Las expresiones literarias de América
pre-colombina
El estudio de los textos literarios precolombinos
conservados demuestra el alto nivel
cultural
alcanzado por algunos
pueblos indígenas y enseña a valorar la plasticidad
expresiva de los distintos idiomas
en que fueran
redactados.
Contexto histórico:
A fines
del siglo XV
existían,
en América,
culturas en
muy diversos grados de desarrollo: desde las más rudimentarias, como las
que habitaban
las mesetas patagónicas, hasta
las muy adelantadas de Méjico y Perú.
La extensión del continente
albergaba miles de pueblos
que -según
los estudiosos
más modernos- pueden
agruparse en ciento
veintitrés familias lingüísticas,
de las cuales sólo tres correspondieron a grupos étnicos de
alta cultura:
·
la azteca o náhuatl, que ocupaba el
centro y
el sur de la actual República
de Méjico;
·
la maya-quiché, que
se extendía
por parte de los
actuales
Méjico, Guatemala,
Honduras y El Salvador;
·
la inca o quechua, que
comprendía
los territorios de
los modernos estados de Perú, Ecuador
y Bolivia.
No todas
estas culturas estaban en su mayor
esplendor a la llegada de los
españoles. Tampoco puede
afirmarse que fueran
originales. Sin embargo, el común denominador que
las hermana, a pesar de sus notables diferencias, es la existencia cierta de una literatura
peculiar,
algunas
de cuyas manifestaciones,
preservadas
por los mismos
conquistadores
europeos,
han llegado
hasta
nosotros como
prueba del
alto desarrollo
cultural alcanzado
por esos pueblos.
Casi todos
los cronistas nos hablan de la existencia, entre los indios, de libros y escribas dedicados
a fijar sus
mitos, historias
y tradiciones. Así lo afirma Bernal Díaz del Castillo en
su célebre Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España, al
referirse a las
casas donde
se guardaban "muchos libros de
papel, cogidos
a dobleces, como
a manera de paños de Castilla".
Estos libros de papel, hechos de la corteza
del amato, servían
en los centros educativos llamados "calmécac" (hileras
de casas) y "telpuchcalli" (casas
de jóvenes) para difundir la
historia
y las costumbres
indígenas.
La escritura precolombina: sus formas
En las altas
civilizaciones que habitaron
Méjico y América
Central se dieron
tres formas sucesivas de escritura: la pictográfica, la ideográfica
y la parcialmente fonética.
La pictográfica es la más elemental. Consiste
en la representación de hechos y seres
mediante el dibujo o la pintura.
La ideográfica constituye un
avance, ya que se compone de un
sistema de glifos, es
decir, de figuras que simbolizan ideas. En general, los glifos
pueden clasificarse en tres grupos: los de carácter numeral,
los calendáricos
y los representativos
de ideas abstractas o metafísicas, como la
divinidad,
la vida, el movimiento.
Este sistema de
glifos se complementaba en las culturas del
Anáhuac con el uso de colores simbólicos. Así el amarillo
identificaba al sexo femenino; el morado
indicaba la condición real del "tlaotami" o jefe;
el negro y el rojo, la
sabiduría, que incluía el dominio de la escritura.
La forma parcialmente
fonética para consignar por escrito el pensamiento, es decir, la
representación de los sonidos o fonemas mediante signos gráficos, no
alcanzó su total desarrollo en la América precolombina.
Tanto mayas y quichés, como
nahuas (aztecas, tezcocanos, tlaxcaltecas, etc.) no
crearon sus propios sistemas de escritura, sino
que los heredaron.
El sistema ideográfico
maya, basado en glifos, aún no ha sido
descifrado en su totalidad, lo que dificulta
la comprensión de los textos
literarios conservados.
Los nahuas, en cambio, usaban
la pictografía, y con ella compusieron los "grandes y hermosos libros" de los que habla el misionero fray Diego Durán.
Cómo se preservaron algunas expresiones literarias
precolombinas
La avidez de conocimiento
que caracterizó al
hombre renacentista, despertó su interés por cuanto de nuevo ofrecían estas
tierras.
Así,
fueron
los hombres de armas
en algún caso -Cortés,
por ejemplo--, los misioneros
en otros, quienes se encargaron de preservar el legado literario indígena.
Aprendidas las lenguas nativas, la
misma tarea evangelizadora
les permitió conocer
las manifestaciones literarias autóctonas
y preservarlas. En general, los misioneros se valieron'
de los indios,
a quienes ya habían enseñado
nuestro idioma y su escritura para fijar la literatura conservada hasta entonces por transmisión
oral. Estos amanuenses la volcaron en
caracteres latinos, pero
mantuvieron la lengua original. Formaron así riquísimos códices, que incluyen composiciones
líricas, cantos épicos también, textos narrativas y aun fragmentos dramáticos.
El náhuatl, idioma rico en vocabulario y
de expresión elegante,
aparece como vehículo apropiado para transmitir ideas
abstractas o
difíciles.
Conscientes del valor de palabra, los nahuas cultivaban el arte
del
buen decir. Quienes lo dominaban o "tiquetzqui", es decir,
"aquel que al hablar hace ponerse de pie a las cosas", eran los creadores o poetas, de cuyos
labios brotaban las "flores" (las
metáforas) sobre los grandes temas líricos y épicos de todos los tiempos y de todas las
latitudes: la
divinidad y sus enigmas, el placer de la
amistad, la
muerte,
el amor, los hijos, las hazañas guerreras, etcétera.
Usaban formas estróficas irregulares, basadas, generalmente, en
pies rítmicos, en
las que abundan paralelismos, estribillos,
antítesis
y difrasismos.
La lírica mejicana precolombina presenta
coincidencias con la del Renacimiento europeo: como ésta, exalta
el culto de la
amistad
y considera a la poesía don divino.
También
yo
he venido,
aquí
estoy de pie:
de pronto
cantos vaya
forjar,
haré
un tallo
florido
con cantos,
¡oh vosotros
amigos!
Dios me
envía
como un
mensajero,
a mí transformado
en poema,
a mí Temilotzin.
También
yo he venido
a hacer amigos
aquí.
Temilotzin, "Poema" (siglo XVI).
También, como los poetas renacentistas, los nahuas y los
mayas se preguntaron sobre la muerte, discurrieron acerca
de la fragilidad de las cosas terrenas
y confiaron en alcanzar
la "vida de la fama" -según
la feliz expresión manriqueña-
a través de sus poemas:
¿He de irme
como las
flores
que perecieron?
¿Nada
quedará
de mi
nombre?
¿Nada
de mi fama
aquí
en la tierra?
¡Al menos
mis
flores,
al menos
mis cantos!
Aquí en
la tierra es
la región
del momento
fugaz.
Ayocuan,
"Poema"
(siglo
XV).
Manifestaciones dramáticas de los antiguos
mejicanos: el "Rabinal Achí"
En general,
el teatro precolombino de esta región fue marcadamente religioso. León
Portilla
lo llama "teatro
perpetuo", ya que
las representaciones abarcaban los veinte meses que,
para ellos,
tenía el año.
Incluía cantos, bailes
y parlamentos, interpretados estos últimos por
los sacerdotes y
el elegido para encarnar al dios, en cuyo honor
lo realizaban.
Pero, paralelamente a este teatro religioso, se
desarrolló
una dramaturgia
profana,
de
la
cual conservamos la obra titulada Rabinal Achí o Señor de Rabínal. Su texto ha recogido hacia 1856 por el estudioso Brasseur
de Bourbourg,
de los labios del indio Bartolo Díaz.
La obra narra las proezas de un
guerrero quiché que,
prisionero del señor de Rabinal, trata de obtener su libertad y prefiere la muerte antes de rendir vasallaje a su enemigo.
La pieza combina pasajes trágicos con otros hondamente líricos. Entre estos
últimos,
merecen
citarse aquellos que describen los sentimientos del guerrero quiché ya condenado: pide se
le permita
volver a su patria
para despedirse
de sus valles y
montañas,
antes
de morir.
Por su tema y desarrollo,
la obra revela un origen
prehispánico; lo corroboran,
también, ciertos
rasgos de estilo,
como la abundancia de
fórmulas de cortesía
indígena,
el difrasismo y las metáforas y
simbolismo propios de la lengua
de esa época.