Algunas aproximaciones al concepto de narración
Para comenzar a problematizar el concepto de narración,
nos
tenemos que preguntar ¿qué elementos
nos permiten asociar
formas sociolingüísticamente tan distintas
como cuentos, filmes, historietas, novelas, relatos de sueños, crónicas periodísticas, entre
otras? La respuesta a esta pregunta ha sido pensada desde distintos campos disciplinares.
Las teorías narratológicas
Al respecto, G. Genette (1983) sostiene que empleamos
corrientemente la palabra relato sin preocuparnos de su ambigüedad y a veces, sin percibirla, ciertas dificultades de la narratología se deben quizás a esta confusión. Si se quiere comenzar a ver con mayor claridad
al respecto, es necesario discernir
netamente tres nociones distintas sobre esta noción.
En este sentido Genette considera que existen
tres sentidos del término relato:
·
En un primer sentido –que es hoy, en el uso común, el más evidente
y central-, relato designa el enunciado narrativo,
al discurso oral o escrito que asume la relación
de un suceso o de una serie de sucesos:
así se denominará relato de Ulises al discurso
formulado por el héroe ante los feacios
en los cantos IX y XII de La Odisea y,
por
consiguiente, a estos cuatro cantos mismos,
es decir, al segmento
del texto homérico
que pretende ser la fiel transcripción de ese
discurso.
·
En un segundo sentido, menos extendido, pero hoy de uso corriente entre los analistas y teóricos del contenido narrativo, relato designa a la sucesión
de acontecimientos, reales o ficticios, que son el objeto de este discurso,
y sus diversas relaciones de encadenamiento,
de oposición, de
repetición, etc.
“Análisis del
relato” significa, en este caso, el conjunto
de acciones y situaciones consideradas en ellas mismas, abstracción hecha del
medio, lingüístico u otro, que nos lo hace conocer:
sean en este caso,
las aventuras vividas
por Ulises después de
la caída de Troya hasta
su
llegada a
la
isla de la ninfa Calipso.
·
En un tercer
sentido, que es aparentemente el más antiguo, relato designa nuevamente a un acontecimiento: no ya el que se, cuenta, sino el que consiste en que alguien
cuente algo: es el acto de narrar tomado en sí mismo. Se
dirá así que los cantos IX y XII de La Odisea están consagrados al relato de Ulises,
tal como se dice que el canto XXII está consagrado a la masacre de los pretendientes: contar sus aventuras es una acción tanto como masacrar
a los pretendientes de su mujer, y si es evidente
que la existencia de sus aventuras
(suponiendo que se las tenga, como Ulises,
por reales) no depende para nada de esta acción, es también igualmente evidente que el discurso
narrativo (relato de Ulises en el sentido 1) depende absolutamente de ella, porque es el producto de ella, así como todo enunciado es el producto de un acto de enunciación.
·
Una de las críticas
que se le ha hecho a este tipo de definiciones desde el AD es que es una teoría excesivamente literaria
y general y sigue siendo imprecisa para explicar
la narración desde una visión discursiva.
La lingüística del texto
Por su parte, en los modelos de la lingüística del texto, especialmente en las reflexiones de Teun Van Dijk, el texto es una unidad de comunicación que organiza
el contenido y las formas en dos tipos de estructuras: la superestructura, que da cuenta del esquema composicional del texto, y la macroestructura, que da cuenta
del contenido semántico del texto.
Ahora bien, este tipo de
modelo de representación
de la narración
que ha tenido una impronta muy importante en los estudios de la lengua, presenta una importante limitación ya que,
para el análisis de los textos,
sólo considera la organización sintáctica y semántica
interna, es decir
que excluye las condiciones externas de producción.
Podemos pensar cómo influye esto en el análisis del discurso si ponemos por caso el discurso
de la información, donde reconoceremos partes constitutivas de una crónica
periodística (volanta, título y bajada, cuerpo, epígrafe,
etc.) pero quedarían relegadas preguntas del orden de: ¿quién construye las noticias?, ¿para qué se construyen noticias?, ¿qué es socialmente noticiable?, entre otras.
Y el tema se complejiza cuando se trata de la publicidad; pensemos, por ejemplo, en el siguiente spot publicitario: ¿se trata de una narración, de una argumentación o de una descripción?
El enfoque sociodiscursivo
Tal vez la aproximación más enriquecedora al tema la han propuesto
autores desde la lingüística francesa; tanto Adam (1992) como Charaudeau (1994) han desarrollado diferentes representaciones de los esquemas
regulares de la organización de la información en los textos.
En este sentido, en un libro clásico
sobre la problemática, Adam reconoce cinco tipos de lo que denomina “secuencias textuales”. Para él, la narración
es una de las secuencias textuales.
Partiendo de que el texto no suele presentarse como un conjunto de secuencias homogéneas sino más bien heterogéneas, ve la necesidad
de postular un modelo de secuencia textual prototípica que pueda proporcionar los instrumentos necesarios para adscribir
un texto a un tipo determinado, en relación con las secuencias presentes en él.
Podríamos decir que, para Adam, las secuencias prototípicas responden a tipos relativamente estables de combinación de enunciados,
dotados de una organización reconocible por su estructura jerárquica interna (esquema)
y por su unidad compositiva (plan). Se trata de unidades
modélicas que, en el estado
actual de la reflexión
de este autor, se
reducen a cinco: la secuencia narrativa, la secuencia
descriptiva, la secuencia argumentativa, la secuencia explicativa y la secuencia
dialogal. Si bien algunos
textos pueden ser homogéneos y construidos sobre la base de una sola secuencia, otros textos se muestran
con variedad de secuencias que pueden aparecer coordinadas linealmente o de manera alternada.
Para determinar la disposición de las secuencias en textos heterogéneos, Adam propone diferenciar distintos
tipos de secuencias. La secuencia
dominante es aquella
que se manifiesta con una presencia mayor en el conjunto del texto. La secuencia secundaria es aquella
que está presente en el texto
sin
ser la dominante. Si la dominante se constituye como
el marco en
que otras secuencias pueden aparecer incrustadas, a ésta se le llama secuencia
envolvente. El concepto de secuencia textual nos permite
reconocer que en cualquier texto real aparecerán pasajes descriptivos junto a otros narrativos, que en un diálogo habrá argumentación o explicación, etc.
Así, el analista
que pretende determinar a qué tipo pertenece un texto debe ser capaz de identificar las secuencias y sus combinaciones.
Las secuencias seleccionadas por Adam para constituir el modelo prototípico coinciden en su nomenclatura con lo que otros autores
llaman “modos de organización del discurso” (por ejemplo, Charaudeau: 1992, 641) y se relacionan con funciones textuales como narrar, describir, argumentar, entre otras formas. Lo interesante de esta aproximación es que los textos se presenten mediante la articulación de más de una forma de organización discursiva.
Entonces, ¿qué es narrar?
Narrar, contar,
relatar son unas de las formas más utilizadas por las personas para expresar sus
vivencias, para informarnos, para divertir, para entretener, para crear intriga.
El ser humano ha recurrido a la narración a lo largo de toda su historia. El mito,
la historia, la novela, el relato cinematográfico, la serie de televisión y otros
géneros similares, son muestras de la pervivencia de la narración y de su capacidad
para adaptarse a los diferentes medios o soportes de difusión, como la radio,
el cine, el vídeo o la televisión.
Como secuencia
secundaria o incrustada, la narración puede combinarse con cualquier otra forma
textual: en el diálogo, en forma de anécdota, en un chiste, en una explicación,
en forma de relato que sirve de ejemplo, en un discurso argumentativo. Incluso,
la descripción, sobre todo si es de lugares, adquiere a veces la forma de relato
de un pequeño viaje.
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Adam
señala que existen seis componentes básicos en la narración:
1.
Temporalidad: existe una
sucesión de acontecimientos en un tiempo que transcurre, que avanza.
2.
Unidad temática: esta unidad
se garantiza por, al menos, un sujeto-actor, ya sea animado o inanimado, individual
o colectivo, agente o paciente.
3.
Transformación: los estados
o predicados cambian, por ejemplo, de tristeza a alegría, de desgracia a felicidad,
de plenitud a vacío, de pobreza a riqueza, etc.
4.
Unidad de acción: existe un
proceso integrador. A partir de una situación inicial se llega a una situación
final a través del proceso de transformación.
5.
Causalidad: hay “intriga” que se crea a
través de las relaciones causales entre los acontecimientos.
6.
Evaluación: todas las
acciones se dirigen a un fin y tienen una intención que el narrador podrá o no
hacer explícita
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El esquema que propone Adam (1987:62) es el siguiente:
Ahora bien, este tipo de representación sobre la narración es sólo una esquematización de uno de los modos fundamentales de construir los discursos; de ninguna manera se lo debe considerar como un esquema
cerrado, ya que la forma más habitual en que los textos
aparecen en la vida está vinculados a la articulación de más de un modo de organización textual.
FUENTE:
Instituto Nacional de Formación Docente (2015).
El problema de los géneros discursivos. Discurso
y Sociedad. Especialización Docente de Nivel Superior
en Enseñanza de Escritura
y Literatura en la Escuela Secundaria. Buenos Aires: Ministerio de Educación de la Nación