El viaje como aprendizaje- El
periplo del héroe (Joseph Campbell - El regreso:
Simbad el marino, Telémaco, Ulises, Jonás,
Eneas
El periplo de Simbad
Simbad es un héroe inquieto, un amante del
peligro que, cuando se encuentra frente a
tremendas amenazas, se promete que —si sobrevive— abandonará sus
andanzas; pero, más tarde, olvida esas promesas y vuelve a partir.
Para destacar estas cualidades ante su auditorio,
el narrador anónimo de sus aventuras le contrapone un doble: otro personaje,
llamado también Simbad, que es su opuesto. Este Simbad, el de la tierra, es un
changador, que vive de su modesto trabajo y es conducido, por la voluntad de
Alá, a la casa de su tocayo.
El encuentro entre ambos (que, quizás,
representan las dos facetas que tenemos todos: una que nos apega a la tierra y otra que nos lanza al
mar de la aventura) es el marco narrativo que da unidad al relato de los viajes
de Simbad el marino. Con ellos, sucede lo mismo que con los cuentos que
integran Las mil y una noches: son prácticamente independientes entre
sí y sólo se relacionan por el personaje que los protagoniza.
En cada uno de sus siete viajes, el héroe realiza
el mismo recorrido o periplo: se embarca con sus mercancías en Basra,
que es el umbral hacia las tierras lejanas; pero un naufragio o peligro
extremo lo lleva a una situación cercana a la muerte, que supera con la ayuda
sobrenatural de Alá. A continuación, pasa por una serie de pruebas que
lo oponen a seres monstruosos o a costumbres salvajes, hasta que
encuentra a quienes lo ayudan a recuperar su fortuna. Entonces regresa
a Basra y, de allí a su ciudad natal, donde, enriquecido, favorece a la
comunidad con limosnas y a sus amigos, con regalos.
La estructura que acabamos de enunciar constituye
lo que Joseph Campbell denomina el periplo del héroe, y puede aplicarse,
en sus líneas generales, a otros personajes literarios, como Ulises, Eneas o
Jasón. A todos ellos, se les atribuyen hazañas que provienen de la tradición
oral y, con frecuencia, viven aventuras muy similares.
El viaje como aprendizaje
Viajar es crecer, y esto es lo que le sucede,
efectivamente, a cada uno de estos héroes.
Tomemos a Telémaco, por
ejemplo, el hijo de Ulises. El joven vive con su madre, Penélope, en Ítaca.
Ambos esperan la llegada de su padre, que deberá retomar las riendas del
palacio y de su reino. Entonces una diosa, Atenea, realiza el llamado a la
aventura: le pide al joven que parta en busca de su padre. Esto significa, para Telémaco, abandonar la pequeña
isla conocida y familiar en donde transcurrió su infancia para cruzar el
umbral que lo separa del ancho mundo de ignorados peligros. Con la ayuda de
la diosa, logra superar los obstáculos, y volver sano y salvo a Ítaca. Al
hacerlo, se encontrará con Ulises, que ha regresado por otro camino, y podrá
ayudarlo a recuperar su poder. A través de su viaje, Telémaco adquiere
confianza en sí mismo y puede encontrarse, ya adulto, en pie de igualdad con su
padre, el rey.
Este aprendizaje de Telémaco tiene su equivalente
en algunas costumbres actuales, como el viaje de egresados o la luna de miel:
ambos marcan el cierre de una etapa y el comienzo de otra, de mayor libertad y
responsabilidad. En ambos casos, un viaje geográfico anticipa y simboliza un
recorrido interior, de crecimiento personal y social.
Para cambiar un modo de vida por otro, es
necesario, de alguna manera, "morir" a lo viejo para abrirse a
experiencias nuevas. Este pasaje está simbolizado literariamente por lo que
Campbell llama el vientre de la ballena o el paso por el reino de la
noche.
La extraña denominación proviene de lo que le
sucedió a Jonás. Este héroe bíblico, probablemente legendario, en una ocasión,
se encontraba huyendo de la presencia de Dios: en lugar de dirigirse a Nínive,
como Yahvé le había ordenado, tomó un barco rumbo a Tarso.
Pero el Señor envió un fuerte viento sobre el
mar, y se desencadenó una tempestad tan grande, que el barco estaba a punto de
partirse.
Sabiéndose culpable de la tormenta, Jonás propuso
a los marineros que, para calmarla, lo arrojaran al mar; estos así lo hicieron.
Es entonces cuando interviene la ballena:
El Señor hizo que un gran pez se tragara a Jonás,
y este permaneció en el vientre del pez tres días y tres noches. Entonces
Jonás oró al Señor, su Dios, desde el vientre del pez, diciendo: "Desde mi
angustia invoqué al Señor, y él me respondió [...]". Entonces el Señor
dio una orden al pez, y este arrojó a Jonás sobre la tierra firme
En algún momento de su viaje, todo héroe,
como Jonás, abandona temporariamente el mundo de los vivos y penetra en las
regiones subterráneas de la muerte: Ulises y Eneas descienden al Hades, el
lugar donde moran las almas de los muertos, en tanto Simbad vive una
experiencia semejante durante su cuarto viaje. Este paso por el reino de la
noche es clave en la formación del héroe, ya que superarlo le otorga poder
sobre las zonas más temidas por los hombres.
Al "renacer", el personaje se ha
transformado y tiene las fuerzas necesarias para superar el camino de las
pruebas, donde lo aguardan cíclopes y sirenas, aves fabulosas o dragones. Todos
estos oponentes simbolizan tanto los peligros "reales" que presenta
la vida adulta, como aquellos otros temores internos que traemos desde niños,
como el miedo a la oscuridad, por ejemplo.
El regreso
Tan accidentado era el camino de vuelta a
la patria, que entre los griegos surgió un subgénero literario, los nostoi ('regresos'),
que relatan las desventuras sufridas por los caudillos griegos al regresar de
la guerra de Troya. Su mayor exponente es, sin duda, La Odisea de Homero (siglo
IX a. C).
El regreso de un héroe siempre es glorioso.
El grado de su éxito depende, por supuesto, de la envergadura de su misión.
Simbad, que es un mercader, retorna rico. Ulises, un rey, recobra su trono.
Pero, de los personajes mencionados hasta ahora, el más importante es Eneas,
que tiene como misión fundar una ciudad nueva, porque la suya —Troya-ha sido destruida.
Nadie más obediente que él -que es hijo de la diosa Venus y del troyano
Anquises- a los designios divinos. Realiza un largo y peligroso trayecto, desde
Asia Menor hasta Italia, para fundar Alba Longa, cuna de los legendarios Rómulo
y Remo, que, a su vez, crearán la ciudad de Roma.
Árabes, griegos, hebreos y romanos, como se
ve, completan el mismo proceso de crecimiento. El viajero es el hombre; y el
viaje, nuestra vida, que nos brinda la posibilidad de convertirnos en héroes.
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