COSTA RICA: RESUMEN DE SU HISTORIA Y SU LITERATURA
LA HISTORIA
Una independencia sin traumas
El proceso de
independencia de Costa Rica acompañó cronológicamente el de las otras
repúblicas que conforman el istmo centroamericano'. Sin embargo se resolvió en
forma pacífica, al paso de las circunstancias, sin dolorosas experiencias de
lucha. A ello contribuyó la conformación de la sociedad costarricense y el
hecho de que la propiedad de la tierra se hubiera distribuido en minifundios.
Este esquema comenzó a modificarse a fines del siglo XIX. El
desarrollo del cultivo del café llevó a un proceso de concentración de tierras.
Al mismo tiempo un grupo de empresas norteamericanas, que luego se fusionaron y
formaron la United Fruit Co., introdujeron el cultivo del banano.
Así se perfiló el
modelo de país agroexportador, vinculado al capital extranjero, con un grupo
terrateniente que asumió el liderazgo interno sin mayores conflictos ni
oposición.
La Suiza de América Central
Políticamente, esta
Costa Rica liberal se desenvolvió en un marco democrático. El Estado,
fortalecido por la estabilidad interna, promovió la modernización del país y
puso en práctica un intenso programa educativo tendiente a erradicar el
analfabetismo.
Esta excepcional continuidad institucional sólo
se quebró entre los años 1917-19 con la dictadura de Federico Tinoco, tras la cual se
restituyó el equilibrio.
La crisis internacional de 1930 también
repercutió en Costa Rica. Su economía vinculada a la exportación de productos
primarios, resultó profundamente afectada y surgieron conflictos sociales. Sin
embargo, la solución se encontró en el respeto a las convenciones laborales.
El término de la Segunda Guerra Mundial marcó el
compás de una nueva crisis: en lo externo, el aumento de la influencia
norteamericana y en lo interno, el avance de los sectores medios urbanos en
demanda de mayor participación política.
En 1948 se produjo el primer y único episodio de
violencia en la historia costarricense: el gobierno anuló las elecciones en las
que triunfóla oposición, lo que provocó una breve guerra civil que culminó con la
victoria de José Figueres Ferrer, fundador del Partido de la Liberación
Nacional.
Con su triunfo se instauró la Segunda República que sancionó una nueva
constitución en la que se establecieron las pautas institucionales vigentes de
la Costa Rica contemporánea, caracterizada, entre otras cosas, por ser uno de
los pocos países del mundo y el único de América Latina que no tiene fuerzas
armadas. Las funciones de seguridad las cumple la policía de control interno.
Privilegiada en el Caribe por tener un nivel de
consumo por habitante superior al promedio del área, Costa Rica posee una
tradición cultural importante que le permite mantener editoriales e
instituciones prestigiosas. Pertenece, además, al reducido círculo de países
respetuosos del derecho de asilo. En su territorio han encontrado refugio
políticos de toda la América. Se identifica, sin embargo, con el resto de los
países latinoamericanos, por su endeudamiento externo y por el mantenimiento de
una estructura económica dependiente, que la hace vulnerable a las
fluctuaciones del mercado internacional.
En 1978,
el presidente Rodrigo Carazo Odio aplicó medidas económicas
inspiradas por el FMI. En 1986, Oscar Arias puso en vigencia programas de
ajuste estructural con el apoyo del Banco Mundial, y en 1990, inmediatamente
después de haber asumido el gobierno, Rafael Ángel Calderón impuso a la población un
tercer ajuste para resolver "la peor crisis fiscal en la historia del
país".
En 1989, una comisión parlamentaria denunció en un informe oficial que
los principales partidos recibieron dinero del narcotráfico para sus campañas
electorales de 1986. Desde entonces, las denuncias de corrupción y
narcotráfico han ido en aumento.
Precedidas por una
agresiva campaña de los candidatos y en un clima de indiferencia de la
población, se desarrollaron las elecciones presidenciales de 1994 que
consagraron triunfador por estrecho margen a José María Figueres.
LA LITERATURA
Costa Rica: "Sabrosura imaginativa"
Casi la mayor parte del
siglo XIX es en Costa Rica un calmo vacío: en 1830 llegó la primera imprenta.
Sin embargo, el interés por una cultura propia permanece atisbante, hasta que
aparecen las primeras gestaciones en intentos costumbristas, como los de Joaquín
Arguello Mora (1834-1902) quien se vuelca especialmente a lo
anecdótico familiar. Los costarricenses, que a fines del siglo se preguntaban
cómo escribir, son estremecidos por las vibraciones del modernismo; nace
también el
interés por la literatura europea, sobre todo la francesa. Ricardo
Fernández Guardia, deslumbrado por el exotismo, publica Hojarasca. En respuesta, cuatro
años más tarde (1894) Carlos Gagini escribe Chamarasca, libro intencionalmente
enraizado en lo nacional pero sin hondura artística ni conocimiento verdadero
de lo local. Fernández
Guardia se vuelca a los lemas de su país: Cuentos Ticos (1901) limitado por el
rigor de una prosa purista, siempre culta y correcta. Surgió entonces una
intensa y extensa polémica (pues encontró eco en guatemaltecos y hondureños)
sobre las posibilidades del habla vernácula como lengua literaria. Es decir el
uso de lo popular y regional sin comillas. A pesar de que Costa Rica encontró
cierta síntesis de las dos posiciones en la obra de Joaquín García Monge los
descendientes de aquellos polemistas continuaron la discusión por largo tiempo
y en toda Latinoamérica. García Monge es conocido no solamente como
escritor sino como director de una revista famosa: el Repertorio Americano, que según Henríquez
Ureña fue no sólo publicación literaria sino tribuna de problemas sociales y
políticos de toda América.
Un costumbrista que coexiste con nuevas
corrientes es Manuel
González Zeledón (Magon) autor de bocetos sobre el campesino costarricense
(el concho). Pero ya las secuelas del realismo y naturalismo gravitaban en las
nuevas promociones, en algunos directamente, en otros con una estilización, en
la mayoría con intención de protesta social. Carmen Lyra, Salazar Herrera, Marín Cañas,
Herrera García, Yolanda Oreamuno, Fabián Dobles son los escritores
más importantes, que con diferencia cronológica empiezan a escribir a partir de
la década del treinta hasta la del sesenta. Quizá el más destacado de los
escritores de estos años sea el dirigente obrero Carlos Luis Fallas, cuya novela Mamita Yunai se leyó dentro y fuera
de su patria. Su cuento largo Barreteros, muestra una ética inseparable de la justicia social. Autobiográfico en
la medida en que ubica el plano narrativo en lugares y trabajos que conoce por
experiencia, no llega a lo subjetivo y personal. En cambio Marín Cañas en Los bigardos del ron apela sentimentalmente
al lector con fórmulas trasnochadas (las novelas son más vigorosas).
A partir de 1960 los viejos temas de la tierra se visten de técnicas
inéditas pero también se plantean las angustias y soledades urbanas, los
conflictos femeninos (Si se oyera el
silencio, de Julieta Pinto) la documentación
de la burocracia ansiosa y enajenada en Los perros no
ladraron, de Carmen Naranjo*; la irrealidad y
la fantasía en Cuentos de misterio,
magia y horror de Alfredo Cardona Peña; los
problemas de la población negra en los relatos de El pozo y una carta, analizados con
objetividad por un escritor negro, Quince Duncan. En la década siguiente se
repiten algunos de estos nombres con nuevas obras, y surgen otros creadores. En
Los parques, Gerardo
César Hurtado, gran lector del
"román nouveau" refleja las inquietudes de una generación juvenil,
que deambula por una gran ciudad, ciudad que es también protagonista.
En 1973 la Editorial Costa Rica que siempre había
convocado al "premio anual de la novela" lo destinó esta vez al
cuento, ganado por Carmen Naranjo con Hoy es un largo día. Alberto Cañas publica La exterminación de los
pobres y otros pienses, cuentos con humor y
manejo del idioma que según Alfonso Chase tiene "sabrosura imaginativa"
y "rescatan la tradicional forma de expresión del alma nacional, esa
manera nuestra de reírnos de todo, con franca risa pero con cierta
reverencia"'.
El crítico Alfonso Chase,
con su libro de narraciones Mirar con inocencia, demuestra el tono urbano que ha ido tomando la literatura
costarricense, concentrándose sobre todo en la capital, San José de Costa Rica,
en su vida y en su lenguaje.
El panorama es más vasto, con escritores nuevos, y novísimos pero
preferimos siguiendo a Chase sintetizar el camino del cuento costarricense,
desde el cuadro de costumbres a la literatura de denuncia social, de ahí al
experimentalismo.
Los temas oscilan de lo agrario a lo ciudadano.
Camino, por otra parte, frecuente en América. Chase considera con visión algo
pesimista, que en Costa Rica no hay generaciones sino promociones, pues el
artista de su país vive solo, sin cenáculos o grupos literarios.
Fuente: Antología de cuentistas
latinoamericanos
Ed.Colihue, Bs.As., 1999