BOLIVIA:
RESUMEN DE SU HISTORIA Y SU LITERATURA
Del
esplendor del Potosí a la guerra del Pacífico
Antes de abordar la historia de Bolivia es
conveniente remontar el pasado para rescatar, junto a la rica tradición indígena, el papel
relevante que le correspondió como el Alto Perú de la dominación española. A su
territorio perteneció el Potosí, cuyas minas de plata revolucionaron la
economía ultramarina y estructuraron a su alrededor la vida de una amplia
región de la América española que comprendía el norte y centro argentino, Chile
y zonas del Perú.
Charcas fue el reducto de la Audiencia,
de la Universidad, de la cara culta y refinada de la sociedad colonial hispano-criolla
que fundaba su ociosidad en el trabajo indígena extinguido diariamente en un
Potosí aparentemente inagotable. Pero era solo una apariencia: en la segunda
mitad del siglo XVII la producción de plata comenzó a mermar lo mismo que la
población nativa, diezmada por la sobreexplotación. La creación del Virreinato
del Río de la Plata y la anexión a él de parte del Alto Perú, marcaron la
definitiva decadencia del viejo sistema.
Ya en la etapa independiente, la
separación de las Provincias Unidas del Río de la Plata, resultado de la
política de Bernardino Rivadavia, consumó el aislamiento del Alto Perú que
surgió a la vida independiente como un Estado débil obligado a vivir hasta fines
del siglo XIX de las contribuciones indígenas y de la producción de quina.
La confederación peruano boliviana (1836-1839) creada por el Mariscal
Santa Cruz
constituyó el último intento por restituir a Bolivia el esplendor perdido y
romper el creciente aislamiento al que parecía condenada. Este aislamiento, más
allá de su significación económica, asume a fines de siglo el carácter de
una realidad tangible:
la derrota boliviana frente a Chile en la guerra del Pacífico (1879-1883)
desatada por la posesión de los yacimientos de
salitre y nitratos del
desierto de Atacama, privó al país andino de la salida al Pacífico y lo confinó
al encierro definitivo de sus altas montañas.
La
riqueza del estaño
El
comienzo del siglo se inaugura con el descubrimiento de los grandes yacimientos
de estaño en Bolivia y la conformación de lo que se denominó el
"Superestado minero": tres empresas asociadas a capitales británicos
y norteamericanos, en cuyas manos quedaron todos los resortes del poder. El
rápido enriquecimiento de estos "barones del estaño", los Patiño, los
Hochschild y los
Aramayo, propietarios de las empresas, se vio favorecido por la ausencia de una
legislación que protegiese al país. La riqueza
minera no modificó la
estructura económica ya que el procesamiento del estaño se llevaba a cabo por completo
en el exterior.
Una
nueva guerra, la
guerra del Chaco (1932-1935), desangró nuevamente al país andino.
Esta vez su oponente fue la otra nación más pobre de la región, Paraguay,
también con un pasado de derrotas del que pretendía resarcirse. El motivo del
conflicto: la posesión del Chaco Boreal, una aparente cuestión de límites bajo
la que subyacían los intereses de la Standard Oil, concesionaria del petróleo
en la región. El resultado: una nueva derrota boliviana, si bien ambos países
sufrieron importantes pérdidas humanas.
El
fracaso de la guerra conmovió los cimientos del ejército: surgieron de su seno
facciones nacionalistas que disputaban el poder con otras aliadas de la "rosca"
(nombre que en decir popular designa a los sectores dominantes). A la primera
clase pertenecieron los gobiernos de los generales Toro y Busch. Este último fue el
ideólogo de una política progresista que incluyó la organización de Yacimientos
Petrolíferos Bolivianos, reformas sociales y la organización del código de
trabajo. El aparente suicidio del caudillo a un año de estar en el poder hizo
recuperar el terreno perdido a la "rosca".
Poco
después, en 1943, otro jefe militar Gualberto Villarroel, que intentó un camino
similar al de Busch, fue asesinado brutalmente.
El MNR y los intentos de cambio
En
ese mismo contexto, al comienzo de la convulsionada década del 40, surgió el
Movimiento Nacionalista Revolucionario —M. N. R.— de raigambre popular, que
será el principal protagonista de los sucesos posteriores. Sus líderes, Víctor Paz
Estenssoro, Hernán Siles Zuazo y Juan Lechín tuvieron honda
gravitación en la vida política del país. El MNR ganó las elecciones del año
1951, pero se le impidió el acceso al gobierno con un golpe militar. En
respuesta a estos hechos, tuvo lugar la insurrección popular de 1952 en la que
amplios sectores del pueblo liderados por el MNR y apoyados por grupos
militares se batieron contra el grueso del ejército. El resultado fue el
triunfo de los insurrectos y la instalación en el gobierno de Víctor Paz
Estenssoro. Durante su presidencia se nacionalizaron las minas que
dejaron de pertenecer a los "barones del estaño", si bien el Estado
pagó por ellas importantes indemnizaciones, se realizó una reforma agraria, el
ejército fue reemplazado por milicias obreras y se llevó adelante una política
de fomento a la educación.
El ejército nuevamente protagonista
Sin
embargo, la magnitud de la crisis económica dejó truncos los objetivos
planteados y los Estados Unidos cobraron mayor injerencia en la vida boliviana.
El ejército fue reorganizado y de su seno surgió el Gral. Barrientos, vicepresidente de Paz
Estenssoro durante su segunda presidencia, y autor del golpe de
estado que en 1964 quebró nuevamente el orden institucional.
Este
llevó adelante una política represiva que eliminó las organizaciones
sindicales y muchas de las conquistas de los mineros. Durante su presidencia
desarrolló su accionar en suelo boliviano un grupo guerrillero dirigido por Ernesto
"Che" Guevara que había participado en la revolución
cubana y a quien mataron en 1967. El Gral. Ovando, sucesor, tras un nuevo
golpe, de Barrientos, luego que éste muriera en un accidente de aviación,
adoptó medidas de corte progresista como la nacionalización de los bienes de la
Bolivian Gulf Oil Corporation, compañía norteamericana concesionaria de
petróleo.
La
amenaza de un nuevo golpe de derecha fue resistida con éxito por una huelga
general convocada por los mineros y por un sector del ejército liderado por el Gral. Juan José
Torres quién ascendió así a la primera magistratura. La clase obrera
llamada por el presidente a participar del gobierno conjuntamente con las
fuerzas armadas, se organizó en la denominada Asamblea Popular. Torres prometió
la implantación de un gobierno socialista que "no será un modelo importado
sino netamente boliviano". Sin embargo, en agosto de 1971, tras solo diez
meses de permanencia en el poder, su régimen sucumbió ante el golpe del Cnel. Hugo Banzer.
Su
gestión de siete años se vio beneficiada por el alza de los precios de los
productos bolivianos, pero marcó el comienzo del endeudamiento de la república.
El país debió soportar aún un golpe militar más: en 1980 encabezado por el Gral. Luis
García Meza, quien inauguró un gobierno singularmente oprobioso que
costó la vida al líder socialista Marcelo Quiroga Santa Cruz.
El
retorno al orden constitucional con el gobierno de Hernán Siles Zuazo no trajo la
solución al caos económico. Las características de la economía boliviana la
hacen muy vulnerable al destino de su principal producto de exportación, el
estaño, cuya importancia ha ido decayendo en el mercado mundial por el avance
tecnológico y el descubrimiento de nuevos yacimientos.
Los
resultados de las elecciones de 1985 señalaron la creciente incidencia que
había adquirido el candidato Hugo Banzer en los sectores medios
identificados con sus consignas proselitistas que prometían "orden, paz y
trabajo" en un país desquiciado con una inflación anual del 8.000%. Pese a
su victoria parcial, por decisión del Congreso se impuso como presidente Víctor Paz Estenssoro.
El
líder del MNR histórico inició su gestión de gobierno poniendo en vigencia un
plan de "ajuste estructural" dirigido a redimensionar el Estado y
liberalizar la economía. Mediante el Decreto Ley 21060, Paz Estenssoro dispuso
el cierre, la descentralización y la transferencia de las empresas públicas al
sector privado. Complementariamente —y mediante el mismo Decreto— dictó las
medidas necesarias para garantizar el funcionamiento "normal" de una
economía de mercado; entre ellas, la libre cotización del dólar, la supresión
de subsidios a los artículos de primera necesidad, el congelamiento de
salarios, el despido masivo de trabajadores del Estado, etc.
En
estrecha alianza con Hugo Banzer Suárez, con quien firmó el
"Pacto por la democracia", Paz Estenssoro neutralizó a la oposición
política parlamentaria y enfrentó, recurriendo a todos los medios a su alcance,
a los sectores sociales damnificados por el ajuste.
Al
finalizar su mandato, Paz Estenssoro y sus aliados podían exhibir
como resultado positivo de la denominada Nueva Política Económica, una moneda
saneada con apenas el 20% de inflación anual. Los sectores populares, en
cambio, sólo podían ver un país empobrecido en el que el salario mínimo no
superaba los 20 dólares, con campesinos reducidos a una economía de
subsistencia y con el cuenta-propismo multiplicado al máximo como única fuente
de trabajo.
Pese
a ello y gracias a la liquidación de toda forma de oposición social organizada,
en las elecciones nacionales de mayo de 1989, el MNR, con Gonzalo Sánchez de Lozada a la
cabeza, obtuvo el 23% de los votos, superando por pocos puntos a la ADN del Gral. Banzer
Suárez, que logró el 22%. El MIR de Jaime Paz Zamora, que obtuvo el
19% de los votos, estableció junto a la ADN el "Acuerdo Patriótico"
para la distribución de los cargos ministeriales en base a un programa de
profundización del proyecto neoliberal.
La
reactivación relativa del mercado mundial del estaño y de otros minerales le
permitió mantener el control de la inflación (15%) y lograr un crecimiento del
PBI del 4% anual. Pese a ello, sus relaciones con los sectores populares fueron
crecientemente conflictivas. Al igual que su antecesor, Paz Zamora tuvo que recurrir al
estado de sitio y a la represión de los dirigentes sindicales que expresaban la
oposición a su política económica.
En las elecciones generales de junio
de 1993, el Acuerdo Político, que esta vez llevaba como
candidato presidencial a Hugo Banzer Suárez, fue el gran derrotado ya
que sólo obtuvo algo más del 20% del apoyo electoral, mientras que el MNR,
encabezado nuevamente por Gonzalo Sánchez de Lozada, lograba el 35% de
los votos, diferencia que le permitió llegar a la primera magistratura mediante
un acuerdo parlamentario con la Unión Cívica Solidaridad (UCS), partido de
reciente creación cuyo jefe es el empresario cervecero Max Fernández.
Sánchez de Lozada
fue uno de los arquitectos de la Nueva Política Económica del anterior gobierno
del MNR. Su arribo a la presidencia de la república constituye, más allá de las
posibles variaciones impuestas por la dinámica social y política actual, una
reafirmación del modelo económico vigente desde 1985.
LA LITERATURA
Trágicas
presencias en la literatura de Bolivia
A
partir de 1919, con la publicación de la novela Raza de bronce del
boliviano Alcides
Arguedas, surgió en los países latinoamericanos con alto porcentaje
de población indígena, una narrativa que toma al personaje de la región como
protagonista.
Ese
indigenismo comenzó mostrando al indio en actitud pasiva, sujeto a los abusos
de la explotación, pero, paulatinamente, se lo fue incorporando como personaje
activo en las luchas por sus reivindicaciones y defensa de sus derechos.
La
guerra del Chaco servirá también como hecho capaz de producir una respuesta en
el plano literario, a veces cargada de crudo realismo. Augusto Céspedes publicó en 1936 una serie
de cuentos con el título Sangre de mestizos, que
testimonia lo ocurrido durante esa contienda; los relatos "El pozo" o "La paraguaya"
son claros testimonios del sufrimiento al que se vieron sometidos los hombres
de dos naciones hermanas que se desangraron en esta guerra inútil, en el marco
de hermosas historias pobladas de descripciones de la región.
En
la realidad de aquellos días existían otras situaciones de injusticia, como las
explotaciones mineras que, en manos de unos pocos, destruían la esperanza y la
vida de una población indefensa. La novela de Céspedes, Metal del diablo, o la de
Taboada Terán, El precio del estaño, registran en la ficción
narrativa esa problemática.
Los
hechos políticos que intentaron revertir la situación social de indios y
mestizos, así como la de otros sectores marginados, aparecieron en la narrativa
posterior a 1952, fecha en que se comenzó con la nacionalización de las minas
y con la reforma agraria. Esos autores no siempre son meros testigos de los
hechos que presencian sino que a veces asumen —con el apoyo de nuevas
tendencias expresivas— una actitud crítica frente a los acontecimientos;
Taboada Terán es uno de ellos.
En
la última década, jóvenes narradores poco conocidos fuera de Bolivia, ensayan
nuevos caminos, absorbiendo la revolución de la narrativa contemporánea. La
vida de la ciudad, el desarraigo y los sufrimientos de hombres y mujeres que
deben alejarse de su medio natural para conseguir trabajo, los acontecimientos
ocurridos durante las incursiones guerrilleras en las zonas rurales, las
represiones políticas, son temas de esos cuentos en los que a veces se intenta
la sátira; otras, la visión onírica o el tono francamente realista o se busca
un camino más indirecto a través del relato casi policial. Ejemplo de esta
corriente literaria lo constituyen Manuel Vargas ("El hermano mayor") Roberto
Laserna ("Después de los hechos"), Rene Bascopé ("Ángela desde
su propia oscuridad") y César Verduguez ("Hay un grito en tu
silencio").
fUENTE: Antología de cuentistas latinoamericanos
Ed.Colihue, Bs.As., 1999