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6 de febrero de 2013

La poesía narrativa: los romances


La poesía narrativa: los romances


A pesar de que en el lenguaje cotidiano la palabra romance significa otra cosa, en la literatura se llama así a una clase de poemas que, en su origen, derivan de los cantares de gesta. Estos eran extensos textos en verso que narraban las hazañas de los héroes medievales y estaban concebidos para ser recitados o cantados ante un auditorio por los juglares, artistas que iban de pueblo en pueblo recitando en plazas y castillos, casi siempre acompañados por algún instrumento musical.
Con el tiempo, los cantares de gesta dieron lugar a la aparición de poemas más breves, los romances, que reciben este nombre porque fueron creados en las llamadas lenguas romances, que son las que derivan del latín, como el castellano, el francés, el portugués y  el italiano.
Los romances son poemas anónimos, tradicionales y colectivos, es decir que, aunque originalmente puedan haber sido fruto de la obra de diversos autores, una vez que la comunidad los adoptaba, pasaban a ser “de todos”, y se incorporaban a la memoria del pueblo formando parte de su tradición.
Más adelante, estas composiciones anónimas, destinadas originalmente al canto o la recitación, dieron paso a poemas concebidos para ser leídos, escritos por autores reconocidos. A este conjunto de romances se los conoce como romances nuevos.
En la actualidad, desde rondas infantiles hasta letras de rock son herederas de esta antiquísima forma de poesía popular. Como ejemplo podemos citar la canción Penélope, de Joan Manuel Serrat.
Características del romance: los romances son, entonces, poemas  narrativos, ya que cuentan una historia que tiene un marco, una situación inicial, un conflicto y un desenlace. Recordemos que, en una narración :
·         El marco está constituido por el lugar y la época en que ocurren los hechos, así como por la presentación de los personajes principales.
·         La situación inicial narra los hechos que suceden antes de la aparición del conflicto.
·         El conflicto es el obstáculo o complicación que los personajes deberán enfrentar.
·         El desenlace es la resolución del conflicto que puede ser positiva o negativa, en muchos romances, el desenlace que trunco o abierto, es decir, no se sabe con certeza cuál es el final de la historia.
Otras de las características de esta forma poética :
     Desarrollo de un único evento, con variedad de incidentes.
Ø  Inclusión de diálogos, que dan dinamismo a la acción.
Ø  Métrica : Están compuestos en versos de ocho sílabas (octosílabos) y  rima asonante en los versos pares.
Actividades

1)   Leer Romance de la condesita y explicar cuál es la situación inicial, el conflicto y el desenlace, indicando si éste es abierto o cerrado.
2)   ¿Por qué el padre de la condesita le aconseja que se vuelva a casar?. ¿Por qué ella rechaza esta propuesta?. ¿Qué decide hacer?.
3)   ¿De qué se entera por boca de un vaquero?.
4)   ¿Cuándo se da cuenta el conde Flores de que la supuesta romera es, en realidad, su esposa?. ¿Qué decisión toma entonces?. ¿Por qué?.
5)   Mencionar cuántos diálogos incluye el romance y qué personajes intervienen en cada uno de ellos.
6)  Copiar en la carpeta el fragmento que sigue, medir los versos, marcar las sinalefas y señalar las palabras que riman: La novia bajó llorando / al ver al conde mortal / y abrazando a la romera / se lo ha venido a encontrar.

Romance de la condesita
Grandes guerras se publican 
en la tierra y en el mar, 
y al conde Flores le nombran 
por capitán general. 
Lloraba la condesita, 
no se puede consolar; 
acaban de ser casados, 
y se tienen que apartar: 
—¿Cuántos días, cuántos meses, 
piensas estar por allá? 
—Deja los meses, condesa, 
por años debes contar; 
si a los tres años no vuelvo, 
viuda te puedes llamar. 
Pasan los tres y los cuatro, 
nuevas del conde no hay; 
ojos de la condesita 
no cesaban de llorar.
Un día estando a la mesa, 
su padre le empieza a hablar: 
—Cartas del conde no llegan, 
nueva vida tomarás; 
condes y duques te piden, 
te debes, hija, casar. 
—Carta en mi corazón tengo 
que don Flores vivo está. 
No lo quiera Dios del cielo 
que yo me vuelva a casar. 
Dame licencia, mi padre, 
para ir el Conde a buscar. 
—La licencia tienes, hija, 
mi bendición además. 
Se retiró a su aposento 
llora que te llorarás; 
se quitó medias de seda, 
de lana las fue a calzar; 
dejó zapatos de raso, 
los puso de cordobán; 
un brial de seda verde, 
que valía una ciudad, 
y encima del brial puso 
un hábito de sayal; 
esportilla de romera 
sobre el hombro se echó atrás;
cogió el bordón en la mano, 
y se fue a peregrinar.
Anduvo siete reinados,
morería y cristiandad;
anduvo por mar y tierra,
no pudo al conde encontrar;
que ya no puede andar más.
Subió a un puerto, miró al valle,
un castillo vio asomar:
—Si aquel castillo es de moros,
allí me cautivarán;
mas si es de buenos cristianos,
ellos me han de remediar.
Y bajando unos pinares,
gran vacada fue a encontrar:
—Vaquerito, vaquerito,
te quería preguntar
¿de quién llevas tantas vacas
todas de un hierro y señal?
—Del conde Flores, romera,
que en aquel castillo está.
—Vaquerito, vaquerito,
más te quiero preguntar
del conde Flores tu amo,
¿cómo vive por acá?
—De la guerra llegó rico;
mañana se va a casar,
ya están muertas las gallinas
y están amasando el pan,
muchas gentes convidadas, 
de lejos llegando van.
—Vaquerito, vaquerito,
por la Santa Trinidad,
por el camino más corto
me has de encaminar allá.
Jornada de todo un día,
en medio la hubo de andar;
llegada frente al castillo,
con don Flores fue a encontrar,
y arriba vio estar la novia
en un alto ventanal.
—Dame limosna, buen conde,
por Dios y su caridad.
—¡Oh, qué ojos de romera
en mi vida lo vi tal!
—Sí los habrás visto, conde,
si en Sevilla estado has.
—La romera ¿es de Sevilla?
¿Qué se cuenta por allá?
—Del conde Flores, señor,
poco bien y mucho mal.
Echó la mano al bolsillo,
un real de plata la da.
—Para tan grande señor,
poca limosna es un real.
—Pues pida la romerica,
que lo que pida tendrá.
—Yo pido ese anillo de oro
que en tu dedo chico está.
Abrióse de arriba abajo
el hábito de sayal:
—¿No me conoces, buen conde?
Mira si conocerás
el brial de seda verde
que me diste al desposar.
Al mirarla en aquel traje
cayóse el conde hacia atrás.
Ni con agua ni con vino
no lo pueden recordar,
si no con palabras dulces
que la romera le da.
La novia bajó llorando
al ver al conde mortal;
y abrazado a la romera
se lo ha venido a encontrar.
—Malas mañas sacas, conde,
no las podrás olvidar;
que en viendo una buena moza,
luego la vas a abrazar.
Mal haya, la romerica
quién te trajo para acá.
—No la maldiga ninguno
que es mi mujer natural.
Con ella vuelvo a mi tierra;
adiós, señores, quedad;
quédese con Dios la novia,
vestidica y sin casar
que los amores primeros
son muy malos de olvidar.

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