A pesar de las conmociones políticas y sociales, hay zonas de la literatura que no reflejan estas realidades de manera explícita. Tal es el caso de la literatura fantástica .
Desde el origen del hombre, la fantasía forma parte de creencias, cosmogonías, mitos, leyendas. El miedo a lo desconocido, las imágenes de los sueños, la inquietud frente a la muerte y lo sobrenatural, han entretejido el mundo real con rasgos maravillosos.
Cuando se habla de "literatura fantástica" se hace referencia a una categoría estética particular. La crítica, abocada en el campo narrativo y en la literatura de occidente, coincide en afirmar que esta especie se configura en el siglo XIX, especialmente en lengua inglesa (Chesterton, Poe, Wells), aunque hay precursores como don Juan Manuel (siglo XIV), el francés Rabelais (siglo XVI), Quevedo (siglo XVII) y, ya en el siglo XIX, el alemán Hoffmann, con El hombre de arena. El género se desarrolla profusamente en el siglo xx.
Existe diversidad de criterios para definir y para clasificar la literatura fantástica. En principio, se la considera un tipo de discurso especial, porque agrega a los rasgos propios de la ficción la presencia de lo sobrenatural o extraordinario, que es el rasgo que la diferencia de la literatura realista.
En la ficción fantástica, el elemento anormal, insólito, irrumpe en la realidad cotidiana y produce un mundo diferente, cuyos fenómenos extraños enfrentan al lector (o a un personaje de la obra) con la problemática antinomia realidad-irrealidad. Esta ambigüedad produce la indecisión entre una explicación realista y una explicación sobrenatural del mundo representado en la trama del relato.
La crítica ha tratado de distinguir estos tres conceptos. Para Todorov, lo extraño es lo sobrenatural explicado: acontecimientos increíbles, pero explicables por medio de la razón. Por ejemplo, la literatura del terror.
Lo maravilloso es lo sobrenatural aceptado, porque no se discute la ley que rige los acontecimientos. Aparece una irrealidad no cuestionada, como en los cuentos infantiles, con sus ogros, sus brujas y sus hadas. La ciencia-ficción pertenece a esta categoría.
En la intersección entre lo extraño y lo maravilloso, Todorov define lo fantástico como la vacilación entre dos explicaciones: la realista o la sobrenatural.
Todorov opina que la literatura fantástica no debe ser leída como texto poético ni alegórico. Ana María Barrenechea, filóloga argentina, cuestiona, entre otros, este concepto de Todorov, pues considera que lo alegórico puede reforzar el sentido fantástico, sobre todo en la literatura contemporánea, en la que el sentido del mundo y su naturaleza problemática, caótica e irreal, son alegóricos.
En este orden de ideas, Jorge Luis Borges negó la "gratuidad" de la literatura fantástica: "Este tipo de ficción manifiesta una visión más compleja de la realidad y no una evasión de la misma"; "la literatura fantástica ofrece metáforas de la realidad que trascienden la visión superficial del realismo".
En la narrativa fantástica, es esencial la creación de una atmósfera que sea indicio de que algo extraño ocurrirá en el transcurso de la ficción. Para lograda, hay dos procedimientos básicos:
• Narrar con naturalidad, como si fueran acontecimientos normales, hechos que en realidad no lo son.
• Usar una palabra clave, que adelante el contenido. Por ejemplo: fantástico, extraordinario, sobrenatural, inesperado, etcétera.
La clasificación semántica global y de los componentes del texto, de Ana María Barrenechea, permite abordar los temas de la literatura fantástica. Incluye:
• La existencia de otros mundos: dioses o poderes maléficos o benéficos, la muerte y los muertos, otros planetas o lugares, mundos de naturaleza indefinida.
La hipótesis de otros mundos paralelos al natural produce la amenaza de destrucción del nuestro. No se duda de nuestra naturaleza de seres concretos, pero se descubre que hay fuerzas desconocidas que nos acechan. Como ejemplo, es posible citar: "El Chac Mool", de Carlos Fuentes, y "El fantasma", de Horacio Quiroga.
• Relaciones entre los elementos de este mundo, que rompen el orden reconocido: espacios, tiempos, causalidad, distinción sujeto-objeto (se pueden incluir simulacros, como los sueños, los espejos y reflejos y, entre ellos, el arte), la rebelión de la materia (inanimado contra animado), de los animales y de las plantas (inhumano contra humano.