La novela histórica
Se considera novela histórica a un tipo de ficción
híbrida, en cuya construcción coexisten personajes y acontecimientos ya
codificados por la historia o la historiografía, con otros inventados, y que
sitúa la acción en un pasado histórico concreto y reconocible por los lectores.
La novela histórica,
por su naturaleza híbrida, plantea un problema específico ya que sale del
ámbito de lo estrictamente literario. Como no es historiografía pura, ni
tampoco es narrativa o novela pura, se podría decir que conforma una
"grieta o hiato entre ficción e historia".
Los límites entre la
Historia y la Literatura se relacionan con diversos aspectos: los rasgos
discursivos de cada una, los objetivos de cada disciplina, el estatuto ficcional
de los textos literarios/los modos de construcción del tiempo y el espacio, las
estrategias de escritura, la forma de trabajar con las fuentes históricas,
entre otros.
Según la crítica literaria
María Cristina Pons, la producción reciente de novelas históricas en
Latinoamérica, y en la Argentina en particular, se caracteriza por cierta
relectura crítica y desmitificadora del pasado a partir de la reescritura de la
Historia. Esta posición demuestra una evidente desconfianza hacia el discurso
historiográfico oficial, generando en algunas novelas una reflexión acerca de
la posibilidad de conocer y reconstruir el pasado histórico; en otras,
recuperando los silencios o los lados oscuros de la Historia, y en algunas
otras, mostrando el pasado histórico desde una perspectiva nueva.
La novela histórica
argentina
Durante el Romanticismo
(mediados y fines del siglo XIX), tanto europeo como americano, el
historicismo y la subjetividad ficcional tuvieron un fuerte impulso, promoviendo
la idea de que la "verdad" podía ser alcanzada y representada a
través de la imaginación. En ese momento la novela histórica, como reflejo de
esa tensión entre "verdad" e invención, se caracterizó por expresar
las identidades nacionales y las de los actores sociales de ese momento.
En las novelas
históricas que se escribieron en la Argentina durante ese período, la Historia
no es el mero marco de los hechos o la simple atmósfera de los conflictos
representados, sino que conforma el fundamento de la trama. En esos textos, el
lector reconoce tanto una serie de sucesos históricos, acontecidos en
determinado lugar y tiempo, como la organización y el orden de esos sucesos. El
autor se vale de la utilización de recursos y procedimientos narrativos
ficcionales para producir mediante fuentes históricas un discurso estético.
Como la escritura de
las novelas históricas plantea cierta idea de que la ficción puede completar o
rellenar grietas o fisuras que la historiografía oficial oculta, distorsiona o
acalla, es natural que a partir de los años setenta del siglo xx, haya habido
un auge en la producción y consumo de este género y se haya extendido durante
las décadas del ochenta y noventa en el contexto de la última dictadura cívico-militar
y sus postrimerías, ya que fue una etapa en que la historia oficial se
percibió absolutamente sesgada.
Dice María Crist6ina
Pons: (...) mientras que la novela histórica tradicional supone que la
representación ficcional del pasado entraña una correlación entre la
representación, hechos y verdad, la novela histórica reciente rompe con tal
correlación y pone un mayor énfasis en la producción de sentido o en la
correlación entre hechos e interpretación. Y es por ello por lo que, además, parecen
requerir que, como parte del contrato de lectura, se reconozcan de manera
diferenciada los dos conceptos de Historia que maneja la novela histórica: el
de la Historia como acontecer y el de Historia como construcción narrativa.
La novela
latinoamericana plantea así, a fines del siglo xx, que no se puede hablar del
concepto de Historia solamente en términos globalizantes o abstracciones
conceptuales teóricas o filosóficas. La (re) escritura del pasado desde los
márgenes y desde abajo, en relación (y en oposición) con la Historia escrita
desde el centro y desde arriba, le da a la novela histórica latinoamericana
contemporánea una dimensión reflexiva y un carácter político, y no meramente
filosófico. Además evitan una fragmentación y una despolitización de la
Historia. Es así como la controversia de la relación entre la Historia y la
ficción, que para diferentes posiciones derivadas de las propuestas filosóficas
"pos-" aparece como un punto de llegada de las ficciones históricas
contemporáneas, para la novela latinoamericana de las últimas décadas es apenas
su punto de partida.
En otros términos, no
se desconoce que la novela histórica contemporánea se adhiere al
cuestionamiento de la escritura de la Historia -léase la construcción
discursiva-ficcional del pasado, de la verdad y del conocimiento histórico-
propuesta particularmente desde una posición filosófica posestructuralista y
posmoderna. (...)
En definitiva, la
novela histórica latinoamericana de fines del siglo xx no propone borrar los
límites entre ficción e Historia, entre los que silencian y son silenciados,
entre los que dominan y son dominados, entre un allá y un aquí. Por el
contrario, parece querer acentuarlos con el objeto de poner en marcha un
proyecto de lectura crítica de la Historia como acontecer y como narrativa, y
para destacar que la realidad de aniquilación, pobreza y marginalidad histórica
de América Latina no es una construcción discursiva ni un objeto estético o de
consumo, y mucho menos ficción. Pero es una lectura crítica de la Historia que
se lleva a cabo desde fuera de los límites, desde los márgenes, desde ese
espacio fuera del "hogar" en tanto espacio cultural, civil y político
que la hegemonía no puede neutralizar; un espacio en el cual las intenciones y
los actos alternativos pueden sobrevivir, y la potencialidad utópica puede
perdurar.
María Cristina Pons, Memorias del olvido. La
novela histórica de fines del siglo xx,
México, Siglo xxi, 1996.
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