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10 de mayo de 2008

El género épico

El origen del género épico hay que buscarlo entre las más antiguas expresiones que ha producido la cultura a la que pertenecemos. El poema épico emblemático de la literatura de Occidente es la Iliada. Que es emblemático significa que ofrece un modelo en cuanto a la manera de narrar, al tratamiento del tema y de las acciones, a la conformación de los personajes heroicos que son sus protagonistas y, también, es un modelo en tanto brinda un amplio repertorio de recursos estilísticos. Este modelo se proyecta hasta la actualidad; y puede ser reconocido en sus rasgos fundamentales, más allá de las transformaciones que se han ido sumando con el correr de los siglos.
Se atribuye la creación de la Ilíada a Homero, quien se supone que la compuso en el año 750 a. C. cerca de la costa occidental de Anatolia (actual Turquía). Homero -quien, como su obra, se ha convertido en paradigma del poeta- ofrece el resultado de una larga tradición que se remonta hasta, por lo menos, el 1200 a. C. Por aquel entonces, los poetas eran llamados aedas, se encargaban de componer las historias y reelaborar las leyendas populares de memoria, sin ayuda de la escritura; las cantaban, además, acompañándose con instrumentos de cuerda sin caja de resonancia, como la célebre lira.
Épica es un término que proviene del griego antiguo; en su origen, significaba simplemente “palabra”, pero se utilizó para designar a la poesía narrativa heroica, es decir, aquella forma literaria que contaba en versos las hazañas de los héroes. Si bien las formas más lejanas en el tiempo que se han conservado lo han hecho gracias a la escritura, el modo de su difusión en las civilizaciones que las crearon era oral. El aeda, poeta o cantor congregaba a su auditorio en lugares públicos y lo deleitaba recordando las hazañas del invencible Aquiles, el honorable Héctor de Troya o el sabio y aventurero Odiseo. La transmisión oral exigía por parte del aeda un gran ejercicio de la memoria, aquella capacidad humana que los grandes filósofos griegos, como Sócrates y Platón, no se cansaron de alabar.
Características de la épica
Entre las principales características del relato épico, debe consignarse la ubicación temporal de los hechos narrados. Se trata de un pasado remoto, un tiempo legendario que coincide con el momento mismo del nacimiento de los valores que constituyen una cierta nacionalidad.
El segundo aspecto fundamental y característico del género épico tiene que ver con el personaje central en torno del cual se organiza la totalidad del mundo épico: el héroe. Por lo común, se trata de un héroe único e impar, como Aquiles en la llíada o el Cid Carnpeador; en otros casos, ese héroe central casi comparte sus singulares virtudes con quienes lo rodean. Los héroes son verdaderos arquetipos, es decir, guerreros que condensan una serie de virtudes en tan alto grado que se elevan por sobre el plano humano hasta convertirse casi en dioses. No obstante su grandeza y monumentalidad, los personajes son simples en su definición y bastan unos pocos adjetivos para dar cuenta de su carácter más típico. Se utiliza la palabra "epíteto' para describir esa cualidad única que define esencialmente al personaje a través de la fusión, en muchos casos, de atributos físicos y espirituales. Así, por ejemplo, en relación con la Ilíada : la belleza de Helena, la astucia de Ulises, el noble coraje de Héctor, el talón vulnerable de Aquiles son conceptos que ya se han vuelto proverbiales. El héroe por excelencia es el guerrero, de allí se comprende que los valores que lo definen más acabadamente son el valor y la lealtad hacia sus compañeros de armas. Sin embargo, no lucha por una causa justa sino para ganar prestigio , honor y riqueza.
En algunos casos, la palabra héroe o heroína se utiliza simplemente para referirse al protagonista de una obra literaria, pero en otros este término suele asociarse con algo más: es alguien distinto y superior. Cada tiempo construye su propia imagen de héroe. Para los antiguos, el héroe era producto de la unión de una divinidad con un ser humano y, por lo tanto, era menos que un dios, pero más que un hombre. El héroe y sus acciones elevadas se convirtieron en mito, traspasando las fronteras de lo culto o de lo popular.
El mito del héroe presenta una estructura básica: Realiza un viaje: el punto de partida suele ser su lugar de origen, al cual regresará luego de recorrer otros espacios en los cuales es sometido a una serie de pruebas que producen en él una modificación profunda. Las características del espacio y las pruebas varían según el momento histórico en que la obra está siendo concebida. Lo que distingue al héroe del hombre común es la dimensión de esas dificultades. El recorrido del viaje implica una exposición física y espiritual a una serie de situaciones que están más allá de su experiencia anterior y que le exigen el desarrollo de nuevas fuerzas y talentos. Su éxito, representado por la superación de las pruebas, lo convierte en héroe, en una persona distinta de lo que era.
La épica, hoy.
No se necesita buscar demasiado para advertir las mil maneras en que los personajes y temas de la épica antigua sobreviven. Y lo hacen con toda sus fuerzas en películas, series, videojuegos, letras de canciones. Otro ámbito donde los personajes míticos de las epopeyas han encontrado un ámbito fértil para su desarrollo es entre los “superhéroes” de las historietas.
El héroe del siglo XX
Otto Rank (1884-1939) fue un psicólogo austríaco que estudió el mito y las leyendas a la luz de las nuevas teorías del psicoanálisis. Se propuso estudiar la neurosis a partir del trauma del nacimiento: dice que todos los seres humanos son héroes sin saberlo en el acto de nacer porque el nacimiento supone la primera y más dura prueba de transformación física y psicológica. Por lo tanto, cualquier ser humano puede ocupar el lugar del héroe a pesar de sí mismo: es un héroe sin conciencia de su propia heroicidad.
En el siglo XX, el viaje del héroe ha sido interpretado por varios pensadores como un viaje exterior e interior que simboliza el proceso de crecimiento del individuo. Puede llevar a cabo hazañas físicas ( salvar una vida o en acto coraje en una batalla) o hazañas espirituales, que lo llevan al límite de la condición humana. De ella vuelve con un mensaje que es válido para otro miembros de la comunidad.
El héroe del siglo XX no siempre logra sobreponerse y puede ser derrotado por su cobardía, su inacción o su alineación: será entonces un héroe estático, absurdo y vencido, inmerso en viajes mentales (por dentro de sí mismo), sometido a pruebas ridículas o desmesuradas para sus fuerzas. Su “viaje” no lo habrá llevado a crecer como individuo: el medio lo ha vencido y lo ha hecho desaparecer.

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