
BUSCAR EN ESTE BLOG
8 de abril de 2009
Análisis de Casa tomada de Julio Cortázar

21 de diciembre de 2016
Julio Cortázar: cuentos Casa tomada y Axolotl. Actividades y Guía de lectura
Imagina qué dos realidades -alejadas en nuestro mundo real- pondrás en contacto. Para ello puedes guiarte por estas opciones:
1 de agosto de 2022
Análisis de Casa tomada de Julio Cortázar (II)
Análisis de Casa
tomada de Julio Cortázar (II)
Dentro
de la paz y la rutina diaria de un hermano y una hermana solterones, que viven
juntos en la vieja casa de la familia, entra una presencia extraña que viene a
cambiar por completo sus vidas: la sensación de algo o alguien que ocupa
paulatinamente la casa, hasta que los dos hermanos se ven obligados a
abandonarla. Este episodio aparentemente tan simple está lleno de
complicaciones, de recovecos que se deben examinar.
Hay
una insinuación de extrañeza desde las primeras líneas: la casa se establece
como el personaje central de la historia. Es el eje alrededor del cual giran
las vidas de los hermanos, cuya ocupación principal es el aseo, el orden de la
casa familiar, que casi llega a tener un alma: “A veces llegamos a creer que
era ella la que no nos dejó casarnos”, dice el narrador que, por otra parte,
está perfectamente feliz con esa tiranía habitacional.
Él y su hermana
viven plácidamente, en un “simple y silencioso matrimonio de hermanos”, una unión
de dos seres solitarios, cuya paz es interrumpida por la aparición de lo
insólito: al oír un ruido que viene del otro lado de la casa, el narrador
cierra inmediatamente la puerta de comunicación: “Han tomado la parte del
fondo”.
El lector se
pregunta quién. ¿Quién o qué? ¿Cómo? ¿Por qué? Ellos, los personajes, no se
preguntan nada. No tratan de investigar, de protestar, de impedir la invasión:
simplemente saben, y aceptan con fatalismo y resignación. Y eso que saben se
mantiene latente durante todo el cuento, sin presentarse nunca a la vista.
Sentimos que no hay posibilidad de rechazar esa ocupación desconocida que, por
extraño que pueda parecer, no modifica en gran cosa la vida de los dos
hermanos. Aparte de la añoranza de algunos objetos familiares que han sido
dejados del otro lado, sus hábitos no cambian mucho: las labores domésticas se
simplifican, la lectura del hombre es sustituida por una colección de
estampillas.
La insistencia en
la cotidianidad de los hechos, la calma con que se toma la situación, realzan
la impresión de extrañeza. Lo prosaico de la vida de los personajes, su
uniformidad, es tan grande que acaba por parecer extraño. La hermana llena los
días tejiendo, atiborrando los cajones de objetos que nunca serán usados por
nadie: el narrador descubre “el cajón de
abajo de la cómoda de alcanfor lleno de pañoletas blancas, verdes, lilas.
Estaban con naftalina, apiñadas como en una mercería; no tuve el valor de
preguntarle a Irene qué pensaba hacer con ellas”.
El narrador, por su
parte, no tiene ocupaciones fuera de la casa; emplea su tiempo en la limpieza,
en las labores domésticas y en la lectura. Estos dos solterones ordenados, casi
maniáticos, viven con toda discreción una vida en tono menor, una especie de
sinfonía de grises, en que la invasión de la casa viene a dar la nota
discordante, pero sin lograr cambiar el
ritmo de la vida.
Cuando la ocupación llega a ser total los dos
personajes huyen; salen corriendo, sin echar
una mirada hacia atrás, y abandonan la casa en manos del invasor (¿o
invasores?), del que cabe preguntarse si
existe siquiera.
La solución no está dada en el texto, que conserva hasta el
final la incertidumbre, la ambigüedad de lo desconocido.
En este cuento hay tres cosas que llaman la
atención: el contraste entre lo definido y lo indefinido, el tratamiento del
espacio y la falta de resistencia a la invasión.
La descripción de
la casa, de las ocupaciones domésticas, de la rutina diaria, es sumamente
precisa: se citan siempre horas exactas para las tareas cotidianas, la hora
precisa en que ocurren las invasiones, y todo ello contrasta fuertemente con la
imprecisión en cuanto a las invasiones mismas, con el hecho de que nunca se
muestra la ocupación de la casa, sino que se dice solamente que va siendo
ocupada cada vez más, dejando cada vez menos espacio a sus ocupantes.
Y esto nos lleva al
problema del espacio. Todo el cuento transcurre dentro de un espacio cerrado,
rígidamente circunscrito por los muros de la casa. Las salidas semanales del
narrador a las librerías y a comprar estambre para su hermana no añaden otro
espacio al mundo del relato. En las calles el personaje no vive, sino que va a
buscar las provisiones necesarias para su vida real, la que transcurre dentro
de la casa; el mundo exterior es totalmente ajeno a la vida de los personajes.
Y el mundo interior, el espacio de la casa, se va reduciendo progresivamente,
al ritmo de la invasión, hasta que la falta de espacio vital empuja a los
personajes a su única salida real al mundo exterior.
En cuanto a la
falta de resistencia, es uno de los problemas más interesantes que plantea este
texto. Un hombre y una mujer de edad madura, que parecen seres sensatos y
bastante equilibrados a pesar de sus pequeñas excentricidades, se rinden
inmediatamente, sin chistar, a la evidencia de una invasión invisible; no hay
un solo intento de análisis o de racionalización, lo cual hace pensar que, en
su origen al menos, podría tratarse de un sueño. Esto recuerda, en efecto, esa
situación típica de ciertas pesadillas, en que sentimos que algo nos persigue y
corremos despavoridos, sin que se nos ocurra detenernos a mirar hacia atrás. El
soñador huye sin resistir, sin investigar qué es lo que lo hostiga y lo aterra,
con la seguridad, incuestionable, de que es lo único que puede hacer.
Además de la falta
de resistencia, el tratamiento del tiempo y de ciertos detalles también hace
pensar en los sueños. Se da, como ya hemos dicho, la hora precisa en que se
realizan todas las tareas cotidianas, la hora en que los hermanos se levantan y
aquella en que van a la cama, pero no hay un solo indicio que permita saber
cuánto tiempo transcurre desde el comienzo hasta el final del cuento, ni si
pasan días, semanas o meses entre la primera y la segunda invasión. La
abundancia de detalles triviales sobre las bufandas o los suéteres tejidos por
la hermana se contrapone con la falta absoluta de información sobre ese
acontecimiento crucial que es la ocupación de la casa. Esto ocurre
constantemente en las experiencias oníricas: aparece Fulano, cuya presencia en
tal lugar o en determinada situación sería completamente absurda en la vida
real, y el soñador ni tiene ni pide la explicación; puede ver, en cambio, hasta
los más mínimos detalles del atuendo de su personaje, el color de su camisa o
si ha cambiado de peinado, etcétera.
No quiero decir con
esto que el ambiente de “Casa tomada” sea onírico, sino que creo que el
procedimiento narrativo que utiliza Cortázar está muy directamente relacionado
con la forma de algunos sueños. La mezcla “irracional” de precisión e
imprecisión, la falta absoluta de lo que sería una reacción normal en la vida
consciente, la ausencia de protesta o de resistencia por parte de dos personas
que con toda seguridad jamás permitirían que el tendero les cobrara cinco
centavos más por una botella de leche, me parecen reflejos, conscientes o no,
de una experiencia onírica.
Existe la tentación
de dar a este texto una interpretación alegórica, de hablar de la enajenación
del mundo moderno, de la invasión del hombre latinoamericano por el sistema
opresor, y sin duda serían lecturas legítimas. Pero, en cuanto a los textos de
Cortázar en general, me parece que vale lo que dice Todorov a propósito de
Kafka:
Ciertamente se pueden proponer varias interpretaciones
alegóricas del texto, pero éste no ofrece ninguna indicación explícita que
pudiera confirmar una u otra.
[...] sus relatos se deben leer ante todo como relatos,
en el nivel literal.
Fuente:
FLORA BOTTON BURLÁ, LOS JUEGOS FANTÁSTICOS, FACULTAD
DE FILOSOFÍA y LETRAS, UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MEXICO, 2003.
Para otro análisis de casa tomada pulsar aquí:
http://elblogdemara5.blogspot.com/2009/04/analisis-de-casa-tomada-de-julio.html
Para actividades didácticas y guía de lectura pulsar
aquí:
http://elblogdemara5.blogspot.com/search?q=casa+tomada
Si necesita descargar
el cuento pulsar aquí:
Biblioteca Casa tomada de Julio Cortázar (1)
Análisis de Lejana de Julio Cortázar
Análisis de Lejana de Julio
Cortázar
Alina Reyes es consciente,
desde hace mucho, de otra mujer con la que tiene una extraña afinidad; no la
conoce, pero irrumpe constantemente en su vida. La otra vive en una ciudad
distante, en alguna parte de Europa (Alina vive en Buenos Aires), en un lugar
donde hace mucho frío y donde ella sufre: la golpean, tiene hambre y frío. Alina
la siente y sabe sus sufrimientos; la mujer extraña se va convirtiendo en una
especie de otro yo, que llega a obsesionarla. Trata de defenderse, y decide que
se trata de algún tipo de manifestación histérica, seguramente de origen
sexual, que se le quitará con el matrimonio.
A pesar de que no quiere
creer en la existencia de la lejana, decide pasar su viaje de bodas en Budapest
(en algún momento ha sido consciente de que esa es la ciudad). Cuando llega
ahí, sale a caminar y atraviesa un puente sobre el Danubio helado; en medio del
puente, la mujer la está esperando. Se acercan, se encuentran y se abrazan. “Cerró los ojos en la fusión total, rehuyendo
las sensaciones de fuera, la luz crepuscular; repentinamente tan cansada, pero
segura de su victoria, sin celebrarlo por tan suyo y por fin”. Cuando se
separan, Alina siente el viento y el cansancio infinito que la aplasta, y grita
de frío y de terror, mientras la otra, “Alina Reyes”, se aleja coqueta y
elegante en su traje gris.
La
mujer pobre de Budapest será para siempre Alina Reyes, mientras que Alina,
encerrada en ese otro cuerpo que no es el suyo, vivirá la vida de sufrimientos
por la que tanto compadecía a la otra cuando la sentía desde lejos.
Pero, ¿se ha efectuado realmente el intercambio? Una
interpretación fría y racional nos llevaría a la conclusión de que no ha pasado
nada, de que es efectivamente un caso de histeria, una experiencia psicológica
aterradora, medio alucinación, medio pesadilla. Pero en ninguna parte del texto
está dicho lo que ha ocurrido; no se ofrece
explicación alguna. Es, indudablemente, una “irrupción de lo insólito en lo
banal” y, sea cual fuere la solución que adopte el lector, en el interior del
texto la duda permanece.
Se trata, pues, de un
cuento plenamente fantástico, y trataremos de ver cómo se presenta.
En cuanto a la forma, no tiene nada fuera de
lo común: es un diario escrito en un lenguaje sencillísimo, sin complicaciones
aparentes. Los personajes son pocos: Alina, la lejana; los demás no son más que
evocaciones presentadas, de manera más o menos vivida, en el diario. Las
acciones son pocas; no se relatan hechos, sino la historia de una situación que
llega a un desenlace necesario.
Alina Reyes va siendo
habitada por la otra mujer de la misma manera que una casa puede estar habitada
por fantasmas: su presencia no tiene causa aparente, es inevitable e
impredecible. La lejana entra en la conciencia de Alina en cualquier momento,
interrumpe cualquier actividad. Alina puede estar en el concierto, puede estar
en medio de una conversación, o encontrarse sola en su cuarto; de todos modos la presencia extraña, la
conciencia de la otra mujer, se introduce en la mente de Alina, causando un
terrible estado de angustia progresiva. Se impone el paralelo con “Casa
tomada”: en ambos cuentos hay una ocupación por parte de un elemento extraño,
ocupación que es exterior en “Casa tomada” e interior en “Lejana”; en el último
caso, la invasión es a la vez más clara y más misteriosa. En efecto, aquí
sabemos quién es el ocupante (aunque el saber sea muy impreciso: es un ser
humano, una mujer, y está lejos); pero, a diferencia de “Casa tomada”, la
ocupación no se va realizando de manera concreta, pieza por pieza, en partes
claramente definidas de la conciencia. Pero en ambos cuentos la ocupación es
progresiva, y llega inevitablemente a la totalidad. Los habitantes de la casa
van siendo desalojados poco a poco, hasta que quedan relegados a la calle; la
presencia indefinida lo toma todo, no queda más remedio que huir. Alina, por su
parte, es invadida también por la otra, hasta el momento en que es desalojada
de su cuerpo o, lo que es lo mismo en este caso, totalmente poseída. La lejana
ocupa por entero la casa que es el cuerpo de Alina. En “Casa tomada” no se sabe
nunca la identidad del ocupante. En “Lejana” la que era una presencia
indefinida y difusa se va haciendo progresivamente más nítida, más precisa.
Aparecen algunos nombres: el de un hombre, el de una plaza, el de una calle,
que se van acumulando después de la revelación inicial del nombre de una
ciudad: Budapest.
Decide que lo que ocurre no es verdad: “Lo he soñado, no es más que un sueño, pero
cómo adhiere y se insinúa hacia la vigilia”. Se propone, para deshacerse de
la presencia de la otra, no volver siquiera a escribir sobre ella. Y
efectivamente no vuelve a escribir. El final del cuento es la narración de un
tercero, anónimo, que relata la derrota de Alina y su posesión final y definitiva. Cuando Alina
Reyes decide irse a Budapest cae víctima de su propio juego. Su intención era
dar un paso liberador, para convencerse de la irrealidad de sus sensaciones.
Pero al tomar la decisión hace desaparecer la distancia física que había entre
ella y la lejana, hace posible el encuentro final. Es ella la que, como en una
pesadilla, se pone al alcance de su invasora.
El
fenómeno que ocurre en “Lejana” es al mismo tiempo un problema de doble
identidad y de fragmentación de la personalidad. Cuando relata los hechos en su
diario, Alina usa multitud de expresiones ambiguas que dejan ver, en
transparencia, que es dos personas a la vez: “porque soy yo y le pegan”, dice al hablar de la
mujer. Y más adelante: “Le pasaba
a aquella, a mí tan lejos”; “porque a mí, a la lejana, no la quieren”.
Cuando decide curarse de esa enfermedad extraña,
resuelve “ir a buscarme” a Budapest, “salir
en busca mía y encontrarme”,
para preguntarse: “¿Y si estoy?”. Pero no, decide, ella habrá de prevalecer,
habrá de ser la más fuerte, la otra “se doblegará, si realmente soy yo...”
Y cuando el relato pasa al narrador anónimo la tercera persona, que antes era
sólo la lejana, indica también a Alina. En ese momento el uso de la tercera
persona para las dos señala y refuerza la unión.
Todo el cuento es un juego constante entre
las dudas de Alina y la conciencia de la otra presencia interior. El elemento extraño
e imposible entra de golpe, desde el principio: “Anoche fue otra vez...” Lo que “fue” parece impreciso y vago al
comienzo, es como si se hablara de un insomnio (que, por cierto, Alina padece)
o de una jaqueca, pero lo que “fue” es “ésta
que no es la reina, y que otra vez odio de noche”.
Desde el comienzo, a pesar de la diferencia
enunciada, puesto que la otra “no es la reina”, hay conciencia de la identidad
existente entre las dos mujeres: “Esa que
es Alina Reyes pero no la reina del anagrama”. Hay una clara progresión en
la presencia de la lejana: aparece primero en sueños y luego va invadiendo poco
a poco las horas de la vigilia, hasta estar en los gestos más normales de la
vida cotidiana.
El juego identidad-diferencia constituye el
meollo del cuento. La lejana no tiene el nombre de Alina, no comparte con ella
sus características superficiales; no pertenecen al mismo nivel social, no
tienen las mismas costumbres ni la misma forma de vida. Pero en lo profundo, en
la esencia, la lejana es Alina Reyes. Incluso se podría decir que es la
otra cara de Alina Reyes, su antípoda moral, social y psicológica: mientras que
la una es rica, la otra es pobre; la una vive en América del Sur y la otra en
Europa; Alina tiene una existencia cuidada, protegida, y una vida social muy
intensa, mientras que la lejana sufre hambre y frío, no tiene amigos, está
expuesta a los golpes, llora. En cierta forma, no puede haber nada más opuesto
a Alina Reyes que una mendiga de Budapest. Esa especie de hermanita pobre de
Alina, que es a la vez ella misma, la completa de algún modo extraño y no bien definido.
Y, como en buena parte de los casos en que en la literatura aparece el doble o
el “otro yo”, es odiada por Alina: “Puedo
solamente odiarla tanto”. Pero no hay sólo odio, sino un sentimiento muy
ambivalente, en que intervienen también el orgullo, la ternura, las ganas de
ayudar a la otra, cierto sentimiento de solidaridad:
A veces sé que tiene frío, que sufre, que le pegan. Puedo
solamente odiarla tanto, aborrecer las manos que la tiran al suelo y también a
ella, a ella todavía más porque le pegan, porque soy yo y le pegan. [...] Que
sufra, que se hiele; yo aguanto desde aquí, y creo que entonces la ayudo un
poco.
En las visiones o sensaciones que sufre el personaje, el espacio real se comprime. La distancia que separa normalmente Buenos Aires de Budapest desaparece, los dos espacios se superponen en la conciencia de Alina, que se expande para incluir el espacio de Budapest. La unión entre los dos seres y los dos espacios se realiza, simbólicamente, en un puente. Esto es claro para Alina, pero lo que no queda definido es lo que pasa con el tiempo. Alina permanece constantemente en la duda acerca de si lo que ve está pasando en el momento mismo en que ella lo percibe, o si se trata de hechos pasados o futuros: “Pero me he vuelto canalla con el tiempo, ya no le tengo respeto. [...] A lo mejor me llega tarde, a lo mejor no ha ocurrido todavía”.
En este cuento se vuelve a confirmar la
hipótesis enunciada al principio, según la cual muchas veces lo fantástico
viene de que se toma literalmente una expresión que por lo general se emplea en
sentido figurado. Cuando Alina habla de “ir allá y encontrarme”, este
“encontrarse” pierde por completo su sentido metafórico, para asumir el
literal, que es terrible. Cuando encuentra a la mendiga, se encuentra realmente,
en todo el sentido de la palabra; el desenlace de la situación confirma esta
hipótesis fantástica.
Como todo autor de cuento fantástico,
Cortázar juega constantemente con la incredulidad del lector. Lo convence primero, para luego introducir una
duda, que a su vez se verá eliminada por los hechos. La inquietud y la
tranquilidad se suceden en el lector a medida que recorre el texto, pero el
final no le ofrece una solución, sino que lo deja en la duda.