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21 de diciembre de 2015

El Renacimiento europeo

El Renacimiento europeo

 Recibe este nombre la época que comienza en Europa en el siglo XV y se extiende hasta el XVII, y se caracteriza por el conjunto de fenómenos políticos, religiosos y culturales que —como dice Guillermo Díaz-Plaja— "sustituye el cuadro espiritual de la Edad Media". Al florecimiento de todas las manifesta­ciones artísticas se agrega un vigoroso despertar de todas las formas del pen­samiento humano.
Desde el punto de vista histórico, es el momento que sucede a la Edad Media y que inaugura la Edad Moderna.
El nombre Renacimiento proviene del francés "Renaissance" y fue creado por escritores y críticos del siglo XVIII que vieron en esa revolución moral y artística un retorno a la antigüedad clásica, un "renacer" de los ideales en que el mundo antiguo se había inspirado.
Este despertar se produce en Florencia, en los albores del siglo XV, pero no queda encerrado en Italia: se extiende a todos los países del continente europeo, que le ponen su sello propio.
En Italia se revive el viejo espíritu ordenado de Roma, por eso una de sus características más evidentes es el sentido de la ley, la arquitectura, el rigor.
Se ha querido ver el Renacimiento italiano como una lucha entre el idealismo humanista y el realismo medieval. Pero ni el Renacimiento es tan idealista, ni la Edad Media tan realista. Ésta renuncia a contemplar las bellezas del mundo, pues bajo su adorno ve la muerte; en cambio, el Renacimiento intenta alcanzar el sereno equilibrio de la edad clásica. Se despliegan, entonces, todas las pasiones sujetas en los rigores medievales. El hombre entabla una dura batalla para gozar de la vida ante la ausencia del cielo prometido en los albores del Cristianismo, derribado por las nuevas ideas.
En España, lo más vivo y firme del espíritu medieval logra una íntima alianza con el Renacimiento. De ahí que se diga que se extiende más allá de los tiempos renacentistas. España no es conmovida, como Italia, por las dudas que surgen en torno del dogma, a raíz de las nuevas teorías científicas y de los nuevos caminos filosóficos abiertos por los humanistas, o por el descubrimien­to del paganismo.
El auténtico Renacimiento español se produce en el período de agotamiento del Renacimiento italiano. Descansa sobre las tradiciones populares españo­las, más que sobre fuentes griegas y latinas. Italia lega a España todo lo que ella ha descubierto, tanto de los griegos como de los romanos, y España lo aprovecha para alcanzar su propia madurez. Además, recibe el préstamo de otras culturas, como la arábiga, la judía, y la de todos los países de Europa a través de sus dominios, y de la realidad americana a través de sus coloniza­dores. En el siglo XVII se lleva a cabo el reagrupamiento y la ordenación de ese legado cultural.


En Francia influye el Renacimiento italiano, pero impera un movimiento más francés, más tradicional, que, sin renunciar a las nuevas tendencias espirituales, no olvida las fuentes medievales de la nación. Algo semejante ocurre en Alemania, Holanda e Inglaterra.
El sentido particular que adquiere el Renacimiento en cada país hace que éste se descubra a sí mismo y que cada hombre profundice los conocimientos acerca de su existencia.
Las causas que dan origen a este movimiento son, fundamentalmente:
•    la caída de Constantinopla en poder de los turcos (1453) y la emigración de los sabios griegos, portadores de valiosas obras artísticas y literarias, sobre todo, de Platón y de Aristóteles;
•    la relación entre los occidentales y los griegos con motivo de las tentativas de unión de la Iglesia Católica con la griega;
•    los grandes descubrimientos marítimos, mediante los cuales Europa se abre al resto del mundo;
•    la invención de la imprenta, que permite la difusión de las obras clásicas;
•    el avance de las universidades;
•    el progreso de la burguesía.

Sus características fundamentales

Las características fundamentales del Renacimiento son:

•    La consideración antropocéntrica del mundo, es decir, que el hombre, poseedor de una nueva escala de valores, es centro y finalidad de todas las cosas; busca el desarrollo armónico de sus facultades físicas y espirituales. Está orgulloso de su saber y de su poder. Es un verdadero gustador de la belleza. El señor feudal se convierte en un cortesano, quien personifica la vida social.  En el ámbito religioso aparece también un tipo definido: el aspirante "a la pureza cristiana de los primeros siglos". En el aspecto cultural, "el estudioso lleno de curiosidad universal". Tres obras corroboran la existencia de estos tres tipos: Cortigiano, de Baltasar de Castiglione (1528); Enchiridion o Manual del Caballero Cristiano, de Erasmo de Rotterdam (1503) y El Scholástico, de Cristóbal de Villalón (1536).
•    Imitación de los modelos griegos y romanos. 
•    Afán de investigación en el ámbito científico con el objeto de lograr una nueva interpretación de los fenómenos naturales.
•    La visión del mundo como lugar de pleno goce.
•    La estimación del cuerpo como fuente de placer.
•    La valoración de la inteligencia como descubrimiento de todo.
•    La razón aplicada al hombre y a la naturaleza.
•    La naturaleza vista como parte viva del universo, del que el hombre es la medida.

Fuente: AAVV: España en sus letras; Es.Estrada; Bs.As.; 1985


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