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20 de octubre de 2010

Análisis y resumen de El rubí de Rubén Darío


Análisis y resumen de El rubí de Rubén Darío

Rubén Darío se adentra en el mismo mundo de la fantasía. Inventa una situación fantástica con ambiente y personajes fantásticos y la trata como si fuera una situación humana.
 En efecto, el químico Frémy, la mujer robada y su novio parecen más fantásticos que los propios gnomos. Como seres humanos, éstos hablan, gritan, ríen y exageran su propia importancia sentados a la turca, tirándose de los bigotes y bailando engrandecidos en la sombra. En cambio, la mezcla química se describe con “palabras en verdad que parecen lengua diabólica”.
Darío, más que ninguno, fue el gran artífice del modernismo. Su gran variedad de recursos estilísticos enriqueció el idioma y preparó el terreno para el florecimiento de la literatura hispanoamericana en el siglo XX. Señalemos en “El rubí” unos cuantos de los rasgos rubendarianos.

La estructura de los cuentos de Darío revela un dominio total del género. En “El rubí”, la joya, alrededor de la cual gira todo el cuento, no es más que un pretexto para la expresión de dos ideas del autor: la vanidad de los hombres frente al poder misterioso de la naturaleza y el elogio de la mujer sensual. 

La división del cuento en seis escenas le da un gran movimiento dramático: la denuncia del rubí falso; la descripción de la gruta; la historia de cómo Puck consiguió el rubí falso; el mito del rubí; la destrucción del rubí falso; y el resumen de Puck. 

El dinamismo del cuento también proviene de las frases cortas y abruptas con que empiezan, terminan o se interrumpen algunas de las escenas: “Risa. Luego se detuvo”; “Oíd. Puck sonreía, curioso”; “Pausa. —¿Habéis comprendido?”; “—¿Ninfas? —No, mujeres”. 

Entre las seis escenas, hay una gran unidad lograda con el tema constante del rubí; con la presencia de Puck y su sonrisa; con las exclamaciones retóricas; y con el paralelismo entre el robo del rubí falso por Puck y el rapto de la mujer por el gnomo.
El talento de Darío se revela tanto en la estructura del cuento como en su prosa poética. La rima asonante en series de palabras produce un gran efecto musical: “topacios dorados”; “una farandola, loca y sonora”.
 La aliteración aumenta la musicalidad, pero también demuestra el espíritu juguetón del autor, que concuerda con el papel de Puck: “grano de granada”; “grietas de granito”; “siempre con su sonrisa sonrosada”. 
La repetición de palabras y de frases da más fluidez a la prosa: “¡Conque es cierto! ¡Conque ese sabio...!” “¡Oh, Tierra! ¡Oh, Mujer!”; “una claridad extraña y blanca. Era la claridad de los carbunclos”. 

El empleo de palabras y frases paralelas es un viejo recurso por medio del cual Darío luce su vocabulario muy rico: “de sus retortas, de sus matraces”; “agitado, conmovido”; “un bullicio, un tropel, una algazara”; “incrustados, hundidos, apiñados”; “que he cincelado..., que he amasado..., que he dado”. 

La adjetivación es abundante y desempeña por lo menos dos funciones: descriptiva, musical y a veces alusiva: “bromas cristalinas”; “su mansión más luminosa y rica”; “encina añeja”. 
Para embellecer sus descripciones, Darío prefiere los símiles a las metáforas. De éstas, la única digna de notar es “la mujer..., rosa de carne”. En cambio, abundan los símiles: “caprichosos dibujos como los arabescos de una mezquita”; “diamantes, blancos y limpios como gotas de agua”; “muros, cubiertos de piedras preciosas, como un lienzo lleno de miel donde se arrojasen granos de arroz”.
La sola presencia de todos estos elementos poéticos en un cuento no bastaría para explicar el arte de un gran escritor. Lo que distingue a Rubén Darío de los que lo imitaron con menos éxito es que supo entretejer estos elementos y adaptarlos con sutileza al tema de cada cuento. Su obra representa el apogeo de la fase parnasiana del modernismo.

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