentación exuberante de Rayuelo (1963), La casa grande (1966), Cambio de piel (1967) y Cien años de soledad (1967) se impusiera de un modo aplastante por toda la América Latina.

A pesar de su gran sencillez formal, “La prodigiosa tarde de Baltazar” trasciende el carácter episódico de la mayoría de los cuentos neorrealistas. El mismo título advierte al lector que está frente a una parábola bíblica tanto por la palabra hiperbólica “prodigiosa” como por el nombre del protagonista que evoca la escena de la adoración de los tres reyes magos.

De acuerdo con su ideología socialista, García Márquez pregona en este cuento la apoteosis del pobre, por encima de los ricos, y del artista por encima de los seres racionales. Por eso, la culminación final de su felicidad corresponde con su ruina económica total. Tirado en la calle por la madrugada después de una tremenda borrachera, sin dinero, sin reloj y sin jaula, hasta se deja robar los zapatos como acto de verdadero cristianismo en contraste con las mujeres que pasan rumbo a la misa sin atreverse a mirarlo, sin ayudar al prójimo.
La tremenda felicidad de Baltazar se debe a su triunfo sobre el rico José Montiel y el sentirse superior a un hombre a quien el médico le tiene prohibido que coja rabia; que duerme sin ventilador eléctrico para poder sentir los rumores de un posible ladrón; y cuya esposa vive “torturada por la obsesión de la muerte”.
La victoria de Baltazar sobre don Chepe se anticipa con su victoria sobre el doctor Octavio Giraldo. Éste, aunque no es nada antipático, trata de convencer a Baltazar de que no tiene ningún compromiso con Montiel y que debe venderle la jaula a él para su esposa inválida. A pesar de toda la lógica científica del médico, triunfa la honradez sencilla de Baltazar: “no se puede vender una cosa que ya está vendida”.

Además de representar el triunfo de los pobres contra los ricos, la prodigiosa tarde de Baltazar también representa el triunfo del creador arquetípico contra la mujer práctica. La borrachera, por ser la primera de su vida, constituye un acto de rebeldía contra la esposa que le ha preparado la cena cortando rebanadas de cebolla a las cuatro de la tarde y que lo espera hasta las ocho. Ella le había dicho que tenía que afeitarse; ella estaba disgustada porque Baltazar había descuidado la carpintería mientras trabajaba en la jaula; y ella determinó el precio de la jaula. El hecho de que se llame Úrsula la establece como antecedente directa de la protagonista de Cien años de soledad, quien también hace el papel de la mujer práctica arquetípica frente al arquetipo masculino del genio soñador y loco de José Arcadio Buendía. [Recuérdese que la rebeldía contra la vida pragmática, rutinaria y tecnológicamente “perfecta” es uno de los temas predilectos de Julio Cortázar: “No se culpe a nadie”, “El otro cielo”, “El perseguidor” y Rayuela.]

Aunque el corte neorrealista de este cuento dista mucho de la exuberancia de Cien años de soledad, no deja de ser “una aventura de la imaginación” digna del futuro Premio Nobel. Después de describir la jaula como “la más bella del mundo” y “la jaula más grande que he visto en mi vida”, se le da aún más valor con una imagen original que también hace pensar en Cien años de soledad: “parecía el modelo reducido de una gigantesca fábrica de hielo”. Tampoco faltan los atisbos del gran sentido de humor del autor aracataqueño: “en una casa atiborrada de arneses donde nunca se había sentido un olor que no se pudiera vender”. Tal vez el acierto más genial del cuento es que los amigos de Baltazar creen que están celebrando la venta de la jaula a Montiel mientras que Baltazar goza sin desengañarlos.



Colombiano. Nació en Aracataca, pueblo tropical en la zona bananera del Caribe. Criado en gran parte por los abuelos, cursó los dos primeros años de la secundaria en un colegio de jesuitas en Barranquilla (1940-1942) para luego trasladarse al Liceo Nacional de Zipaquirá, cerca de Bogotá, donde obtuvo el bachillerato en 1946. Se matriculó en la Universidad Nacional pero abandonó los estudios de derecho en 1948 para regresar a la costa, donde empezó su carrera periodística escribiendo una columna diaria en la prensa de Cartagena. En 1950 se mudó a Barranquilla incorporándose al grupo de jóvenes literatos y bohemios formado por Álvaro Cepeda Samudio, Germán Vargas y Alfonso Fuenmayor bajo la tutela del padre de éste y del sabio catalán Ramón Vinyes. En 1954 ganó el premio de la Asociación Nacional de Escritores y Artistas por su cuento “Un día después del sábado”. Su primera novela, Hojarasca (1955), fue aclamada en el momento de su publicación como la mejor novela colombiana desde La vorágine. Nombrado corresponsal de El Espectador en París, quedó varado en esa ciudad entre 1955 y 1957 después de que el dictador Rojas Pinilla cerró el periódico. Se entusiasmó con el triunfo de la Revolución cubana en 1959 y trabajó brevemente en Nueva York con Prensa Latina, agencia de noticias internacionales establecida por Cuba para ofrecer otra opción frente a las agencias AP y UP. La publicación en 1961 de la novela corta El coronel no tiene quien le escriba aumentó su fama literaria y todavía se considera una de sus mejores obras. Radicado en México a partir de 1962 donde ha trabajado de guionista, publicó otra novela corta, La mala hora (1962) y la colección de cuentos Los funerales de la Mamá Grande (1962), que incluye “La prodigiosa tarde de Baltazar”. Esos cuentos más las tres novelas cortas anteriores llegaron a fundirse, a cuajarse, a transformarse en una de las obras maestras de la literatura internacional, Cien años de soledad (1967), que le valió quince años después el Premio Nobel. En 1970 volvió a publicarse una de sus primeras crónicas periodísticas: Relato de un náufrago. Los cuentos de La increíble y triste historia de la candida Eréndira y de su abuela desalmada (1971) constituyen una transición a la prosa más densa de El otoño del patriarca (1975), una de las mejores novelas sobre el dictador latinoamericano publicadas en esos años por Carpentier, Roa Bastos, Aguilera Malta, Ibargüengoitia, Murena, Thorne y Avilés Fabila. Con Crónica de una muerte anunciada (1981), García Márquez volvió a la novela corta dando otra versión de la vida pueblerina en la costa norte de Colombia.
Desde 1967 ha vivido en Barcelona, México, Bogotá y Cartagena, dedicándose a la literatura y a los reportajes políticos, entre los que se destacan el de “Cuba en Angola” sobre la Operación Carlota (1975) y el del asalto al Palacio Nacional por Edén Pastora y los sandinistas en 1979. Su obra periodística se ha recopilado en seis tomos gruesos publicados a partir de 1981. Recientemente, diciembre de 1985, ha salido a la luz El amor en los tiempos del cólera, novela sobre el amor de los viejos.

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FUENTE: SEYMOUR MENTON
El Cuento Hispanoamericano
ANTOLOGÍA CRÍTICO-HISTÓRICA-
COLECCIÓN POPULAR
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
MÉXICO




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