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24 de noviembre de 2011

LA LITERATURA EGIPCIA

LA LITERATURA EGIPCIA

Grupo de escribas. Fragmento de la pared de un sepulcro de la  XVIII dinastía.
Museo Arqueológico de Florencia.
LITERATURA EGIPCIA

La literatura egipcia encierra un carácter más histórico-documental que propia­mente artístico, pero no por ello es menos intere­sante porque está estrechamente ligada a las leyen­das y cultos.
La base de la religión egipcia es el culto a los muertos, y así el texto más notable de los egipcios es, precisamente, el Libro de los muertos, en el cual se describe la suerte que aguarda a los difun­tos y se recogen las fórmulas con las que éstos po­drán combatir los espíritus malignos, abstenerse de la obligación del trabajo, no perder la elasticidad de sus miembros y abrirse a una nueva vida. Es un importante testimonio de la fe en la su­pervivencia del alma, que inducía a los egipcios a poner en las tumbas los objetos de uso en la vida terrena: alimentos, perfumes, ungüentos, muñe­cas, espejos, peines, juguetes, según fuera la edad o la condición del difunto.
La literatura egipcia comprende, principal­mente, una gran cantidad de escritos, científi­cos y narraciones de varios géneros, a menudo de escaso valor, y nos ha sido transmitida por dos tipos de documentos: inscripciones incisas o pin­tadas en las paredes de las tumbas, en los zócalos de las estatuas, etc.; y otros escritos en unas lámi­nas sacadas del tallo de una planta acuática, llama­da papiro. Como, a su vez, el tallo de esta planta se llamaba liber, de ahí derivó la palabra "libro".
Entre las obras más destacadas de la literatura egipcia podemos citar, además del Libro de los muertos, la Historia del campesino elocuente, el Diálogo del cansado de la vida con su alma (ambos figuran entre los textos sapienciales que llevaban el nombre genérico de Enseñanzas), las Aventuras de Sinuhe, una larga y atrayente narración que gozó amplia y merecida fama entre los lectores egip­cios, y el Viaje de Wenamón, donde se narran en forma autobiográfica las aventuras de un sacerdo­te del dios Amón.
Como es bien sabido, la escritura egipcia fue, en sus primeros tiempos, jeroglífica. Se dibujaban literalmente las cosas o se expresaban las ideas por medio de símbolos: una flor de loto repre­sentaba la pureza; un león, la fuerza; y así todo lo demás. Simplificando y estilizando estas figuras, se disponía de una verdadera escritura, rápida y abreviada, y los signos correspondían a los soni­dos. Esta escritura, transmitida a Occidente por los fenicios, daría lugar después al alfabeto greco­latino.
La escritura egipcia fue un misterio durante lar­guísimo tiempo. Pero durante la expedición napo­leónica a Egipto, un oficial francés llamado Jean­ Francois Champollion, encontró en Rosetta una inscripción incisa en pórfido en caracteres egipcios y griegos. Este fue el punto de partida para desci­frar los jeroglíficos. Se descubrió que un águila reemplazaba a la letra a; que una pierna y un pie la b; una serpiente con cuernos, la f; una mano, una t, un mochuelo, una m; un pollito, u, etc. 


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