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30 de octubre de 2011

ANÁLISIS-RESUMEN DE EL EMPAREDADO, DE JUANA MANUELA GORRITI

ANÁLISIS-RESUMEN DE EL EMPAREDADO, DE JUANA MANUELA GORRITI
Con el título de Coincidencias, Juana Manuela Gorriti agrupó en 1876 una serie de relatos que comienzan con "El empareda­do". Las coincidencias constituyen en realidad la materia narra­tiva; la autora las desarrolla en breves historias que tienen unidad. "El emparedado" está compuesto por una introducción, un relato propiamente dicho, y un desenlace que se une con el relato siguiente, "El fantasma de un rencor".
El cuento "El emparedado" es uno de los primeros antecedentes de la literatura fantástica argentina. En todos sus aspectos se mani­fiesta la composición romántica, ya en la creencia sobrenatural de aparecidos, ya en los recursos típicos utilizados. El motivo está íntimamente unido con el espacio cerrado y el tiempo obli­gatorio para los espectros, las doce de la noche, momento ideal en ese tipo de suceso. Si bien todos son componentes tradicio­nales, obedecen a la intención del narrador de establecer conti­nuidad entre el plano de lo real y de lo onírico, hábilmente pre­sentado, al aceptar lo fantástico en el refuerzo de la real presencia del emparedado.
El relato está eficazmente conducido ante un auditorio hete­rogéneo, el cual sirve para mostrar el efecto que produce el mis­terio en las distintas edades.
La narración avanza a través de dos motivos referenciales: la fatiga y el sueño del protagonista, o sea desde la imposibilidad de cumplir con su tarea, y lo vivido en un sueño que luego habrá de confirmarse. Las verificaciones se obtienen en dos niveles paralelos: primero, cuando aparece el clérigo en el sueño y en la realidad se encuentra el cadáver; segundo, cuando la cita de San Agustín oída en el sueño se verifica en la realidad en el capítulo octavo de las Confesiones. La secuencia narrativa avanza a través de la realización del sermón, de la fiesta, y del descubrimiento del cadáver, y está íntimamente ligada con la distribución del tiempo en el relato.
TIEMPO: Para los fines del análisis podemos distinguir el tiempo con­céntrico: toda la narración transcurre en un pasado; el del pasado invierno, pero el narrador personaje nos conduce a otro tiempo más lejano todavía, al que vivió como cura de S. El epi­sodio central tiene referencias pretéritas que recuerdan a Poe en El gato negro: "Me decidí a emparedarlo en el sótano como se dice que hacían en la Edad Media los monjes con sus víctimas". Esto tres tiempos se pueden rastrear: el primero abre y cierra el relato, el segundo ocupa el tiempo de la narración y en éste se ubica el del tiempo sin límite fijo, o sea el evocado por la presencia del emparedado. En estos tiempos se advierten dos dimensiones: la real y la psíquica (por ejemplo: Eran las doce de la noche); el tempo real en este relato de aparecidos prepara el estado psíquico del protagonista; a su vez éste manifiesta su preocupación por el tiempo real: Alarmado en fin por el escaso tiempo que me quedaba para hacer aquella composición.
ESPACIO: Así como habíamos presentado distintos tiempos, corresponde señalar sus correlatos espaciales. El espacio real enmarca la reunión en un salón en torno a una estufa improvisada, ambien­tación cerrada, típica para los relatos junto al fuego y para que el misterio haga su incursión el medio de las expectativas que crea el tedio de las jóvenes y la seriedad que inspiran los cléri­gos. Hay objetos y nombres que permiten reconstruir una época y una clase social, donde el piano y sus valses, los autores pre­dilectos, encaminan hacia la nota mundana que complementa las reuniones. El espacio y el tiempo real crean un ambiente. En retorno circular, al final del relato, se reconstruye este marco espacial: ... y nos retenía en un salón; y termina: las ondulacio­nes que el viento imprimía a las cortinas del salón.
El espacio se da en el suceso narrado: la celda de la Compa­ñía, lugar cerrado que favorece el efecto fantástico. El espacio, por último, del emparedado, es otra dimensión que importa al análisis: Al echar abajo la pared medianera entre la celda que yo ocupé y la siguiente, encontróse la pared doble; y en su es­trecha separación, el cadáver de un jesuita.
REALIDAD-IRREALIDAD: Como salvoconducto de la irrealidad, la lógica permite al na­rrador no asombrarse ante la aparición en sí, sino en el acceso a la celda, cuando no se cuenta con la llave correspondiente: Iba a preguntarle cómo había entrado, pues la puerta estaba con llave.
 La aceptación de lo irreal se cumple repetidas veces por el auxilio de la lógica. La permanencia de la voz escuchada en sueños permite establecer una continuidad coherente entre lo onírico y la realidad: Era un sueño, pero la voz del clérigo sonaba todavía en mi oído. Se confirma lo vivido en el sueño en la localización de la cita de San Agustín; luego, en el hallazgo del emparedado que había expresado dormir allí.
LO MÁGICO: El anuncio de que el cura va a contar una historia entre usual y sobrenatural, hace que cesen los bostezos: A estas pala­bras, los bostezos cesaron como por encanto; y las jóvenes, per­diendo su timidez, acercaron sus sillas y rodearon al anciano vica­rio. Dentro de la concepción romántica, observamos aquí la pre­sencia de los efectos mágicos, como cuando se presenta el espí­ritu del clérigo con su aspecto demacrado y pálido, como si hubiese trascendido la muerte. Se hacen notorias también las fuerzas inconscientes que obligan a actuar sin saber por qué, es decir, mágicamente: Sin darme cuenta de lo que hacía tomé aquel libro y lo abrí en su capítulo octavo. Para concluir, se podría señalar el efecto que produce el relato en el ánimo de las jóve­nes: Sin embargo las jóvenes, aunque se preciaban de espíritus fuertes, estrecharon sus sillas mirando con terror las ondulacio­nes que el viento imprimía a las cortinas del salón. Para lograr esta correspondencia entre lo casual y lo sobrenatural existe un enlace: la coincidencia. A través de un elemento externo como es el confundir la cita de San Agustín con la de Tertuliano, mágicamente se resuelve toda una situación.
RECURSOS:Los recursos utilizados están dentro de una tónica romántica.  La intensificación, a través de imágenes o palabras que reiteran circunstancias, da cierto clima de peripecia imprevista en me­dio de lo cotidiano: la pereza que se apodera del ánimo en la vida de los campos. ( ... ) presentóseme otro obstáculo: las visi­tas. ( ... ) aun allí vinieron a sitiarme durante el día entero los oficiosos saludos.
Frases breves: Eran las doce de la noche; Éramos diez; -Yo duermo allí. Sin embargo, las preguntas retóricas que constituyen parte de la técnica de en­lace con el relato siguiente, quitan efectos al desenlace: ¿No es verdad que mi fantástico sueño y la presencia de ese cadáver emparedado fueron una extraña coincidencia?
La perífrasis: Yo, de mí sé decir que me placería oiros cantar. (.. ) hube de ir allá sin haber puesto mano en mi obra.
Las expresiones comunes: y el pupitre sostenía una lin­da partitura y valses a discreción; ( ... ) el tiempo estaba repre­sentado en su más lata acción ( ) se preciaban de espíritus fuertes, ( .. ) las promesas de un riente porvenir.
Adjetivación: estufa improvisada; fuerte aguacero; jóvenes graciosas y turbulentas; prolongados bostezos: adustas sotanas; edificio vasto y solitario; una mano demacrada y pálida; figura fantástica del clérigo; fantástico sueño.
Tiempos verbales: se utiliza preferentemente el pretérito imperfecto y el pretérito indefinido. Señalamos algunos usos: el pretérito imperfecto sirve para dar la continuidad entre el sueño y la realidad. La unión entre estas dos situaciones la expresa así: la voz del clérigo so­naba todavía en mi oído. Otras veces el imperfecto abarca dos acciones sucesivas: sin darme cuenta de lo que hacia cogí aquel libro y lo abrí en su capítulo octavo. En este último ejemplo el uso del pretérito indefinido sirve para dar la impresión de que las acciones se realizaron rápidamente. También la utilización del pretérito indefinido se observa cuando se busca el logro de los efectos mágicos: A estas palabras, los bostezos cesaron como por encanto; y las jóvenes, perdiendo su timidez, acercaron sus sillas y rodearon al anciano vicario.

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