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6 de abril de 2010

El thriller o la novela policial norteamericana

El thriller o la novela policial norteamericana
El origen de las novelas de la serie negra o thrillers coincide con la aparición de la revista Black Mask en el año 1920 en los Estados Unidos, una "pulp magazine" -así llama­da por estar impresa en papel de pulpa- en la que Dashiell Hammett y Raymond Chandler, los más famosos escritores del género, publicaron sus primeros relatos.
La principal modificación que sufre el género policial en el nuevo mundo y en el nuevo siglo proviene de dos influencias distintas pero convergentes:
1) La situación social y económica de los Estados Unidos en esos años: la crisis de la bolsa de Wall Street, las huelgas, la desocupación, la depresión, la ley seca, el gangste­rismo político, la ley de los traficantes de alcohol y la corrupción se convirtieron en temas literarios. Escribir sobre todo esto implicaba hacer revelaciones sobre el negocio del delito organi­zado, las conexiones entre el crimen, los jueces y la policía. En el año 1931 el director de Black Mask declaró que la revista estaba prestando un servicio público al narrar las historias rea­listas, fieles a la verdad y aleccionadoras sobre el crimen mo­derno de autores como Dashiell Hammett, Burnett y Whitfield.
2) Un tipo de literatura llamada "costumbrista" que cen­tra su atención en descripciones del ambiente social, y que ya se estaba gestando en los Estados Unidos. Su referente princi­pal es el escritor William Faulkner. Entre las obras de William Faulkner, escritor norteamericano considerado uno de los renovadores fundamentales de la novela contemporánea, se cuentan El sonido y la furia (1929), Santuario (1931), Luz de agosto (1932). En 1949 _recibió el Premio Nobel de Literatura.
Los thrillers se diferencian del género clásico fundado por Poe por un trabajo diferente con la determinación y la causalidad. En principio, el principal interés de un thriller no es el planteo y resolución de un enigma como en la novela policial inglesa. No se trata de descubrir aquí la verdad acerca de una historia del crimen que pertenece al pasado; tampoco el detec­tive es un individuo sedentario que resuelve las cuestiones sin moverse de su sillón preferido. Más que hacer descubrimientos, al detective de la novela negra le interesa buscar pruebas. El detective deja de encarnar la inteligencia analítica, para conver­tirse en un hombre de acción que va al encuentro de los acontecimientos. El criterio de verdad no se funda en la lógica sino en la experiencia.
En la novela negra norteamericana la historia del crimen se fusiona con la historia de la investigación. No se narra un crimen anterior al momento del relato, el relato coincide con la acción. No hay historia que adivinar, no hay misterio. En la no­vela policial inglesa se va del efecto -indicios, un cadáver, etc.- a la causa -el culpable -provocando la curiosidad del lector. En el segundo caso se va de la causa al efecto -no se sabe lo que va a pasar- y el atractivo está en el suspenso que genera.
Además, en el thriller, el detective es un profesional que hace su trabajo a cambio de un sueldo. La relación del detective con el dinero es explícita: Marlowe, el detective de las novelas de Raymond Chandler, cobra 25 al día más los gastos, y en esa suma se sustenta su "ética profesional", y hasta su neutralidad. El dinero legisla la moral y sostiene la ley: todo se paga. Asesinatos, robos, estafas, extorsiones, la cadena siempre es económica. En ese ambiente social corrupto, el detective es el único tipo honesto de cuantos lo rodean, aunque, por otra parte, un cínico inflexible y sentimental. Chandler define a Marlowe como un hombre de una pieza, común y corriente ... un hombre de honor por instinto o por inevitabilidad, sin conciencia de ello y sin que exista la menor mención al respecto.
En la novela policial inglesa todos los datos, toda la información que el detective necesita para resolver el caso le es ofrecida al lector antes -una página antes, a veces- de que se revele la solución final. El lector está en las mismas condiciones que el detective ante el problema. En cambio, la novela negra tiene esquemas mucho más débiles y muchas veces se vuelve culpable de ir a la caza de la originalidad:
Sus asesinatos ocurren en serie y tienen carácter de epidemia. En ocasiones, sus novelas decaen en obras efectistas, es decir el efecto (thrill) ya no es espiritual sino puramente nervioso.(Cita de Bertold Brecht : “De la popularidad de la novela policíaca “en : El compromiso en la literatura y el arte, Barcelona, Peínsula,1973)
Dice Raymond Chandler:
Por definición el detective es la persona que busca la verdad. Implícitamente, el lector está convencido de que el detective no miente. Esta regla debería extenderse a todo narrador en primera persona, y a cualquier otro personaje a través de cuyos ojos se cuenta la historia. La omisión de los hechos por el narrador en tanto tal, o por el autor cuando pretende exponerlos desde la perspectiva de uno de los personajes, origina un flagrante delito de desho­nestidad ... Cabría acusar de deshonestidad a todos los relatos en primera per­sona a causa de su aparente sinceridad y de la posibilidad de suprimir los razonamientos del detective a la vez que ofrece una narración detallada de sus palabras, de sus actos, y de un gran número de sus reacciones emotivas. El problema reside en saber si el lector ha sido engañado de acuerdo con las reglas o si al contrario ha recibido un golpe bajo. En este tema la perfección es imposible. Una sinceridad absoluta destruiría el elemento misterio.( Apuntes sobre la novela policial en Estaré esperando. Buenos Aires, Emecé,1989).

Fuente: Prólogo a Rosaura a las diez de Marco Denevi
Editorial Cántaro, Buenos Aires,1999

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