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4 de septiembre de 2010

La caja de herramientas de Stephen King

La caja de herramientas
Stephen King
Para sacar el máximo partido a la escritura hay que fabricarse una caja de herramientas y luego sacar músculos (ejercitar) para poder llevarla. Quizás, entonces, en lugar de dejar una tarea a medias, se pueda tomar la herramienta indicada y poner manos a la obra de manera inmediata.
La caja de herramientas debería tener tres o cuatro niveles. Supongo que podrían ser cinco o seis, pero llega un punto en que la caja crece demasiado para ser portátil, con lo cual pierde utilidad. La bandeja superior es para las herramientas normales. La más normal es el vocabulario. En este caso puedes aprovechar lo que tengas sin ningún sentimiento de culpa ni de inferioridad. Soy de la opinión de que los defectos al escribir suelen tener sus raíces en el miedo, un miedo que puede ser escaso si sólo se escribe por placer, pero que amenaza con intensificarse en cuanto aparece un plazo de entrega (un trabajo práctico, un informe de investigación). A menudo escribir bien significa desechar el miedo. De cualquier manera, siempre es imprescindible colocar junto a nuestro vocabulario el del diccionario, a fin de consultarlo permanentemente. Los diccionarios no son radiactivos ni su uso provoca ninguna enfermedad conocida.
En la bandeja superior de la caja de herramientas también debe estar la gramática y no me vengas con quejas de que no entiendes de gramática, que nunca la has entendido… El vocabulario, oral o escrito, y el mensaje que se construye con él debe organizarse de acuerdo con unas reglas consensuadas de gramática. Transgredirlas significa romper o dificultar la comunicación. Una gramática defectuosa genera frases defectuosas. Por lo tanto, aquí debemos colocar las normas para ortografía, puntuación (comas, punto, punto seguido, punto y aparte, dos puntos), uso de mayúsculas y minúsculas y cualquier otra variedad de signos convencionales para señalar y diagramar el texto
( paréntesis, comillas, raya de diálogo, signos de interrogación y exclamación).
Levanta la bandeja superior de la caja de herramientas (vocabulario y gramática). La capa de debajo corresponde a los elementos estilísticos. Uno de ellos es el aspecto de los párrafos el cual es casi igual de importante que lo que dicen. En la prosa expositiva los párrafos pueden ser ordenados y hasta conviene que lo sean. El patrón ideal de párrafo expositivo contiene una oración-tema seguida por otras que la explican o amplían. La secuencia “oración-tema más descripción y profundización” le exige al escritor organizar sus ideas, además de protegerlo de divagaciones.
Yo soy del parecer de que la unidad de la escritura es el párrafo, no la oración, porque es desde el párrafo de donde arranca la coherencia y donde las palabras tienen la oportunidad de ser algo más que meras palabras. Puede tener una palabra o durar varias páginas pero para escribir bien, hay que aprender a usarlo bien. El secreto es practicar mucho.
Por otra parte, el estilo que se utiliza para comunicarnos depende de la relación entre los hablantes y de la situación comunicativa. Por ejemplo, el estilo que se usa con un familiar es informal mientras que ante un desconocido se utiliza el formal. También utilizamos diferentes variedades lingüísticas cuando nos comunicamos de modo oral o de modo escrito. En la lengua escrita se utiliza un vocabulario más preciso, oraciones mejor construidas y siempre debemos tener presente que la comunicación, en este caso, es diferida en el tiempo y en el espacio y que, por lo tanto, no estaremos presentes para explicar, ampliar o corregir lo que hayamos escrito.
En la tercer bandeja colocaré mis conocimientos sobre los diferentes tipos de textos que circulan en nuestra sociedad. Si reflexionamos, son infinitos: cartas, textos ficcionales, investigaciones científicas, artículos periodísticos, enciclopedias, textos legislativos, textos publicitarios, recetas de cocina, prospectos médicos, instructivos, reglamentos, etc. Cada uno de estos textos forma lo que se conoce como géneros discursivos e independientemente de su contenido poseen esquemas convencionales que intervienen para que el lector les asigne sentido dado que los reconocen como formas típicas. Al escribir, por lo tanto, paralelamente con el contenido o tema que desarrollaré, debo tomar la decisión sobre el tipo o formato que daré a mi texto.
Para no seguir cargando la caja de herramientas, por ahora la dejaremos así. Porque no se trata de acumular datos o de comprenderlos, sino de desarrollar procesos personales de redacción: aprender a buscar y ordenar ideas, a pensar en la audiencia del texto, a releer, evaluar y revisar lo escrito. También se trata de establecer una relación estimulante y enriquecedora con la escritura: escribir para aprender, sentirse a gusto, sacar provecho de la herramienta que es la letra escrita.

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