Benito
Pérez Galdós y Emilia Pardo Bazán: escritores representativos del siglo XIX. Contexto histórico. La sociedad como materia novelable.
Benito Pérez Galdós, (1843-1920), novelista y
dramaturgo español, es uno de los escritores más representativos del siglo XIX,
junto con Clarín y Emilia Pardo Bazán.
La obra de Galdós se caracteriza por
su marcado y nítido realismo. Él es un gran observador con toques geniales de
intuición que le permiten reflejar tanto las atmósferas de los ambientes y las
situaciones que describe como los retratos de lugares y de personajes. Se sirve
del lenguaje para identificar a sus personajes y esto ha hecho que muchas veces
se le acuse de lo que no es: usa un lenguaje ramplón cuando describe o habla un
personaje ramplón. Galdós dividió su obra en “Episodios nacionales”,
“Novelas españolas de la primera época” y “Novelas españolas
contemporáneas”. Además hay que considerar su teatro.
Marianela, la novela más popular de Pérez Galdós, es un relato triste y
emocionado sobre una niña huérfana e indefensa. Lazarillo de Pablo, un joven
apuesto pero ciego, “la Nela” huye en el momento en que éste recobra la vista
para que no descubra su fealdad. En el tercer capítulo, Galdós nos describe a
Marianela a través de los ojos del doctor Teodoro Golfín, personaje con el que
arranca esta novela.
La sociedad del siglo XIX
En las décadas siguientes a la Revolución Francesa, la burguesía afianzó su poderío y se
hizo dueña y señora de los destinos económicos y políticos de las naciones.
Este proceso impuso una nueva manera de ver la realidad: la cosmovisión
burguesa, que creyó en el progreso científico y tecnológico.
El
burgués sostiene que el hombre domina un mundo en el que todo debe ser aprovechado
en beneficio propio y en el que cada parte cumple su función en aras del
progreso material. La historia, desde esta mirada, presenta un desarrollo con
una dirección única y precisa: el mejoramiento de las formas de la vida humana
mediante el dominio creciente de la naturaleza. Esta cosmovisión tuvo como
pilares las ideas de progreso y orden y encontró en el positivismo su expresión más
completa.
En
este contexto positivista, cada hecho, cada acción, cada idea debe ser, por
sobre cualquier otra opción, útil. El concepto de belleza por sí misma,
entendido a la manera clásica o romántica, queda relegado a la nada. El arte
debe servir para algo, ser utilitario.
El progreso, que se
inició gracias la industrialización y se potenció a partir de la tecnificación
creciente de la producción, engendró el nacimiento de una nueva clase social:
el proletariado.
Este
nuevo grupo viviría en las grandes ciudades en condiciones inhumanas,
vendiendo su fuerza de trabajo por muy poco y sin ninguna legislación que lo
protegiera del abuso y de la explotación. Los artistas del siglo XIX, con su deseo de
"servir" a la sociedad, observaron, describieron y denunciaron los
males de su tiempo. Y movidos por este afán de mostrar todo a todos, incluyeron
en sus obras a representantes de las clases sociales más bajas así como de la
burguesía. El proletariado, el pobre, el marginal, tendrá su lugar en el arte
del siglo XIX, lo mismo que los grandes burgueses.
El realismo como forma
literaria
Es realista toda manifestación artística interesada en observar al
hombre (y al mundo) en sus dimensiones biológica, psicológica y social para
mostrarlo de manera mirnética, como si la obra actuara de espejo. Así definido,
el realismo
es una
forma
literaria no exclusiva de una época o región, es un estilo de ver el mundo
y de representarlo que podemos rastrear y reconocer en obras literarias de distintos
autores, épocas, culturas... A fines del siglo XIX, constituyó el estilo
más importante, el más puesto en juego, el más "necesario".
La novela realista del siglo XIX
Como la cosmovisión burguesa imponía que las formas del arte debían
servir para conocer y comprender el mundo, la novela -por sus capacidades
narrativas y descriptivas y por su amplitud- constituyó el género más cultivado
y el más leído, la forma literaria que mejor permitía la aproximación real que
el artista quería lograr.
Los escritores realistas pretenden que su literatura sea espejo de la
realidad que los circunda y, para ello, recurren a la observación atenta y minuciosa del mundo que los
rodea. La reproducción exacta de la realidad les exige fidelidad en la descripción de ambientes y
costumbres de las más diversas capas sociales, así como también la descripción
analítica de los caracteres, temperamentos y motivaciones de los personajes y
todo tipo de rasgos o cualidades que sirva para "pintarlos" de la
manera más profunda posible.-Por eso, podemos encontrar en las novelas
realistas auténticos retratos inolvidables y personajes complejos sometidos al
análisis de los móviles de su comportamiento. Para crear ese efecto de objetividad, el narrador adopta, a
veces, la actitud de un "cronista" imparcial. Por otro lado, el
mundo representado presenta solamente sucesos que se rigen por las leyes
físicas de nuestro mundo de referencia y que responden siempre a un criterio
estricto de verosimilitud. En otras palabras, el relato es mimético: lo que ocurre y
"vive" dentro de él puede ocurrir y ser en la realidad
extraliteraria.
La novela, como forma de arte, debía contribuir a la reforma o cambio
de la sociedad.
La sociedad como materia novelable
Cuando en 1889 ingresa a la Real Academia Española, su discurso de admisión se
titula significativamente "La
sociedad presente como materia novelable" encerrando en esta frase la
relación que Pérez
Galdós postulará entre el mundo que lo rodea y su
literatura.
Los avatares de su vida
lo llevan desde el ejercicio de una diputación por el Partido Liberal Dinástico
en 1886 hasta el ejercicio de la misma función en 1909, pero por la Conjunción
Republicano-Socialista, y más tarde su aproximación definitiva al Partido
Socialista Obrero Español (PSOE). Esta evolución ideológica se une a una
continua experimentación literaria, lo que da a la obra de Pérez Galdós un
matiz complejo, que incluye la reflexión sobre los diversos campos del conocimiento
y sobre las causas y consecuencias del cambio social que impulsa la burguesía.
Interesado en imitar de manera
completa esa realidad que nutre sus relatos, incluye las voces, las palabras y
los modismos propios de
cada personaje mediante diversos procedimientos:
Discurso directo: el narrador reproduce
textualmente las palabras del personaje, usando un verbo introductorio,
respetando el sistema verbal y pronominal de origen y valiéndose de signos
gráficos que permiten reconocer el cambio de voz (dos puntos, comillas).
Ejemplo: Su hija, que le abrió la puerta, le dijo estas
palabras: "No te asustes papá, no es nada... Valentín ha venido malo de la
escuela". (La novela de Torquemada, Madrid, Alianza Editorial,
1970.Fragmento.)
Discurso indirecto: el narrador reproduce
las palabras del personaje incluyéndolas en su discurso. Ejemplo: Su hija procuraba tranquilizarle. (La
novela de Torquemada, Madrid, Alianza Editorial, 1970.Fragmento.)
Monólogo interior: el narrador reproduce
el pensamiento del personaje respetando pautas gramaticales y de puntuación, a
diferencia del fluir de
la conciencia en el que
la agramaticalidad domina el discurso.
Ejemplo: Eso que dicen de que no he hecho bien a nadie es
mentira. Que me lo prueben..., porque no basta decirlo. ¿Y los tantísimos a quien he sacado de apuros?...
Pues ¿y eso? Porque si a la Humanidad le han ido con cuentos de mí: que si aprieto,
que si no aprieto... yo probaré... [...] Si no he hecho ningún bien, ahora lo
haré; ahora, pues por algo se ha dicho que nunca para el bien es tarde. (La
novela de Torquemada, Madrid, Alianza Editorial, 1970.Fragmento.)
Ironía: el narrador apela a la
ironía para enunciar sus críticas a una clase social.
Ejemplo: En el caso de nuestro personaje, el usurero
contradice lo que se espera de un avaro, ya que ejerce su oficio no por el afán
de acumular dinero per se. No es la suya una
"avaricia metafísica ", aclara el narrador. (La
novela de Torquemada, Madrid, Alianza Editorial, 1970.Fragmento.)
Emilia Pardo Bazán y la
crítica al naturalismo
Emilia Pardo Bazán fue una mujer de gran cultura e inteligencia que
presidió la sección literaria del Ateneo de Madrid y ocupó una cátedra en la Universidad
Central, algo muy poco común durante el siglo XIX.
En 1883 publicó La cuestión palpitante,
un
texto crítico del naturalismo francés y de su principal representante, Émile Zola. Esta
corriente literaria, surgida a partir del realismo, plantea que el individuo está fuertemente determinado por la herencia genética
y el medio social en el que nace y vive, a punto tal que resulta imposible superar esa
situación de origen.
Los individuos de
clases sociales desfavorecidas ineludiblemente transitarán una existencia
signada por la pobreza, la marginación y la violencia. En el fondo, la mirada
naturalista se concentra en el accionar, no de la burguesía sino de la clase
social que surge a partir de la industrialización: el proletariado.
Si bien muchos escritores realistas, Charles
Dickens entre ellos, habían incorporado temas tales como la desprotección de la
infancia urbana o el hacinamiento obrero en las grandes ciudades, los naturalistas
van a centrarse en el mundo sórdido y desesperanzado de la vida de miseria y
explotación de los trabajadores fabriles. Para estos escritores, la
narrativa se transforma en un medio para estudiar la sociedad y sus mecanismos
de funcionamiento. Parten de una tesis sociológica que demuestran a partir de
un relato que pretende ser objetivo y riguroso, dado que el escritor es
concebido como un mero observador de la realidad social.
Si bien Pardo Bazán, en su crítica, se opone al
determinismo y a la representación de ese mundo de pasiones
degradadas y bestiales, en su novela más conocida, Los pazos de Ulloa, no falta ninguno de los
recursos
naturalistas: las clases rurales envilecidas y degradadas, la determinación social y
ambiental. Sin embargo, la autora plantea una salida a semejante situación,
como puede observarse en el siguiente fragmento: "Lo que la naturaleza yerra, lo enmienda la Gracia. La ley de la
naturaleza, aislada, sola, invóquenla las bestias; nosotros invocamos otra más
alta: Para eso somos hombres, hijos de Dios y redimidos por Él".
En sus relatos, la presencia de la mujer es
preponderante y se delinean con claridad cuatro tipos femeninos:
a.
La mujer española típica, caracterizada como frívola
e ignorante.
b.La prostituta, inmoral
y cuestionada.
c.
La mujer moderna que, liberada de prejuicios, se
convierte en fría y calculadora.
d.
La mujer española verdadera, caracterizada como
cristiana y capaz de sacrificios.
Fuente: Literatuta V-Ed.Santillana, Bs.As.
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