El Lazarillo
de Tormes es una
obra de capital importancia en la literatura española. Por una parte, en ella
se nos ofrece una de las figuras más originales de nuestro universo literario:
el pícaro; por otra parte, la obra marcó un hito en la formación de la novela,
hasta el punto de que está considerada como la primera novela europea moderna.
La autoría de la obra
El Lazarillo es, como se sabe, una novela anónima; y dada la importancia de la
obra, el problema de su autoría ha interesado a la crítica. Entre los autores
más conocidos a los que se ha atribuido la novela, cabe citar a Diego Hurtado de Mendoza, poeta petrarquista,
historiador y famoso diplomático de la Corte de Carlos I, Sebastián de Horozco, dramaturgo toledano, y
fray Juan de Ortega, fraile de la orden de San Jerónimo. Algunos estudiosos han planteado
también la hipótesis de que el autor del Lazarillo fuese un converso descendiente de judíos. Sin embargo, aunque algunas
de estas atribuciones se fundamentan en rasgos estilísticos de la obra o en su
ideología, no hay en ningún caso pruebas concluyentes.
Por otra parte, la anonimia de la obra se puede explicar por las características de la misma. Su
carácter crítico y polémico y la novedad que suponía presentar como
protagonista a un marginado son razones que pudieron llevar al autor a ocultar
su nombre.
El «Lazarillo», primera novela picaresca
Las primeras ediciones conocidas del Lazarillo se publicaron en 1554,
en Burgos, Alcalá de Henares y Amberes, con el título de La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades.
Dos grandes opciones narrativas: idealismo y realismo
Durante el siglo XVI se produjo en España un
notable desarrollo de la prosa narrativa. Géneros novelísticos que ya habían
dado importantes frutos en el siglo XV conviven en esta época
con otros nuevos La obra supuso una
ruptura total respecto a la narrativa vigente en la época y constituye la
primera muestra de uno de los géneros más originales de nuestra literatura: la
novela picaresca.
En el Lazarillo aparecen ya los elementos que caracterizan el género y que se
refieren tanto a la figura del protagonista como a la técnica narrativa.
El protagonista de la novela picaresca es el pícaro. Se trata de un ser marginal, de origen innoble, que sirve a varios
amos y cae en la mendicidad e incluso en la delincuencia.
El pícaro es, en realidad, un antihéroe que no se mueve por altos ideales, sino sólo por la necesidad de
sobrevivir en un medio hostil. Entre sus características destacan el ingenio con que se desenvuelve
en las más adversas situaciones y su falta de escrúpulos de orden moral. Su meta es el ascenso social, meta que a veces alcanza
parcialmente para luego volver a caer en su primitivo estado.
En cuanto a la técnica narrativa, la novela picaresca se caracteriza por estar escrita en forma autobiográfica.
La autobiografía del pícaro no es una mera yuxtaposición de sucesos,
sino que los distintos episodios están jerarquizados y tienen sentido en cuanto
que llevan a un estadio final del personaje.
La técnica autobiográfica hace, por otra parte, que la obra presente
una única visión de la realidad: la del pícaro.
En la producción narrativa del período observamos una tendencia al idealismo en géneros como la novela de caballerías, la novela sentimental, la novela morisca, la novela bizantina y la novela pastoril.
En este tipo de narraciones, la acción, el espacio y los personajes
pertenecen a un mundo idealizado de influencia
platónica. El idealismo amoroso,
la estilización de ambientes y personajes, la fantasía en la narración de los
episodios y la intemporalidad son algunos de los rasgos de la narrativa de tipo
idealista de esta época.
Junto a la narrativa de tipo idealista, hubo en la época una segunda
tendencia, que podríamos considerar contraria por cuanto que echa sus raíces en
la realidad. En esta tendencia al realismo se encuadra la novela picaresca.
Las narraciones dialogadas
Al éxito de la narrativa realista contribuyó no poco el pensamiento de
Erasmo, al que no agradaba demasiado la literatura de pura ficción o fantasía.
Dentro de este tipo de narrativa realista, los relatos dialogados se convirtieron en el
género predilecto. Por una parte, estos relatos imitaban la forma más común de
comunicarse: el diálogo; por otra, permitían ejercer una crítica directa tanto
de las personas como de las instituciones.
Entre las narraciones dialogadas más conocidas pueden mencionarse El Crotalón, el Viaje de Turquía y La Lozana andaluza.
• El Crotalón es un diálogo satírico
en el que un gallo relata a un zapatero sus múltiples reencarnaciones en
diversos personajes. Este recurso da lugar a una aguda crítica contra personas
e instituciones.
• El Viaje de Turquía narra, también en forma dialogada, las aventuras de Pedro de
Urdemalas durante su cautiverio en tierra de turcos. El destacado lugar que
tiene la sátira religiosa en este diálogo lo sitúa claramente dentro de la
órbita erasmista.
• La Lozana andaluza, de Francisco Delicado,
narra las andanzas de una joven cordobesa, bella y sensual, que ejerce en Roma
la prostitución. En sus aventuras es acompañada por su criado, Rampín,
personaje muy parecido al pícaro.
Por su recreo en la descripción de los bajos fondos y de la vida
marginal, La Lozana andaluza se vincula con la tradición de La Celestina. Y lo mismo que Fernando
de Rojas, Delicado es un maestro en el manejo de la lengua coloquial.
Muchos de los rasgos apuntados en estas narraciones dialogadas de
corte realista aparecen también en el Lazarillo de Tormes.
La organización del
texto: el autobiografismo
El Lazarillo de Tormes se nos presenta
formalmente como una autobiografía real
escrita en forma epistolar.
- Lázaro, pregonero toledano, ha recibido una carta de un desconocido.
- Este personaje le pide a Lázaro que le relate «el caso», es decir, la
situación en la que Lázaro se encuentra en el momento de escribir la historia.
- Lázaro escribe una carta a este personaje (al que él llama «Vuestra
Merced»), pero en lugar de referirle directamente el caso, cuenta por extenso
su vida «porque se tenga entera noticia de mi persona».
• La forma autobiográfica utilizada por el autor pretende crear en el
lector la sensación de que se encuentra ante una historia real. Esta intención verista (de dar verosimilitud)
es característica de la época, y, como hemos dicho, está en consonancia con el
gusto que los seguidores de Erasmo tenían por la literatura de carácter
testimonial.
• La novela está construida en forma
retrospectiva:
el narrador protagonista, ya en la edad adulta, pasa revista a los
episodios de su vida como pícaro, especialmente a aquellos que de algún modo
explican su situación presente.
• La obra está constituida por un prólogo, en el que Lázaro, ya adulto,
explica los motivos que le mueven a contar su historia, y por siete tratados o
capítulos de extensión desigual que desarrollan la historia de Lázaro de
forma lineal desde su infancia hasta el momento en que Lázaro escribe la carta.
Se trata, por tanto, de una narración abierta que admite continuaciones.
ORGANIZACIÓN DEL
«LAZARILLO»
El contenido: las adversidades y el «medio»
• Lázaro se mueve por dos motivos: la necesidad de comer y el afán de
medrar. Desde que su madre lo entrega a un ciego, Lázaro lucha contra las adversidades
hasta que, ya adulto, logra, según él, el ascenso social que anhelaba mediante
su matrimonio y su empleo como pregonero.
• Las peripecias de Lázaro se enmarcan en un tiempo y en un espacio muy
definidos:
-
Tiempo. Lázaro cuenta que su padre murió en la expedición a los Gelves (hubo
una en 1510 y otra en 1520), cuando él tenía ocho años. El libro termina
cuando el protagonista dice encontrarse «en la cumbre de toda buena fortuna»,
el año en que el emperador Carlos reunió Cortes en Toledo (1525 o 1539).
-
Espacio. Lázaro nace en Tejares (Salamanca), y su historia transcurre por
lugares concretos y bien delimitados: Salamanca, Almorox, Escalona, Maqueda y
Toledo. Tal es la España real en la que el pícaro sufre sus vicisitudes.
Los estilos de la obra
• En las páginas del Lazarillo se nos muestra a su
protagonista en dos momentos de su vida: Lázaro adulto y Lázaro niño.
De acuerdo con esta distinción, el profesor Alberto Blecua ha visto en
la novela dos estilos que se corresponden con la intervención de uno u otro
personaje:
- En la parte protagonizada por Lázaro adulto prevalece el estilo autobiográfico y subjetivo que se sirve, sobre todo, del recurso de la ironía.
- En la parte protagonizada por Lázaro niño, dominan las descripciones realistas
y la narración de episodios divertidos.
• A la hora de elegir el lenguaje que había
de utilizar en su obra, el autor del Lazarillo tuvo presente lo expuesto en las retóricas, donde se establecía de
forma precisa la lengua que había de usar un personaje de acuerdo con su
condición social. Así lo entiende el propio Lázaro, quien en el prólogo alude
al «grosero estilo» en el que escribe. Por eso son frecuentes en la obra los refranes, las frases hechas y los solecismos (incorrecciones
lingüísticas), que junto con el uso de
los diminutivos y otros recursos coloquiales, dan a la novela su tono directo.
Los
personajes: el pícaro
El Lazarillo de Tormes es una novela de protagonista;
esto quiere decir que toda la acción de la obra
gira en torno a un personaje principal: Lázaro. Ahora bien, junto a Lázaro
desfilan por la obra una nutrida muestra de personajes representativos de la
España del siglo XVI.
En la personalidad de Lázaro confluyen todos los rasgos que definen la
figura del pícaro:
Lázaro nace en un hogar
humilde y su padre era ladrón. Se trata, por lo tanto de un personaje de baja extracción social.
La madre de Lázaro lo
entrega como criado a un mendigo ciego. Desde entonces vive marginal-mente en busca de mejor
fortuna.
Sirve sucesivamente a varios amos.
El móvil de sus actos
es matar el hambre; no se mueve por
ideales.
Se desenvuelve con soltura en un medio hostil gracias a su ingenio y a la astucia que aprende de su primer amo, el
ciego.
Practica la mendicidad
y, aunque no cae en la delincuencia como otros picaros de novelas posteriores,
acepta sin ningún escrúpulo situaciones poco
honrosas.
Intenta conseguir una cierta posición social, lo que no logra aunque él así lo crea.
El personaje de Lázaro, a pesar de ser un
original hallazgo, no fue creado de la nada por su autor. Entre la multitud de
personas necesitadas existentes en España en aquellos años, buena parte eran
niños que, como Lázaro, deambulaban por pueblos y ciudades mendigando e
intentando buscar un amo al que servir para remediar su hambre. Esta figura
real pasó al folclore, a veces con el mismo nombre de Lázaro.
Personajes bien conocidos son también los que aparecen junto al
protagonista:
- La figura del ciego mendigo tiene una larga tradición, tanto real como literaria, que llega hasta
nuestros días. El niño que frecuentemente acompaña a un ciego prestándolo
ayuda sigue denominándose hoy «lazarillo».
- Los personajes de condición
religiosa, a los cuales se
satiriza, son exponente del estado de corrupción en el que vivía un sector del
clero.
- El escudero toledano ejemplifica el deseo de aparentar la honra, preocupación que
compartieron muchos españoles de la época.
El mundo de la
picaresca: la crítica social
• Las páginas del Lazarillo nos ofrecen una visión descarnada de la realidad española. Frente a la
visión idílica del mundo que nos ofrecen cienos géneros literarios del
Renacimiento, la narración picaresca nos pone ante unos personajes de carne y
hueso, cuya historia particular es un patético documento social.
• Si al estudiar La Celestina vemos cómo los personajes de baja condición compartían con los
señores el protagonismo de la obra literaria, ahora en el La-zarillo la escena está ocupada
totalmente por uno de esos marginados sociales. En efecto, Lázaro, el protagonista,
se mueve en un mundo de miserias y dificultades; la sociedad le tiene
reservado un lugar que perpetúa su condición marginal y de desheredado por la
fortuna. No obstante, el tono de rebeldía y resentimiento que conlleva la
actitud de Lázaro al contar su vida por extenso sirve para poner de manifiesto
las contradicciones de una sociedad en crisis y de unos tiempos conflictivos.
• Se ha discutido acerca de la intención crítica del autor del Lazarillo. En el prólogo, el
propio Lázaro nos da una clave sobre este aspecto cuando dice estas palabras:
Yo por bien tengo que cosas tan señaladas y nunca oídas ni vistas
vengan a noticias de muchos y no se entierren en la sepultura del olvido, pues
podría ser que alguno que las lea halle algo que le agrade y a los que no
ahondaren tanto les deleite.
El narrador sugiere, pues, dos lecturas: una de entretenimiento, y otra reflexiva,
posiblemente critica, que permite «hallar algo».
Prescindiendo de la intencionalidad del autor, en la novela se
muestran, en forma irónica, vicios o modos de comportamiento de determinados
grupos sociales. La crítica se centra en tres sectores: la mendicidad, la
hidalguía y sobre todo la Iglesia, o por lo menos un sector de la misma.
• Es notoria la preocupación que hay en la obra por el tema religioso:
no puede pasar inadvertida la alta proporción de clérigos que en ella aparecen,
cuyo comportamiento está lejos del espíritu evangélico. La crítica anticlerical
que ello encierra se ha querido explicar por ser el autor un judeoconverso,
por ser erasmista, por ser escéptico... Lo cierto es que esta postura puede
inscribirse dentro de las corrientes de reforma espiritual que surgen durante
el Renacimiento.
Se puede consultar otro análisis de "Lazarillo de Tormes" en el siguiente link:
Fuente: AA.VV.: Literatura española, Ed. Santillana, Bs.As., 1992.