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9 de septiembre de 2010

LA NOVELA POPULAR

LA NOVELA POPULAR
Principales rasgos de la novela popular
A pesar de las difusas apariencias de muchos de sus productos, la novela popular se adapta a un modelo bas­tante rígido, que ha sido escrupulosamente respetado por los autores y cuyos rasgos más importantes pode­mos sintetizar de la siguiente manera:
Estructura: El esquema estructural básico de la novela se reduce a un nú­mero limitado de funciones y a una combinatoria bastante simple. Un mo­delo ideal -con ligeras variantes, co­mo veremos, en el caso de la novela de aventuras geográficas- puede ser recompuesto en sus líneas generales como sigue:
1) Exposición reivindicatoria o me­morial de la reivindicación: Un ri­co heredero es despojado de sus prerrogativas por un usurpador (Los misterios de Paris) o un ino­cente es injustamente condenado (El Conde de Montecristo).
2) La intervención del héroe reivin­dicador es requerida.
3) El héroe juega: La sucesión de enfrentamientos entre el Héroe y el Malvado constituyen lo esencial de la trama novelesca, según un esque­ma recurrente:
a) Héroe persigue a Malvado pero cae en su poder o es baleado;
b) Héroe prisionero se li­bera o es liberado por sus ayudantes; c) Héroe consigue burlar a Mal­vado, quien a su vez cae prisionero, muere o huye.
4) Reivindicación cumplida.
En este esquema básico encontramos una gran variedad de motivos, que ac­túan como factores desencadenantes o dinamizadores del relato: la madre traidora (por extensión cualquier miembro del círculo inmediato: hijo, esposa, amigo), las ayudas mágicas (los ayudantes del héroe, los recursos de la tecnología y la ciencia), las prue­bas de identidad (retratos, amuletos, cartas, señales corporales), los testi­gos invisibles (que sorprenden conversaciones comprometedoras o pistas ; indispensables para la empresa de rei­vindicación), el cautiverio, las fugas, letcétera.
Protagonistas: Los Héroes y Malva­dos de la novela popular poseen algunas características canónicas, que se reiteran en los distintos ciclos épi­cos. Entre los rasgos tipificadores del Héroe podemos anotar:
1) Soledad: fiel a su origen romántico el Héroe es casi siempre un so­litario segregado del mundo por su nacimiento, por una maldición o por una imposición penitencial ( Rocambole, Dantés, Rodolfo de Gerolstein, el Capitán Nemo). Su em­presa tiene como destinatarios a los causantes de su caída, o bien, en un amplio ademán vindicatorio, a la humanidad en su conjunto.
2) Omnipotencia: El Héroe se ve y es 'visto como una encarnación de la Divinidad o de fuerzas sobre­naturales. Rocambole se siente a sí mismo como "el instrumento elegi­do por Dios", 'y actúa en conse­cuencia.
3) Mutabilidad: gran parte del éxito del Héroe se apoya en su aptitud para transformarse, para cambiar e inclusive para identificarse con sus oponentes. La mayoría de los Hé­roes de la novela popular son eximios en el arte del disfraz, la doble identidad y el desdoblamiento.
Los personajes vicarios comparten cir­cunstancialmente estos rasgos con el Héroe. Los Malvados los poseen tam­bién, aunque en forma más contingente.
Otros aspectos formales: En este plano debemos distinguir dos ras­gos dominantes:
1) Redundancia: El escritor folleti­nesco ignora habitualmente la eco­nomía literaria. El suyo es un pro­ducto recargado de información (inclusive de falsa información), en el que se ignoran la elipsis, la atenuación y el matiz sugeridor. Todos los trucos verbales y toda la retórica de la novela decimon6nica apa­recen aquí recargados y amplificados por un narrador omnisciente, que parece regodearse con este tipo de composición aditiva, con esta indefinida suma de peripecias.
2) Suspenso: El éxito de los autores se funda en gran medida en su habilidad para manjar el suspenso, la suma de acciones truncas en el momento más critico y la develación del misterio interminablemente pos­tergada, como técnica impuesta por la necesidad de fragmentar el relato en un número determinado de "en­tregas" y mantener latente el interés de los lectores.
La critica más irónica ha popularizado la clásica imagen de la heroína al borde del abismo y de la mano del héroe, detenida en su trayecto salvador a lo largo de varios capítulos que contienen digresiones más o menos dilucidadoras, inseparable de la convencional fórmula de "el lector nos dispensará el que abandonemos la de nuestras principales heroínas en tan critica situación, de cuyo desenlace volveremos a ocuparnos más adelante."
Esta frecuente apelación al suspen­so y a los cortes en el desarrollo de una secuencia lineal (perpetrados, como dijimos, en los momentos más intempestivos) tienen una impor­tancia decisiva desde el punto de vista de la estructura del relato y de las relaciones con el lector, a quien se amenaza constantemente con un ilusorio desenlace imprevis­to, ilusorio porque el desdoblamien­to de la cadena causal que plantea transitoriamente el suspenso (sal­varse o perecer) es un típico recurso de la ficción, y porque la misma sustancia del folletín presupone desde el comienzo la salvaci6n de los inocentes y la punición de los malvados
El corte intempestivo puede servir a los fines del relato: a) como pan­talla psicológica al servicio del sus­penso, b) como apertura hacia cier­to tipo de información indispensa­ble para.
explicar un enigma o un punto oscuro de la narraci6n.
Apoteosis de la casualidad. La no­vela popular apela con insistencia a la casualidad. Puede afirmarse que con este recurso se pretende apuntalar las derivaciones imprevisibles de la tra­ma, o más bien aquellos puntos en los cuales la interrogación abierta sólo puede ser resuelta por la mediación de un deus ex machina.

Fuente: Literatura contemporánea
CEAL

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