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25 de enero de 2013

Análisis y características de la narrativa de Edgar Allan Poe




Análisis y características de la narrativa de Edgar Allan Poe

Dotados de cierta heterogeneidad y escritos para pa­liar necesidades económicas y, por consiguiente, satisfa­cer los gustos del mercado, los cuentos de Poe permiten —imponen, en realidad— esbozar una clasificación temá­tica. Dado que este intento no es nuevo y ha sido abor­dado en múltiples ocasiones por la crítica, cierta termi­nología al respecto ya ha sido acuñada. 





Podemos distin­guir así:

a) los cuentos de horror o terroríficos;
b) los "analíticos", "de raciocinio" o policiales;
c) los que anticipan a los de ciencia ficción;
d) los de humor,

Sin embargo, es necesario aclarar que, dentro de la narración, existe con frecuencia una interrelación de cier­tos estratos narrativos de manera tal que estas caracte­rísticas que los definen no resultan excluyentes entre sí.

a) Los cuentos de horror o terroríficos: En realidad, la gran mayoría de los cuentos de Poe participa de la atmósfera que emanan los que pue­den ser clasificados como de horror, y son éstos y los analíticos los que, sin lugar a dudas, alcanzan mayor je­rarquía literaria. Dentro de esta vertiente podemos efec­tuar una subdivisión marcada por temas que Poe sentía como preocupaciones profundas. La más constante, om­nipresente, obsesiva si se quiere —aclarando que estos aspectos ya han sido tomados, en lo que a la obra de Poe respecta, bajo la tutela del psicoanálisis— es la de la muerte, que engendra a su vez, en la angustia y no aceptación que ésta le produce, el tema de la necrofilia, del que surgen cuentos como Morella, cuyo esquema bá­sico habrá de repetirse, pasando por múltiples matices y formas en Ligeia, Berenice, La caída de la casa Usher, Silencio, La caja oblonga, Eleonora, El entierro prema­turo, El coloquio de Monos y Una, La verdad sobre el caso del señor Valdemar y Revelación mesmérica.

Esta obse­sión necrofílica se verá acentuada por inequívocos ras­gos sádicos manifiestos en El corazón delator, El gato ne­gro, ciertos episodios de la Narración de Arthur Vum y El aliento perdido.

Otras de las vertientes corresponden a estudios muy en boga en la época: el de la teoría del magnetismo ani­mal (mesmerismo) —expuesta en La verdad sobre el caso del señor Valdemar-; la de la trasmigración de las al­mas; la de la pérdida de la identidad: Metzengerstein y William Wihon, y la de la recurrencia, como sucede en el caso dé Un cuento de las Montañas Escabrosas.

b) los "analíticos", "de raciocinio" o policiales: Los cuentos llamados "analíticos" o "de raciocinio", que dieron el espaldarazo definitivo al género policial, aunque participan de los lineamientos de los de terror, están dotados de caracteres propios y distintivos. Así, por ejemplo, Los crímenes de la calle Morgue y El mis­terio de Marie Rogét y en menor medida La carta robada y El escarabajo de oro. En los dos primeros, el análisis, de una lógica rigurosa y despojada, se aplica, no obstante, a episodios llenos de sadismo. Inobjetables por muchos de sus elementos —entre otros, la creación de atmósfe­ras, los pasos escalonados con que trasmiten su incues­tionable suspenso al lector fascinado, la estricta lógica de sus razonamientos, que llevan al descubrimiento final—, inauguran el género policial con indudable jerarquía.

c) los que anticipan a los de ciencia ficción: Dentro de los cuentos que anticipan a Julio Verne, a Wells y, más adelante, a los de ciencia ficción propia­mente dichos, podemos situar Las misteriosas aventuras de un tal Hans Pfall, que, si bien inferior a muchos otros, tiene también aspectos valiosos, como, por ejemplo, ¡a fantástica descripción de un viaje a la luna en globo, la vida entre los selenitas, etcétera.

d) Los de humor: En este apartado se incluyen cuentos que, de un valor circunstancial, fueron escritos para las revistas lite­rarias en las que colaboró Poe, de acuerdo con las pau­tas proporcionadas por el gusto del público. El elemen­to que predomina en casi todos ellos es el humor, pero" un humor profundamente desvalorizador, no tanto críti­co como capaz de hallar una especial delectación en des­tacar lo grotesco, una mueca un tanto siniestra. Así, Con­versación con una momia, El hombre que se gastó, Bon-bon, Los anteojos, Los leones y otros, Influencias, perso­najes, teorías.

Los personajes de Poe llevan al límite la tendencia nocturna, melancólica, rebelde y marginal de los gran­des héroes creados por el romanticismo alemán, francés e inglés, pero mientras éstos actúan compelidos por ra­zones morales o pasionales, los de Poe, incapaces de la más mínima libertad, a menudo "poseídos", se dejan arrastrar por una misteriosa fatalidad que predetermina sus más .mínimos pasos y que, inevitablemente, los con­duce a la ruina.
En su reseña critica sobre los relatos de Hawrtorne, Poe desarrolla con cierta extensión una teoría sobre el cuento, en la que manifiesta su preferencia por este gé­nero dentro de la prosa. Estos textos y los mejores cuen­tos de Poe prueban su cabal comprensión de los prin­cipios rectores de este tipo de narración, cuyo rigor co­mo género autónomo fue el primero en comprender y en avalar con sus relatos, muchos de ellos de estructura perfecta.

Poe comprendió y explicitó con claridad que en el cuento resultan esenciales la intensidad y la economía con que se presenta el acontecimiento central, así como también la atmósfera que debe emanar del relato, a la que no debe hacer referencias ni connotar el autor. Si en todos estos aspectos Poe mostró cierta excelencia, su escasa capacidad para la creación de personajes resulta, en cambio, notoria. Los suyos son tales en la medida en que actúan en un drama preestablecido que los defi­ne, pero fuera de él no alcanzan existencia propia: nin­guno de los personajes poeianos resulta recordable poi sí solo- Nadie podrá olvidar, en cambio, las estremece-doras atmósferas de pesadilla, el devastador horror que recorven muchas de sus narraciones.

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